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Después de que se hablara de la llamada crisis crediticia y a continuación surgieran comentarios optimistas sobre los «brotes verdes» en la economía, los acontecimientos en Grecia pillaron a los comentaristas burgueses desprevenidos. Ahora la economía mundial se ha sumido en el caos y la incertidumbre una vez más, al tiempo que los gobiernos de Europa intentan contener la caída de la práctica bancarrota de Grecia, con los trabajadores teniendo que pagar la factura. Presentamos por primera vez el artículo compléto del marxista británico Alan Woods sobre la crísis mundial del capitalismo. Anteriormente habíamos publicado la primera parte pero ahora ponemos a la disposición de los lectores la traducción de todas las cinco partes del artículos.

[Este escrito, del que presentamos a continuación la primera parte, fue escrito y publicado originalmente en inglés el 26 de mayo 2010.]

«Para las masas trabajadoras de Europa se está volviendo cada vez más claro que la burguesía es incapaz de resolver los problemas básicos de restaurar la vida económica de Europa.» (Trotsky, Sobre los Estados Unidos de Europa, 1923.)

Los mercados bursátiles del mundo están en crisis. Las caídas en las bolsas de valores son una advertencia de que la recuperación económica está en peligro. La extrema volatilidad del mercado durante los últimos quince días refleja una falta fundamental de confianza. Todas las luces están destellando en rojo.

La causa inmediata del pánico es la crisis del euro. Esto es irónico. No hace mucho tiempo estaban hablando del euro rivalizando con el dólar americano como moneda de reserva mundial. Ahora las convulsiones del euro están haciendo caer a los mercados bursátiles internacionales y aumentando los temores de que el mundo esté a punto de volver a caer en depresión.

La que alguna vez fue la próspera zona del euro ahora está al borde de una crisis terminal. Los mercados creen que los países más débiles de la zona del euro no serán capaces de tomar las medidas necesarias para reducir su déficit. Los temores sobre los problemas de la deuda griega se han extendido rápidamente hacia Portugal y España. La burguesía europea sólo mediante la inyección de enormes cantidades de un fondo de emergencia podría apuntalar el edificio tambaleante.

La crisis financiera mundial de 2008 estaba relacionada con las hipotecas subprime, pero ahora la crisis está relacionada con lo que podríamos llamar la deuda pública subprime. En el pasado se consideraba que los bonos de Estado de los países europeos no corrían prácticamente ningún riesgo. Pero ahora la posibilidad de bancarrota de los Estados en una de las principales regiones económicas del mundo se ha convertido en una seria amenaza. The Economist lo expresó así: “El 2008 será recordado como el año en que los bancos quebraron; 2010 será recordado como el año en que los gobiernos quebraron”.

Los problemas de Europa pueden llevar a una crisis general del capitalismo mundial. El lunes 24 de mayo, el Washington Post publicó un titular muy interesante: «Un movimiento en falso en Europa podría desatar una reacción en cadena global». Eso resume adecuadamente la situación. La situación es tan frágil que cualquier pequeño incidente –una proyección del presupuesto equivocada del gobierno español, la imposibilidad de Grecia de alcanzar el objetivo de reducción del déficit, una caída de la producción económica de Irlanda– podría desatar una reacción en cadena que podría llevar a una depresión mundial.

La conclusión del artículo es sorprendente: «el futuro de la recuperación económica de EE.UU. [está] en manos de los políticos en una variedad de capitales europeas». Esto es muy revelador. Muestra la naturaleza extremadamente frágil e inestable de la recuperación económica, que encuentra su reflejo en el profundo nerviosismo de los mercados mundiales. Casi cualquier cosa puede causar un repentino colapso de la «confianza». Los mercados de crédito en todo el mundo podrían sufrir una paralización, arrojando a la economía mundial de vuelta a la recesión. La crisis del euro es sólo la punta de un iceberg muy grande y, como con un verdadero iceberg, la parte que se ve es suficientemente aterradora, pero la oculta es la parte realmente mortal.

De una forma distorsionada, el nerviosismo de los mercados es un reflejo de la creciente conciencia de la burguesía de que la crisis económica llevará a una fuerte recuperación de la lucha de clases por todas partes. La pregunta, en pocas palabras, es: ¿Serán los gobiernos capaces de obligar a los trabajadores a aceptar enormes recortes en los presupuestos del sector público en aras de salvar el capitalismo? El espectáculo de los trabajadores en las calles de Grecia, Portugal y España ya ha dado una respuesta que no querían oír.

La crisis en Grecia es sólo el accidente a través del cual se revela la necesidad. Con Grecia, la cadena del capitalismo europeo se ha roto en su eslabón más débil. Pero hay varios eslabones más muy débiles. Incluso si encuentran una solución temporal a los problemas de Grecia, existe el temor de que el contagio se extienda a Portugal, España, Irlanda e Italia. Y Gran Bretaña, aunque no es parte de la Zona Euro, no andará muy a la zaga.

Efectos de la globalización

En el fondo, la crisis es una manifestación del hecho de que las fuerzas productivas a escala mundial están entrando en contradicción con los estrechos límites de la propiedad privada y el Estado nacional. Como el Aprendiz de Brujo, la burguesía ha conjurado fuerzas que no puede controlar.

En cierto sentido, la burguesía es víctima de su éxito. Los capitalistas trataron de superar las limitaciones del Estado nacional mediante la explotación cada vez mayor del mercado mundial. Después del colapso de la URSS, 2.000 millones de personas accedieron al mercado capitalista mundial. La entrada de China, Rusia, Europa del Este, y la mayor participación de la India, les proporcionó extensas fuentes de mercados, inversiones y materias primas.

Sin embargo, dialécticamente, todo se está convirtiendo en su contrario. El proceso ha llegado a su límite. La globalización ahora se manifiesta como una crisis global del capitalismo. Los factores que antes sirvieron para empujar la economía mundial, ahora están combinándose para empujarla en una espiral negativa. Vimos algo similar en 1997-98, cuando la crisis financiera de Asia Oriental se extendió rápidamente a través de Tailandia, Indonesia, Corea del Sur y otras naciones. Ahora Europa se enfrenta a la misma perspectiva.

Se puede argumentar que España, Grecia, Portugal e Irlanda representan tan sólo el cuatro por ciento de la actividad económica mundial. Pero una vez que las fichas del dominó comiencen a caer, el efecto podría pasar rápidamente desde Grecia a Portugal y España, luego a Irlanda e Italia, y luego a Gran Bretaña. La confianza en el euro se desplomaría, causando caos en los mercados de dinero mundiales que terminaría en una nueva crisis en Wall Street. En palabras del economista Eswar Prasad, de la Universidad de Cornell: «La crisis de la deuda y su efecto expansivo son malas noticias para todos los rincones del mundo».

El Washington Post continúa: «Dentro de la zona euro, los bancos están íntimamente ligados, con una red de inversiones y activos en bonos de varios países que podrían ser un vector principal para «contagio» financiero, con una bancarrota en un país debilitando a los bancos en otras partes».

Europa en crisis

La crisis está empujando a Europa y a sus Estados nacionales, hacia un terreno desconocido y peligroso. Había un temor creciente acerca del riesgo de los bancos hacia los gobiernos europeos y los prestatarios privados. Si no se hubiera hecho nada, los gobiernos europeos se hubieran enfrentado al mismo destino que sufrió Lehman Brothers. Grecia podría estar en un camino inexorable hacia la bancarrota.

De Latuff.De Latuff.A 7 de mayo, los intereses de los bonos de Estado de los países más débiles de la zona euro aumentaron considerablemente, cuando los mercados mostraron sus músculos. Existe una amenaza real de que la financiación externa para esos países cese completamente. El nerviosismo de los mercados de bonos indica que los inversores están más que dispuestos a ver Estados nacionales hundirse en su totalidad. Son firmes creyentes en el viejo proverbio chino: «¿Qué haces cuando ves caer a un hombre? – ¡Dale un empujón!»

Es cierto que todos los países de la zona euro tienen un interés en evitar una bancarrota. Si Grecia se hunde, la atención de los mercados inmediatamente se pondrá sobre Portugal, España, Irlanda e Italia. La confianza en el euro caería. Sin embargo, a la burguesía alemana no le gusta la idea de pagar las deudas de países «despilfarradores».

El 2 de mayo, los gobiernos de la zona euro y el FMI establecieron las condiciones de un plan de rescate de € 110.000 millones ($ 145.000 millones de dólares) para Grecia. Eso era mucho más que lo que se había prometido anteriormente, pero no fue suficiente para calmar los nervios de los inversores. El 4 de mayo los mercados de valores en Europa y América se desplomaron y cayeron de nuevo al día siguiente. Los bonos griegos siguieron vendiéndose a nivel de bonos basura.

Atrapada entre la espada y la pared, la burguesía europea no sabía qué hacer. Los políticos han sido acusados de hacer demasiado poco, demasiado tarde. Pero en realidad, hicieran lo que hicieran estaba mal. Al final, Alemania y la Unión Europea se vieron obligadas a actuar para salvar la zona euro. En las primeras horas del 10 de mayo los ministros de finanzas, reunidos en Bruselas, acordaron un plan de emergencia para apuntalar la zona euro. El elemento principal es un «fondo de estabilización» por valor de hasta € 500.000 millones ($ 635.000 millones). De esta cantidad, € 60.000 millones van a ser financiados con la venta de bonos de Estado de la UE.

El fondo se va a complementar con hasta € 250.000 millones más del FMI. Además, el Banco Central Europeo (BCE) dijo que compraría bonos de Estado para restaurar la calma a los mercados «disfuncionales». Ofrecerá a los bancos préstamos ilimitados a una tasa de interés fija. Una vez más, los gobiernos están entregando miles de millones a los bancos para evitar un colapso. Pero en primer lugar, no hay ninguna garantía de que no habrá tal colapso y, en el segundo, ¿quién pagará la factura de estas enormes sumas de dinero?

La reacción inicial de los mercados financieros fue, naturalmente, eufórica. ¿Cómo podría ser que los tiburones no estuviesen eufóricos ante la perspectiva de apropiarse avariciosamente miles de millones más del dinero de los contribuyentes? El 10 de mayo el mercado de valores de Alemania cerró con una subida de más del 5%. El índice principal de la bolsa edeFrancia subió en casi un 10%: los grandes bancos franceses están muy expuestos a Grecia, por lo que también se beneficiarían con creces.

Sin embargo, esta euforia pronto dio paso a una visión más sombría. El mercado sabe que todo ha sido improvisado a toda prisa, y no hay ninguna garantía de que funcione durante mucho tiempo. El paquete, a pesar de su escala impresionante, sólo sirve para dar algo de tiempo a Grecia y otros gobiernos vulnerables para que reduzcan sus déficits presupuestarios y mejoren su competitividad de las exportaciones perdidas. Si eso no se hace, habrá una crisis aún peor en la zona euro en unos pocos meses.

Conflictos nacionales

El aspecto de unidad europea en realidad era una ilusión. Detrás de la fachada de unidad y solidaridad, todos los Estados nacionales guardaban celosamente el control de sus intereses nacionales y sus sistemas bancarios nacionales. Estas divisiones han sido cruelmente expuestas por la crisis actual.

Foto de office of the Prime Minister of Greece.Foto de office of the Prime Minister of Greece.El espíritu mezquino que está detrás de toda la palabrería de un «rescate internacional» se muestra por las largas demoras en la aprobación del plan, que se retrasó aún más por falta de acuerdo sobre los detalles como el tipo de interés a cobrar por el acceso a los fondos. E inmediatamente después de que se firmara el acuerdo, comenzaron los conflictos entre los gobiernos nacionales.

Alemania insiste en que el dinero sea recaudado y controlado por los gobiernos, no por los burócratas en Bruselas. Los alemanes no quieren entregar grandes cantidades de dinero sin una estrecha vigilancia. En otras palabras, el dinero se le dará a Grecia con la más estricta supervisión y control. Gran Bretaña dijo que no firmaría nada.

Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, fue acusado de «ceder ante la presión política para ayudar a los gobiernos derrochadores». Axel Weber, el jefe del Bundesbank, el banco central de Alemania, que puede que suceda al Sr. Trichet cuando renuncie el próximo año, criticó abiertamente la conducta del BCE en las páginas de Börsen-Zeitung, un periódico financiero alemán. En su defensa, el señor Trichet afirma que el banco central fue «ferozmente y totalmente independiente», una declaración que no mucha gente cree en estos días.

Un discurso pronunciado por Merkel durante una sesión ruidosa del parlamento federal alemán empeoró las cosas. Dijo que «la crisis que enfrenta actualmente el euro es la prueba más grande a la que Europa se ha enfrentado en las últimas décadas», y «si el euro no funciona, entonces Europa tampoco». Los ya muy nerviosos mercados se hundieron de nuevo.

Alemania tomó la decisión unilateral de prohibir las ventas en corto de la deuda pública de la UE y los bancos. La medida fue tomada debido a la creciente desesperación de la canciller alemana, antes de la votación del viernes pasado sobre el rescate del euro. Los diputados de la oposición, y cada vez más los miembros de su propia coalición, están cada vez más enojados. Merkel tenía que hacer algo para demostrar que Alemania no estaba simplemente escribiendo un cheque multimillonario de euros provenientes de los contribuyentes para rescatar a Grecia y a otros. Intentaba demostrar que Alemania estaba adoptando medidas para defenderse.

Esto no era más que un intento leve de controlar la especulación. No tiene ninguna posibilidad de éxito. Pero los mercados quieren total libertad para ejercer su actividad depredadora. La medida eliminó miles de millones de euros del valor de las acciones e hizo caer a la moneda única a su punto más bajo de los últimos cuatro años. Enfureció a los socios europeos de Alemania, que no habían sido consultados. Hubo recriminaciones públicas sin precedentes de Christine Lagarde, la ministra de Finanzas de Francia. Hubo, naturalmente, fuertes protestas desde Londres (tanto de los laboristas, como de los conservadores), reflejando el carácter completamente parasitario de la dependencia del capitalismo británico en el capital financiero.

La hipocresía de los capitalistas alemanes

La enfermedad subyacente del capitalismo europeo se refleja en los movimientos febriles de las bolsas de valores. El mundo financiero está siendo sacudido por los rumores del posible colapso de la zona euro. Todos los desmentidos oficiales no han ayudado a calmar el nerviosismo de los mercados. En este estado de ánimo de pánico, la burguesía trata de encontrar a alguien a quien culpar. Los alemanes culpan a los griegos, los griegos culpan a los especuladores, los franceses culpan a los alemanes…

Cada vez más, el dedo señala a Berlín. Alemania, que fue el motor del crecimiento para toda la UE, su banquero y líder de facto, es ahora el blanco de toda la rabia y frustración reprimidas de sus socios. ¿Por qué los alemanes son tan roñosos? ¿Por qué Merkel no hizo más para ayudar a Grecia antes? En una reciente reunión de los líderes europeos, se dice que el presidente Sarkozy amenazó con salir de la zona euro si Berlín no ayudaba a Grecia.

Las críticas de sus vecinos no caen bien en Berlín. La prensa prostituida en Alemania y otros países está tratando de describir la situación como «Europa ayuda a los perezosos trabajadores griegos». Eso es una mentira. Esta crisis no fue provocada por los trabajadores de Grecia o de cualquier otro país. Fue creada por las voraces e imprudentes acciones de los banqueros y los capitalistas de Grecia y del resto de Europa. Y el actual «plan de rescate» es un plan para rescatar, no a los trabajadores griegos, sino a los banqueros de Alemania, Francia y otros países que poseen la mayor parte de las deudas del capitalismo griego.

Las manifestaciones públicas de indignación moral en Alemania hieden a hipocresía. El capitalismo alemán se benefició más que cualquier otro de la introducción del euro. Los capitalistas alemanes disfrutaron de una posición privilegiada en los años de auge. Sus exportaciones invadieron todos los mercados, aprovechando el hecho de que las economías más débiles, como Grecia, España y Portugal, ya no podían devaluar la moneda para proteger su mercado nacional. Los bancos alemanes estaban felices de obtener beneficios de los préstamos a Grecia, España y Europa del Este. Hicieron un montón de dinero entonces, pero ahora no están dispuestos a aceptar las pérdidas.

El dilema de Alemania

El problema es que, al final, alguien tiene que pagar las facturas. Merkel logró introducir el mecanismo de rescate financiero a toda la zona euro el 21 de mayo. Pero la oposición entre los votantes alemanes está creciendo y se está expandiendo a los socios de la coalición de Merkel y sus aliados políticos. «Una vez más, somos los tontos de Europa», fue como Bild, el influyente diario alemán, saludó la noticia del plan de rescate del euro. En las últimas encuestas, el 47 por ciento de los alemanes está a favor de volver al marco alemán. El 9 de mayo, en una elección crucial a nivel estatal, la coalición gobernante de Merkel fue fuertemente derrotada. Este es un signo de la creciente insatisfacción con su Unión Demócrata Cristiana y su aliado de coalición, el Partido Democrático Liberal.

Los miembros más débiles del club de hombres ricos, conocido como el «Club Med», tienen actualmente una montaña € 3 billones de deuda y su capacidad para pagarla está en duda. Los «mercados» están nerviosos acerca de esto. Es decir, los banqueros están nerviosos, porque temen que no obtengan su libra de carne. Eso significa, en primer lugar, los banqueros alemanes. El riesgo de los bancos alemanes con la deuda del Club Med podría ser hasta de 500.000 millones de euros. Así, a pesar de todas las rabietas y resoplidos en Berlín, lo que se discute aquí no es la ayuda a Grecia, sino la ayuda a los banqueros alemanes y a sus cómplices europeos.

Desde el punto de vista del capitalismo alemán se trataba de un caso de «maldito si lo haces, y maldito si no lo haces.» Si proveían a Grecia (y a otras economías débiles de la zona del euro) con el dinero, tendrían problemas en casa, y de todos modos no hay garantía de que tendrá éxito. Si se negaban, la quiebra griega tendría un efecto dominó en toda Europa y a escala mundial, que arrastraría a Alemania con todos los demás. Por lo tanto, Merkel se vio obligada a tragar saliva y aprobar un gigantesco rescate.

En algún momento, Alemania podría llegar a la conclusión de que los rescates significan simplemente tirar dinero a un pozo sin fondo. En ese momento, Alemania podría decidir reducir sus pérdidas. Alemania podría decidir que el BCE debería ignorar sus reglas y comprar la deuda de los gobiernos débiles de la zona euro por el simple procedimiento de impresión de dinero («expansión monetaria» o “quantitative easing”). La zona del euro, Alemania incluida, estaría pagando por ello con el debilitamiento del euro y una mayor inflación.

Los alemanes se quejan mucho, pero pasan por alto el hecho de que la zona del euro proveyó a Alemania con considerables beneficios económicos. Desde que se adoptó el euro, los costos laborales unitarios en el Club Med han aumentado en relación a los de Alemania en aproximadamente un 25 por ciento, mejorando aún más la ventaja competitiva de Alemania. Sus vecinos no pueden socavar las exportaciones alemanas con una depreciación de la moneda, y las exportaciones alemanas se han beneficiado. El resultado ha sido un masivo superávit por cuenta corriente de € 110.000 millones (2007) para Alemania hacia el resto de la zona del euro. Eso significa que Alemania exporta € 110.000 millones más para la zona del euro de lo que importa, que es pagado por los préstamos masivos de los bancos alemanes. Para los capitalistas alemanes se trataba de un gran beneficio a corto plazo, pero a largo plazo es completamente insostenible.

Con el fin de reavivar el marco alemán, Alemania tendría que reintegrar el Bundesbank, retirar sus reservas del BCE, imprimir su propia moneda y volver a denominar los activos y pasivos del país en marcos alemanes. Esto sería difícil, pero no imposible. Los otros miembros de la zona euro se enfrentarían a dificultades mucho mayores si quisieran volver a sus antiguas monedas.

Sin embargo, dado que los bancos alemanes poseen gran parte de la deuda emitida por el Club Med, las pérdidas causadas a Alemania por una ruptura con la zona euro serían mucho mayor que permanecer dentro de la zona euro y apoyarla financieramente, al menos por el momento.

Grecia – el enfermo de Europa

Grecia se unió al Euro en 2001. En aquel momento, el capitalismo alemán sacaba pecho tras su reunificación. El traslado de su centro político a Berlín, en el corazón de Europa, simbolizaba su ambición ilimitada por convertirse en el amo y señor de Europa. Bajo estas condiciones, el Amo Imperial accedió gentilmente a la adhesión de Grecia como un paso adelante en la consolidación de su dominación en los Balcanes, que dio comienzo con las intrigas inspiradas por Alemania para romper Yugoslavia.

Sin embargo, el capitalismo griego es el eslabón más débil del capitalismo europeo. La burguesía griega –una de las más corruptas y reaccionarias de Europa– creyó que estaba siendo muy inteligente uniéndose al club europeo de los ricos. Como la rana en la fábula de Esopo, se hinchó hasta alcanzar un tamaño desmesurado y después reventó.

Incluso en 2001, la debilidad real del capitalismo griego tenía que haber sido evidente hasta para un ciego. Se expresó gráficamente en un enorme déficit por cuenta corriente, el presupuesto y la deuda pública. Mientras existiera el boom, Karamanlis podía mantenerse confortablemente en el poder durante cuatro años y medio. Ganó con facilidad dos elecciones. La economía griega parecía estar sana, con un crecimiento medio del 4% hasta 2007.

Los turistas llegaban a borbotones y la construcción estaba en auge como resultado de los Juegos Olímpicos de 2004. Los propietarios de barcos hacían beneficios record del boom de las exportaciones chinas y los oligarcas rusos compraban tierras a altos precios en las islas del Egeo. Había subsidios de la Unión Europea. Por último, pero no menos importante, al adhesión a Europa parecía una garantía de prosperidad futura.

Pero la crisis económica mundial ha expuesto cruelmente las debilidades subyacentes del capitalismo griego. Como resultado directo de la adopción del euro, la economía griega ha perdido competitividad. Muchos griegos están desempleados. Esto afecta especialmente a la juventud, con un agudo aumento del desempleo juvenil y una reducción de las plazas en la educación. El desempleo de los jóvenes titulados en Grecia es del 21%, comparado con el 8% de la media de la población.

El creciente ambiente de descontento que bullía bajo la superficie se hizo evidente con las violentas protestas tras la muerte de Alexandros Grigoropoulos, un estudiante de 15 años que fue asesinado por un policía en diciembre de 2008. El asesinato desencadenó cinco noches de disturbios. Las protestas rápidamente se extendieron por las principales calles de Atenas y, después, por todo el país. Hubo choques violentos con la policía y la Plaza Syntagma estaba ahogada en gas lacrimógeno. Grupos de jóvenes quemaron coches, rompieron escaparates decorados para la Navidad y tiraron cócteles molotov.

Estas manifestaciones se dieron a una escala sin precedentes, y asemejaron un alzamiento de la juventud. Los manifestantes atacaron las comisarías de policía en una docena de ciudades, provocando daños estimados en más de 100 millones de euros ($130 millones de dólares americanos). Cientos de estudiantes de secundaria se enfrentaron a la policía tras el funeral del joven. Otros tiraron piedras a la policía que vigilaba el Parlamento gritando ¡“que arda el parlamento”! Esto ya fue una advertencia para la clase dominante. Mostraba la rabia acumulada de la juventud griega, que era tan sólo una expresión extrema del descontento general de la sociedad griega.

A lo largo de la historia, cada revolución ha estado precedida por un movimiento de la juventud –particular la juventud estudiantil–, que es un barómetro sensible que refleja la acumulación de contradicciones y tensiones en la sociedad. Ese fue el caso de Rusia en 1901 y de España en 1930. En ambos casos, las manifestaciones de los estudiantes fueron un aviso de las revoluciones de 1905 y 1931.

Kostas Karamanlis. Foto de New Democracy.Kostas Karamanlis. Foto de New Democracy.Las protestas provocaron la parálisis de las autoridades. El gobierno de derechas de Costas Karamanlis, aterrorizado por la posibilidad de provocar un movimiento aún mayor, fue incapaz de imponer el toque de queda o arrestos masivos. La memoria de la dictadura militar de los años setenta estaba demasiado reciente en el recuerdo de la gente. Los intentos de llegar a un consenso entre los líderes políticos acerca de cómo acallar el malestar se rompieron rápidamente. El 10 de diciembre hubo una huelga de 24 horas de los sindicatos del sector público, a pesar del llamamiento de Karamanlis para que se cancelase.

Estos hechos provocaron la alarma entre los estrategas internacionales del capital. El 11 de diciembre, The Economist comentaba:

“Hay algo extraño y aterrador en la visión de un país europeo modestamente próspero –de quien la mayoría hubiera dicho que había superado su turbulenta historia de golpes de Estado y conflictos civiles– que de repente es sumido en un levantamiento urbano que las autoridades no pueden controlar”.

Los sucesos de diciembre de 2008 llevaron inexorablemente a la caída del gobierno de Karamanlis. Yorgos Papandreu, el líder del Pasok, llamó a las elecciones. “En la práctica no hay gobierno… reclamamos el poder”, dijo. El Pasok ganó en popularidad mientras que el apoyo a la Nueva Democracia (ND) se disolvió en un entramado de escándalos financieros.

El gobierno del Pasok

Las elecciones generales del 4 de octubre de 2009 dieron como resultado la victoria del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), que sorprendió tanto a observadores políticos, como a los líderes del Pasok. Esto era un claro reflejo del creciente descontento popular. El 43,9% de los votantes respaldaron al partido, otorgándole 160 de los 300 escaños del Parlamento. El partido Nueva Democracia del centro derecha quedó hecho añicos. Logró tan sólo el 33,5% y 91 escaños, el peor resultado posible anunciado en los sondeos.

Esta fue la mayor victoria del Pasok desde que llegó al poder en 1981. Esto va en contra de la tendencia general europea en las recientes elecciones, en las que los partidos socialdemócratas han sido derrotados. Era un claro voto por el cambio. El Partido Comunista (KKE) consiguió el 7,5% y 21 escaños, mientras que Syriza, una coalición de izquierdas que surgió de una escisión del PC, logró el 4,6% y 13 escaños. Laos, un partido de extrema derecha, aumentó su porcentaje de votos hasta alcanzar el 5,6% y logró 15 escaños a costa de ND.

Al contrario que su padre, Andreas Papandreu, y como Blair en Gran Bretaña, Yorgos Papandreu ha empujado el partido hacia la derecha. Criado en Suecia y educado en los EEUU, tiene relaciones amistosas con Obama. Inicialmente prometió un estimulo de hasta 3.000 millones de euros (4.400 millones de dólares) para acelerar la recuperación económica, aumentos salariales por encima de la inflación y beneficios adicionales para los trabajadores del sector público. También prometió un aumento real de los salarios y pensiones para animar a los griegos a consumir de nuevo. Habló de exportar energía renovable de las soleadas laderas y de los vientos de las islas egeas, de persuadir a los productores de software griego en el extranjero para que establecieran sus empresas en Grecia, etc.

George Papandreou. Foto de philippe grangeaud / solfé communications.George Papandreou. Foto de philippe grangeaud / solfé communications.Pero estos sueños reformistas se evaporaron inmediatamente como una gota de agua en una sartén caliente. Entraron en conflicto con la dura realidad de la crisis económica, colapsando los ingresos tributarios y disparando el déficit presupuestario. El gobierno de Karamanlis admitió que Grecia había manipulado sus cifras para cumplir con los requisitos para el euro en 2001. Papandreu admitió que el déficit presupuestario de este año no era de 6,7%, sino del 12,7%.

Es cierto que los capitalistas griegos, con la mentalidad de un pequeño regateador en el mercado que desea vender pescado podrido poniendo los frescos encima, trataron de esquivar el problema simplemente falsificando las estadísticas para encubrir los hechos: una práctica que, dicho sea de paso, también emplean otros. Pero tarde o temprano los hechos se vuelven públicos. La fuente del problema, sin embargo, no está en Atenas y su contabilidad engañosa.

El problema está en el propio mecanismo de la “economía libre de mercado”, que opera con la misma racionalidad que una manada de antílopes en la sabana. Mientras el mercado iba hacia arriba, no prestaban gran atención a las sutilezas de la solvencia económica y financiera. Pero una vez el mercado cae, entra el pánico y comienza la estampida. Ahora que la estampida ha comenzado, nada puede pararla. Los especuladores corren de un mercado a otro en la búsqueda de salvación. En el proceso, pisotean los cultivos, demuelen las casas y matan a cualquiera que se interponga en su camino.

Los mercados deciden

Había un viejo dicho: el hombre propone y Dios dispone. Hoy en día sería más correcto decir: el hombre propone pero el mercado dispone. Con un déficit presupuestario de casi el 13% y una deuda pública del 125% del PIB, los inversores internacionales no se impresionaron con las promesas de Papandreu y le enviaron un pequeño mensaje para transmitirle su opinión. El diferencial entre los bonos de Estado griegos y los bunds alemanes empezaron a ampliarse y han seguido ampliándose desde entonces. Esto es el equivalente financiero de agarrar los genitales de un hombre y ejercer una suave presión.

Papandreu quiere paz social con austeridad fiscal. Pero ambas cosas son incompatibles. Papandreu quiere evitar la confrontación directa con los sindicatos, pero sólo tiene dos alternativas: o defiende los intereses de los trabajadores, o los intereses de los capitalistas. Y ya ha hecho una elección. Papandreu está obligado a recortar las condiciones de vida para poder aplacar al todopoderoso Mercado, de la misma manera que Agamenón estaba obligado a sacrificar a su hermana Ifigenia para aplacar a los dioses del Olimpo. Sin embargo, Agamenón acabó bastante mal como resultado de sus actos, y su sucesor tampoco acabará mucho mejor por los suyos.

El primer ministro griego está intentando esconderse tras el FMI y los anónimos “especuladores internacionales” que han puesto a Grecia de rodillas. Pero para los millones de trabajadores griegos que se enfrentan a recortes salvajes en sus condiciones de vida, estos argumentos no son una excusa para las medidas de los dirigentes del Pasok. Los trabajadores griegos odian a los especuladores, el FMI y los líderes de la burguesía europea. Pero no pueden perdonar a un gobierno que, mientras que se autodenomina socialista, se ha dejado torcer el brazo fácilmente a favor del FMI y Bruselas.

Inmediatamente, Papandreu se encontró molido entre dos piedras de molino. Las promesas del primer ministro acerca de la austeridad fiscal no han convencido a los mercados. Por cada paso atrás que dan los líderes reformistas, los burgueses exigirán diez más. The Economist resaltaba: “Para el estándar griego, el señor Papandreu ha sido valiente, pero debería serlo todavía más. Irlanda marcó el ritmo el 9 de diciembre publicando un presupuesto que recortaba drásticamente los salarios del sector público”. Y añadía: “Lamentablemente, los tiempos duros exigen medidas duras”. He aquí la voz verdadera de la burguesía: semblante severo, corazón de hielo y totalmente impasible ante el sufrimiento humano. ¡Todo debe ser sacrificado en el altar del Capital!

Las medidas de austeridad aprobadas por el gobierno de Atenas eran demasiado pequeñas para la burguesía, pero demasiado grandes para los trabajadores. Los trabajadores griegos, siguiendo sus maravillosas tradiciones revolucionarias, reaccionaron inmediatamente con manifestaciones masivas en las calles. Sintiéndose traicionados por el gobierno que esperaban defendiera sus empleos y condiciones de vida, los trabajadores tomaron las calles. Durante meses, Atenas y otras ciudades han sido sacudidas por las manifestaciones masivas de protesta. Un comentarista burgués en Gran Bretaña describía la situación en los siguientes términos: “Los trabajadores griegos en contra de los banqueros europeos”. Eso lo refleja bastante bien.

Marx escribió que Francia era el país en el que la lucha de clases siempre llegaba hasta el final. Podemos decir lo mismo de Grecia. La memoria de la Guerra Civil y las amargas divisiones entre la izquierda y la derecha, y más tarde de la Junta y la revuelta de la Politécnica en 1974 están grabadas en la conciencia de las masas. Las divisiones entre clases constituyen una línea de falla que atraviesa la sociedad griega y que puede estallar en cualquier momento.

La cuestión es muy sencilla: la burguesía no puede permitirse mantener las concesiones que se vio obligada a hacer en el pasado. Pero la clase obrera tampoco puede tolerar más ataques a sus niveles de vida y condiciones. Los trabajadores de Europa no se quedarán de brazos cruzados mientras las conquistas de los últimos cincuenta años son destruidas sistemáticamente. Por tanto, los acontecimientos en Grecia muestran lo que ocurrirá en cada país de Europa con el desarrollo de la crisis.

Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Segunda parte

En la segunda parte de este artículo, Alan Woods analiza la grave situación económica a la que se enfrenta la Unión Europea y los efectos de la crisis europea en la economía mundial. 31 de mayo 2010

La Unión Europea

Durante la Guerra Fría los capitalistas europeos intentaron formar un bloque para defenderse, por un lado, del poderío de la URSS y, por otro, del poder expansivo de los EEUU. La caída de la URSS y el logro de la reunificación alemana en 1989 dieron un ímpetu renovado a la integración económica europea. La burguesía alemana y su representante político, Khol, tenían grandes ambiciones. En gran medida, el euro era un intento por parte de Berlín de alcanzar por medios económicos lo que Hitler había intentado conseguir por la fuerza: la unificación de Europa bajo el dominio alemán.

De Latuff.De Latuff.La zona euro tiene un único banco central, el Banco Central Europeo (BCE), y, por tanto, una única política monetaria, independientemente de si su sede se halle en Atenas o Berlín. Pero en realidad, todo el proyecto estaba dominado por el capital alemán. Inicialmente, Alemania se benefició del libre acceso a otros mercados europeos, al igual que otros se beneficiaron de un acceso aparentemente ilimitado a inversiones, ayudas, préstamos y créditos. Todo parecía marchar a la perfección en el mejor de los mundos capitalistas.

Para convencer a Berlín de que compartiera su moneda con el resto de Europa, se acordó que la eurozona se modelase a imagen y semejanza del Bundesbank. El euro iba a ser tan fuerte como el marco alemán. Como condición para unirse a la moneda única, todos los países habrían de cumplir estrictos “criterios de convergencia”, cuyo objetivo era sincronizar las economías de los diferentes países miembros con la de Alemania.

Estos criterios incluían un déficit presupuestario de menos del 3% del PIB; las deudas gubernamentales no deberían sobrepasar el 60% del PIB; y la inflación anual no debería nunca superar en más de 1,5 puntos a la media anual de los tres Estados miembros con menor inflación. Todos estos planes yacen ahora en ruinas. Como predijimos hace más de diez años, es imposible alcanzar criterios de convergencia para economías que se mueven en direcciones opuestas. La incapacidad de Grecia para cumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento es sólo el caso más obvio. Pero la verdad es que desde los mismísimos comienzos no ha habido ningún Estado miembro de la eurozona –incluidos Francia y Alemania– que haya cumplido las reglas.

Se han abierto profundas grietas que amenazan con derrumbar toda esta construcción artificial y enterrar bajo sus escombros todos los sueños de una Europa capitalista unida. Incluso el propio Sarkozy amenazó con salirse de la moneda única si Alemania no aceptaba pagar la crisis.

Los grandes bancos de Francia y Alemania se hundirían si Grecia o Portugal fueran a la bancarrota, ya que son ellos los que les han prestado la mayor parte del dinero.

¿Se romperá la eurozona?

El problema del euro es que trata de unificar economías que se mueven en direcciones diferentes. La burguesía europea está luchando con todas sus fuerzas por mantener una moneda común y actúa bajo el viejo lema de los ladrones: o nos mantenemos unidos o nos colgarán por separado. Pero la crisis ha revelado las fallas subyacentes, que amenazan con romper la eurozona, poniendo entre interrogantes, incluso, el mismísimo futuro de la Unión Europea. Las tensiones son cada vez mayores.

Hace una década, cuando nació el euro, se impusieron unas reglas centrales que limitaban los déficits presupuestarios e impedían los rescates financieros. Pero esas reglas, que teóricamente incluían enormes multas por endeudamientos excesivos, no eran muy probables que se cumplieran y pronto fueron obviadas por Francia y Alemania. Los mercados financieros asumieron que jamás se permitiría que un país de la zona euro cayese en bancarrota y que el Banco Central Europeo siempre saldría al rescate. Ahora, a pesar del último rescate, esto ya no puede considerarse como algo que vaya a ser siempre así.

Esta vez Alemania se comprometió a apoyar un “fondo de rescate”. Pero existen profundas tensiones en el país. Si la crisis se profundiza y las tensiones nacionales se incrementan, Alemania podría abandonar la eurozona. La idea de que Grecia y las economías más débiles de la eurozona deberían ser excluidas de la moneda común si no pagan sus deudas está ganando terreno rápidamente en Alemania. Por un momento pareció que la mismísima Canciller Merkel era favorable a ello.

No se puede, por tanto, descartar la idea de que la crisis actual acabará con una “reconstitución” de la eurozona, ya sea por la expulsión de Grecia o por la retirada de Alemania. Esta última alternativa significaría la ruptura total del experimento, que hundiría a los mercados de divisas mundiales en una crisis profunda y pondría fin a la débil recuperación económica.

Si Grecia se saliese del euro, su Banco Central podría imprimir dinero y comprar bonos del Estado, pasando por encima de los mercados de crédito. También permitiría que Atenas devaluase su moneda, lo que estimularía la demanda externa para las exportaciones griegas y el crecimiento económico. La alternativa es recurrir a una dolorosa “devaluación interna” mediante las medidas de austeridad demandadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea.

El problema es que nadie querría esta nueva divisa, particularmente porque todo el mundo tendría claro que el gobierno sólo la iba a reintroducir para devaluarla. De hecho, el dracma sólo sería aceptado dentro de Grecia, e incluso no en toda Grecia. Esto conduciría inmediatamente a un mercado negro que habría de ser eliminado por la fuerza. El coste de salir sería, por tanto, prohibitivamente caro.

¿Cómo puede resolverse la presente crisis? En teoría la expulsión de los Estados miembros es ilegal. En cualquier caso, habría de ser aprobada por los 27 Estados miembros, lo que pone sobre la mesa la intrigante cuestión de si Grecia votaría por su propia expulsión. Incluso si esto pudiera acordarse, esta claro que Portugal, España e Irlanda no se sentirían muy inclinados a votar por una medida que ofrecería un precedente para su propia expulsión en un futuro no muy lejano.

Por supuesto, hay gente muy lista en Bruselas cuyos poderes creativos les harán pensar en alguna solución burocrática que, torciendo las normas, permitiría a la Unión Europea deshacerse de miembros indeseables sin formalmente romper los tratados. Podrían, por ejemplo, establecer una nueva Unión Europea, con una nueva eurozona “fuerte”, sin Grecia (y cualquier otro socio problemático).

Tal paso eliminaría un problema, pero con el coste de crear muchas más contradicciones. El poder de Alemania se vería enormemente incrementado, y eso no es algo sobre lo que el resto de Europa se siente entusiasmado. En una nueva eurozona compuesta, digamos, de Francia y los países del Benelux, la economía alemana representaría un 45,6 % del producto total, en contraste con el 26,8% que representa dentro de la eurozona en la actualidad. Es más, los Estados excluidos podrían tomarse la revancha incurriendo en el impago de sus deudas, lo que tendría un efecto devastador en la nueva eurozona.

Parasitismo de los capitalistas

Hace tiempo que la burguesía perdió todo su interés en la actividad y la inversión productiva. Trata de hacer dinero del dinero, sin tener que preocuparse por el doloroso y arriesgado proceso de producción. Con algunas excepciones, como China, donde se pueden conseguir enormes beneficios gracias a la explotación de una enorme reserva de trabajo proveniente del campo, la burguesía ha tendido a depender más y más del parasítico sector servicios y, especialmente, del sector financiero. Esa es la razón por la que siempre presentan la crisis como una crisis de crédito.

Esta es una manera totalmente mística de presentar la cuestión. El crédito nunca puede jugar un papel independiente en la economía. Es sólo una menara de expandir el consumo más allá de sus límites naturales, ya sea el consumo individual de mercancías, o el consumo de maquinaria, materias primas y trabajo por los propios capitalistas.

La naturaleza puramente parasítica del capitalismo mundial puede apreciarse en el hecho de que cuando los bancos incurrieron en enormes deudas, el Estado inmediatamente intervino para entregarles enormes sumas de dinero público. Los banqueros dijeron “muchas gracias”, se lo guardaron en el bolsillo o lo echaron en un agujero negro (que nadie sabe cuán profundo es o a dónde conduce), ayudándose a sí mismos a pasar estos tiempos de crisis con generosos pluses.

No hay ningún signo de que esta enorme inyección de fondos públicos en el sistema bancario haya tenido algún efecto de importancia en la economía real. La vida económica permanece en un nivel muy bajo y el desempleo se mantiene empecinadamente alto. Se ha conseguido muy poco para tanto dinero público como se ha gastado. La razón no es difícil de explicar. Dado el enorme exceso de capacidad a escala mundial, no hay muchos incentivos para que los capitalistas pongan grandes cantidades de dinero en inversiones productivas. Hay un tercio de exceso de capacidad en la industria del automóvil a nivel mundial. ¿Para qué querrían Ford y General Motors construir nuevas plantas, cuando ya tienen demasiadas factorías e insuficientes clientes?

“¡Los bancos deben salvarse!” Eso es todo. Los políticos vienen inmediatamente corriendo con una chequera bien dispuesta. Y los políticos socialdemócratas corren más deprisa que ningún otro. Habiendo “salvado los bancos” (es decir, a los banqueros), inmediatamente informan al público desconcertado de que, bueno, realmente, nunca teníamos el dinero que dimos a los banqueros. Tuvimos que tomarlo prestado en vuestro nombre y ahora debéis devolverlo todo. ¡Es la hora de sacrificarse!

Una vez que los bancos se han guardado el dinero del Estado, los mercados (es decir, los mismos banqueros) de repente empiezan a gritar: “¡Mirad! ¡Hay un nivel de deuda pública insostenible! ¡Esta debe pagarse inmediatamente! En medio de este griterío, nadie formula esta simple cuestión: ¿por qué hay un nivel tan alto de endeudamiento público? Y tampoco nadie se pregunta adónde ha ido a parar todo ese dinero. Entramos aquí en el misterioso reino de los secretos bancarios, que han de ser guardados con tanto celo como los secretos de confesión.

¿Qué es el credit crunch?

En tanto en cuanto la economía capitalista mundial funcionaba, los mercados florecían y los beneficios eran altos, el crédito era fácil. Nadie escrutó con demasiada atención los balances de compañías, bancos o naciones. Todo el mundo disfrutaba del alegre carnaval de hacer dinero. ¿Que los valores bursátiles están alcanzando niveles que nada tienen que ver con la economía real? ¡Dejadles que crezcan! ¿Que los bancos están prestando dinero que no tienen? ¡Dejad que lo presten! ¿Que Grecia quiere tomar prestado uno o dos mil millones de euros? ¡Que se los presten!

Pero cuando la hora de la verdad llega (como siempre es el caso), el ánimo de la burguesía cambia abruptamente. Nadie quiere prestar dinero. Por el contrario, todo el mundo quiere cobrar sus deudas. En vez del alegre derroche de antaño, se impone una mentalidad miserable y tacaña, como la del viejo avaro que acapara su botín y lo guarda celosamente para que nadie descubra cuánto tiene. El acaparamiento es una característica típica de las primeras etapas del capitalismo primitivo. Es como si los burgueses hubieran retornado a sus orígenes durante la crisis, igual que un hombre en la etapa de decrépita senilidad vuelve a una segunda juventud.

Ahora nadie quiere promesas de pronto pago. Tampoco quieren promesas de ningún otro tipo. Nadie se fía de nadie, ni acreedores, ni banqueros ni gobiernos. Quieren algo real. Quieren el dinero en mano. Y lo quieren ahora. Esta rapacidad no tiene en cuenta los problemas reales a los que se enfrentan las familias, las empresas y los gobiernos. ¿Que no tienes suficiente comida para alimentarte? Entonces muérete de hambre, pero paga lo que me debes. ¿Que tu empresa tendrá que cerrar y cientos irán a engrosar las listas del desempleo? ¡Pues ciérrala, maldito, pero págame ya! ¿Y si esta regla absoluta del capital es aplicable a individuos y empresas porqué no habría de serlo para los Estados nacionales? El objetivo del capital es hacer dinero. Los problemas que puedan surgir de esta actividad de hacer dinero son totalmente irrelevantes.

Marx describe esta tendencia a acaparar dinero durante las crisis.

“Países donde la forma de producción burguesa se ha desarrollado hasta cierto punto, limitan el acaparamiento de dinero en las cajas fuertes de los bancos al mínimo requerido para la adecuada realización de sus funciones específicas. Cuando quiera que estos depósitos se encuentren notablemente por encima de su nivel medio es, con algunas excepciones, un indicio del estancamiento de la circulación de mercancías, de una interrupción en el flujo regular de sus metamorfosis”. (Marx, El capital, Tomo. I; Capítulo 3, Dinero; c) Dinero Universal.)

El papel del oro

El papel moneda es sólo una promesa de pago. En el pasado lo respaldaban el oro y la plata. Pero en la era de la decadencia senil del capitalismo la burguesía se imaginó que podría arreglárselas perfectamente sin el oro. Los economistas burgueses hablan de la “desmonetización del oro”. Esto es una tremenda tontería. El oro es una mercancía, y como cualquier otra mercancía, tiene un valor objetivo determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción. Su valor como mercancía es alto porque hay relativamente poco y los costes vinculados a su descubrimiento y explotación son altos.

Sin embargo, el oro ha evolucionado históricamente hasta convertirse en “la mercancía de las mercancías” –esa mercancía a través de la que todas las otras expresan su valor, es decir, el dinero–. Es un precio de referencia, e igualmente sirve como medida universal del valor, la mercancía equivalente por excelencia, para usar la expresión de Marx.

El acuerdo de Bretton Woods en 1944, que estableció el régimen monetario internacional que prevaleció desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el principio de la década de los años 70, estableció el dólar como el medio a través del que se realizaba el comercio mundial (con la libra esterlina como segunda moneda) En realidad, sin embargo, las divisas estaban aún sujetas al oro en un valor fijado en dólares.

En aquellos tiempos, los EEUU podían dictar sus condiciones al resto del mundo. Tras la guerra, el aparato productivo de los EEUU estaba intacto, mientras que Europa y Japón estaban devastados. Dos tercios de todas las reservas de oro del mundo estaban en Fort Knox. El dólar era, por tanto, “tan bueno como el oro”.

Cuando los EEUU abandonaron el patrón oro en 1971, Washington liquidó el acuerdo de Bretton Woods que vinculaba la moneda al oro. Se permitió flotar a las divisas. Mientras que el dólar se consideraba todavía la divisa mundial, el marco alemán empezó a emerger como un fuerte contendiente para este papel.

En la actualidad, ningún papel moneda en circulación está ya respaldado por oro. No tienen, por tanto, valor alguno, salvo el que le otorga la decisión política de convertirlo en la moneda de curso legal para las actividades comerciales. No aceptar papel moneda es, dentro de ciertas limitaciones, punible por la ley. Pero esto significa que los gobiernos deben estar dispuestos y ser capaces de imponer el papel moneda como una forma legal de liquidar deudas. ¿Pero qué ocurre cuando un gobierno tiene tal nivel de deudas que es incapaz de hacer frente a sus pasivos?

Al abandonar el vínculo con el oro, la burguesía creó las condiciones para el tipo de devaluaciones competitivas entre Estados que fueron uno de los principales factores que transformó la crisis de 1929 en la Gran Depresión de los años 30. En los últimos años, las autoridades estadounidenses parecían contentas al ver cómo el dólar caía frente al euro para estimular sus exportaciones al resto del mundo.

Algunos de los políticos más obtusos realmente se creyeron las tonterías de los economistas burgueses sobre la “desmonetización del oro”. Así, Gordon Brown vendió una parte sustancial de las reservas británicas entre 1999 y 2002, obteniendo unos 4 mil millones de dólares por lo que hoy valdría más de 15 mil millones. Este pequeño detalle revela de una vez por todas la bancarrota intelectual de los economistas burgueses y los políticos reformistas, lo que, en este caso, contribuyó directamente a la bancarrota nacional.

La huida hacia el oro

A medida que las calificaciones de riesgo para la deuda griega, española y portuguesa caían, el precio del oro en el mercado mundial subía muy por encima del de otras mercancías. Esto siempre es así en una crisis, cuando los capitalistas buscan un puerto seguro en el que resguardarse de la tormenta. En tiempos de incertidumbre, los ludópatas de las finanzas de ayer pierden de repente su gusto por las operaciones arriesgadas. Los pragmáticos hombres de dinero ya no están interesados en el papel moneda, o en cualquier otro tipo de promesas, ya sean de individuos, banqueros o primeros ministros griegos. Sólo quieren aquello que es de verdad: dinero en mano, dinero contante y sonante, dinero real, es decir, oro.

Dejemos a los académicos, a los catedráticos de economía con largas listas de letras tras sus nombres, continuar con sus charlas acerca de la “desmonetización del oro”. Aquellos que tienen nuestro futuro económico en la palma de sus manos no se dejan impresionar por tales ponentes, que sólo les confirman en su creencia instintiva de que a los más ignorantes se les encuentra dentro de las cuatro paredes de una universidad. En vez de eso, repiten las palabras de Shakespeare en Timón de Atenas:

¡Oro! ¡Oro amarillo, brillante, precioso!
¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! …
Muchos suelen volver con esto lo blanco negro; lo feo, hermoso;
Lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo viejo, joven; lo cobarde valiente.
… ¿Por qué?
Esto os va a sobornar a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes y a alejarlos de vosotros;
Va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto;
Este amarillo esclavo
Va a fortalecer y disolver religiones, bendecir a los malditos,
Hacer adorar la lepra blanca, dar plazas a los ladrones,
Y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas.
Él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita
Y el que perfuma y embalsama como un día de abril
A aquella ante la cual entregarían la garganta, el hospital y las úlceras en persona. Vamos, fango condenado,
Puta común de todo el género humano, que siembras la disensión
Entre la multitud de las naciones…

Los burgueses están ansiosos por poner sus manos en el oro, con la esperanza de que su brillo desafiará las leyes de la economía y mantendrá sus fortunas hasta el advenimiento de tiempos mejores. De hecho, antes de la crisis de 2007 muchos especuladores financieros ya se estaban deshaciendo del papel moneda para formar sus propias reservas de lingotes de oro. Tan pronto como esto ocurrió, los compradores más inteligentes les siguieron. Los grandes inversores, como siempre, marcaron el camino a seguir, y ahora todo el mundo les sigue, empujando el precio del oro a niveles astronómicos.

Las refinerías en Sudáfrica están abrumadas por el volumen de pedidos alemanes de monedas de oro Krugerrand. Esto indica que gente normal y corriente está comprando oro, no sólo inversores profesionales. En Alemania aún perduran los recuerdos de la hiperinflación de los años 20. La casa de la moneda austriaca se quedó sin reservas de monedas similares la semana pasada, mientras el precio de una onza de oro sobrepasó la barrera de los 1000 euros por primera vez.

Los “especuladores” (léase, los capitalistas) no tienen ninguna fe en el euro, y todavía menos en la libra esterlina. El dólar ha subido recientemente, pero esto es una señal de desesperación y de debilidad de las divisas alternativas. Desde luego, no está justificado por la fortaleza de la economía estadounidense o por el estado de sus finanzas. Bajo estas condiciones, uno podría esperar ver una huída del papel moneda hacia el oro y otras cosas que puedan mantener o incrementar su valor (obras de arte). Y eso es justo lo que estamos viendo.

Alemania

La burguesía europea ve el futuro con miedo. Deben andar con tiento porque caminan sobre un campo de minas. A cada paso, tanto la burguesía como sus representantes políticos deben mirar sobre sus hombros para ver cómo la clase obrera reacciona. Ese es el principal problema. Tras décadas de relativa prosperidad, la clase trabajadora no permitirá que sus niveles de vida sean destruidos sin luchar. Y eso es tan cierto para los trabajadores alemanes como para los griegos.

Merkel pagó el precio el 9 de mayo, cuando sufrió la peor derrota política desde que llegó al poder hace más de cinco años. La misma noche en que los ministros europeos de finanzas se reunían en Bruselas para defender la estabilidad del euro, los votantes de Renania del Norte-Westfalia, el Estado alemán más poblado, echaron de sus puestos a los aliados políticos de la canciller. Sacaron del gobierno a una coalición entre la Unión Demócrata Cristiana de Merkel (CDU en alemán) y el Partido Democrático Liberal (FDP en alemán) similar a la que existe en Berlín.

Merkel no tenía la culpa de la crisis del euro, pero cuando ésta llegó dilató la toma de medidas. Por un lado, quería ejercer una mayor presión sobre Grecia, pero también sobre España, Italia y Portugal para que introdujeran medidas de austeridad draconianas. Por otro lado, esperaba que los rescates financieros de Grecia y otros miembros débiles de la eurozona pudieran posponerse hasta las elecciones de Renania del Norte-Westfalia. Pero el retraso sólo empeoró las cosas. La derrota en Renania del Norte-Westfalia ha privado al gobierno de Merkel de su mayoría en el Consejo Federal (Bundesrat), el órgano constitucional federativo y legislativo alemán, que representa a los Estados. Para promulgar nuevos decretos y leyes monetarias el gobierno tendrá ahora que cooperar con la oposición.

La crisis económica está causando divisiones por arriba que, más tarde o más temprano, conducirán a una ruptura abierta en el gobierno. La presión se incrementará. En principio, todo el mundo está a favor de la reducción del déficit, pero en la práctica éste es otro asunto. Ahora Merkel se presenta a sí misma como la guardiana de la estabilidad económica. ¿Pero quién decidirá dónde han de aplicarse las tijeras? Algunos sugieren que los recortes recaigan sobre la educación y los cuidados a la infancia. La asistencia sanitaria es otro candidato para la “reforma” – es decir, las tijeras. La crisis de la burguesía se revela en los consejos contradictorios que Merkel recibe: “Sé audaz”, le dicen, “pero no ofendas a los votantes”. Cómo puede conseguirse este milagro nadie nos lo ha dicho.

La burguesía se enfrenta a un dilema, no sólo en Alemania, sino en toda Europa. La gravedad de la crisis económica significa que tendrán que imponer profundos recortes a los trabajadores y las clases medias, pero las consecuencias políticas y sociales de tales acciones minarán el suelo que pisan. Resolver este dilema es sólo ligeramente más difícil que tratar de cuadrar el círculo. Cada intento de restaurar el equilibrio económico destruirá el equilibrio social y político.

La burguesía alemana esta resentida por los rescates financieros, teme por la estabilidad del euro y está cada vez menos dispuesta a identificar los intereses de Europa con los de Alemania. Todo esto está muy lejos de los discursos grandilocuentes de Khol sobre la unidad europea y el papel central de Alemania en ella.

La economía mundial

La crisis que se avecina se presenta muy similar a la última, con el sistema financiero y, particularmente, los bancos en el ojo del huracán. Este hecho refleja la enfermedad fundamental del capitalismo en su época de decadencia senil. Lo que ahora se presenta como una crisis monetaria se convertirá en una larga crisis económica y política que afectará a todos los países de Europa.

Algunos analistas del Deutsche Bank han advertido a sus clientes de que si el paquete de rescate de un billón de dólares establecido por la UE no calma los mercados, el crecimiento del PIB de los EEUU podría verse reducido en 0,5% o 1% en los dos próximos años. “Si el programa de rescate falla por completo, estaremos frente a un escenario potencialmente mucho más negativo, con una posibilidad clara de una recesión de doble caída”.

Esto tendrá un efecto profundo en todo el mundo. La recuperación económica tiene un carácter muy frágil, y podría desbaratarse por los acontecimientos que tengan lugar en un pequeño rincón de Europa. Las bolsas mundiales han dado paso a un pánico apenas disimulado. En vez de “los brotes verdes”, respetados analistas están comenzando a hablar con inquietud de otra Gran Recesión.

Los capitalistas estadounidenses esperaban que sus exportaciones a Europa pudieran aumentar de forma significativa. Pero la caída en picado del valor del euro (1,25$ frente a los más de 1,50$ en noviembre de 2009) hace que los productos americanos sean comparativamente más caros que los europeos. La economía americana se verá golpeada por una nueva crisis bancaria y una caída de sus exportaciones a Europa. Las empresas tendrán más dificultades para conseguir dinero prestado o recaudar financiación.

En una crisis los bancos dejan de prestarse dinero unos a otros y cierran las líneas de crédito, dando lugar a una reacción en cadena a lo largo y ancho del sistema financiero. Los sistemas bancarios de Europa y los EEUU están íntimamente interrelacionados y lo que ocurra en los bancos europeos tendrá graves repercusiones en los EEUU.

Daniel Tarullo, un miembro de la junta de la Reserva Federal, advirtió recientemente que una repetición de la crisis de 2008, que presenció el colapso casi total del sector financiero de los EEUU, “no estaba descartada”. La semana pasada informó al Congreso de que los bancos estaban teniendo espasmos que “recordaban lo que había ocurrido durante la creciente crisis financiera global”. El declive de la moneda común europea hace también menos probable que China acepte las exigencias de los Estados Unidos para que revalúen su moneda, facilitando así la competencia de los productos estadounidenses.

Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Tercera parte

Europa se enfrenta a un prolongado período de austeridad, con recortes importantes en la producción, consumo y empleo. La crisis ha comenzado con las economías más pequeñas y más vulnerables, como Grecia, Portugal e Irlanda. Pero las otras seguirán, empezando por Gran Bretaña.

Europa se enfrenta a una espiral descendente

Algunas crisis se pueden resolver con reformas, que no van más allá de los límites establecidos. Esto es sobre todo el caso después de un largo período de crecimiento económico cuando el capitalismo ha acumulado una capa de grasa. Puede usar sus reservas acumuladas para evitar que la crisis se convierta en una depresión profunda.

En la crisis reciente, las clases dominantes del mundo, empezando por los EEUU, se asustaron por los efectos sociales y políticos de una recesión, y tomaron medidas extraordinarias para impedirla. Desde el punto de vista de la economía capitalista ortodoxa estas medidas fueron totalmente irresponsables.

Estas medidas han tenido cierto efecto, pero no resolvieron nada fundamental. Por el contrario, los niveles enormes de la deuda pública causados por los rescates financieros son una receta acabada para nuevas e, incluso, más graves crisis de carácter económico, social y político.

Hace mucho tiempo, Ted Grant predijo que en el caso de una crisis profunda, la burguesía utilizaría sus reservas acumuladas, y esto es precisamente lo que ha sucedido. Durante un período de más de medio siglo los capitalistas acumularon una capa de grasa que pudieron utilizar para evitar que arraigara una depresión profunda. Pero estas reservas están siendo rápidamente consumidas, y ahora los gobiernos del mundo occidental se han visto obligados a recurrir a la política de financiamiento del déficit para evitar un colapso total. El resultado ha sido la creación de nuevas e insolubles contradicciones en forma de déficits públicos que no tienen precedentes históricos en tiempos de paz.

En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, en 1945-47, los EE.UU. financiaron al capitalismo europeo por una suma de 200 mil millones dólares (en dinero actual). Pero en los dos primeros años de la crisis actual, el gobierno de EE.UU. financió al sistema bancario por $ 800 mil millones de dólares, y Gran Bretaña (una economía mucho más pequeña) entregó más de $ 400 mil millones –el doble de la cantidad total de ayuda del Plan Marshall–. Esta situación no puede sostenerse. Las opciones de la clase dominante se ven muy limitadas. Las tasas de interés están cerca de cero, y no pueden reducirse más para estimular los préstamos.

Las enormes deudas remanentes del período anterior todavía tienen que devolverse, lo que inhibe el consumo y explica la lenta recuperación de Europa y todo el mundo. El recurso a la «flexibilización cuantitativa» es una medida desesperada, que, si continúa, dará lugar a una combinación de estancamiento e inflación («estanflación» o «stagflation» en inglés). Por lo tanto, los capitalistas acabarán con lo peor de todos los mundos.

La viabilidad del paquete de «rescate» lanzado por la burguesía en Europa [estimado en 750.000 millones de dólares] depende de la aplicación de medidas de austeridad brutales. El fracaso en llevarlas a cabo podría dar lugar a cortar el suministro de dinero, es decir, sería aproximadamente lo mismo que cortar el abastecimiento de líneas vitales que mantienen vivo a un paciente críticamente enfermo. Incluso si el plan tuviera «éxito» dejaría a Grecia con una carga insoportable de deuda pública. Las llamadas medidas de rescate significan años de austeridad dolorosa para el pueblo de Grecia, sin dar a otros países ningún alivio.

Si hubiera una bancarrota estatal en Europa, vendrá acompañada de una contracción masiva del consumo, que puede arrastrar toda la economía mundial de vuelta a la recesión. Afectará a los EE.UU. y a Asia. Ninguna de las contradicciones ha sido eliminada. Una nueva crisis inmobiliaria está preparándose en los EEUU. Algunos dicen que podría producirse este otoño. Esto supone 6,7 billones de dólares, mientras que en la última crisis sub prime «sólo» estuvieron involucrados 1,3 billones. Podría arrastrar a todo el sistema financiero hacia un colapso total.

Están creciendo los temores a una recesión de W. Los dirigentes chinos también están preocupados. Los chinos gastaron dinero masivamente para evitar la recesión, pero esto ha creado nuevas e insolubles contradicciones. China ha construido una fuerza productiva colosal, que no puede ser absorbida por su mercado interno. Si se reduce la demanda de Europa y los EE.UU., ¿a dónde van a exportar? Y puesto que China ha sido el principal motor del crecimiento mundial cuando el mundo luchaba por salir de la recesión, una fuerte desaceleración en China podría asestar un duro golpe a la recuperación económica mundial.

¿Qué futuro para Europa?

El euro y la Unión Europea probablemente sobrevivirán a esta crisis, porque las consecuencias de una ruptura serían muy graves para todos. Sin embargo, la crisis es tan profunda, y la confianza de la burguesía tan sacudida, que algunos de los estrategas de la burguesía están empezando a contemplar lo impensable. George Friedman escribió lo siguiente en la página web de Stratfor el 25 de mayo 2010:

“Volvemos al asunto que ha marcado a Europa desde 1871, a saber: el estatus de Alemania en Europa. Como hemos visto durante la crisis actual, Alemania es claramente el centro de gravedad económico de Europa, y esta crisis ha mostrado que los temas políticos y económicos son verdaderamente uno y el mismo. A menos que Alemania esté de acuerdo, no se podrá hacer nada. Alemania tiene un poder tremendo en Europa, incluso si se lo confina exclusivamente en los temas económicos. Pero como Alemania es el amo y señor de Europa, en definitiva esto convierte a Alemania en el problema central de Europa”.

Si la UE se rompiera, ¿a dónde podría mirar Alemania? La respuesta obvia parece ser Francia. Pero, históricamente, Francia y Alemania han sido rivales, incluso en el contexto de la UE continuó esta rivalidad, con Francia aspirante a la dirigencia política y militar de Europa, relegando a Alemania la primacía económica. Por desgracia para Francia, en última instancia, el poder económico siempre es decisivo.

Los intereses de Francia miran al Sur, hacia el Mediterráneo, Oriente Medio y África del Norte. Alemania, en cambio, mira hacia el Este –a Europa Central y Oriental, los Balcanes– y Rusia. Ahí es donde Hitler buscó el Lebensraum. Lo que él no logró por medios militares, los capitalistas alemanes esperan hacerlo por medios económicos. No se descarta que Alemania en el futuro, amplíe sus contactos con Rusia, lo que representa un vasto campo de posibilidades de mercados e inversiones, materias primas y mano de obra barata. Pero esto sólo podría lograrse mediante la subordinación de Alemania a los intereses rusos. Esto sería visto como una ofensa amarga por Washington y el resto de Europa, especialmente Polonia.

La unificación de Europa es una tarea necesaria para que Europa no entre en una senda de declive pausado y sin gloria, como le sucedió a la España imperial desde el siglo XVII. Es una tarea históricamente inevitable, que el capitalismo ha planteado, pero que es totalmente incapaz de resolver. Sólo los Estados Unidos Socialistas de Europa pueden tener éxito en eliminar radicalmente las antiguas fronteras y unir a toda Europa, donde también se encuentran Rusia, Ucrania y Turquía. Sería capaz de movilizar el colosal potencial productivo de lo que es, de hecho, Eurasia, uniendo a los vastos recursos naturales y la agricultura de Rusia y Ucrania con las industrias de Europa.

Robando a los pobres para pagar a los ricos

En 1939, los capitalistas encontraron una manera de salir de la crisis a través de la guerra. Pero esta vía está cerrada. Está fuera de lugar una guerra entre Europa y los EE.UU., por ejemplo; o la conquista de Rusia (como intentó Hitler), y menos aún conquistar China. Europa, a pesar de su potencial colosal, sigue siendo débil y está dividida, como las pequeñas ciudades-estado griegas de la Antigüedad, que terminaron bajo el dominio de Roma.

La Corriente Marxista señaló hace tiempo que el próximo período será un período de guerras, revolución y contrarrevolución. Las convulsiones recientes en Irán, Kirguistán y Tailandia, por una parte; y en Irak, Afganistán y Gaza, por otra, demuestran la corrección de esta afirmación. Hay una inestabilidad colosal a todos los niveles: económica, financiera, social, política y militar.

Por razones que hemos explicado, una guerra mundial está descartada en la actualidad. Pero habrá muchas guerras pequeñas: las guerras por mercados y recursos naturales, especialmente el petróleo. Esto puede ser una fuente de conflictos internacionales o nacionales, lo que inevitablemente conducirá a un mayor gasto militar. Las burguesías de todas las naciones se están preparando para el futuro armándose hasta los dientes.

En estas circunstancias, las clases dominantes de Europa no tienen otra alternativa que atacar a la clase obrera. Durante el último medio siglo, compraron la paz social mediante la concesión de reformas. Pero esta opción ya no está disponible para ellos. Desde el punto de vista de los capitalistas, no sólo no pueden permitirse nuevas reformas, sino que no pueden darse el lujo de mantener las reformas que fueron ganadas por la clase obrera durante los últimos cincuenta años. A fin de mantener sus beneficios, tienen que destruir todas estas reformas, que los trabajadores han llegado a considerar como algo natural.

En realidad no son naturales, sino el producto de décadas de lucha de clases. Vale la pena recordar que la propia democracia sólo se logró a través de una lucha larga y amarga. La clase dominante, que ahora habla a menudo de su compromiso con la democracia, se opuso a cada avance democrático. Y como con cualquier logro conseguido con la lucha, los derechos democráticos de los trabajadores están bajo amenaza, comenzando por los derechos más importantes: el derecho de huelga y manifestación.

En el último período el sistema capitalista fue más allá de sus límites. La expansión desenfrenada del crédito (y, por consiguiente, de la deuda) ha llevado el capitalismo mundial hacia el abismo de la deuda, del que trata de liberarse ahora. Pero al hacerlo, ha creado nuevas e indisolubles contradicciones. La contradicción central es que la clase obrera europea es mil veces más fuerte que en la década de 1930.

El campesinado, la principal reserva social de la reacción, ha sido prácticamente eliminada. En Italia, España y Grecia, los campesinos eran la mayoría, e incluso en Francia y Alemania eran una fuerza considerable, no hace mucho. Ahora son una pequeña minoría y la clase obrera es una mayoría decisiva. Las organizaciones de trabajadores están intactas y no han sufrido ninguna derrota decisiva desde 1945. Los estudiantes, que en la década de 1930 fueron un campo de reclutamiento para el fascismo, se han movido hacia la izquierda y son actualmente un campo de reclutamiento para la revolución, como lo fueron en la Rusia zarista.

Dada esta correlación de fuerzas de clase, la burguesía contempla la perspectiva de un conflicto general entre las clases con temor. Pero no tienen alternativa. La perspectiva es la de una recuperación débil, acompañada de altos niveles de desempleo y de ataques feroces contra el nivel de vida de los trabajadores y la clase media, los desempleados, los ancianos y los enfermos. Los sectores más pobres de la sociedad se verán obligados a pagar la factura de la crisis del capitalismo. Este hecho, en sí mismo, tendrá profundas consecuencias.

Por todo un período histórico la burguesía ha tenido que basarse en el apoyo de los dirigentes reformistas de los sindicatos y partidos obreros de masas. Pero al final, esta base no será confiable. La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Durante décadas la base social del reformismo en el movimiento sindical se ha fortalecido a costa del ala revolucionaria, que se ha debilitado y aislado. Los trabajadores son gente práctica. Si, como los reformistas les aseguraban, era posible conseguir todo lo que ellos querían en el capitalismo, ¿para qué meterse en problemas y líos con eso de la revolución?

Estos argumentos tuvieron peso, siempre y cuando los reformistas lograron los resultados prometidos. El reformismo con reformas tiene sentido. Pero el reformismo sin reformas, el reformismo con contrarreformas, no tiene sentido en absoluto. Esta es la lección que el primer ministro de Grecia, Papandreu, está aprendiendo a su propia costa. Los trabajadores griegos votaron masivamente por el PASOK en las elecciones pasadas, porque esperaban que los socialistas protegieran sus condiciones de vida. Pero la profundidad de la crisis del capitalismo griego descarta esta posibilidad.

Grecia

A pesar de sus intenciones, Papandreu y los demás dirigentes fueron obligados a tomar medidas drásticas, no para proteger las condiciones de vida de los trabajadores griegos y de la clase media, sino para salvar al capitalismo griego. Ambas cosas son mutuamente excluyentes.

Papandreu se ha comprometido a recortar el gasto público por un valor de 45.000 millones de euros para reducir el déficit presupuestario, que está situado en un nivel sin precedentes del 11% del PIB, muy por encima del techo fijado por la UE del 3%. Pero ya hay sugerencias de que el plan para recortar el déficit en más de 20.000 millones de euros para el 2010 es demasiado ambicioso. En el contexto de una contracción económica de alrededor del 4%, esta será la crisis más profunda del país desde 1974.

Los profundos recortes del gasto público empeorarán las cosas al reducir la demanda y provocar una caída en la recolección de impuestos. El incremento del IVA y los recortes salariales en el sector público implicarán una pérdida adicional en la capacidad adquisitiva estimada en el 10%. Esto golpeará más duramente a las pequeñas empresas. Se espera que unas 60.000 pequeñas empresas cierren para el final del año –alrededor de un tercio del total–. Esto significará menos ingresos por impuestos para el Estado, no más, como afirma el gobierno.

El incremento de los impuestos a los combustibles, que ha supuesto un aumento del 36% del precio de la gasolina sin plomo a partir de febrero (1,52 euros el litro), ha reducido el volumen de ventas en más de un 15%. Por otro lado, con el colapso de la construcción, el desempleo en Grecia se elevó hasta el 12,1% en febrero, el registro mensual más elevado hasta el momento y que sobrepasa la estimación del plan de rescate que preveía un máximo del 11,8%. Un nivel de desempleo mayor forzará al gobierno a gastar más de lo esperado en subsidios. Y los ingresos por el turismo, la mayor fuente de ingresos de divisas de Grecia, van a reducirse por segundo año consecutivo, en más de un 15%.

La posibilidad que tiene Papandreu de aplicar realmente su política de austeridad está, por lo tanto, muy cercana a cero. Al final, no importa cuánta presión se aplique sobre el pueblo griego, nunca serán capaces de pagar sus deudas. La supuesta “ayuda” solo podrá posponer el Día del Juicio Final. Y la presión implacable de Bruselas para reducir los niveles de vida, y por lo tanto para reducir la demanda, sólo podrá conseguirse empujando a Grecia a una mayor bancarrota nacional y a la cesación de pagos.

La amenaza de una reacción en cadena, empezando en Grecia, que podría arrastrar a toda Europa en una espiral descendente, todavía se cierne sobre el continente. Un país tras otro, será empujado al precipicio, empezando por los más débiles, y el resto les seguirá, con un retraso mayor o menor. Los estrategas del capital son conscientes del peligro. Un artículo de Thomas F. Cooley, profesor de Economía y decano de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, del 2 de junio se titulaba: Esta tragedia griega está en sus comienzos. En él escribe:

«En los próximos años Grecia se enfrentará a una enorme caída de la producción y el consumo. La magnitud de la caída de Grecia superará con creces la experiencia de Estados Unidos en su reciente recesión. Se necesitarán años para que los niveles de consumo vuelvan a acercarse a los niveles previos a la crisis. Los salarios caerán, y el acceso a los mercados de capital será limitado. Grecia se verá obligada a reestructurar su deuda. Varias de las otras economías abrumadas por deudas en el sur de Europa se enfrentarán a ajustes dolorosos similares». (Esta tragedia griega está en sus comienzos, Forbes.com)

Portugal

Portugal es una economía pequeña, que representa sólo el 2% de la producción y de la deuda pública de la zona euro. Los mercados de bonos, antes de que dirigieran su atención a España, parecían juzgar a Portugal como el eslabón más débil en la cadena de la zona euro. Los rendimientos de bonos de Portugal subieron a 5,7% el 5 de mayo, un aumento de 1,6 puntos porcentuales desde el inicio del año. La deuda pública alcanzó el 77% del PIB el año pasado. Ésta es más o menos la media europea, pero su déficit presupuestario fue del 9,4% del PIB –una cifra muy alta–.

Portugal depende mucho del capital extranjero y así es vulnerable a la intimidación en el mercado. Su deuda externa neta aumentó a 112% del PIB en 2009, tras una serie de enormes déficits por cuenta corriente. Alrededor de la mitad de esto es la deuda pública; parte de ella es la inversión directa en empresas grandes, pero una gran parte, alrededor del 46% del PIB, se canaliza a través del sistema bancario.

Lisboa protesta porque Portugal ha observado escrupulosamente las reglas fiscales de la zona euro, reduciendo su déficit presupuestario del 6,1% del PIB en 2005 al 2,8% en 2008. Han reducido los puestos de trabajo del sector público en un 10%. En 2006 los portugueses contuvieron los aumentos reales de las pensiones en un momento en que la economía todavía estaba creciendo rápidamente, y flexibilizó las normas sobre contratación y despido.

Este es el mismo tipo de política que los mercados exigen a España y Grecia. Pero esto fue todo en vano. A cada paso que Portugal da para satisfacer los mercados, éstos exigen tres más. A Portugal se le ha advertido que si quiere refinanciar sus deudas existentes a tasas de interés tolerables, debe bajar el costo del endeudamiento público. Eso significa que debe emprender una acción más drástica para reducir el déficit presupuestario.

La caída del euro como consecuencia de la crisis debe ayudar a Portugal a vender más en Angola, Brasil, China y América. Sin embargo, un aumento de las exportaciones de Portugal sólo puede ser a costa de otras economías capitalistas. Al final, el gobierno no tendrá más remedio que lanzar un ataque sobre los niveles de vida. Ya se ha comprometido a reducir las prestaciones por desempleo. Los salarios públicos podrían ser congelados. Los grandes proyectos de transporte podrían ser cancelados y las empresas de propiedad estatal podrían ser vendidas para satisfacer las exigencias implacables de los hombres del dinero.

Esto significa que todas las conquistas de la Revolución Portuguesa de 1974-75 serán liquidadas. Pero semejante contrarrevolución no puede tener lugar sin despertar la feroz resistencia de la clase obrera portuguesa, que nunca se ha olvidado de las tradiciones revolucionarias que hizo estallar a la superficie en aquellos días gloriosos. En ese momento hubiera sido posible llevar a cabo la revolución socialista en Portugal, y esto podría haberse logrado de forma pacífica.

El Times de Londres en 1975 publicó un editorial con el título: «El capitalismo en Portugal está muerto.» Esto debería haber sido el caso. Y si no lo fue, la culpa no fue de la clase obrera portuguesa, que se comportó de manera admirable. La culpa fue de los dirigentes de los Partidos Socialista y Comunista que no estuvieron dispuestos a tomar el poder, cuando podían haberlo hecho. Como resultado, la burguesía logró contener el movimiento y reafirmar su poder.

Durante tres décadas, el movimiento en Portugal ha retrocedido. Pero, como explicaba Marx, la revolución requiere el látigo de la contrarrevolución. El intento de la burguesía de liquidar todos los logros de 1974-75 despertará a los trabajadores y jóvenes portugueses. Ya ha habido manifestaciones masivas en las calles.

El gobierno minoritario socialista ha aprobado su programa económico (el PEC), pero necesita el apoyo del ala de derecha del PSD y el CDS para llevar a cabo una política de austeridad. La clase obrera ya ha reaccionado con manifestaciones masivas, a partir de mayo, cuando 130.000 manifestantes salieron a las calles de Lisboa. Esto fue seguido por otra manifestación masiva de 300.000 contra la austeridad el 29 de mayo, organizada principalmente por el Partido Comunista, pero también por el Bloco de Esquerda y los sindicatos, sobre todo, el controlado por los comunistas de la CGTP-IN.

La crisis en España

España es un problema mucho mayor para Europa que Grecia. Es la quinta economía más grande de Europa, y si sigue a Grecia en una crisis de la deuda, los efectos se dejarán sentir en toda Europa y más allá. El Fondo Monetario Internacional ha advertido que la economía española necesita «reformas de amplio alcance y extensas» de su mercado laboral y el sector bancario.

En los últimos años el capitalismo español subió como un cohete y ahora está cayendo como un palo. Más que cualquier otro país en Europa, los capitalistas españoles se lanzaron a la orgía de la especulación con alegre desenfreno. Como resultado, el colapso del mercado inmobiliario ha afectado a España más que en ningún otro sitio.

La economía española tuvo la tasa de crecimiento más rápido en la UE, pero ha estado en recesión durante casi dos años, y en el primer trimestre de 2010, creció sólo un 0,1 por ciento. El colapso económico se refleja en un nivel de desempleo terrible, que (oficialmente) está en el 20 por ciento –el más alto de Europa (excepto Letonia) y uno de los más altos de cualquier país capitalista desarrollado. El déficit se elevó a 11,2 por ciento del PIB. Zapatero quiere reducirlo a 9,3 por ciento este año, al 6 por ciento el próximo año y a un 3 por ciento en 2013.

Zapatero quería evitar un enfrentamiento con los sindicatos, pero bajo la presión de Bruselas y la Casa Blanca, ha hecho un giro de 90 grados, anunciando un programa de medidas dolorosas que se supone ahorrarán € 15.000 millones en los próximos dos años. «Tenemos que hacer un esfuerzo singular, excepcional y extraordinario para reducir nuestro déficit público», dijo. Barack Obama hizo una llamada telefónica personal a Zapatero el día antes de su anuncio para discutir la importancia de que «España tome medidas enérgicas como parte del esfuerzo de Europa para reforzar su economía y fomentar la confianza del mercado».

Este «esfuerzo excepcional y extraordinario» incluye un 5 por ciento de reducción salarial este año para los 2,5 millones de trabajadores españoles del sector público, la eliminación de € 2.500 (£ 2.100) de subvención para las madres de los recién nacidos y € 6.000 millones de recorte en la inversión pública. Los españoles que vivían con la pensión mínima han visto que el aumento en relación al costo de la vida ha sido cancelado, y habrá recortes en el gasto médico del Estado, a los pagos a personas que cuidan a sus padres ancianos… El plan también incluye recortes a los gobiernos regionales.

El hecho de que el presidente de los Estados Unidos tuviera que telefonear a Madrid, muestra la profunda preocupación en Washington sobre el lamentable estado de la economía europea, y los temores de que la crisis en Europa tenga consecuencias muy graves para los Estados Unidos. Bruselas acogió con agrado los recortes prometidos por el gobierno del PSOE. El Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, dijo que las medidas «parecen ir en la dirección correcta» y que esperaba que anuncios similares vinieran pronto de Portugal.

El Comisario Europeo de Competencia, Joaquín Almunia, ex líder del PSOE, describió los recortes como «un paso lógico» que es necesario «para evitar males mayores en los mercados financieros y salir de la crisis cuanto antes». Por lo tanto, Washington y Bruselas aplauden fuertemente el hecho de que un gobierno «socialista» esté dispuesto a hacer el trabajo sucio para ellos. A pesar de esto, sin embargo, el ala derecha del PP está atacando al PSOE y votó en contra del paquete económico.

Hasta ahora, Zapatero ha evitado el tipo de malestar que ha llevado a miles a las calles de Atenas, ya que logró mantener las prestaciones sociales y la protección en contra de los repetidos llamamientos de los economistas y líderes empresariales por una «reforma laboral». Sin embargo, el paquete de austeridad ha enfurecido a los sindicatos. En un intento de aplacar a su base, el Primer Ministro socialista subrayó que a pesar de las nuevas medidas de austeridad, «los pilares del Estado de bienestar se mantendrán intactos». Esta es la misma canción que cantan los gobiernos de toda Europa. Pero no tiene ningún sentido.

«El comportamiento de los sindicatos ha sido y es impecable en estos tiempos de crisis y seguirá siendo así, pero el anuncio [de Zapatero] es un punto de inflexión», ha dicho Ignacio Fernández Toxo, presidente de CCOO. Los dirigentes sindicales estaban desesperados por evitar una confrontación con el gobierno. Pero los dirigentes sindicales sólo pueden mantener a los sindicatos bajo control si el gobierno y los empresarios les ofrecen algo a cambio. Pero no se ofrece otra cosa, salvo recortes. Por lo tanto, los dirigentes sindicales se ven obligados a movilizar.

Hasta ahora ha habido un nivel bajo de huelgas porque el repentino colapso económico y la aparición de una tasa elevada de desempleo sorprendió temporalmente a los trabajadores. Esta era totalmente lógico y fue previsto por los marxistas. Tuvimos que explicar esto a los sectarios ultra izquierdistas que, tanto en España como en todas partes, se imaginaron que la crisis económica conduciría de inmediato a una ola de huelgas y huelgas generales. Ahora una huelga general está en el orden del día, no solamente en España sino en otros países europeos. Una huelga nacional de funcionarios públicos se convocó para el 8 de junio y una huelga general ha sido convocada para septiembre.

Los dirigentes del PP han atacado a Zapatero por dejar que la economía se deteriorara hasta el punto de que Washington y Bruselas tuvieron que empujarlo a la acción. Están poniendo los intereses del partido antes que los intereses generales de la burguesía. Este hecho es un reflejo del profundo abismo entre las clases en España, que fue encubierto por la Transición, pero que ha emergido una vez más. Incluso antes de que la economía colapsara, la derecha salió a las calles bajo la bandera de la Iglesia, utilizando el tipo de lenguaje que no se oía desde los días de la dictadura franquista.

Como siempre, los reformistas están preparando la victoria de la derecha. El PSOE está perdiendo terreno en los sondeos frente al conservador Partido Popular, a pesar de un escándalo de corrupción que implica a líderes de la oposición. Según las encuestas, el Partido Popular ganaría una mayoría absoluta en el Parlamento si las elecciones se celebraran ahora. Pero un gobierno del PP se enfrentaría a un movimiento obrero radicalizado. Sería un gobierno de crisis, que probablemente no duraría mucho tiempo y sólo serviría para profundizar la polarización entre las clases.

La crisis ha dejado al descubierto las fallas profundas que subyacen en la sociedad y la política españolas, que fueron disimuladas, pero no abolidas, por la llamada «Transición» de la dictadura franquista a la «democracia». En el próximo período estas fallas se volverán un abismo insalvable entre las clases.

Toda la situación está empezando a cambiar. España se enfrenta a un período de lucha de clases intensificada en la que los trabajadores volverán a descubrir las tradiciones de las décadas de 1930 y 1970. Mediante la implementación de una política de recortes, Zapatero ha capitulado ante la burguesía. Esto está produciendo un ambiente de desilusión entre los trabajadores que habían cambiado su voto de Izquierda Unida (IU) al PSOE en el último período, con el fin de bloquear el avance de la derecha y porque los líderes de IU no ofrecían ninguna alternativa seria.

Ahora ese proceso se volverá su contrario. A través de su experiencia, los trabajadores activistas llegarán a entender las limitaciones de las huelgas económicas y girarán hacia la política, y la juventud radicalizada buscará la bandera del comunismo. A pesar de todas sus deficiencias, IU aumentará su apoyo electoral y comenzará a reclutar nuevos miembros de las capas más radicalizadas de la sociedad. La recepción para las ideas marxistas genuinas crecerá irresistiblemente.

Italia

En Italia, Berlusconi acaba de aprobar un proyecto de ley de austeridad de 24.000 millones de recortes para los próximos dos años. La coalición gobernante de derechas planea congelar los salarios de los trabajadores del sector público. La edad de jubilación para las mujeres trabajadoras en el sector público se incrementará a 65 años. Van a recudir los gastos de la administración local en €10.000 millones, lo que obligará a los ayuntamientos a llevar a cabo grandes recortes en el gasto social: escuelas, sanidad, etc.

Berlusconi ganó las elecciones gracias a la bancarrota del Centro-Izquierda y sólo se mantiene en el poder por la misma razón. El Partido Democrático se revela completamente impotente para aprovecharse de la crisis del gobierno de Berlusconi. Pero éste último ahora tiene que presidir un programa de recortes fiero. Los capitalistas italianos están apoyando el actual paquete pero quieren que el gobierno vaya mucho más lejos. La presión de Confindustria está agravando las escisiones dentro de la coalición gobernante.

La impotencia de la izquierda significa que toda la atención de la clase obrera se concentra en los sindicatos. Los dirigentes sindicales, como en otros países, no están más inclinados a llevar a cabo una lucha seria que los líderes de la «oposición» política. En su congreso nacional, la CGIL decidió que no era el momento para dirigir una ofensiva contra el gobierno. Pero se vieron obligados, por la presión desde abajo, a convocar a una huelga de cuatro horas en junio.

Se trata de una anticipación de cómo se va a desarrollar las cosas. La derrota de la Coalición de Centro Izquierda causó decepción y desorientación entre la clase obrera. Pero este estado de ánimo no durará mucho tiempo. La impotencia de la oposición de “izquierda» y las vacilaciones de los dirigentes sindicales no impedirán la radicalización de los trabajadores italianos. Empezando en el sector público, habrá una serie de huelgas y manifestaciones, que van a transformar toda la situación.

Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Cuarta parte

Europa se enfrenta a un prolongado período de austeridad, con contracciones importantes en la producción, consumo y empleo. La crisis ha comenzado con las economías más pequeñas y vulnerables, como Grecia, Portugal e Irlanda. Pero las otros seguirán, empezando por Gran Bretaña. 

Francia y Alemania

A la burguesía francesa le fue muy bien en la UE, aunque nunca logró su objetivo de dominar políticamente. La subida inexorable de Alemania la ha empujado a la segunda posición. Pero el avance general del capitalismo europeo le dio un nivel de prosperidad que le permitió otorgar concesiones importantes para satisfacer a la poderosa y militante clase obrera francesa.

David Cameron y Nicolas Sarkozy. Foto de Andrew Parsons.David Cameron y Nicolas Sarkozy. Foto de Andrew Parsons.Todo eso ha cambiado. La insistencia con la que París presionó a Berlín para pagar a los griegos puso en evidencia el estado precario del capitalismo francés. Los bancos franceses están casi tan expuestos como los de Alemania a la economía griega. Una moratoria griega pondría al sector financiero francés de rodillas y provocaría una profunda crisis. Por eso los capitalistas franceses protestaron más ruidosamente que cualquier otro por las vacilaciones de Merkel. Al final, los alemanes pagaron, pero ahora Francia se enfrenta a un grave dilema.

Charles Maurice de Talleyrand dijo que la facultad del habla le ha sido dado al hombre para disfrazar sus pensamientos. Esto es muy aplicable al presidente francés Nicolas Sarkozy. Él ha prometido recortar el déficit de Francia a un 3 por ciento del PIB para el 2013. Pero hasta ahora, sólo ha anunciado pequeños ahorros, como no sustituir a ninguno de los funcionarios civiles que se jubilen. Pero el principal problema al que se enfrenta la burguesía es el desafortunado hecho de que la gente ahora vive demasiado tiempo. Los trabajadores franceses pasan un promedio de 24 años en la jubilación, cifra muy por encima del promedio para un país desarrollado. Gracias a la tradición militante de los trabajadores franceses, han alcanzado un estado de bienestar muy superior a Gran Bretaña y muchos otros países de Europa.

El hecho de que los franceses hayan logrado algo parecido a un modo civilizado de existencia es una fuente de profundo resentimiento en Londres y Washington, donde se mantiene a Francia como el ejemplo palpable del «modelo derrochador Europeo». La gente tiene derecho a sanidad gratuita razonable y a pensiones. ¡Qué escándalo! Los defensores del modelo «anglo-sajón (es decir, bárbaro)» sacuden sus cabezas con incredulidad. Esta no es la manera de mejorar la eficiencia y crear riqueza… ¡para los capitalistas!

La burguesía francesa se inclina a estar de acuerdo. Gradualmente han logrado desarticular los logros del pasado, como la semana de 30 horas. Pero hay un problema. Los trabajadores franceses tienen una costumbre muy irritante de ir a la huelga y salir a las calles cuando son atacados. En varias ocasiones han obligado a los gobiernos a echarse atrás e, incluso, los han derrocado. El gobierno de París, muy consciente de las tradiciones militantes de la clase obrera, hasta ahora no ha realizado ningún compromiso importante en la reducción del gasto.

Nicolas Sarkozy está dispuesto a impulsar una gran «reforma» que aumentaría la edad de jubilación, actualmente de 60 años. Pero se ve obligado a proceder lentamente, por temor a despertar la poderosa clase obrera francesa. Su táctica consiste en cortar, pero poco a poco, centímetro a centímetro, mientras que todo el tiempo hace ruidos reconfortantes sobre la protección de los valores sociales, el consenso y demás. Sin embargo, en un momento dado este gradualismo se romperá. El punto de ruptura será probablemente sobre el tema de las pensiones. Y los trabajadores franceses estarán en las calles una vez más.

Alemania comenzará a restringir los gastos a partir del próximo año y se espera que recorte por lo menos 10 mil millones de € cada año hasta 2016. Se concentrará en las subvenciones, y habrá subidas de impuestos y recortes de gastos departamentales. Estas duras medidas están destinadas a servir de ejemplo al resto de Europa. La excusa es que Alemania tiene que cumplir con las normas sobre el tratamiento de la deuda según está escrito en su constitución. Pero este argumento no tendrá ningún efecto sobre los poderosos sindicatos alemanes, que no tardarán mucho en seguir el ejemplo de los trabajadores griegos. De esta manera, el «contagio» se aplica no sólo a los mercados financieros, sino también a la lucha de clases.

Islandia e Irlanda

La inevitabilidad de cambios bruscos y repentinos en la situación se muestra por los acontecimientos en Islandia, un país que había disfrutado de altos niveles de vida y estabilidad política. En enero de 2009 las protestas congregaron a miles de personas en las calles de la capital, Reykjavik, en las mayores manifestaciones que el país ha visto jamás. Cuando el Parlamento se volvió a convocar el 19 de enero, se les impidió inicialmente reunirse, ya que 2.000 manifestantes bloquearon el edificio del parlamento. Hubo enfrentamientos violentos entre la policía y jóvenes manifestantes. Como resultado, el gobierno de coalición entre el Samfylkingin (socialdemócratas) y el Partido Conservador de la Independencia se ha roto. El gobierno de Islandia fue así el primero en caer como consecuencia de la crisis económica actual. No será el último.

La lucha de clases es cada vez mayor en Irlanda, donde, como en Islandia y España, un período de rápido crecimiento económico y especulación febril ha terminado en un colapso total. Esto está provocando un ambiente de ira. En febrero de 2009 unos 200.000 trabajadores y sus familias salieron a las calles de Dublín, para mostrar su oposición a la decisión del gobierno de imponer un gravamen de pensiones sobre 300.000 trabajadores del sector público. Hubo una ocupación de la fábrica de los trabajadores de Waterford Crystal.

El 6 de noviembre de 2009 decenas de miles de personas participaron en manifestaciones en Dublín, Cork, Waterford, Galway, Sligo, Limerick, Tullamore y Dundalk. Un sindicato principal, SIPTU, votó masivamente a unirse a las huelgas del sector público el 24 de noviembre, cuando más de 250.000 trabajadores irlandeses en el sector público se declararon en huelga. Esta es la forma que van a tomar las cosas.

Gran Bretaña y Europa

De las principales potencias europeas, Gran Bretaña se quedó fuera de la Unión Europea (la CEE como se llamaba entonces), con la ilusión de que todavía podría mantener un importante papel independiente en los asuntos mundiales. Este sueño ingenuo se redujo pronto a cenizas, y la burguesía británica fue forzada a arrastrarse de rodillas para entrar en la UE. Aún así, Londres estaba subordinada a Washington (esto es lo que se conoce humorísticamente como «la relación especial»), un hecho que no pasó desapercibido en Berlín y, sobre todo, en París.

Los capitalistas británicos no se adhirieron al euro, lo que ahora aparece como un acto de juicio supremo. Esto les permitió devaluar la libra esterlina, lo que dio a las exportaciones británicas una ventaja sobre los países del euro. Este hecho puso de manifiesto la debilidad del capitalismo británico, no su fortaleza. La devaluación de la moneda era el método tradicionalmente utilizado por las economías más débiles europeas para competir. Presentando la pérdida de valor de la libra esterlina como un acto de juicio supremo, la burguesía inglesa no está haciendo más que publicidad de su bancarrota.

Los británicos no son populares en Europa, donde son vistos con sospecha, no sin razón, debido a su dependencia de los EEUU. Cuando el líder conservador, Cameron, fue a París para reunirse con Nicolas Sarkozy, no pudo resistirse a hacer un comentario petulante acerca del euro, que visiblemente irritó al presidente francés.

Al día siguiente, el Primer Ministro británico dijo a la Sra. Merkel que Gran Bretaña no sólo estaba fuera del euro, sino que iba a bloquear las propuestas alemanas, que se iban a presentar en la reunión del ministro de finanzas el viernes, para dar a la UE nuevos poderes económicos para vigilar los presupuestos de los Estados miembros de moneda única.

«Gran Bretaña quiere una zona de euro fuerte y estable», dijo. Pero de inmediato procedió a tirar una llave inglesa a la maquinaria: «Gran Bretaña no está en el euro y no va a unirse al euro. Por eso, Gran Bretaña no estaría de acuerdo con arreglos o tratados que nos alejaran aún más en cuanto a apoyar a la zona del euro. Cualquier tratado –incluso uno que sólo fuera aplicable a la zona del euro– necesita el acuerdo unánime de los 27 Estados miembros, incluido el Reino Unido, que por supuesto tiene derecho a veto».

Esto es lo que alguien llamó el noble arte de ganar amigos y gente de influencia. Si los alemanes no expresaron su indignación abiertamente ante esta estupidez arrogante, fue sólo porque no esperaban otra cosa de los representantes políticos de la clase dominante británica. En Europa una gran parte de la ira contra el sistema financiero se dirige a Londres y Nueva York, donde la mayoría de los operadores de divisas del mundo y los inversores de la deuda se basan.

Los socios europeos de Gran Bretaña, irritados por los aires de superioridad de los británicos y enojados por la «injusta» ventaja obtenida por la devaluación de la libra esterlina, les han recordado su responsabilidad hacia Europa, y exigieron que participen, con dinero sobre la mesa, en el plan de rescate. Gruñendo y maldiciendo en voz baja, la burguesía británica está obligada a meter la mano en el bolsillo.

El petulante aire de superioridad de Cameron ante las dificultades del Euro está fuera de lugar. Nos recuerda la actitud de otro primer ministro conservador, Stanley Baldwin, quien, en la década de 1930, describió a Europa como un «manicomio». Respondiendo a Baldwin, Trotsky señaló que Gran Bretaña era sólo la última sala en el manicomio europeo, y la última sala normalmente estaba reservada para los pacientes particularmente violentos.

Gran Bretaña no escapará a la ruina general porque no sea miembro de la zona euro. La crisis en Europa se expresará en una caída de la demanda y, por lo tanto, una reducción del mercado para las exportaciones británicas, la mayoría de las cuales se venden en Europa. La crisis en la zona del euro (el mercado de exportación más grande de Gran Bretaña) minará la recuperación de Gran Bretaña, que en todo caso es muy débil. A Cameron se le dijo en términos inequívocos que Alemania ve a Gran Bretaña (que tiene el mayor déficit presupuestario de la UE), como un fuerte candidato para el contagio si el pánico del mercado sobre Grecia, Portugal y España se propaga.

El gobierno de Londres es ahora una coalición inestable entre los Conservadores, en cuyas filas los chauvinistas anti-europeos son la mayoría, y los Liberales pro-europeos. La derecha conservadora es un hervidero de resentimiento por lo que ven como la excesiva influencia de los Liberales en el gobierno. La cuestión de Europa es un punto muy delicado, que más tarde puede proporcionar la chispa que haga estallar una crisis en la coalición.

Temiendo que los mercados comiencen a atacar a la libra, los conservadores han comenzado a recortar el gasto público. El Gobierno de coalición declaró que los «años de abundancia» para el gasto público se habían terminado ya, cuando admitió que su paquete de £ 6.200 millones de ahorro inmediato era «sólo el comienzo» de un vasto programa de recortes. Pero los mercados no se han impresionado. La primera oleada de recortes apenas supone el 1 por ciento del gasto público total y una fracción del déficit de £ 156.000 millones de las finanzas públicas.

El Instituto de Estudios Fiscales (IFS) advirtió que todavía habría que pasar más fatigas. Advirtió que estas medidas reducirían el endeudamiento en sólo 5.000 millones de libras este año. «Esto es menos de una décima parte del trabajo de reparación fiscal que, en su previsión de presupuesto para el año 2010, Alistair Darling [antiguo ministro de finanzas del saliente gobierno socialista] sugirió se precisaría en los próximos años», dijo. Los patrones quieren ver recortes reales, no una manicura, sino la amputación de brazos y piernas. Los inversores están esperando a ver si el Gobierno británico posee la voluntad y la capacidad de realizar los recortes profundos que consideran necesarios. Y los mercados son los que deciden.

Por el momento, la ola de pánico que barrió los países de la zona euro no se ha extendido directamente a Gran Bretaña, a pesar de su enorme déficit. Pero esto es sólo un respiro temporal. En la actualidad, el Reino Unido está a la espera entre bastidores, observando con cautela como agoniza el euro. Pero los mercados podrían ir por el Reino Unido en cualquier momento. Se puede medir la gravedad de la situación por el hecho de que el nuevo Gobierno expresó alivio porque el aumento de la recaudación tributaria redujo el déficit esperado en £ 7.000 millones y, por lo tanto, «sólo» era de £ 156.000 millones.

Gran Bretaña se verá afectada por la crisis en la eurozona. Sin crecimiento en Europa, habrá poca demanda para las exportaciones británicas, justo en el momento en el que la coalición de Conservadores y Liberales espera una recuperación impulsada por estas. El euro se está debilitando respecto a la libra, erosionando parcialmente la competitividad lograda por la devaluación de la misma.

En el próximo periodo veremos un ataque mucho mayor a las condiciones de vida, lo que provocará una respuesta contundente por parte de los sindicatos. En la década de los setenta, Gran Bretaña era conocida por ser el país europeo con el mayor movimiento huelguístico, pero desde que el gobierno de Thatcher derrotó a los mineros, los sindicatos han estado a la defensiva. Ahora todo eso va a cambiar. Habrá huelgas y manifestaciones sin precedentes desde los setenta.

El ambiente de combatibidad sacudirá los sindicatos de arriba abajo, desplazando a los antiguos líderes conservadores y sustituyéndolos por otros que sean más sensibles a los deseos de la base. Dada la conexión orgánica entre los sindicatos y el Partido Laborista, este último será empujado hacia la izquierda, como ocurrió en los setenta. Toda la situación tanto en Gran Bretaña como en el resto de Europa se transformará.

Los Estados Unidos de América

«La mayoría de los estadounidenses saben que la economía de los EEUU está en mal estado, pero lo que la mayoría de los estadounidenses no sabe es cuán desesperada es la situación financiera de los Estados Unidos realmente. La verdad es que lo que estamos experimentando no es simplemente una ‘caída’ o una ‘recesión’. Lo que estamos presenciando es el inicio del fin de la mayor maquinaria económica que se haya visto jamás. Nuestra codicia y nuestra deuda, literalmente, se están comiendo viva nuestra economía. El total de la deuda gubernamental, corporativa y personal ha alcanzado el 360% del PIB, que es mucho más de lo que llegó a ser durante la era de la Gran Depresión. Hemos desmantelado casi en su totalidad la que fuera una vez nuestra colosal base manufacturera, hemos enviado millones y millones de puestos de trabajo de clase media allende los mares, hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades durante décadas y hemos creado la mayor burbuja de deuda en la historia del mundo. Se está acercando rápidamente el día del ajuste de las cuentas financieras, y la mayoría de los estadounidenses son totalmente ajenos.» (Global Research, 4 de junio de 2010.)

Cuando Obama telefoneó a Zapatero presionándole para que llevara a cabo recortes, fue un reconocimiento de facto del cordón umbilical que conecta la crisis en Europa con la de EEUU. Las líneas anteriores expresan el hecho de que el sueño americano es cosa del pasado. La actual generación de jóvenes estadounidenses será la primera desde la Gran Depresión que no puede aspirar a mejores condiciones de vida que sus padres.

Incluso antes del colapso económico, los ricos se estaban haciendo cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Ahora, se está abriendo un abismo insalvable entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no en la «tierra de la libertad». El artículo citado anteriormente enumera cincuenta hechos que acentuaron la gravedad de la crisis en los EEUU.

En 1950, la proporción entre la media del salario de un ejecutivo con respecto al salario de un obrero estaba en torno a 30 a uno. Desde el año 2000, la relación ha aumentado a entre 300 y 500 a uno. Dos tercios del aumento de los ingresos en EEUU entre 2002 y 2007 fueron para el 1% más rico de los estadounidenses. El 40% más bajo de receptores de ingresos en los EEUU actualmente poseen de manera colectiva menos del 1% de la riqueza de la nación.

Más del 24% de todas las viviendas hipotecadas en los Estados Unidos ha tenido impagos a partir de finales de 2009. Los impagos de hipotecas de edificios de apartamentos que estaban en manos de bancos estadounidenses alcanzó el record del 4,6% en el primer trimestre de 2010. Eso era casi el doble del nivel de un año antes. Los estadounidenses han visto la reaparición de ciudades de tiendas de campaña y de comedores de beneficencia, algo que no ocurría desde los años treinta.

Según un nuevo informe basado en datos de la Oficina del Censo de EEUU, a finales de 2009 sólo el 26% de los jóvenes norteamericanos de entre 16 y 19 años tenía trabajo. Esto representa la cota más baja alcanzada desde que comenzaran a registrarse las estadísticas en 1948.

Como resultado, existe un estado de ánimo crítico, especialmente entre los jóvenes en los EEUU. Hay un cuestionamiento del orden existente y sus valores que no había antes. Este estado de ánimo se fortalecerá y generalizará en el próximo periodo. Incluso la elección de Obama refleja este estado de ánimo, en la medida en que expresó un profundo deseo de cambio –un deseo que no ha sido satisfecho por Obama y los Demócratas–. Los índices de aprobación de Obama ya han colapsado.

Vemos el esbozo de la futura transformación de los sindicatos estadounidenses en la elección de Richard Trumka, dirigente de los mineros. Trumka no quiere movilizar a los trabajadores, pero está bajo presión. En el próximo periodo, los sindicatos estarán bajo tremendas presiones para llevar a la práctica sus palabras, no sólo en EEUU, sino en todos los países. En los EEUU el terreno se está preparando para una ruptura con el partido Demócrata y una campaña por un partido laborista de masas.

Ya vemos los primeros signos de rebelión política contra los Demócratas. Hace menos de dos años, Carolina del Norte fue uno de los centros del movimiento de base que impulsó a Barak Obama a la victoria en lo que era un estado conservador. Ahora, frustrados con los resultados, antiguos partidarios de Obama se han unido con sindicalistas para reunir firmas para crear un tercer partido, Carolina del Norte Primero (North Carolina First).

La principal impulsora de esta iniciativa es la SEANC (State Employees Association of North Carolina o Asociación de Empleados del Estado de Carolina del Norte) y su grupo matriz, el SEIU (Service Employees International Union o Sindicato Internacional de Empleados de Servicios), posiblemente el sindicato más poderoso de la nación a nivel político. Están financiando la iniciativa, e inmediatamente después de que éste fuera anunciado, contrataron a más de cien personas para recabar las firmas necesarias para presentarse como tercer partido en las elecciones generales.

«Toda nuestra intención es la de darle la vuelta a la tortilla y decir ‘No vamos a darte más un apoyo ciego porque seas un Demócrata’.» dijo Dana S. Cope, director ejecutivo de los 55.000 miembros de SEANC, la cual está liderando el esfuerzo. «Te vamos a apoyar porque tienes razón en estas cuestiones, pero si no tienes razón te quitaremos del cargo».

Chuck Stone, un viejo líder de SEANC que es presidente de Carolina del Norte Primero, preguntó: «¿Realmente importa si les pones una etiqueta Republicana o Demócrata cuando medran y apoyan a las grandes compañías y aseguradoras?»

Estos comentarios son muy significativos porque muestran los primeros síntomas de cambio en la conciencia, la comprensión de la necesidad de establecer un partido político que no represente «a las grandes empresas y grandes aseguradoras», sino las necesidades de gente corriente de la clase trabajadora. Esto es un reflejo del proceso que los trabajadores británicos experimentaron hace cien años cuando rompieron con los Liberales para formar el Partido Laborista. Pero lo que los trabajadores británicos tardaron generaciones en conseguir, la clase obrera estadounidense lo puede llevar a cabo mucho más rápidamente.

Probablemente, el movimiento por un tercer partido en Carolina del Norte sea simplemente un episodio, pero anticipa lo que ocurrirá en el futuro. Un partido laborista en los EEUU atraerá a su bandera a las capas más oprimidas y revolucionarias de la sociedad: afroamericanos, latinos, nativos, mujeres, jóvenes, etc. El mismo entusiasmo que vimos en la campaña electoral de Obama se reproducirá a un nivel superior y con mayor intensidad. Muy rápidamente, un partido laborista norteamericano pasará de una tímida política reformista propugnada por los dirigentes sindicales conservadores a una política socialista muy radical.

Europa del Este y Rusia

Veinte años después de la caída del estalinismo, la restauración del capitalismo en Europa del Este y en la antigua URSS no ha resuelto nada. Durante un tiempo, la nueva clase capitalista de los antiguos Estados estalinistas pudo establecer algo parecido a estabilidad sobre la base del boom económico del capitalismo mundial.

La crisis asiática de 1998 causó una sacudida, pero con la devaluación del rublo, la economía rusa se recuperó pronto y creció, basándose sobre todo en sus enormes reservas de gas y petróleo. Las economías de Europa del Este se beneficiaron de sus conexiones con la UE. Exportaron su fuerza de trabajo sobrante a Europa Occidental, que se benefició de esa fuente de mano de obra barata. A su vez, las remesas enviadas por los trabajadores inmigrantes proporcionaron una fuente adicional de capital para Europa del Este.

Ahora todo eso se ha convertido en su contrario. Los trabajadores migrantes han vuelto a sus hogares para engrosar las listas de desempleados. Varios países de Europa del Este se enfrentan al fantasma de la crisis y la bancarrota. Al igual que Grecia, Letonia ha sufrido una crisis fiscal en la que vió su deuda clasificada como basura. En el último trimestre de 2009 su PIB se contrajo un 18%, y ha caído un 10% adicional en el primer trimestre de 2010. Los salarios han caído una media del 8,8% y el desempleo ha alcanzado más del 22%. Se trata de una caída en la línea de la Gran Depresión.

Hungría no está muy por detrás de Letonia. En Octubre de 2008 Hungría se vió obligada a solicitar un paquete de rescate de 25.000 millones de dólares (aprox. 20.000 millones de euros) al FMI y a la UE. Ahora se enfrenta a una crisis financiera al estilo griego. La moneda del país, el florín, cayó un 6% frente al dólar después de los comentarios de un representante del nuevo gobierno. El costo de asegurar la deuda del país subió un punto porcentual, esto significa que será más caro para el país tomar prestado dinero en los mercados internacionales.

Esto deja a los mercados y a los economistas temerosos de que los húngaros no paguen sus préstamos hipotecarios, precipitando al país a una crisis bancaria. Esto afectaría a las economías de Alemania y, especialmente, a la de Austria.

La economía rumana fue duramente golpeada por la recesión, y se contrajo un 7,1% en 2009. El desempleo pasó del 4,9% en enero de 2009 al 8,1% en enero de 2010. El gobierno tuvo que ir al FMI en busca de ayuda y consiguió un préstamo de rescate por un valor de 20.000 millones de euros, con la condición de llevar a cabo una política salvaje de recortes. Esto incluye una reducción de los salarios en el sector público de un 25% y un 15% para las pensiones y prestaciones por desempleo, con el objetivo de reducir el déficit presupuestario al 6,8% del PIB. Todos los gastos del gobierno se reducirán un 20% y serán despedidos entre 80.000 y 300.000 trabajadores públicos de un total de 1,4 millones.

Esto ha exaltado a los trabajadores rumanos. El 31 de mayo decenas de miles de trabajadores del sector público fueron a la huelga contra el plan de austeridad del gobierno, que incluye recortes en los salarios y las pensiones. Según una encuesta de opinión hecha por la Oficina de Investigaciones Sociales, la mitad de la población piensa que Rumanía está peor hoy en día que bajo Ceauşescu, con un 56% diciendo que bajo el regimen «comunista» el público en general era tratado con más respeto, y el 60% de los rumanos piensa que los políticos son más corruptos hoy en día que antes de 1989. Una posición similar exise sin duda en otros países de Europa del Este y, sobre todo, en la propia Rusia.

En Rusia, la crisis económica también actuó como una sacudida que está teniendo unos efectos sociales y políticos profundos. El reciente movimiento de los mineros indica que la clase obrera rusa se está empezando a recuperar de los efectos psicológicos del colapso de la URSS y la restauración del capitalismo. Estos acontecimientos demuestran la rapidez con la que los trabajadores de Rusia se puede mover una vez que entren en el camino de la lucha. Sobre la base de la lucha, redescubrirán las viejas tradiciones e ideas del leninismo, que han permanecido latentes durante mucho tiempo, pero que nunca han desaparecido de la conciencia colectiva del proletariado ruso.

Martes, 08 de junio 2010

Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Quinta parte

La pérdida de credibilidad en la sociedad actual, sus instituciones, las leyes y la moral, es una condición previa para la revolución. Pero ese cambio no ocurre todo de una vez. Poco a poco, en la medida en que el sistema socioeconómico determinado comienza a fallar, crece el sentimiento de que «algo no va bien» con la sociedad, que algún tipo de cambio es necesario. [Primera parte]

La «Nueva Normalidad»

En Gran Bretaña, el país capitalista donde la idea de la democracia parlamentaria burguesa ha hundido sus raíces más profundas en la psique popular, el escándalo de los gastos de los parlamentarios ha dado lugar a un amplio cuestionamiento de la política organizada y sus instituciones. En los EEUU hay una ira creciente contra los banqueros y Wall Street, acompañada de un deseo profundo de cambio.

En Grecia, donde se está desarrollando una situación semi-insurreccional, el ambiente de descontento popular ha salido a las calles. Sin embargo, la situación actual tiene sus raíces en el conjunto del período anterior. En la mayoría de los países de Europa Occidental, la clase trabajadora ha experimentado casi cinco décadas de relativa mejora en los niveles de vida. La idea de que todos los problemas pueden ser resueltos por las reformas se encuentra profundamente arraigada en la población, ya que se corresponde con la experiencia pasada.

Es cierto que la masa de los trabajadores de Europa y Estados Unidos aún no han comprendido la gravedad real de la situación. Confían en que la crisis sólo sea temporal, y que después de un tiempo las cosas volverán a la normalidad. Naturalmente, los líderes reformistas (tanto políticos como sindicales) lucharán con todas sus fuerzas para reforzar esta idea. Pero es una idea profundamente equivocada.

Un comentarista burgués con visión de futuro, Martin Gilles, estratega principal de inversiones del WestLB, ha dicho que podemos esperar volver a la normalidad, pero que será una «nueva normalidad«. Esta expresión interesante contiene una profunda verdad sobre la naturaleza del nuevo periodo en el que estamos entrando. Según el economista principal del WestLB, Holger Fahrinkrug, el crecimiento económico mundial se espera que sea sólo un 3% este año, y el crecimiento económico medio en los países industrializados no será más de 1,6%.

«Sin embargo, el WestLB no espera ver una recuperación sostenible con fuertes gastos de capital y aumentos significativos en el empleo. Por el contrario, el empleo inicialmente caerá aún más». (Informe del WestLB, 26 de noviembre de 2009.)

Estas previsiones se realizaron antes del inicio de la crisis griega. En realidad, el panorama es aún peor, pero lo más importante a destacar es que los estrategas más serios del Capital han concluido que no hay posibilidad de volver a los «buenos viejos tiempos» en un futuro inmediato. El informe continúa:

«En los próximos años, la economía de EEUU mostrará un crecimiento mucho más débil de lo que es habitual tras una recesión. Será fundamental que el país supere su extrema dependencia del consumo y desarrolle un modelo nuevo y viable de crecimiento. Las repercusiones de la crisis financiera sobre la economía real es probable que esté con nosotros durante algún tiempo y que pese sobre las finanzas públicas, el consumo privado y la actividad inversionista».

Esta es la realidad de la crisis del capitalismo. Se trata de un largo período de bajo crecimiento, alto desempleo y constantes ataques al consumo. Lo que se necesita es un cambio de raíz en la sociedad, y, por lo tanto, un cambio de raíz en las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera.

¿Y ahora qué?

Ha habido períodos de auge capitalista, cuando la burguesía fue capaz de hacer concesiones a algunos sectores de la clase obrera. Ese fue el caso en el período anterior a la Primera Guerra Mundial y el de 1945 a 1973. Pero el periodo en el que hemos entrado tiene un carácter totalmente diferente. Se verá una disminución a largo plazo en el nivel de vida de poblaciones enteras. Este hecho no ha sido entendido todavía por la mayoría de la clase obrera, pero, sobre la base de los acontecimientos, esto quedará grabado en la conciencia de millones. Tendrá un efecto profundo en la lucha de clases en todas partes.

Los burgueses de todos los países europeos está siguiendo el mismo camino, un camino dictado no por el capricho de cada gobierno o los políticos, sino por la gravedad de la crisis económica. Como regla general, condiciones similares tienden a producir resultados similares. El período en el que estamos entrando será mucho más similar a las décadas de 1970 y 1930 que a los últimos treinta años.

La situación actual es compleja y contradictoria, pero esto es sólo una manera de expresar el carácter transitorio del periodo, que contiene elementos del pasado, que están luchando con los elementos del nuevo período. Las viejas ideas y prejuicios no se eliminarán fácilmente. Están tenazmente y profundamente arraigados en la psicología de las masas. Serán necesarios grandes acontecimientos para sacudir a las masas hasta el punto en que estén dispuestas a romper con las viejas ideas y adoptar otras nuevas.

Uno podría argumentar que la conciencia de las masas y de las organizaciones de masas van muy rezagadas en relación a la situación objetiva, y esto es correcto hasta cierto punto, pero no es suficiente. La conciencia de todas las clases está condicionado por el período anterior. Marx explicó:

«Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». (El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte)

Los trabajadores de Europa necesitarán tiempo para sacudirse las viejas costumbres y la psicología modeladas por el período pasado. Durante más de medio siglo los trabajadores de Europa se han acostumbrado al crecimiento económico, al pleno empleo y a la mejora constante del nivel de vida. La idea de que «hoy estamos mejor que ayer, pero peor que mañana» cristalizó poco a poco en sus mentes. Gradualmente, sobre la base de un largo período de crecimiento económico, los niveles de vida mejoraron y la lucha de clases fue silenciada. Los malos viejos tiempos de la década de 1930 parecían un mal sueño. Esta fue la base material sobre la que el reformismo se fortaleció.

Ahora todo esto ha llegado a su límite. El capitalismo se enfrenta a la crisis más grave de los últimos 70 años –posiblemente la más grave de toda su historia–. Pero después de un largo período en que la lucha de clases ha sido algo menos intensa en muchos países, la clase obrera, como un atleta después de un largo período de inactividad, requiere un período de «ejercicios de calentamiento», antes de emprender actividades más intensas y serias.

«Unidad nacional»

No hay consigna política más falsa, hueca, engañosa y reaccionaria que la consigna de unidad nacional. Pero esa es la consigna en el orden del día en todas las crisis del capitalismo. «¡Todos debemos aunar esfuerzos por el Interés Nacional!» Este es el lema de lucha de todos los partidos burgueses y reaccionarios. Desean utilizar la idea de unidad nacional con el fin de convencer a los trabajadores que deben aceptar el sacrificio y la austeridad para «salvar la nación», mientras los ricos siguen llenándose los bolsillos.

En Gran Bretaña, los conservadores y los liberales se unen en un gobierno de coalición en nombre del interés nacional. Los dirigentes sindicales en todas partes tratan de contener a los trabajadores sobre las mismas bases. A esto, nosotros contestamos: la unidad de la que estáis hablando es la unidad del caballo y su jinete. Este último se sienta en su espalda, clava las espuelas y le grita: ¡adelante! Pero cuando el jinete es demasiado pesado y las espuelas se clavan demasiado profundamente, un brioso caballo se encabritará y tirará al jinete al suelo.

Alguna gente de la izquierda ha argumentado que es necesario apoyar el «plan de solidaridad» como un mal menor. Este argumento es tan falso como peligroso. El peor aspecto de la situación actual es que las duras medidas adoptadas resultará inútiles en la práctica. Todos los recortes introducidos por Papandreou, Zapatero y otros no solucionará la crisis. Por el contrario, al reducir el gasto público, los recortes reducirán la demanda y profundizarán la crisis. Europa entrará en una espiral descendente que no tendrá fin.

En Grecia, como en España, la derechista Nueva Democracia se ha opuesto a las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno del PASOK en aras de la popularidad electoral. Pero, en realidad, no tienen otra cosa que ofrecer. El único camino abierto a la burguesía es atacar el nivel de vida de los trabajadores y la clase media. No es una cuestión de capricho personal de tal o cual político o gobierno. Es una cuestión de vida o muerte para el capitalismo. Es por eso que todos los gobiernos de Europa, ya sean «centro-izquierda» o «centro-derecha», están llevando a cabo más o menos las mismas políticas.

La burguesía dice a los trabajadores griegos que tienen que aceptar recortes salariales y trabajar más duro para competir con los trabajadores alemanes. Les dicen a los obreros alemanes que tienen que aceptar recortes salariales y trabajar más duro par competir con los franceses y británicos, y así sucesivamente. Al final, si los trabajadores reciben menos, los banqueros y los capitalistas obtendrán más ganancias. Ese es el tipo de «solidaridad» del que estamos hablando aquí. Es la «solidaridad» entre los explotadores y los explotados.

Los sindicatos

La crisis del capitalismo pone en peligro los puestos de trabajo, las condiciones y los medios de subsistencia de millones de trabajadores en cada país y continente. En el pasado, puede que haya sido posible obtener concesiones sin luchar. En un momento en que las carteras de pedidos estaban llenos y los empresarios estaban obteniendo pingües beneficios, podrían haber estado dispuestos a hacer concesiones en aras de la paz. En tales condiciones, los dirigentes de los sindicatos tenían una vida fácil. Se extendió la idea del llamado Nuevo Realismo: es decir, de colaboración de clases y la supuesta identidad de intereses del Trabajo asalariado y el Capital.

Ahora todo eso ha quedado relegado al basurero de la historia. En condiciones de crisis capitalista no hay más remedio que luchar, no sólo para obtener concesiones, sino incluso para preservar los logros del pasado.

Todos los intentos de los dirigentes sindicales para llegar a un acuerdo con la burguesía en estas circunstancias están condenados al fracaso, por la sencilla razón de que los capitalistas no tienen nada que ofrecerles. No hay salida sobre bases capitalistas. Bajo la dictadura de los grandes bancos y monopolios, no hay salida para los trabajadores de Europa, excepto un futuro de constante disminución del nivel de vida y una mayor explotación.

El período que ahora se abre ante la clase obrera europea se parecerá mucho más a la década de 1930 que a la de 1990. Será un período tormentoso y de tensión sin paralelo en la historia. Habrá cambios violentos de la opinión pública hacia la izquierda y la derecha. Bajo los golpes de los acontecimientos la conciencia de las masas se transformará. Las organizaciones de masas, comenzando con los sindicatos, se sacudirán de arriba abajo.

La gravedad de la crisis está obligando a la burguesía a adoptar una actitud intransigente en relación con los sindicatos. Los jefes tienen la estrategia de enfrentarse a algunos de sus sectores más militantes con el fin de derrotarles y enviar un mensaje al resto de la clase. También están aprovechando la recesión para ir a la ofensiva. La vieja relación amistosa con los dirigentes sindicales ya no es posible.

La huelga de recogida de basura en Dinamarca fue muy militante, a pesar de que tuvo lugar en medio de un colapso general de la actividad huelguística en el país. La intención era enfrentarse a estos trabajadores utilizando cualquier medio posible para destruirles y luego seguir adelante. Esto es similar a la lucha de los electricistas mexicanos. La lucha atrajo la atención de todo el movimiento obrero. Las huelgas de los trabajadores de correos en el Reino Unido tenían un aspecto similar. La patronal parecía dispuesta a enfrentarse a los trabajadores, aprovechando el estado de ánimo general y hacer un ejemplo de ellos. En esa ocasión, los dirigentes sindicales encontraron una excusa y dieron marcha atrás, pero el problema sigue existiendo.

Es natural que, en condiciones de crisis, se dé un fermento en los sindicatos y que se abran divisiones entre las diferentes capas de la burocracia sindical. Uno podría decir que esto es sólo una lucha entre burócratas rivales, y en cierto sentido eso es verdad. Pero es una visión superficial que no tiene en cuenta el hecho de que estas luchas dentro de la burocracia son un reflejo de las intensas presiones que se están acumulando bajo la superficie.

Crisis del reformismo

Toda la historia demuestra que cuando la masa de la clase va a la acción, siempre se expresa en un primer momento a través de las organizaciones de masas existentes, independientemente de cuán de derechas, burocráticos y reaccionarios sean sus líderes. Hemos visto esto muchas veces en la historia del los últimos 100 años.

La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Durante los largos años de auge capitalista que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los reformistas fueron capaces de conceder reformas. Pero en el último período, los gobiernos socialdemócratas han estado llevando a cabo una política de contrarreformas, socavando y destruyendo las reformas del pasado. Ahora, con la crisis del capitalismo mundial, las políticas del reformismo se revelan en bancarrota en el sentido más literal de la palabra.

Los dirigentes reformistas (incluidos los ex-estalinistas) por lo general se limitan a la actividad parlamentaria o electoral. En la enrarecida atmósfera del parlamento, se divorcian de las vidas y las condiciones de las masas y pierden cualquier idea revolucionaria que pueden haber tenido alguna vez. Aprenden a ser «respetables» y «estadistas». Esto es, aprenden a tomar sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a cabo el trabajo sucio de los banqueros y los capitalistas. Este es particularmente el caso en una crisis. Les falta tiempo para defender el sistema.

En realidad, los burgueses y los políticos reformistas están atrapados. Han agotado los viejos trucos del pasado. Las políticas del monetarismo y la economía del libre mercado ilimitado les han llevado a un laberinto. Las politicas de capitalismo de «dejar hacer» («neo-liberalismo») han colapsado. El intento de volver a las viejas y desacreditadas políticas Keynesianas sólo empeorará las cosas. Una combinación de ambas llevará al peor de todos los mundos. Todas las viejas recetas han fallado.

La burguesía europea intentó conseguir unos presupuestos equilibrados a través del Tratado de Maastrich, pero ahora esta idea ha sido arrojada por la ventana. La deuda pública se ha disparado. Esto es un síntoma de desesperación. Los niveles sin precedentes de endeudamiento público no conseguirán sacar a España o a cualquier otro país de la crisis, pero supondrán un largo período de austeridad y ataques a los niveles de vida.

El objetivo es resolver la crisis del capitalismo rebajando los niveles de vida de la clase obrera y ponerla a merced del Capital. Pero esto no funcionará. La burguesía se enfrentará a una explosión de la lucha de clases. El periodo en el que nos encontramos verá movimientos que involucran a millones. En el curso de estas luchas, las organizaciones de masas estarán bajo una intensa presión por parte de la burguesía y de la clase obrera. Esto resultará inevitablemente en una serie de crisis internas y escisiones. La formación de Die Linke en Alemania ya era una anticipación de un proceso que tendrá lugar en un país tras otro de Europa.

El sectarismo – un callejón sin salida

Todos los intentos de las sectas de construir «partidos revolucionarios» fantasmas fuera de las organizaciones de masas existentes están condenados a un fracaso ignominioso. Así se puso de manifiesto gráficamente en las recientes elecciones británicas, que indican un colapso total de los votos de los grupos sectarios aunque las condiciones para su éxito fueran aparentemente ideales.

En Grecia, país que se está moviendo rápidamente hacia una situación pre-revolucionaria, las masas han sido movilizadas a través de los sindicatos. Las mayores confederaciones tienen vínculos con el gobernante Partido Socialista, Pasok, mientras una minoría se inclina hacia el Partido Comunista de Grecia (KKE).

En la periferia del movimiento jóvenes frustrados lanzan piedras y cócteles molotov y atacan la propiedad. Como de costumbre, elementos anarquistas se aprovechan de esto para extender la confusión. La frustración de la juventud es comprensible, pero esos pequeños actos de violencia no llevan a ningún sitio. Hay peligros en esta situación. Si las organizaciones obreras no dan una dirección al movimiento, éste puede desembocar en terrorismo, que a su vez puede ser fácilmente manipulado por la fuerzas de seguridad del Estado e infiltrado por provocadores.

La impaciencia y la frustración son siempre malas consejeras. No podemos ir muy por delante de la clase obrera, debemos pasar por las experiencias pacientemente con ellos. Nuestra tarea es penetrar en las organizaciones de masas, las cuales serán sacudidas hasta los cimientos por la crisis. En cierta etapa la aparición de corrientes de izquierdas y centristas de masas es inevitable. Debemos establecer relacciones amistosas con esas corrientes y ayudarles a superar sus limitaciones, confusiones y vacilaciones, y ganarles para la política y programa del marxismo.

La consigna de la huelga general

En más de un país la idea de la huelga general está empezando a ocupar un papel central. Incluso se ha hablado de una huelga o día de acción en toda Europa. Pero lo que se ha propuesto no es una huelga general indefinida, sino una limitada de 24 horas o menos. Una huelga indefinida puede plantear la cuestión del poder, pero una huelga general de un día es una demostración de fuerza. Puede jugar un papel importante como medio de movilización de los trabajadores (incluso la de un día) y, si tiene éxito, puede ser un paso hacia delante para dar a los trabajadores una sensación de su poder, incrementando la militancia y aumentando la conciencia.

Sin embargo, también debemos entender que en muchas ocasiones los dirigentes sindicales han utilizado las huelgas generales de un día como válvula de seguridad –un método conveniente de expulsar vapor–. En Italia, en el pasado, los burócratas sindicales convocaron muchas huelgas generales de un día, de cuatro horas, de una hora, etc., con el fin de encauzar la combatividad de la base y desgastar a los trabajadores. En España, Grecia y Francia los líderes sindicales también han convocado huelgas generales, que permitieron a los trabajadores expresar su ira por unas pocas horas en las calles y después regresaron simplemente a «la situación de siempre».

Naturalmente, los marxistas agitan en favor de la huelga general como medio para movilizar al máximo número de trabajadores en lucha. Particularmente cuando no ha habido una huelga general en un periodo largo de tiempo, puede servir para dar a los trabajadores una sensación de poder y elevar su espíritu de lucha. Los marxistas harán uso de tales acciones para elevar la conciencia de clase y extender nuestra influencia y autoridad entre los trabajadores, empezando por los elementos más avanzados.

Sin embargo, nosotros no hacemos un fetiche de la idea de las huelgas generales, o las presentamos como una panacea. Esas tácticas sólo servirían para maleducar y confundir a los trabajadores más avanzados y a nuestros propios camaradas, especialmente los jóvenes. Cuando una huelga general de 24 horas ha tenido lugar se plantea la pregunta, ¿y ahora qué? ¿convocamos otra huelga general de 24 horas? ¿o un paro de dos días? Bajo ciertas condiciones, los capitalistas pueden hacer concesiones por la presión, pero incluso entonces, más tarde tomarán de vuelta con la mano derecha lo que dieron con la izquierda. Los incrementos salariales serán anulados por la inflacción, etc.

Además, en la situación actual, los capitalistas no están en condiciones de hacer concesiones serias y duraderas. Esta situación les obliga, bajo amenaza de extinción, a liquidar las concesiones que han hecho en los últimos 50 años. En tales circunstancias, la idea de que los trabajadores pueden «forzar» a los capitalistas en otra dirección mediante la presión de las masas es un espejismo. En esencia, solamente es una repetición de los viejos argumentos de los anarcosindicalistas antes de 1914, que miraban a la huelga general con el mismo tipo de reverencia con el que los fervientes católicos miran a la Inmaculada Concepción.

Trotsky respondió a esta falsa idea de antemano en un artículo escrito en 1931, cuando España estaba en medio de un movimiento huelguístico amplio. Escribió lo siguiente:

«En realidad, a pesar de las poderosas proporciones tomadas por la lucha, los factores subjetivos de la revolución –partido, organización de las masas, consignas– se hallan extraordinariamente retrasados con respecto a los objetivos del movimiento, y en este atraso consiste hoy el principal peligro».

«El desarrollo semiespontáneo de las huelgas, determinantes de sacrificios y derrotas, o que terminan en nada, constituye una etapa completamente inevitable de la revolución, un periodo de despertar de las masas, de su movilización y de su entrada en lucha. No hay que olvidar que en el movimiento toma parte no sólo la ‘élite’ de los obreros, sino toda su masa. Van a la huelga los obreros de las fábricas, pero asimismo los artesanos, los chóferes y panaderos, los obreros de la construcción y, finalmente, los jornaleros agrícolas. Los veteranos ejercitan sus músculos, los nuevos reclutas aprenden. A través de estas huelgas la clase empieza a sentirse clase».

«Sin embargo, lo que en la etapa actual constituye la fuerza del movimiento –su carácter espontáneo– puede convertirse mañana en su debilidad. Admitir que el movimiento siga en lo sucesivo librado a sí mismo, sin un programa claro, sin una dirección propia, significaría admitir una perspectiva sin esperanzas. No hay que olvidar que se trata nada menos que de la conquista del poder. Aun las huelgas más turbulentas, y con tanto mayor motivo esporádicas, no pueden resolver este problema«. (Leon Trotsky, La revolución española, enero de 1931. El énfasis es nuestro.)

La profundidad de la crisis actual pone en el orden del día una transformación fundamental de la sociedad. Medidas a medias no son útiles, y en el mejor de los casos, sólo pueden tener un efecto temporal. Pero, como Largo Caballero señaló en una ocasión, no se puede curar el cáncer con una aspirina, problemas drásticos requieren soluciones drásticas.

Es necesario un programa de transición

El nexo entre la crisis económica y la lucha de clases no es automático, como algunos sectarios ultraizquierdistas creen, sino dialéctico y contradictorio. Al principio las masas están en estado de choque, no pueden creer que la crisis sea tan grave. Seguro que si tomamos las medidas necesarias, aceptamos una reducción temporal del nivel de vida, ¿acaso no terminará todo bien?

Pero el tiempo pasa, y la crisis, lejos de resolverse, se vuelve cada vez más profunda, amenazando con destruir toda la estabilidad social. Las reformas y concesiones conquistadas durante más de medio siglo están bajo amenaza, y con ellas las condiciones semi-civilizadas de vida. Las masas corren el peligro de una destrucción sistemática de sus vidas. La clase media está en peligro de ruina. La sociedad está en peligro de desintegración y barbarie.

Bajo tales condiciones, el conservadurisno innato de los humanos es sacudido hasta los cimientos. La gente se ve obligada a reconsiderar sus creencias más apreciadas y sus dogmas más profundos y arraigados. Incluso las capas tradicionalmente más inertes y «apolíticas» comienzan a entrar en acción. Las cosas se empiezan a volver en su contrario.

Como Trotsky señalaba en la cita anterior, la única solución real para los problemas a los que se enfrenta la clase obrera es que el proletariado tome el poder en sus propias manos. Pero esta idea todavía no ha sido comprendida ni siquiera por los obreros más avanzados, no hablemos ya de la masa despolitizada de trabajadores. Serán necesarios grandes acontecimientos para convencerles de la necesidad de un cambio radical. Pero los acontecimientos ya están produciendo un choque tras otro. En el próximo periodo, la conciencia existente será sacudida hasta los cimientos, preparando el camino para una transformación revolucionaria.

Para ayudar a este desarrollo, es necesario elaborar un programa de consignas que nos permita pasar de A a B, partiendo de las condiciones y conciencia existentes. Lo que es necesario es un plan de acción serio. Este debe insistir en la idea central de la expropiación de los grandes bancos y monopolios, bajo control obrero, para un plan socialista de producción.

Ya vemos los comienzos del desarrollo de un ambiente anticapitalista, especialmente entre la juventud. En un tiempo en el que los gobiernos están pidiendo sacrificios a la gente mientras vierten dinero público en los bancos, estos están obteniendo grandes beneficios y los pluses a los banqueros han vuelto a alcanzar niveles récord. Mucha gente, por lo tanto, se está cuestionando el papel que han jugado los banqueros en esta crisis.

Lo que se necesita es una política socialista, una política de lucha para defender el empleo y las condiciones de vida. ¡Ni un sólo céntimo para los banqueros y los capitalistas! ¡Que los patrones paquen por su crisis! ¡Exigimos condiciones de vida y salarios dignos! Si los patrones no pueden garantizar estas cosas, ¡al infierno con ellos y su sistema! ¡Por la expropiación de los bancos y grandes monopolios bajo control y gestión de los trabajadores! ¡No a la Europa de los grandes bancos y los monopolios! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!

Los inicios de la revolución europea

Lo que vemos desplegándose ante nosotros no es la revolución griega, española o italiana, sino los primeras etapas de la revolución europea, que es un eslabón vital en la cadena de la revolución mundial. El sistema capitalista está en crisis en todas partes, es una crisis mundial del capitalismo. Es un proceso único e indisoluble, donde la turbulencia en una parte del mundo se comunica a su vez rápidamente a cualquier otra parte.

Lenin dijo una vez que la política es economía concentrada. La crisis económica al final se reflejará en las mentes de millones de hombres y mujeres, que verán que sus vidas se han vuelto patas arriba. Las viejas rutinas son violentamente alteradas, las viejas ideas y prejuicios desafiados a cada paso, las viejas instituciones sacudidas hasta los cimientos. Estas turbulencias universales pueden durar años, con cambios repentinos a la izquierda y a la derecha.

Las palabras de Leon Trotsky nunca han sido más pertinentes: «La situación política mundial en su conjunto se caracteriza principalmente por una crisis histórica de la dirección del proletariado».

En el pasado una situación prerrevolucionaria no duraría mucho tiempo. Sería rápidamente resuelta, bien por la victoria de la revolución o de la contrarrevolución. Pero ahora las cosas son diferentes. Por un lado, la burguesía no puede girar inmediatamente hacia la reacción. Por otro lado, la clase obrera esta siendo frenada por sus líderes.

Trotsky escribió en 1938:

«La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situación pre­-revolucionaria de la sociedad. El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía».

«En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocrático, conservador de su propia dirección». (El programa de transición.)

¡Estas líneas podrían haber sido escritas ayer! Pero el poder del aparato burocrático no es absoluto. Las organizaciones de masas están sujetas a las presiones de la sociedad. Los trabajadores volverán repetidamente a las viejas organizaciones tradicionales, por la simple razón de que no hay alternativa. Las pondrán en periodo de examen y nuevamente irán desprendiendo una capa tras otra de la vieja dirección. Este inevitable proceso de aprendizaje mediante aproximaciones sucesivas se expresará mediante el ascenso y la caída de líderes y corrientes.

Las ideas que defendemos no representan la conciencia actual de las masas, que tienen sus raíces en un pasado que ya se ha convertido en historia. Nuestras ideas son un fiel reflejo del presente y del futuro. Bajo el martillo de los acontecimientos, las masas aprenderán a distinguir entre lo que es verdadadero y lo que es falso. Habrá una serie de crisis y divisiones, de las que surgirá en última instancia una genuina tendencia revolucionaria de masas.

Los marxistas, quienes aspiran al liderazgo de la clase obrera, no tendrán escasez de posibilidades en el próximo periodo. Pero debemos asegurarnos de que en el periodo en el que hemos entrado, un periodo de guerra, revolución y contrarrevolución, construimos las fuerzas del marxismo. Debemos encontrar el camino hacia los trabajadores y la juventud, ganar nuevos partidarios, educar a los cuadros y juntar las fuerzas necesarias para construir una genuina Internacional Marxista de masas. No hay atajos, no hay otra manera.

Londres, 9 de Junio de 2010