En todas las culturas del mundo hay un alto significado representado en la figura maternal de la tierra, las lagunas, la luna, etc. Sin embargo fue durante el siglo XVII (reinado de los Wessex) en Inglaterra que comenzó la celebración de un día llama En todas las culturas del mundo hay un alto significado representado en la figura maternal de la tierra, las lagunas, la luna, etc. Sin embargo fue durante el siglo XVII (reinado de los Wessex) en Inglaterra que comenzó la celebración de un día llamado "servir de domingo" o "Domingo de Servir a la Madre" en el cual se honraba a las madres de Inglaterra, hasta los criados tenían permiso (y el día pagado) para ir a visitar a sus madres. De la misma manera el Presidente Woodrow Wilson (1914), proclama el día de la madre, en suelo Norteamericano, como una celebración actualizada del reinado de los Wessex. Posteriormente esta celebración ha sido llevada al resto de los países para convertirse en sinónimo de negocio y de lucro.

EL SENTIMIENTO DE CLASE

En toda revolución o proceso revolucionario, el papel de la madre trabajadora, ha jugado un rol protagónico y heroico.

En la historia de las luchas de nuestro pueblo, la participación de la madre obrera, campesina, indígena ha sido, y sigue siendo, la parte complementaria de toda la gran lección de heroicidad y valentía que nos han legado nuestros padres. En la parte más alta de honores a nuestros héroes populares, siguen flameando gloriosamente los nombres de Micaela Bastidas, Tomasa Titu Cusi, María Parado de Bellido entre muchas otras más. Todas, mujeres y madres combatientes de nuestro pueblo que lucharon al lado de sus compañeros e hijos en situaciones muchas veces adversas y arriesgadas. Todas lucharon consecuente, firme y decididamente por su pueblo. De la misma manera podríamos nombrar a muchas mujeres y madres heroicas y valientes de todos nuestros pueblos hermanos del mundo.

Existe en la literatura rusa una obra de Máximo Gorky titulada La madre novela que fue escrita cuando Gorky se encontraba exiliado en Estados Unidos (1907), la cual se convirtió en una influyente obra propagandística acerca del espíritu revolucionario de una anciana campesina. En la novela, Pavel el hijo, se implica con los revolucionarios comunistas mientras que ella, la madre, no quiere saber nada y se mantiene alejada de todo principio revolucionario. Los diferentes hechos irán transformando lentamente la conciencia política de la madre. Será la encarcelación de su hijo y la visión de la represión el determinante para que la madre evolucione de una manera “ideológica-sentimental” hacia las premisas revolucionarias democráticas de su hijo. En la versión cinematográfica de esta obra, la situación más impactante para el espectador confiere en la manifestación revolucionaria cuando la madre recoge la bandera caída y con lágrimas en los ojos continúa marchando hacia delante.

Muchas madres, al igual que en la novela de Gorky, hoy han optado resueltamente ser parte de las luchas de su pueblo. Como en el pasado, aquellas madres trabajadoras que ofrecieron ejemplos de sacrificio y estoicidad, en la actualidad las podemos encontrar en las luchas de nuestros pueblos como en Palestina, Irak, Argelia, México, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, Perú, etc. Todas sin excepción levantan las banderas caídas y marchan hacia adelante junto a su pueblo.

LA MUJER TRABAJADORA

Carlos Marx escribió en unas de sus obras cumbres que: “Por eso, el trabajo de las mujeres y los niños fue la primera palabra de la aplicación capitalista de la maquinaria. Este poderoso sustituto de trabajo y de obreros se transformó inmediatamente en un medio para aumentar el número de asalariados, colocando a todos los miembros de la familia obrera, sin distinción de sexo ni edad, bajo el dominio inmediato del capital. El trabajo forzado al servicio del capitalista usurpó no sólo el lugar de los juegos infantiles, sino también el trabajo libre dentro de la esfera doméstica, dentro de los límites morales, para la propia familia” (C. Marx, El Capital. Madrid, Akal Editor, 1976, Vol I, Tomo II, pág. 110).

El capitalismo termina destruyendo la familia, esa unidad biológica indispensable en la sociedad burguesa. Como el salario del hombre, sostén de la familia, resultaba insuficiente para cubrir las necesidades de la misma, la mujer se ve obligada a su vez a buscar trabajo remunerado. Año por año, día tras día, fue creciendo el número de mujeres pertenecientes a la clase trabajadora que abandonaban sus casas para ir a nutrir las filas de las fábricas, para trabajar como obreras, a veces como lavanderas o como criadas.

Hoy en día, desde las primeras horas de la mañana, la mujer trabajadora corre apresurada para llegar a su trabajo; por la noche vuelve precipitadamente a casa para preparar los alimentos y hacer los quehaceres domésticos indispensables. A la mañana siguiente, después de breves horas de sueño, comienza otra vez para la mujer su pesada carga. No puede, pues, sorprendernos, por tanto, el hecho de que, debido a estas condiciones de vida, se deshagan los lazos familiares y la familia se disuelva cada día más. Poco a poco va desapareciendo todo aquello que convertía a la familia en un todo sólido, todo aquello que constituía sus seguros cimientos, la familia es cada vez menos necesaria a sus propios miembros y al Estado. Las viejas formas familiares se convierten en un obstáculo.

LA NUEVA SOCIEDAD Y EL ROL DE LA MUJER

La familia patriarcal fue en otros tiempos considerada también como la única forma posible de familia, presidida por un padre-amo (reflejo de la sociedad de clases), cuya voluntad era ley para todos los demás miembros de la familia.

La mujer, en una nueva sociedad, en una Sociedad socialista, no dependerá de su marido, sino de sus propios esfuerzos que le proporcionarán el sustento. Se acabará con la incertidumbre sobre la suerte que puedan correr los hijos. El matrimonio se transformará (en la sociedad socialista) en la unión sublime de dos almas que se aman, que se profesen fe mutua; una unión de este tipo promete a toda trabajadora, a todo trabajador, la más completa felicidad, el máximo de satisfacción que les puede caber a criaturas conscientes de sí mismas y de la vida que les rodea.

En nombre de la igualdad, de la libertad y del amor, todas las mujeres trabajadoras y todos los hombres trabajadores, entreguémonos al trabajo de construir una sociedad humana socialista, para asegurar que cada persona tenga la felicidad a la cual tiene derecho. Construir el socialismo significa construir una gran familia universal de trabajadores, en la cual, hombres y mujeres, serán ante todo compañeros. Estas serán las relaciones entre hombres y mujeres en la nueva sociedad. Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del llamado amor libre, ennoblecido por una verdadera igualdad social entre compañeros, goces que son desconocidos en la sociedad comercial del régimen capitalista.

En éste día de homenaje a la madre, doy un saludo especial a las Madres de nuestros pueblos, a las Madres trabajadoras que con conciencia de clase proletaria vienen forjando los cimientos y las bases de nuestra libertad, de una nueva vida, de una nueva sociedad.

¡Viva la madre trabajadora!

¡Vivan los pobres del mundo!

¡Por una sociedad sin explotados ni explotadores!

¡Por el triunfo de la Revolución Socialista Mundial!