La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversión agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindicado la vitalidad de la teoría económica marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo.
Las épocas de enérgico desarrollo capitalista deben poseer formas -en política, en leyes, en filosofía, en poesía- agudamente diferentes de aquellas que corresponden a la época de estancamiento o de declinación económica. Aún más, una transición de una época de esta clase a otra diferente debe producir necesariamente las más grandes convulsiones en las relaciones entre clases y entre Estados (…) No es difícil demostrar que en muchos casos las revoluciones y guerras se esparcen entre la línea de demarcación de dos épocas diferentes de desarrollo económico
León Trotsky, La curva de desarrollo capitalista.
La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversión agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindicado la vitalidad de la teoría económica marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo.
Especialmente en EEUU, los desequilibrios estructurales del ciclo durante la última década retaban a cualquier lógica económica, al tiempo que consumían las grasas sociales acumuladas en la época dorada de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La polarización social y política en el corazón del capitalismo mundial, la inestabilidad crónica en las relaciones internacionales, el incremento de las contradicciones interimperialistas en la lucha por el dominio de los mercados, de las fuentes de materias primas y las áreas geopolíticas estratégicas y, por supuesto, la guerra, son pruebas inapelables de que los tiempos han cambiado.
Se terminó la fiesta
El editorial del Boletín de Estudios de La Caixa (enero 2008) no deja dudas de la profundidad del giro en toda la situación: «Hace un año, los analistas se estrujaban el cerebro para atinar a descubrir qué acontecimiento inesperado podía dar al traste con la prolongada e intensa fase expansiva de la economía mundial (…) Y sin apenas darnos cuenta, en un movimiento pendular, la percepción sobre las perspectivas económicas se ha deteriorado a una velocidad inusitada (…) La crisis subprime se ha llevado por delante el optimismo que regía en las previsiones económicas porque puede actuar de catalizador de los desequilibrios y problemas latentes en la economía mundial desde hace muchos años».
En efecto, como señalábamos hace un mes desde estas mismas páginas1, la crisis financiera desatada el pasado verano con la subprime no era más que la punta del iceberg de una crisis que tenía sus raíces en la economía real. Ahora, todas las cifras de crecimiento estimadas por los organismos económicos internacionales reconocen esta realidad: no se trata de un aterrizaje suave sino de una crisis que puede transformarse en una recesión de carácter mundial.
El FMI ha rebajado su previsión de crecimiento para la economía mundial al 4,1%. Pero, obviamente, estas cifras son muy engañosas. El organismo reduce el crecimiento de EEUU a un mísero 1,5% para 2008, mientras a la Zona Euro le asigna un 1,6%, cinco décimas por debajo de su última estimación en octubre de 2007. Con todo, el informe del FMI es tan cauteloso que reconoce «correr el riesgo de ser muy optimista» en su pronóstico.
Ciertamente, el FMI hace bien. Cualquier previsión puede saltar por los aires… a peor. Así, el lunes 20 de enero se produjo la mayor caída de las cotizaciones en las bolsas europeas desde 1987 (el Ibex 35 cayó 7,54%, y en tan sólo 14 días hábiles de enero se volatilizaron más de 100.000 millones de euros), y un revés fortísimo para las asiáticas. Con este descalabro se consolidaba el peor inicio de año que se recuerda en tres décadas en los mercados bursátiles de EEUU y Europa2. Pero lo más llamativo del caso es que la caída tuvo lugar apenas cuarenta y ocho horas después de que el presidente Bush anunciase un paquete de «medidas fiscales» para animar el consumo, es decir, rebajas de impuestos, por valor de 150.000 millones de dólares. En definitiva, un reconocimiento implícito de la emergencia económica que vive el país.
Como reacción a esta caída y para prevenir un martes de infarto en Wall Street, la Reserva Federal (FED) anunció una espectacular rebaja de tipos de interés del 4,25% al 3,5%. Con esta maniobra se pretende asegurar más liquidez para un mercado financiero en el que la desconfianza campa a sus anchas y la restricción del crédito interbancario es la norma. Pero las medidas que ha adoptado el gobierno Bush y la FED buscando un nuevo impulso de la economía, pueden evaporarse como una gota de agua en una sartén al rojo vivo3.
Una crisis clásica
La discusión central es la profundidad y envergadura de la crisis en EEUU y cómo afectará al conjunto del mundo. Partiendo de la realidad y no de los deseos, los datos y cifras de las últimas semanas son realmente negativos. El PIB de EEUU creció un 2,2% en 2007 (una caída de siete décimas respecto a 2006 y el menor porcentaje en cinco años), pero en el cuarto trimestre la desaceleración fue mucho más fuerte: el PIB avanzó tan sólo un 0,6%. El sector inmobiliario está sumido en una profunda depresión, con una caída de las ventas del sector residencial del 50% y un crecimiento exponencial de los impagos, que han elevado hasta millón y medio los desahucios que podrían ejecutarse en los próximos meses. Las empresas de informática y de automoción, así como el sector bancario, han registrado un recorte de sus beneficios y facturación, amenazando con miles de nuevos despidos4. Tampoco es casualidad que el fabricante de maquinaria industrial Caterpillar, cuyos resultados siempre han sido un termómetro fiel de la temperatura económica de EE UU, anunciara el 25 de enero un «crecimiento anémico» de sus ventas, y representantes de la dirección advirtieran que «la debilidad de la economía se ha propagado desde la construcción de viviendas a la construcción no residencial y, recientemente, al empleo y las manufacturas».
En este contexto, las decisiones de inyectar más liquidez a los mercados y ampliar el crédito rebajando los tipos de interés (el jueves 31 de enero la FED anunciaba la rebaja de otro medio punto en los tipos hasta el 3%), lejos de resolver los problemas de fondo pueden provocar un escenario de estanflación. Más dinero en circulación y más oferta de crédito no tiene porqué provocar un mayor crecimiento de la inversión ni del consumo cuando lo que existe es precisamente un gigantesco y descontrolado endeudamiento y una tasa de inflación en EEUU que ha superado el 4,3% interanual. Si el mercado se restringe porque el boom ha llegado ya a sus límites, si el paro crece y se destruyen empresas, si los beneficios caen, ¿qué sentido tiene endeudarse aún más?
Otra cosa diferente es la necesidad de liquidez que tienen los bancos y entidades financieras para cubrirse ante los impagos crecientes derivados de la concesión de miles de millones de euros, no sólo por hipotecas de alto riesgo, sino por préstamos a empresas inmobiliarias para compra de suelo y construcción de promociones que ahora se venden a precio de saldo porque no hay comprador; o a multinacionales que se han fusionado o han comprado otras y que garantizaban sus deudas multimillonarias con unas acciones que marchaban bien, pero que ahora van muy mal. El keynesianismo que reclaman los tiburones de Wall Street y sus homólogos en Europa, no es más que una intervención descarada del Estado para protegerlos en caso de quiebra financiera. El anuncio de una posible «nacionalización» del banco Northen Rock en Gran Bretaña, es una prueba concluyente de esta maniobra descarada de socializar las pérdidas a costa de los ingresos de los trabajadores y la mayoría de la población. Pero más allá de los deseos, hay algo obvio: los bancos desconfían unos de otros y por mucho que caigan los tipos, las condiciones del crédito se han endurecido mucho.
El mundo trastornado
Es evidente que las pretensiones de que la crisis norteamericana pueda ser sorteada gracias al papel de las economías emergentes, como China o India, ya no tienen mucha credibilidad. Una recesión en EEUU se transmitiría al resto del mundo como consecuencia lógica de la mayor integración e interdependencia económica que conoce la historia. No en vano el mercado de EEUU supone el 20% de las exportaciones globales y sus bolsas representan el 40% de la capitalización mundial5.
En cualquier caso una cosa está clara: las profundas contradicciones de la economía capitalista han resurgido destrozando todas las promesas de prosperidad ilimitada y mayor cohesión social. La clase dominante de todos los países mira con desconcierto el futuro, mientras afila el cuchillo sobre la garganta de los trabajadores, la juventud y los sectores más desprotegidos de la sociedad. El mundo se encuentra trastornado, ante el umbral de cambios decisivos, y la clase obrera debe prepararse para ellos. Una perspectiva que también es compartida por los estrategas más perspicaces del capital. No en vano el premio Nobel de economía, Paul A. Samuelson, ha señalado en un artículo reciente6: «Ojalá tus hijos vivan tiempos interesantes’. Estas palabras eran una antigua maldición, no un deseo de buena voluntad: las guerras y las revoluciones son épocas apasionantes. Una prosperidad prudente y pacífica es muy aburrida. Y así pareció evolucionar la macroeconomía entre 1980 y 2005, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Qué engaño».
Notas
1. La crisis económica mundial se profundiza ¿Pirómanos apagando un fuego?, en El Militante 212, enero 2008.
2. El Ibex 35 ha cerrado el peor mes de enero desde su creación en 1992, con una caída del 12,87% hasta los 13.229 puntos, en línea con la media europea. El Dax alemán lidera el resbalón de enero, con una bajada del 15,07% y el CAC 40 francés ha caído un 13,26%. La Bolsa estadounidense pierde cerca del 6%.
3. Una de las razones que se aducen para explicar el descalabro bursátil del lunes 20 de enero es la crisis de las llamadas Monoline, las grandes aseguradoras de bonos. Empresas como MBIA, Ambac Financial o ACA capital, que aseguraron los paquetes de deuda y emisiones de bonos de alto riesgo de los bancos norteamericanos, puede que no tengan liquidez suficiente para responder a sus compromisos. Según agencias de calificación como Standard & Poor’s y Moody’s el riesgo al que están expuestas estas compañías se podría acercar al medio billón de dólares. Estas cifras dan una idea de la infección del conjunto del mercado financiero que, montado en la ola gigantesca de la especulación, transformó los pasivos, es decir los paquetes de deudas, en activos que se cotizaban al alza. Ahora la burbuja ha estallado y sus consecuencias amenazan con hacer más profunda y duradera la crisis.
4. Los resultados de los bancos norteamericanos son elocuentes. Merrill Lynch ha admitido unas pérdidas de 5.320 millones de dólares; Citigroup perdió en el último trimestre 6.620 millones de dólares, ha registrado una caída de sus beneficios de un 83% en 2007 y ha anunciado el despido de 21.000 trabajadores.
5. Como ha quedado claro en el reciente Foro de Davos, Oriente no puede compensar la crisis de occidente, puesto que EEUU consumió el año pasado 9,5 billones de dólares (6,5 billones de euros), seis veces más que China e India juntos.
6. Bush y las actuales tormentas financieras, (El País, 28 de enero de 2008).