Los tambores de guerra de Washington están sonando con su melodía macabra de manera ruidosa, anunciando un inminente ataque de EE.UU. a Siria. En el Reino Unido, su fiel escudero, Cameron, se hace eco de buen grado de este llamamiento. Se espera que el Parlamento respalde la opción militar en una reunión de emergencia convocada para el Jueves 29 de agosto. La intervención imperialista directa marca un cambio fundamental en la situación de Siria después de que la espiral de guerra civil sectaria haya borrado el potencial revolucionario de las protestas contra el régimen que se desataron en enero de 2011 por los acontecimientos de la primavera árabe.
Atrapada en el mecanismo de una sangrienta guerra civil, la revolución ha sido despiadadamente empujada hacia atrás. La espiral sectaria fortaleció las garras del régimen de Assad sobre las minorías alauita y cristiana y la población urbana amenazada por la creciente ola de reacción fundamentalista sunita islámica dentro de la oposición. La reacción tomó el control en ambos lados.
Una vez que la oposición pasó de un movimiento de masas de la juventud contra el régimen opresivo a una lucha militar, las masas fueron relegadas a un segundo plano y la capacidad de la juventud revolucionaria de apelar a la masa de la población y romper la barrera de la división sectaria en líneas de clase se neutralizó. Por lo tanto, la cuestión de quién tenía acceso a armas, suministros, etc., se hizo cada vez más decisiva en el campo de la oposición, sentando el auge de la reacción negra en la forma de ejércitos yihadistas suníes, principalmente alrededor Jabhat Al-Nusra. Estos ejércitos, acompañados de mercenarios extranjeros, y alimentados por generosas donaciones y armamento de Qatar y de otros patrones del Golfo, fueron catapultados al frente de la batalla. Desde entonces, cualquier elemento revolucionario residual ha sido completamente marginado o aplastado.
Como advertimos en junio, el imperialismo de EE.UU. finalmente resolvió intensificar la intervención directa con el suministro de armas y entrenando al Ejército Libre de Siria en un intento desesperado por cambiar las relaciones de fuerzas dentro de la oposición y evitar que los yihadistas consolidaran su posición de liderazgo.
Este intento fue demasiado poco y llegó demasiado tarde. Obama fracasó miserablemente para ganar el respaldo del Congreso, mientras que la situación militar cambió rápidamente a favor del régimen de Assad, que está ganando claramente la guerra, forzando así al imperialismo de EE.UU. a precipitarse en una intervención más directa con el fin de reducir la velocidad y, finalmente, impedir la consolidación del avance militar del régimen sirio.
La clave para entender la situación actual reside precisamente en el giro dramático tomado por los acontecimientos en el campo de batalla de Siria.
¿Está utilizando el régimen de Assad armas químicas?
El miércoles 21 de agosto se supo la noticia de un ataque con gas sarín o algún otro agente químico que mató a cientos de civiles en una zona controlada por la oposición de Damasco. Casi inmediatamente (y en algunos casos incluso antes de que la supuesta agresión se produjera) vídeos que mostraban decenas de cadáveres y hospitales llenos de civiles sufriendo, especialmente niños, se publicaron en Internet afirmando que el ataque fue llevado a cabo por las fuerzas del gobierno.
La justificación para el anuncio del ataque de EE.UU. se basa en la supuesta «evidencia» montada en otro «dossier» fallido de la inteligencia de EE.UU. que culpaba al régimen de Assad de utilizar armas químicas contra la población civil.
El fin de semana pasado, el presidente de EEUU, Obama, reunió a su equipo de seguridad nacional conjunto y le ordenó que preparara un informe desclasificado para su publicación, antes de iniciar cualquier ataque militar. El lunes, el Secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, dijo que la evidencia «nos está gritando» que armas químicas fueron utilizadas en Siria, y que el uso de armas químicas por parte de Siria «debe conmover la conciencia del mundo».
Como se ha dicho muchas veces en los últimos meses por fuentes del gobierno de Estados Unidos, y reiterada por un asesor adjunto de seguridad nacional de Obama el 14 de junio, «el uso de armas químicas viola las normas internacionales y cruza las líneas rojas que han existido en la comunidad internacional desde hace décadas» – proporcionando así una excusa providencial para respaldar los planes para un ataque contra Siria.
No sabemos si hay alguna pizca de verdad en este «dossier». Las armas químicas son más probables que estén en manos tanto del ejército sirio como de las bandas armadas de la oposición. Si se utilizaron armas químicas en este ataque en particular, podría haber sido el resultado de un trágico error por parte del Ejército sirio, como algunos comentaristas han sugerido, o de un movimiento desesperado salido de control por parte de uno de las facciones de la oposición armada con el fin de provocar la intervención de EE.UU. -, o podría ser simplemente un hecho totalmente falso.
Pero, ciertamente, no hay interés en el establecimiento de la verdad, ni en el gobierno de los EE.UU. – que está buscando desesperadamente una excusa para intervenir – ni en las desmoralizadas fuerzas de la oposición armada, que ven la intervención de EE.UU. como la única forma de resucitar sus posibilidades de cambiar el curso de la guerra a su favor.
A quienes nutren sus esperanzas (como por desgracia parece ser el caso de la mayoría de los líderes de la izquierda internacional y del movimiento sindical) en que las Naciones Unidas podrían desempeñar un papel en impedir una escalada del conflicto, basta con repetir lo que dijimos en Junio:
«La ONU es una irrelevancia. La diplomacia ha sido dejada de lado por los acontecimientos del campo de batalla. Ahora la guerra lo decidirá todo».
Por otro lado, no podemos dejar de enfatizar lo suficiente que el régimen de Assad no necesita el uso de armas químicas para aplastar a sus oponentes – y de hecho sería una locura completa que lo hicieran para conceder a los EE.UU. un muy buscado pretexto para intervenir directamente en el conflicto.
El equilibrio de fuerzas en esta guerra ha cambiado de manera espectacular en los últimos meses y el ejército sirio ha demostrado ser muy capaz de dominar la capacidad armada de la oposición.
«En la guerra, la primera víctima es la verdad» – como dice la frase famosa atribuida a Esquilo – pero hasta teniendo en cuenta los bajos niveles de la propaganda de guerra, este caso parece ser una farsa completa.
Esta situación no puede sino recordarnos el «dossier» sobre el que George Bush y Tony Blair juraron solemnemente – y solemnemente mintieron – de que el régimen iraquí de Saddam Hussein estaba en posesión de «armas de destrucción masiva», lo que justificó la agresión que los EE.UU. llevaron en Irak en 2003.
¿Cuáles son los verdaderos objetivos del imperialismo de EE.UU.?
Pero la cuestión no es sólo si se han utilizado armas químicas o no y por quién. Después de más de 100.000 muertes en esta sangrienta guerra civil en Siria en los dos años pasados, el gobierno de EE.UU. se está volviendo repentinamente muy preocupado por el asesinato de mujeres, niños y civiles inocentes. ¿Cuántos han muerto antes de este supuesto ataque químico, gracias a las armas suministradas por las potencias imperialistas a uno u otro lado de esta sangrienta guerra de poder – Rusia e Irán en apoyo del régimen de Assad, y la alianza impía de EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Qatar y Arabia Saudita del otro lado?
El gran número de víctimas habla por sí mismo. ¿Importa que los niños sean ejecutados en las calles o frente a sus padres por matones reaccionarios por desafiar las reglas de las llamadas leyes islámicas, o que sean asesinados en uno de los numerosos bombardeos de barrios enteros llevados a cabo por los rebeldes (o por el ejército sirio) con armas «convencionales»? ¿Importa que familias enteras sean sitiadas y encerradas en un edificio para luego ser volado con dinamita como ocurrió en Jalidiya, sólo porque resultaron ser cristianos o alauitas? Es evidente que todo esto no es suficiente para «cruzar la línea roja» de la hipocresía imperialista.
¿Y serán capaces los misiles de crucero estadounidenses «inteligentes» de discriminar entre militares y civiles una vez que barran partes de las ciudades sirias en una bola de fuego? ¿Quién se hará cargo de las consecuencias de la destrucción de los suministros, de la infraestructura, la comunicación, la energía y el agua, y de las consecuencias devastadoras a largo plazo de un uso «quirúrgico» de las armas «convencionales» de destrucción masiva de los Estados Unidos (como los proyectiles de uranio empobrecido de las bombas que lanzaron sobre la ex Yugoslavia)? Serán los mismos niños y civiles que estos hipócritas malolientes reclaman defender.
¿Cómo podrán estos niños y civiles ser ayudados por una andanada de misiles de crucero que impacten sobre su país? Pero, sobre todo, ¿cuáles son los objetivos reales de la intervención imperialista?
El objetivo declarado de atacar los equipamientos militares del régimen sirio como una «advertencia para no usar armas químicas» es risible. Como lo es el pretexto de destruir los depósitos de armas químicas, como si el ejército sirio estuviera esperando pacientemente que los estrategas militares estadounidenses se hayan tomado su tiempo en los últimos meses, sin haber puesto en marcha medidas elementales para proteger sus reservas de armas y defender su capacidad militar operativa de los ataques aéreos.
Tal vez una visión del verdadero objetivo del ataque militar con que se amenaza podría ser dado por el siguiente comentario publicado el domingo pasado por el New York Times:
«Pero el gobierno de Obama debería resistir la tentación de intervenir con mayor fuerza en la guerra civil en Siria. Una victoria de cualquiera de una de las partes sería igualmente indeseable para los Estados Unidos.
«En este momento, un estancamiento prolongado es el único resultado que no sería perjudicial para los intereses estadounidenses.» (NYT, 25 de agosto)
El objetivo más plausible de la intervención de EE.UU. nos parece que sería el de afectar gravemente la capacidad del ejército sirio de aprovechar el impulso adquirido en su ofensiva contra los ejércitos de la oposición. Los estrategas militares estadounidenses estarían tratando de comprar algo de tiempo para que aquéllos puedan reorganizarse y volver a establecer una situación de estancamiento, donde la guerra continúe sin que ninguno de los oponentes sea capaz de ganar. Este escenario abriría la posibilidad de que los imperialistas maniobraran y llegaran a un acuerdo, a espaldas de las masas que sufren, a través de la diplomacia y de la llamada «conferencia de paz». ¡Así que adiós a los gritos de defender a los niños y civiles desarmados de la amenaza del monstruoso régimen de Assad!
Es un movimiento peligroso – e incluso desesperado – por parte del imperialismo de EE.UU., que puede ser ineficaz en el mejor de los casos y arrastrarlo a una participación directa mucho más profunda en el conflicto – tan temida por los estrategas militares de los Estados Unidos. La guerra siria ya tiene las características de una guerra de poder entre las importantes potencias imperialistas en la región.
Según algunas fuentes, el ejército ruso ya ha entregado avanzadas baterías de misiles S-300 tierra-aire a Assad, operadas por técnicos rusos. Cuáles serán las consecuencias de un ataque aéreo de EE.UU. que mate a soldados rusos, está abierto a la especulación. El ataque de EE.UU. puede ser lanzado desde cuatro destructores con misiles que la Marina de EE.UU. ha desplegado en la zona en los últimos días. Sin embargo, las opciones para el ataque de los EE.UU. a Siria incluyen las bases aéreas de varios países del Mediterráneo, Turquía entre ellos.
En parte, como respuesta a esto, Rusia, por primera vez en décadas, anunció el establecimiento de una presencia permanente en el Mediterráneo y ha desplazado varios grandes buques de desembarco, barcos de suministro y destructores en la zona.
A través de los medios de comunicación internacionales estamos presenciando el comienzo de una campaña de propaganda destinado a preparar a la «opinión pública» para una intervención militar directa por parte del imperialismo de EE.UU. y de sus socios menores.
Es un deber elemental de los revolucionarios a nivel internacional desenmascarar los verdaderos intereses del imperialismo y de oponerse a esta intervención, que no tiene nada que ver con consideraciones humanitarias. Las masas sirias son sólo los peones en un gran juego de ajedrez cínico de las potencias imperialistas.
El imperialismo no tiene nada que ofrecer al pueblo sirio y a las masas del Medio Oriente. Durante los últimos tres años, millones de personas salieron a las calles para exigir condiciones dignas de vida, trabajo, pan, dignidad, el fin de la corrupción y de regímenes represivos brutales. Las fuerzas revolucionarias han tenido éxito en el derrocamiento de algunos de estos regímenes odiados, pero hasta ahora han fracasado en derrocar el sistema creado por éstos y por las clases dominantes y del que se benefician. En algunos casos, como en Libia y Siria, este fracaso ha sido pagado con la guerra civil y la reacción sangrienta, y hemos visto que incluso las aspiraciones más básicas de las masas nunca pueden ser satisfechas dentro del sistema capitalista.
Nuestro llamamiento a la juventud y a la clase obrera siria, a pesar de las divisiones religiosas y étnicas, es no confiar en el imperialismo, ni en Assad ni en la oposición reaccionaria, sino prepararse y unirse a sus hermanos y hermanas y a las masas del Medio Oriente en la lucha común contra el capitalismo y la opresión imperialista. Más brotes revolucionarios se están preparando en toda la región y es aquí donde se encuentra el camino para la liberación de las masas del mundo árabe.