“Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanecen en el aire, todo lo sagrado es profanado, y los hombres al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencias y sus relaciones recíprocas”. (Karl Marx, Manifiesto Comunista)
Las elecciones del domingo 12 de septiembre demostraron el hartazgo de la clase obrera y los trabajadores, por el sufrimiento y la degradación del trabajo y de la vida, que los empuja a la pobreza, la desocupación, sumado al flagelo de la pandemia.
Las facciones políticas, tanto de un lado como del otro de la llamada grieta, quedaron descolocadas por los resultados. La facción opositora de Juntos por el Cambio, sorprendida, no esperaba una votación como la que se dio el domingo que los colocó -de seguir esta tendencia en noviembre- con la oportunidad de arrebatarle al Frente de Todos la posibilidad de ser el bloque mayoritario en Diputados y tener quórum propio en el Senado. La estupefacción ante los resultados por parte de la dirigencia política deja en evidencia la desconexión con el proceso de las masas en las barriadas populares y en las fábricas.
Por el lado del Frente de Todos, mientras sus comunicadores anunciaban con bombos y platillos un triunfo a lo pirro, en realidad fueron golpeados por un voto castigo como respuesta a las políticas que llevan adelante que priorizan, en general, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la buena connivencia con el empresariado a costa de mayor miseria y pauperización de los de abajo. Aceptar el capitalismo implica aceptar sus reglas y eso incluye que los costos de la crisis terminan invariablemente sobre las mesas obreras. Vivimos en un país donde solo 1 de cada 4 chicos come todos los días.
Es en este marco que estas elecciones exhortan especial atención a los revolucionarios y las revolucionarias ya que reflejan, a su manera, el comienzo de una nueva fase de la lucha de clases en la Argentina.
En primer lugar, queremos señalar que no hubo un voto de derecha del electorado, o un giro político hacia la derecha por una parte de la población que se expresó en el voto a Juntos por el Cambio, como intentan instalar algunos de los comunicadores o analistas políticos. En todo caso hubo un desplome del voto al Frente de Todos.
Las palabras del presidente Alberto Fernández reconocen, no solo la derrota, sino además hace una interpretación de los resultados: «De los errores aprendemos”, “hay una demanda y a partir de mañana vamos a prestarle atención y resolver el problema que la gente nos plantea»; el mensaje de un sector de las trabajadoras/res fue claro y conciso ya que tomaron lo primero que tenían a mano expresando sin más, hasta acá llegamos.
Ahora bien ¿de qué se trata esta demanda que plantea Alberto Fernández?
La crisis capitalista del 2008 a escala planetaria representó un punto de inflexión en la economía mundial. El capitalismo pudo sortear tal crisis en la medida que la descargó sobre los Estados nacionales, que a su vez eclosionaron con una nueva oleada de crisis en 2010. Los mismos Estados que salieron al rescate de gigantes empresariales entraron en un proceso de quiebre. Si tan solo tomamos a la Argentina desde el inicio de la crisis mundial en 2008, el país vivió 5 recesiones y a partir del 2011, el nivel de actividad ha permanecido con una tendencia de estancamiento y descenso. Con una profundización impresionante en los últimos 5 años lo que implicó contrarreformas en la salud, el trabajo y la educación.
El macrismo durante su gobierno pudo transferir sobre las espaldas de la clase trabajadora, no solo un endeudamiento fenomenal a través de tomar préstamos con el FMI -que simplemente lo fugaron-, sino, además, en el Parlamento impuso la reforma previsional y en los hechos el comienzo de una reforma laboral tan preciada por el empresariado de todo color y tamaño.
El sufrimiento de los últimos años en sus cuerpos y nervios, determinó sin dudas el quite del apoyo a Fernández y Fernández por parte de los de abajo; la experiencia de los cuatro años de gobierno de Juntos por el Cambio, la devastación pergeñada del macrismo tampoco alcanzó para mantener contenidos a millones de laburantes. El gobierno creyó que con un 60% de vacunados con una dosis resultaría suficiente para plebiscitar un nuevo mandato del Frente de Todos. Pero la campaña de vacunación quedó deslucida por el hambre y por la falta de trabajo.
El IFE, la ayuda a las patronales con el REPRO, la política de “poner plata” en los bolsillos de los consumidores para “incentivar” el mercado interno a costa de una gigantesca emisión monetaria impuso sí o sí, un proceso inflacionario que no logran controlar ni bajar del 50% anual, triturando cualquier acuerdo paritario. Argentina tiene una economía débil, atrasada, sometida por el imperialismo y la burguesía nativa a la división internacional del trabajo e inserta en un mercado mundial que se enfrenta al problema de la inflación y la inestabilidad debido a que la clase dominante no tuvo más salida que arrojar baldazos de dinero a la situación cuando el colapso por la pandemia detonó la economía global.
Es claro que sólo la revolución socialista puede abrir un camino y poner fin a las crisis periódicas del capitalismo. Cualquier otro intento de “salida” al problema inflacionario implicará más ajuste a la clase trabajadora ya que el capitalismo en crisis no se puede gestionar de otra manera.
Honrar la deuda externa, en una economía desbastada por el macrismo y la pandemia, sumado a los buenos deberes de Fernández y Fernández, que pagaron millones de dólares a los acreedores externos es una espada de Damocles sobre las cabezas y bolsillos de las grandes mayorías.
¿Quién asume los magros resultados?
Existe un debate en las filas del Frente de Todos ¿Quiénes perdieron las elecciones: Alberto Fernández, Sergio Massa o Cristina Fernández?, los reproches van y vienen. Cristina Fernández saca cuentas en relación a las elecciones de Victoria Tolosa Paz en provincia de Buenos Aires que obtuvo el 33,60%, con el 97% de las mesas escrutadas.
Pareciera que se conservaría el núcleo duro que la votó en las Legislativas del 2017, cuando perdió contra Esteban Bullrich (Juntos por el Cambio), que obtuvo 42% de los votos, frente al 37% de CFK – que se presentó con el peronismo dividido-.
En realidad, todos los que conforman el Frente de Todos comenzaron un proceso de desagregación, no es un sector u otro el que “mantiene” los votos, el núcleo duro. Perdieron las elecciones porque las demandas de las mayorías quedan subsumidas a la gobernabilidad, a las instituciones de la democracia capitalista. Es en nombre de la gobernabilidad que ceden ante el Fondo Monetario Internacional y condicionaron el Presupuesto 2021 y el próximo a votar en el Parlamento correspondiente al 2022.
Sucumben ante las patronales alentando en nombre de la gobernabilidad y del crecimiento económico, una suerte de reforma laboral, combinando planes sociales y el exiguo salario patronal, que daría como resultado final un salario apenas por encima del Salario Mínimo Vital y Móvil (hoy en $29.160). Es en nombre de la gobernabilidad que no avanzan en un verdadero control de precios; ¡no se puede controlar lo que no se posee!, entonces deviene en su límite de clase y del programa capitalista que defienden y ya se sabe no se puede quedar bien con dios y con el diablo.
El Gobierno no retuvo la victoria de la elección de 2019
El Frente de Todos sufrió una derrota no solo en CABA y la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país, lo que lo sitúa en un lugar de debilidad rumbo a las generales de noviembre, también sumaba derrotas en Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
En Córdoba, el Frente de Todos salió tercero, sin chances de renovar la banca que posee en la Cámara alta.
En Santa Fe, el gobernador Omar Perotti, que jugó junto a Alberto Fernández, perdía por amplio margen ante Juntos por el Cambio.
Mendoza también fue una derrota para el Gobierno, aunque era cantada, al igual que en Corrientes y Jujuy, tres distritos comandados por mandatarios radicales.
Sin embargo, se dieron sorpresivas derrotas en La Pampa, Chubut, Chaco y en Santa Cruz. El Frente de Todos también cayó en Entre Ríos, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, Tierra del Fuego y San Luis.
Las provincias que ganó fueron Catamarca, Formosa, La Rioja, San Juan, Tucumán.
La gran patronal aprovecha este castigo de los trabajadores al Gobierno para arremeter contra los derechos laborales –ya presentaron un proyecto de Ley para eliminar las indemnizaciones- pero esto sólo podrá pararse con la organización de la clase obrera y los sectores populares organizados por la base, enfrentando más de las veces a los Jefes sindicales de las Centrales Obreras.
Sobre llovido mojado
Pasado el mediodía del miércoles y como producto de la crisis política abierta por los resultados de las PASO, una serie de ministros encabezados por el ministro del Interior “Wado” de Pedro pusieron a disposición del Ejecutivo Nacional sus renuncias, todos funcionarios del riñón de CFK. La crisis institucional refleja la crisis del régimen político que a su vez es impulsada por la descomunal crisis social. La crisis del capitalismo argentino inserto en la crisis mundial es orgánica.
Pareciera que con esta decisión política se “exacerban” las contradicciones dentro del Frente de Todos, y surge una nueva “grieta” que anunciaría mayor convulsión política en el país. Pareciera que las renuncias ponen en el campo del presidente Alberto Fernández la responsabilidad del caos económico y social tratando de esta manera “despegarse” del Ejecutivo en las políticas que fueron llevadas por el conjunto del gobierno.
Esta crisis política institucional que se suma, no oculta la miseria que reina en el país. La jugada kirchnerista de forzar cambios al interior del Gobierno se direcciona hacia intentar fortalecer la gobernabilidad ya que tienen plena conciencia que por el actual camino el Frente de Todos se resquebraja fuertemente como factor de mediación o contención y esto puede propiciar la irrupción de las masas en las calles. La advertencia de CFK en su discurso del 24 de marzo donde advirtió que el país puede volverse “imposible de gobernar” deja claro que ruptura de la gobernabilidad, por la irrupción de las masas, es una preocupación del arco político y el empresariado. El comunicado de Cristina Fernández publicado en el día de hoy va en ese sentido.
La izquierda
Los resultados anunciados por las y los dirigentes del FIT-U de unas excelentes elecciones, logrando un 6,23% en CABA y 5,1% en provincia de Buenos Aires, donde superó a Espert y Randazzo y con más de 20 puntos en Jujuy, con la esperanza de entrar al Congreso en noviembre.
La izquierda desde el 2011 oscila en un caudal de votos de 1 millón a 1. 2 millones, la distinción en el contexto actual es que, muy probablemente, consiga uno o dos escaños en la Cámara Baja y uno en la Cámara Alta de la mano de su candidato en Jujuy.
De todas formas, la campaña electoral montada por todas las variantes del FIT-U y los grupos que orbitan a su alrededor, expresa de manera vergonzosa una adaptación sin límites al régimen parlamentario. Las ideas de llegar a ser la tercera fuerza y la disputa por el lugar con Milei, sin contenido revolucionario alguno, muestra dos cosas, la falta por parte de los principales referentes del FIT-U de una política que exprese la lucha por la independencia política de los explotados y su cretinismo parlamentario.
Lejos de plantear que no hay solución dentro de los marcos de la democracia parlamentaria burguesa, que se sostiene en las relaciones de producción capitalista, la dirigencia del FIT-U se ubica como pata izquierda del régimen político. Dejando en evidencia que los resultados obtenidos por el Frente de Izquierda lejos de potenciar una alternativa revolucionaria fortalecerán aún más tal tendencia electoralista apuntalando su cristalización y reforzando su soldadura al Estado capitalista.
Las tareas de los revolucionarios y las revolucionarias
En el actual estado de situación, sostenemos que nos encontramos en presencia de un proceso de polarización de la sociedad. Lo que podemos observar hasta ahora es que el fenómeno, financiado por el departamento de Estado de Estados Unidos, del neofascista de Milei quedó acotado a la ciudad autónoma de Buenos Aires y recoge lo más rancio del macrismo que no se siente contenido en las alternativas lideradas por Horacio Larreta sumando también votos de los barrios pobres de la Ciudad de Buenos Aires donde el discurso agresivo contra la “casta política” conecta con la bronca contra la dirigencia política que recorre a un sector de la clase trabajadora y la juventud que no ve una salida.
De todas formas, los resultados del domingo pasado, se encuentran en los marcos de la profunda crisis de dirección del proletariado y en sintonía con esta afirmación, los explotados volvieron a recurrir a lo que tenían a mano para castigar las promesas incumplidas. Los doce años de la “década ganada” se encuentra demasiado lejos para las nuevas camadas de jóvenes obreros y obreras que quieren salir de la miseria.
Las trabajadoras y trabajadores necesitamos partir de las experiencias históricas de autoorganización, como las asambleas populares del 2001, para dar un paso adelante. Lo que debemos agitar desde la izquierda son consignas por el poder obrero, por la creación de organismos de poder en los barrios, fábricas, empresas, escuelas y universidades que representen de forma embrionaria un nuevo poder por fuera de la institucionalidad del Estado burgués.
La agitación por la autoorganización obrera se torna vital para coordinar la lucha y preparar la toma del poder.
Debemos ser claros: la crisis del régimen político no puede ser resuelta sobre la base del sistema actual y sus instituciones.
Hay que decir las cosas como son. No hay solución dentro de los marcos de la democracia parlamentaria burguesa diseñada para sostener inalterables las relaciones de producción capitalista. No necesitamos que una Asamblea Constituyente y soberana asuma el poder político, sino que necesitamos hacer avanzar a la clase trabajadora hacia la toma del poder para construir otra legalidad. La solución no es la introducción de una nueva forma de democracia burguesa, sino la eliminación radical del capitalismo, la toma del poder por parte de la clase trabajadora.
El Socialismo es la única salida al laberinto de la crisis permanente de los capitalistas. Necesitamos una Revolución.