El compañero Jorge Sanmartino publicó hace unos semanas un interesante artículo titulado: “Haciendo historia” en el que trazaba el significado histórico y los desafíos que tiene por delante e El compañero Jorge Sanmartino publicó hace unos semanas un interesante artículo titulado: “Haciendo historia” en el que trazaba el significado histórico y los desafíos que tiene por delante el Movimiento por la Jornada Legal de 6 hs y Aumento de Salarios, tras su presentación pública el pasado 29 de octubre en la Federación de Box de Buenos Aires.
Como muy bien afirma Sanmartino al comienzo de su artículo: “Comienza a nacer una nueva bandera para la clase trabajadora. Sus implicancias son históricas”. Así debe ser, y desde El Militante nos unimos a los buenos deseos y augurios que mostraron todos los compañeros que asistieron y participaron en la presentación del Movimiento por las 6 hs.
Coincidimos con el compañero al subrayar el carácter político de este Movimiento. La reivindicación de la jornada laboral de 6hs rebasa su carácter específicamente “económico”, adoptando un carácter netamente “político” cuando se plantea como una reivindicación de conjunto para toda la clase trabajadora y su plasmación en ley. Lo es también porque parcialmente tiene un carácter transicional. Tomando como punto de partida la enorme desocupación existente y la sobreexplotación de los trabajadores ocupados, su implementación afectaría directamente intereses vitales de la clase dominante (“a las bases de la acumulación capitalista en nuestro país” J.S.) al reducir de manera importante la extracción de plusvalía por la disminución del tiempo de trabajo sin reducción salarial y, por lo tanto, los beneficios empresariales.
Afirma Jorge Sanmartino: “Llevando hasta el límite la lógica misma del capital los trabajadores exigen que cumpla su papel reproductor de la vida social…. Para reproducir y ampliar la capacidad de las masas laboriosas de acceder a su propia reproducción es imprescindible superar el mercado capitalista y la apropiación privada. De esta manera la lucha económica por la venta de la fuerza laboral se asume al mismo tiempo como lucha de clases política al exigir contra las “leyes naturales” del mercado, la eliminación del desempleo y la pobreza”. Si interpretamos esto correctamente, lo que se quiere decir es que bajo el capitalismo (bajo el dominio de “las ‘leyes naturales’ del mercado”) no es posible solucionar el problema de la desocupación. El pleno empleo (“la capacidad de las masas laboriosas de acceder a su propia reproducción” J.S.) está indisolublemente vinculado, por lo tanto, con la superación del capitalismo (“el mercado capitalista y la apropiación privada” J.S.).
De esta manera, el carácter transicional de esta consigna permite establecer una conexión entre las actuales condiciones de vida y trabajo de millones de obreros ocupados y desocupados con la necesidad de reorganizar la sociedad sobre bases socialistas; es decir, con la necesidad de expropiar la propiedad de los capitalistas y la planificación en común de las fuerzas productivas bajo el control de los propios trabajadores.
Como correctamente señala el compañero Sanmartino, una de las virtudes de esta consigna es que permite unificar los reclamos e intereses de los obreros ocupados y desocupados: trabajar menos para trabajar todos, con un salario decente.
Asimismo, el compañero nos ofrece en su artículo toda una serie de datos y cifras que resultan muy útiles para denunciar cómo la actual etapa de auge económico en la Argentina tiene como base la más despiadada explotación de la clase trabajadora ocupada a manos de los capitalistas nacionales y extranjeros con salarios bajos, empleo precario y largas jornadas de trabajo. Este aumento de la tasa de explotación se verifica tanto con un aumento de la extracción de plusvalía absoluta (con igual salario, trabajando más horas) como de plusvalía relativa (con igual salario y jornada de trabajo, trabajando a un ritmo mayor).
Como afirma Sanmartino, “La lucha por el reparto del tiempo del trabajo y el salario están hoy en el centro de las cuestiones candentes para la clase trabajadora e impugnan de conjunto el seguidismo político que el populismo hace del gobierno actual”. Es a la luz de esta realidad como debemos enfocar las tareas y los objetivos del Movimiento por la jornada legal de 6 horas.
Lo que propone el compañero Sanmartino
El compañero Sanmartino también establece una serie de conclusiones a lo largo de su artículo sobre las que merece la pena detenerse debido a las implicaciones políticas, teóricas y prácticas que se derivan de las mismas.
Una de las tesis principales que parece deducirse del artículo del compañero es que “la crisis y la reestructuración del capital” en Argentina y la enorme tasa de desempleo existente han conducido a una crisis histórica del sindicalismo y propone un replanteo de la lucha reivindicativa del movimiento obrero:
“Los sindicatos se encuentran debilitados entre otras cosas porque la reestructuración del capital está neutralizando la capacidad característica de la función sindical, la huelga reivindicativa. El sindicalismo encuentra su fuerza vital en la abstención del trabajo. Si se caracteriza por retirar la fuerza laboral y allí encuentra su poder, el ejército de reserva le impide ejercerlo. Porque el ausentismo del puesto de trabajo encuentra una abundante mano de obra disponible para reemplazar la fuerza laboral activa y sindicalizada. Las burocracias sindicales corrompidas y agentes del capital han respondido asociándose directamente a la explotación de la clase trabajadora o al poder gubernamental esperando alguna migaja. El resultado ha sido la impotencia y decadencia de los sindicatos como instrumentos de lucha, y los líderes sindicales están al tope del ranking del desprestigio social.”
Así, según Sanmartino, la lucha por las reivindicaciones más elementales en cuestión de salarios y otras mejoras de los trabajadores de empresas o ramas productivas individuales encuentran actualmente limitaciones objetivas muy grandes (“la reestructuración del capital está neutralizando la capacidad característica de la función sindical, la huelga reivindicativa”. J.S.) debido al desempleo de masas que actúa como un látigo que amedrenta a los trabajadores, debilitando la acción huelguística ya que los patrones se encuentran más fuertes para resistir los reclamos de los trabajadores. Y aunque Sanmartino reconoce que todo esto se ve agravado por la nefasta conducción de la burocracia sindical, según él tampoco una dirección más combativa o de izquierda al frente de los sindicatos puede cambiar esta situación:
“Sin embargo, las nuevas direcciones que han surgido o que puedan surgir en el futuro se verán sometidas a la misma disyuntiva de superar el marco restringido del conflicto por empresa o rama de producción, de superar los viejos métodos corporativos para confluir en un movimiento de carácter político que apunte al conjunto de la reproducción capitalista. Los sectores de oposición e incluso gran parte de la izquierda no han terminado de comprender en toda su magnitud las nuevas tareas que impone la nueva configuración de las relaciones sociales.”
Así, según Sanmartino de ahora en más las tareas que tienen por delante los trabajadores no pasa por la lucha económica empresa por empresa o sector por sector (son “viejos métodos corporativos”, J.S.) sino por la lucha política que aglutine reivindicaciones de conjunto de la clase obrera que afecten a las bases mismas de la economía capitalista (“que apunte al conjunto de la reproducción capitalista” J.S.).
Y concluye: “El movimiento [de las 6 horas] no rechaza las demandas elementales que los trabajadores exigen cotidianamente. No rechaza tampoco la acción sindical para alcanzarlas. Por el contrario, las estructura como parte de una lucha política de clases nacional. En la Argentina dependiente del siglo XXI la separación entre el programa mínimo y el máximo es más pernicioso y más utópico aún que en la época más o menos apacible del reformismo socialdemócrata que transformó la práctica oportunista y reformista en concepción teórica acabada.”
Antes de dar nuestros puntos de vista sobre lo que plantea el compañero, querríamos deshacer un equívoco. Sanmartino define como “corporativo” el carácter de toda lucha gremial o sindical por reivindicaciones básicas en el marco de una empresa o rama productiva aislada. Creemos que aquí la palabra “corporativo” está mal empleada. Una acción “corporativa” es aquella que moviliza a un sector de los trabajadores por reivindicaciones propias o exigiendo privilegios exclusivos, sacrificando o perjudicando los intereses de conjunto del resto de los trabajadores en una empresa, en una rama productiva o a nivel nacional. Es decir, una determinada acción gremial puede tener un carácter “corporativo”, pero no toda acción gremial es en sí misma corporativa. Si se quiere decir que normalmente las luchas gremiales a nivel de empresa o de rama productiva buscan satisfacer intereses propios de los trabajadores implicados en la lucha (ya sea aumento de salarios, oponerse a despidos, o pedir una reducción de la jornada laboral), esto no tiene nada de “corporativo”, son acciones progresivas que cualquier luchador obrero debe apoyar incondicionalmente, que no es el caso de las acciones “corporativas”.
Consignas económicas y consignas de transición
Estamos de acuerdo con Sanmartino en que es la obligación de todo socialista genuino, de todo marxista, vincular la demanda más básica con la necesidad de la lucha por el socialismo, particularmente en el contexto de una crisis estructural del capitalismo que ha conducido a la mayoría de los trabajadores de nuestro país a unas condiciones de pobreza y miseria desconocidas en las últimas décadas. Esta es la manera correcta de elevar el nivel de conciencia de los trabajadores, haciendo especial insistencia en que ninguna conquista es eterna y que, según la correlación de fuerzas entre las clases, lo que los capitalistas nos dan con una mano mañana nos lo quitarán con la otra, que la única garantía de mantener nuestras conquistas y de hacerlas avanzar indefinidamente es con la transformación socialista de la sociedad.
Ahora bien, una cosa es que los marxistas estemos obligados a establecer en nuestra propaganda una conexión entre las luchas por reivindicaciones inmediatas a nivel de empresa, de sector o nacional con la necesidad de luchar por el socialismo. Y otra cosa muy diferente es, como parece decir Sanmartino, que la situación del capitalismo argentino condena a una derrota casi segura a estas luchas renunciando a ellas de antemano, por lo que debemos agitar primordialmente por reivindicaciones más generales que unan al conjunto de la clase obrera del país y que apunten a las bases mismas del sistema capitalista. En esto no estamos de acuerdo, si es lo que realmente quiere decir el compañero.
Precisamente, porque la inmensa mayoría de los trabajadores argentinos todavía no están convencidos de la necesidad del socialismo sino en buscar una salida dentro de los márgenes del capitalismo, es por lo que tenemos que hacer especial insistencia en la necesidad de librar la más amplia lucha por sus necesidades básicas más inmediatas, si queremos conectar con su experiencia y su nivel de conciencia actual. Esta es la única manera de ponerlos en movimiento para hacerles ver, sobre la base de su experiencia, los límites que tiene el capitalismo para satisfacer dichas demandas. Por supuesto que es nuestra obligación, en el curso de cualquier lucha, plantear consignas de transición al socialismo, pero el énfasis en las consignas hay que ponerlo en primer lugar en aquellas que más y mejor puedan conectar y movilizar a la mayor cantidad de trabajadores, que suelen ser en primera instancia consignas meramente económicas pero que, según las circunstancias y desarrollo de las luchas, también pueden desarrollarse hasta adquirir un carácter transicional o abiertamente socialista.
Las luchas obreras y el ciclo económico
Es verdad que el desempleo de masas, en el contexto de una aguda crisis económica prolongada, tiene el efecto de paralizar y dificultar la lucha reivindicativa de los trabajadores ocupados. En la medida que la actual fase de desarrollo capitalista en nuestro país y otras partes ha creado una situación de desempleo y subempleo de masas permanente, eso parece dar pie al compañero Sanmartino para vaticinar la decadencia de la lucha sindical. Sin embargo, esta situación no es nueva en la historia del capitalismo lo que no impidió a los sindicatos jugar un papel en las luchas de los trabajadores incluso en esas mismas situaciones.
Creemos que Sanmartino comete un error y es dar por estática y fija una realidad que es siempre cambiante. Pero no debemos olvidar que los trabajadores no son solamente un sujeto pasivo dentro de la estructura económica capitalista, también son un sujeto activo, y el paso de una situación a otra está gobernado por las leyes de la dialéctica. Los trabajadores pueden tolerar durante un tiempo (particularmente en las situaciones más desfavorables) retrocesos en sus condiciones de trabajo. Pero esa “tolerancia” tiene el efecto de ir acumulando bronca, rabia y frustración hasta que llega un punto en que los trabajadores dicen que ya es suficiente y toda la situación se vuelve en su contrario. A esto no es ajeno la coyuntura particular del ciclo económico capitalista.
Nosotros no compartimos las posiciones de los ultraizquierdistas que piensan que sólo las crisis económicas y las recesiones estimulan las luchas obreras y la revolución, y que temen el reanimamiento económico porque, según ellos, eso da confianza a los trabajadores en el capitalismo. En el polo opuesto, los reformistas y socialdemócratas sólo destacan la curva ascendente del ciclo económico, el mejoramiento de la economía, para insistir en que no es necesaria la revolución porque el capitalismo es capaz de resolver todos nuestros problemas.
Los marxistas vemos todo el proceso en su conjunto. No es el auge económico o la crisis económica en sí y por sí mismos los que actúan como motor o paralizante de las luchas obreras, sino que dialécticamente son los cambios de coyuntura, de “boom” a recesión o de recesión a “boom”, los que actúan de estímulo en las luchas de los trabajadores. Y cuanto más agudo es el cambio de una coyuntura a otra más rápido es el cambio en el ánimo de los trabajadores.
La realidad es que la coyuntura económica puede tener efectos diferentes según la situación particular del movimiento obrero y de sus experiencias pasadas. Es evidente que un período prolongado de desarrollo de las fuerzas productivas y de avances sociales hace retroceder las luchas de los trabajadores y les inculca cierta confianza en el capitalismo. Pero también es verdad que un período prolongado de derrotas económicas, crisis y recesión siempre tiene un efecto depresor en las luchas de los trabajadores.
La historia demuestra que las crisis económicas que se producen después de un período prolongado de auge económico actúan como un revulsivo para las luchas de los trabajadores, pero también que después de importantes derrotas políticas o económicas, el advenimiento de una crisis económica fuerte tiene un efecto paralizante. En cambio, tras años de derrotas y retrocesos un mejoramiento de la economía actúa siempre como un acicate para las luchas obreras.
Por ejemplo, tras la derrota de la revolución rusa de 1905, el advenimiento de una profunda crisis económica jugó el papel de paralizar las luchas de los trabajadores rusos. No fue sino hasta el auge económico de 1912 cuando el movimiento obrero ruso se recuperó de dichas derrotas adquiriendo un carácter claramente revolucionario. En los EEUU la gran depresión de 1929 llevó a una parálisis completa del movimiento obrero, en una situación donde cerca del 50% de los trabajadores estaban desempleados. Sólo fue a partir de 1933 cuando la economía empezó a recuperarse que vimos el despertar impetuoso del movimiento obrero norteamericano (a pesar de que todavía existía un desempleo masivo) que culminó con una poderosa escisión en el sindicato AFL, dando origen al CIO, una central sindical que dirigió luchas impresionantes y cuyos dirigentes llegaron a usar una fraseología muy radical. Ese proceso de radicalización de la clase obrera norteamericana fue cortado por la 2ª Guerra Mundial.
En la Argentina, el movimiento revolucionario de los 70 fue preparado por una larga etapa previa de auge económico de 30 años y que llegó a su punto más álgido en 1973-75 coincidiendo con la entrada en escena de la recesión económica internacional y en nuestro país junto a las subas desbocadas de precios que la siguieron.
De la misma manera, la serie de derrotas económicas de los trabajadores argentinos desde fines de los 80 hasta fines de los años 90, hizo que la depresión económica de principios del 2002 paralizara todavía más la lucha del movimiento obrero.
Con todo esto no queremos decir que el desarrollo de la conciencia de los trabajadores sea moldeada exclusivamente por la coyuntura económica. No somos deterministas económicos absolutos. Existen otros factores políticos y sociales que influyen y actúan a favor y en contra: crisis políticas, guerras, represiones policiales, acontecimientos internacionales, y muy particularmente el papel de las direcciones del movimiento obrero en cada etapa particular. Definir en cada momento cuáles son los factores principales que están actuando y de qué modo están influyendo es una de las tareas principales que debemos encarar y no admite esquemas ni análisis abstractos.
En la situación actual argentina no hay ninguna duda de que la actual coyuntura favorable en la actividad económica, a pesar de todas sus limitaciones, está jugando un papel muy positivo en la recomposición de las fuerzas de la clase obrera y en el aumento de su confianza en sí misma después de años de retrocesos. Un cierto aumento de la ocupación y de los negocios capitalistas hacen ver a los trabajadores que existen mejores condiciones para exigir reclamos salariales y laborales.
Y la realidad concreta es que cualquiera que mire sin prejuicios la situación del movimiento obrero argentino debe concluir que asistimos a una innegable recuperación del movimiento reivindicativo de los trabajadores. Mientras que el año 2003 conoció la actividad reivindicativa más baja del movimiento obrero argentino desde la caída de la dictadura con un promedio de 12 huelgas mensuales, las últimas estadísticas revelan que el promedio de huelgas en estos momentos es de 30 al mes, 2,5 veces más que el año pasado.
La realidad concreta también contradice algunas de las afirmaciones de Sanmartino sobre que “el desempleo de masas ha inhibido la lucha por la recomposición salarial”. Parcialmente esto fue verdad en los últimos años, pero de ninguna manera es la realidad que se percibe hoy día. La inmensa mayoría de las demandas que están motorizando esta lucha reivindicativa son los aumentos salariales, empresa por empresa y sector por sector, obteniéndose avances en esta materia de manera generalizada por primera vez en más de una década. Las luchas de los trabajadores estatales y docentes (que han alcanzado una extensión geográfica, una duración y una combatividad no vista en años), de los telefónicos, ferroviarios, camioneros, recolectores de residuos, bancarios, trabajadores de la salud y tantos otros, así lo demuestran, unificando a los trabajadores por empresa y por sector en todo el país.
La burguesía, que es consciente de lo que se avecina, tuvo que tolerar que el gobierno de Kirchner concediera por decreto aumentos salariales de $250 a los privados “en blanco” para anticiparse y limitar las inevitables luchas de los trabajadores por la recomposición salarial. Pero esta acción “desde arriba”, no sólo no ha paralizado a los trabajadores sino que lanzó a la lucha a todos aquellos sectores que no se beneficiaron de la misma (caso de estatales y docentes) o cuyos patrones se negaron a implementar dichas subas.
Luego, incluso coexistiendo con un desempleo de masas, se demuestra que sí son posibles las luchas por demandas básicas, cuando se da una coyuntura alcista de la economía después de años de retrocesos, e independientemente de las direcciones circunstanciales del movimiento. Es más, los trabajadores están obligando a muchos de estos burócratas sindicales a ponerse a la cabeza de estas luchas.
¿Está condenado el sindicalismo a la decadencia?
El otro dato relevante que nos da la realidad es que todas estas luchas reivindicativas han sido canalizadas a través de los sindicatos, comisiones internas y cuerpos de delegados.
Nosotros no compartimos la opinión del compañero Sanmartino y de otros dentro de la izquierda que insisten en que los sindicatos de ahora en más están perdiendo relevancia y de que están surgiendo “nuevas estructuras”. Pero la realidad es que no vemos “nuevas estructuras”, ni dentro de las empresas ni por afuera de ellas, que hayan podido desafiar el papel de los sindicatos ni de las estructuras sindicales en la organización y desarrollo de todas estas luchas.
Esto no es difícil de comprender. Cuando un trabajador o un grupo de trabajadores se ve en la necesidad de hacer un reclamo inevitablemente tiende a planteárselo primero al delegado sindical de su empresa o al sindicato ¿A dónde va a ir, si no? Si el delegado sindical no despierta mucha confianza en los trabajadores, entonces acudirán a los compañeros de trabajo en los que más confíen o en el activista que consideren más combativo o decidido (sea o no activo políticamente). Salvo en situaciones muy excepcionales, si la bronca está suficientemente extendida los trabajadores puede eventualmente organizar algún tipo de “comité” al margen de los delegados sindicales (y como tales excepciones hay que contemplarlas). Pero incluso en esas situaciones la conclusión que suelen sacar los trabajadores es la necesidad de cambiar de dirigentes sindicales. Lo que suele suceder normalmente es que el delegado sindical, de buena o mala gana, se ve obligado a actuar de interlocutor ante el patrón.
Para no perder completamente el control sobre los trabajadores, estos mismos burócratas se verán obligados a encabezar luchas, mejor o peor organizadas, como de hecho está sucediendo. Los trabajadores de esta manera reencuentran la utilidad del sindicato, particularmente si la lucha se da en diferentes lugares de trabajo de la misma empresa o de la misma rama o sector. Inevitablemente, se hacen conscientes de que el sindicato es el único instrumento que puede coordinar en común y reunir en la lucha a trabajadores de diferentes centros o lugares de trabajo a nivel local, provincial o nacional. El trabajador es por naturaleza de carácter práctico. No puede improvisar sobre la marcha nuevas estructuras y organizaciones de la nada. Se ve obligado a utilizar y, llegado el caso, transformar los instrumentos y herramientas que tiene a mano. Por esa razón no puede prescindir de los sindicatos, a pesar de la degeneración burocrática actual de la inmensa mayoría de sus dirigentes.
De toda esta experiencia es de la que los trabajadores comienzan a sacar la conclusión de que necesitan otros delegados sindicales que los representen, animando y estimulando a los elementos más luchadores a que se presenten a las elecciones de delegados, creando condiciones para el inicio de un cambio molecular en el seno de las estructuras sindicales en el interior de las empresas. De la experiencia y del contacto entre sí de estos nuevos activistas sindicales de diferentes empresas o ramas, es de donde nace la necesidad de cambiar también las estructuras sindicales por afuera de las empresas; es decir, de la necesidad de cambiar las direcciones sindicales.
El sindicalismo, la lucha por reivindicaciones económicas, no sólo no está en declive sino que de ahora en más va a jugar un rol protagónico cada vez mayor. Asistiremos a imponentes conflictos sindicales, luchas económicas ofensivas y defensivas que implicarán a una cantidad mayor de trabajadores. En la medida que el actual boom económico alcista se prolongue durante un tiempo esto se verá con mayor nitidez. De hecho, dada la situación actual de la clase obrera argentina esto no sería una mala cosa. Fortalecerá las luchas de los trabajadores, los reunirá y agrupará en torno a demandas concretas, empresa por empresa y sector por sector, no solamente en luchas locales, sino también en luchas nacionales. La incorporación de nuevos efectivos en las fábricas y empresas fortalecerá numéricamente a la clase trabajadora y la encontrará en una situación infinitamente mejor, psicológica y socialmente, cuando se produzca la inevitable entrada en la próxima recesión económica.
Surgirán nuevos líderes naturales y movimientos de oposición que estarán en condiciones de barrer a la vieja burocracia sindical, en cada cuerpo de delegado y sindicato. La incertidumbre producida por cambios bruscos y rápidos de “boom” a recesión, y viceversa, la conquista y la pérdida repentina de mejoras laborales estimularán el pensamiento crítico de los trabajadores, los ayudará a generalizar sus experiencias, creando las condiciones para abrirse a ideas radicales y revolucionarias. En esas condiciones, una corriente sindical socialista y de izquierda podría encontrar rápidamente un eco poderosísimo en las bases de los sindicatos y las empresas.
Las tareas del Movimiento por las 6 horas en los sindicatos
Es por esta razón de que, a diferencia de lo que parece plantear el compañero Sanmartino, en nuestra modesta opinión, la tarea fundamental a la que debería estar abocado el Movimiento por las 6 horas sería dedicar una atención preferente al movimiento sindical, organizando una corriente sindical de oposición a nivel nacional en el seno de la CGT y la CTA, aspecto que se deriva directamente de esta situación que describimos.
Esta corriente sindical debe tener como fin aglutinar en un frente único a todos los activistas sindicales combativos y luchadores para desarrollar esta tarea (desalojar a los burócratas sindicales de las estructuras sindicales de las empresas y los sindicatos), compartiendo experiencias y acelerando este proceso. Las bases para que esta corriente se desarrolle con éxito son enormes: millones de trabajadores organizados y sin organizar en los que reina un malestar profundo por sus condiciones de trabajo, por sus bajos salarios y por los pésimos dirigentes que tienen.
Debemos explicar que una corriente nacional sindical de oposición dentro de la CGT y la CTA, cualquiera que fuese su nombre o denominación, que actúe como un solo puño en los conflictos obreros, que dispute bajo ese solo nombre internamente a la burocracia; que pelee por la unificación de las luchas por rama (docentes, transporte, etc.), que presente listas unificadas de oposición a las comisiones internas y Cuerpos de Delegados, etc. encontraría un eco y una simpatía enorme, no solo en los activistas y militantes, sino en cientos de miles de trabajadores.
Esta corriente sindical podría acumular una correlación de fuerzas favorable, participando como tal en todas las movilizaciones, paros y conflictos, para la generación de una alternativa propia a los trabajadores. Debemos explicar que allá donde los activistas combativos tengamos posiciones dirigentes estaremos en las mejores condiciones para demostrar, no en palabras sino en los hechos, la corrección de nuestras ideas y tácticas de lucha. De esta manera ganaríamos la confianza de un número creciente de trabajadores en el seno de las empresas y sindicatos.
La presentación de listas opositoras en las elecciones de gremios como Gráficos, Ctera, Alimentación, SUTEBA’s, Amsafe, SUBTE, Astilleros Río Santiago, ferroviarios, etc donde la izquierda se ha presentado unida junto a otros activistas obteniendo victorias en unos casos y modestos éxitos en otros, nos señala el camino. Pero no se debe circunscribir la agitación al mero armado de una lista opositora semanas antes de las elecciones gremiales. Siguiendo el ejemplo del SUBTE, debemos organizar una plataforma permanente que agite en las empresas, que edite volantes regularmente, que organice luchas allá donde tenga posiciones dirigentes.
Que la izquierda (y el Movimiento de las 6 horas en particular) sea capaz de aprovechar esta situación dependerá de su capacidad para practicar una audaz política de “frente único” en el terreno sindical para emerger como un polo de referencia en las luchas de los trabajadores.
La experiencia internacional
El movimiento obrero es internacional o no es nada. Para poder vislumbrar cuál es la realidad en nuestro país (igual que en la economía o la política) es necesario mirar más allá de nuestras fronteras y estudiar la manera en que se está expresando la clase obrera de los otros países. Argentina no tiene una estructura económica capitalista sustancialmente diferente a la de los países de nuestro entorno, ni la clase obrera argentina sufrió cambios en su estructura radicalmente diferentes a de éstos mismos. Y sin embargo, miremos donde miremos podemos apreciar que, tanto en América Latina como en el resto del mundo, la clase trabajadora ha empezado a ejercitar sus músculos y a hacer sentir todo su peso social con enormes luchas en un país tras otro.
Lo más característico de todo esto es que, sin excepciones, todas estas luchas han visto el poderoso resurgir de las organizaciones sindicales de los trabajadores, a pesar de todas las derrotas del pasado. En Bolivia, Colombia, Chile, Uruguay, Venezuela, Perú hemos visto desatarse procesos de Huelgas Generales o luchas revolucionarias como no se veían en décadas. También ha habido luchas sindicales en sectores productivos específicos muy importantes en México, Costa Rica, República Dominicana, Brasil, etc.
Pero no sólo ha sido América Latina. En África ha habido este año huelgas generales en dos de los países más industrializados del continente como son Sudáfrica y Nigeria. En Asia se han producido huelgas generales en India, y a menor escala en Corea del Sur o Líbano. Europa ha conocido en los últimos dos años las luchas sindicales más importantes de los últimos 20 años con huelgas generales en Italia, España, Grecia, Austria y tormentosas luchas industriales en Francia, Alemania y, en menor medida, Portugal, Gran Bretaña y otros países.
Alguien podría decir que si los ejemplos nombrados se circunscribieran a uno o dos países quizás podríamos convenir en que se trataría de una casualidad. Pero cuando el mismo fenómeno se repite en un país tras otro, en un continente tras otro, en un espacio de tiempo casi simultáneo, entonces no estamos hablando de una casualidad, sino de una tendencia general. Y esta tendencia general nos está diciendo que no importa cuántas derrotas haya acumulado tras de sí la clase obrera en un país tras otro, no importa a qué nivel de degeneración hayan llegado en el pasado las antiguas direcciones burocráticas de los sindicatos; cuando la clase obrera se mueve, indefectiblemente, siempre tiende a hacerlo y a expresarse a través de sus organizaciones tradicionales de masas, comenzando por los sindicatos. En este sentido, Argentina no es una excepción y los activistas sindicales y de izquierda debemos tener muy en cuenta esto para evitar que los acontecimientos en nuestro país nos tomen de improviso.
¿Una “nueva estructura de clase”?
El compañero Sanmartino nos habla del surgimiento de una “nueva estructura de clase” en Argentina como consecuencia de la reestructuración del capital. Imaginamos que el compañero se refiere a que la crisis económica padecida y la huida masiva del capital de nuestro país en los últimos años, unido a la pérdida de conquistas básicas ha provocado cambios importantes en las condiciones de trabajo del obrero argentino. Eso es una realidad. Actualmente, el 48% de los trabajadores trabaja “en negro” y un 15% de los que trabajan “en blanco” están subocupados. Esto refleja la envergadura del retroceso sufrido por la clase obrera argentina.
Sin embargo, debemos hacer una puntualización. Estas condiciones no son una novedad histórica. En el período anterior a la década del 40, en nuestro país y a nivel internacional, eran precisamente éstas las condiciones laborales de amplísimos sectores de la clase obrera, lo que no impidieron luchas muy combativas y revolucionarias y el desarrollo y fortalecimiento de la lucha sindical y política de los trabajadores.
El compañero plantea que, en paralelo a la decadencia de los sindicatos, están surgiendo nuevos actores y nuevas estructuras organizativas que expresan la nueva realidad del movimiento obrero en nuestro país y “una nueva conciencia de clase”. Y así cita la experiencia de las fábricas recuperadas en el caso de Zanón, el movimiento piquetero y la lucha del SUBTE. Sobre esta última volveremos más adelante.
El movimiento de fábricas recuperadas y el movimiento piquetero fueron una respuesta de urgencia de sectores de la clase frente a la crisis capitalista. Por supuesto, éstas son experiencias extraordinarias que nos inspiran a todos. Pero hay que decir que no son (particularmente la toma de fábricas) un fenómeno nuevo en nuestro país ni a nivel internacional. El movimiento piquetero sí es verdad que ofrece características más originales y demuestra el potencial revolucionario que tiene el movimiento de desocupados.
Pero la experiencia nos enseña que estas formas de lucha en sí y por sí mismas también revelan sus límites si permanecen aisladas del conjunto de la clase obrera y de sus organizaciones tradicionales. Estos fenómenos responden a situaciones excepcionales de aguda crisis social y económica, y si no empalman con un movimiento poderoso de los trabajadores en la perspectiva del socialismo inevitablemente tienden a ubicarse y adaptarse dentro de las estructuras que ofrece el sistema capitalista. En el caso de las fábricas tomadas reconvirtiéndose en cooperativas de trabajo que sobreviven con enormes dificultades, y en el caso del movimiento piquetero limitando su acción reivindicativa a una mera labor asistencialista y de contención social (comedores, planes sociales, subsidios, etc).
El hecho de que los obreros de Zanón y el denominado “sector combativo” del movimiento piquetero hayan incluido entre sus consignas objetivos abiertamente socialistas no se puede deslindar (si somos concretos en nuestros análisis) del hecho de que los dirigentes de estos movimientos son activos militantes socialistas de organizaciones revolucionarias que, en base a una explicación paciente aplicada a la experiencia concreta, fueron capaces de elevar a un plano superior la conciencia socialista que, de manera inconsciente y embrionaria, está presente en todo obrero con una cierta experiencia de lucha.
El hecho de que otras experiencias de fábricas tomadas y otros sectores del movimiento piquetero no se hayan elevado a consignas, programas y objetivos socialistas se debe al carácter de sus direcciones concretas que por su perfil confuso, reformista o nacionalista pequeñoburgués (según el caso) no fueron capaces de elevar, o se esforzaron por sofocar, las tendencias socialistas que se desprendían de las luchas y acciones de estos trabajadores.
En cualquier caso debemos insistir en que los casos de Zanón y del movimiento piquetero no explican toda la realidad del movimiento obrero argentino, ni siquiera expresan la tendencia dominante del mismo. A pesar de lo que afirma el compañero Sanmartino las luchas y experiencias de la mayor parte de la clase trabajadora argentino se está expresando y se expresará por medio de sus organizaciones y métodos de lucha tradicionales. Y afirmamos que la única manera de impedir una derrota de la lucha de Zanón y del movimiento piquetero “combativo” está en su capacidad para no aislarse y sí articularse, converger y fusionarse con la lucha del resto de los trabajadores ocupados.
La consigna de las 6 horas y el socialismo
“La característica fundamental del movimiento por las 6 horas encabezado por los trabajadores del Subte es que al elevar su propia experiencia reivindicativa (favorecida por tratarse de una rama dinámica de la economía que contrabalancea los efectos deletéreos del desempleo masivo) al plano de la disputa política por los ingresos y puestos de trabajo nacionales, se colocan en el campo de la lucha estratégica frente a la clase dominante. Al involucrar al conjunto de la fuerza fragmentada de la clase trabajadora en un movimiento político tienden a superan las fronteras del sindicalismo. Es una respuesta más o menos conciente al impasse de los viejos métodos tradicionales del sindicalismo argentino, basado en el pleno empleo y en el poder de negociación en el seno de la empresa. Aquí está la raíz de la potencialidad que posee el movimiento para el desarrollo de una conciencia política socialista”.
El compañero Sanmartino afirma que la jornada laboral de 6 horas es la mejor consigna que podría unificar la lucha de la clase obrera argentina porque permite superar el marco de la empresa o sector productivo particular, sorteando así el escollo de la amenaza del desempleo de masas. Sinceramente, no compartimos este razonamiento. Si el desempleo de masas actúa como un grillete en las luchas reivindicativas de los trabajadores, entonces de igual manera actuará en el caso particular del reclamo por las 6 horas de trabajo.
Es más, precisamente por la existencia de una enorme cantidad de desempleados, por el hecho de que el 48% de la fuerza laboral trabaja “en negro”, por el dato concreto de que el salario promedio está en $650 y apenas alcanza para vivir y de que la jornada laboral promedio está en las 9 ó 10 horas de trabajo; en estas condiciones la consigna particular de las 6 horas de trabajo sin reducción salarial, por sí misma y tomada aisladamente, es muy difícil que pueda servir de aglutinante de un movimiento masivo de los trabajadores, ya sea político o sindical. Esto puede gustar o no, pero es una realidad incontestable.
Las preocupaciones inmediatas de los trabajadores pasan por aumentos de salarios, porque se cumplan los convenios de trabajo, por un salario mínimo decente, porque se paguen las horas extras, porque se “blanqueen” los empleos, por un seguro de desempleo universal y digno para todos los desocupados sin contraprestación y sí, porque se reduzca la jornada laboral a lo que marca la ley o el convenio. Si no somos capaces de vincular la demanda de las 6 horas de trabajo a otras consignas más sentidas de manera inmediata por los trabajadores difícilmente seremos capaces de interesar a la mayoría de los trabajadores a este movimiento.
De hecho, el propio Movimiento por las 6 horas se vio obligado a hacer una concesión en este punto, incorporando a su denominación la consigna de “Aumento general de salarios”, como pedían numerosos activistas sindicales que participaron en sus reuniones.
El compañero Sanmartino insiste en que es la consigna de las 6 horas la más idónea para este fin por sus virtudes políticas, al apuntar directamente a las “bases de acumulación capitalista”, destacando “la potencialidad que posee el movimiento para el desarrollo de una conciencia política socialista”. Ciertamente esto es así, pero una jornada de 6 horas no implica necesariamente un cambio en la estructura económica capitalista, simplemente pone un límite a la explotación capitalista, pero la explotación continúa existiendo. De la misma manera que un aumento importante de los salarios también afecta “a las bases de acumulación capitalista” porque de esa manera también el obrero arranca una parte de la plusvalía al capitalista, aunque no cambie la estructura económica ni las relaciones sociales de producción; es decir, la propiedad privada de los capitalistas.
Dar ese paso, abrir una perspectiva socialista, implica una lucha política como correctamente insiste el compañero, pero que no se puede circunscribir únicamente a la agitación por la reducción de la jornada laboral sino que debe ser completada con otras consignas y otras tareas para convencer primero y organizar después a la mayoría de la clase trabajadora para esta posición.
Si de lo que se trata es de esgrimir una consigna de transición que afecte de una manera directa “las bases de acumulación capitalista” del país y que unifique en sus reclamos a la mayoría de la clase trabajadora, permitiéndole superar el estrecho marco de la empresa o sector, creemos que hay otras consignas que pueden jugar ese rol de una manera incluso más importante. Por ejemplo: la nacionalización de la banca, los monopolios, las grandes empresas y los latifundios, sin indemnización a sus propietarios y bajo control obrero. Acá se atacaría a todo el poder económico de los grandes capitalistas, que controlan el 80% de la economía del país. Con eso bastaría, desde el punto de vista económico, para iniciar la transición del capitalismo al socialismo.
¿Sería suficiente entonces esgrimir esta consigna para movilizar al conjunto de los trabajadores? Creemos que no, que sería necesario introducir además otra serie de consignas y demandas de mayor o menor alcance pero que sean sentidas por las masas para mejor movilizarlas y vincularlas con esa consigna más general. Entre estas consignas debe estar por supuesto la reducción de la jornada laboral a 6 horas para todos sin reducción salarial, pero además deberían estar otras como: salario mínimo de $800, blanqueo de todos los empleos, expropiación bajo control obrero de toda empresa que cierre o despida trabajadores, seguro de desempleo universal para todo desocupado de $500 sin contraprestación laboral, etc. De esta manera sería toda la clase obrera, independientemente de su situación laboral y nivel de conciencia, la que se sentiría representada en este conjunto de consignas y la que podría ser movilizada por objetivos más generales que apunten a la transformación socialista de la sociedad.
Por último, el carácter político de esta lucha también se deriva de que estas consignas, que afectan en mayor o menor medida a la propiedad privada capitalista, no se pueden imponer fábrica a fábrica, empresa a empresa. Es una lucha de conjunto que debe concluir con la toma del poder político por parte de la clase obrera; es decir, que debe terminar con el monopolio del poder que ejerce la burguesía argentina a través de su Estado (gobierno, aparato judicial y aparato represivo), y que debe ser sustituido por un Estado obrero o “semiestado” (para emplear la fórmula de Engels y Lenin) basado en los organismos de poder obrero creados en las empresas, barrios y ciudades, coordinados local, provincial y nacionalmente.
Estamos de acuerdo con Sanmartino en que la lucha exclusivamente sindical tiene sus límites y que debe ser completada con la lucha política; es decir, con la organización de la mayoría de la clase trabajadora en una organización política. Ésta siempre fue la posición de los marxistas revolucionarios. Los sindicatos agrupan a obreros de diferentes ideologías y concepciones políticas, o a trabajadores indiferentes políticamente. Algunos tienen una conciencia socialista, otros no. Algunos tienen claros los límites de la lucha sindical y otros mantienen ilusiones en el sistema y en que el capitalismo puede más o menos dar satisfacción a sus necesidades particulares. Por eso, a diferencia de lo que piensan los anarquistas el sindicato no puede liderar la lucha por la revolución social. Es necesario que los trabajadores (y cualquier individuo proveniente de otra clase o grupo social) que se hayan elevado hacia una conciencia socialista se organicen en un partido propio que gane el apoyo mayoritario en el seno de la clase obrera (incluidos los sindicatos) para llevar a cabo esta tarea. Como plantea Sanmartino, avanzar en esta tarea, también es uno de los objetivos del Movimiento por las 6 horas.
Pero lo que nos parece una conclusión desproporcionada es deducir de esto que ya los sindicatos no pueden jugar el mismo papel en las luchas de los trabajadores como en el pasado. En la medida que la mayor parte de la actividad de los trabajadores siga siendo reivindicativa y sus reclamos no superen el marco de la explotación capitalista, los sindicatos justifican su existencia y su necesidad. Es más, sólo bajo la condición de que un partido marxista revolucionario gane el apoyo de la mayoría de los trabajadores organizados (empezando por los sindicatos) es cómo se podría garantizar el triunfo de la revolución socialista en Argentina y en cualquier otro país.
La experiencia de los trabajadores del SUBTE
El compañero Sanmartino ha basado gran parte de la argumentación teórica de su artículo partiendo de la experiencia particular de los trabajadores del SUBTE. ¿Es verdad que de esta experiencia se deducen las conclusiones a las que llega el compañero Sanmartino? En nuestra modesta opinión, creemos que no es así.
En primer lugar hay que decir que la victoria histórica y ejemplar de los trabajadores del Subte, consiguiendo la jornada laboral de 6 horas para todos los trabajadores sin excepción, demostró que es posible conseguir reivindicaciones y avances concretos en una sola empresa en particular, incluso reivindicaciones del calado de la jornada laboral de 6 horas sin reducción salarial, como afirmábamos en párrafos anteriores.
Si bien fue importante la solidaridad que rodeó la lucha del Subte por parte de grupos piqueteros y organizaciones de izquierda, lo decisivo fue la unidad y la determinación de los trabajadores, quienes durante 4 días paralizaron el servicio completamente. Nuevamente, se pone de manifiesto que los buenos y viejos métodos de la “huelga reivindicativa” (igual que la ocupación de empresas) no solamente son un arma importante en manos de los trabajadores sino que constituyen su arma principal para hacer valer sus intereses.
Por otro lado, hay que decir claramente que los dirigentes obreros del Subte sólo pudieron instalar en los trabajadores la necesidad de luchar por la jornada de 6 horas y convencerlos de la justeza de sus planteos, no apelando principalmente a cuestiones de carácter general, sino apelando a la cuestión de la insalubridad del trabajo en el Subte; es decir, haciendo énfasis en reivindicaciones y demandas elementales sentidas muy viva y dolorosamente por los trabajadores debido a la pérdida de audición, de la visión, a problemas respiratorios, etc. Nuevamente se pone de manifiesto que para convencer a los trabajadores de la necesidad de luchar por reivindicaciones más generales o que, a primera vista, pueden parecer utópicas es necesario vincularlas a las demandas más básicas. Es innegable reconocer que, sin el tema de la insalubridad, la instalación de la demanda de la jornada laboral de 6 horas entre las reivindicaciones de los trabajadores del Subte hubiera sido mucho más difícil.
Pero hay otro aspecto de esta lucha que no se nos puede escapar. Es indudable que el papel jugado por el Cuerpo de Delegados fue esencial en la dirección y organización de la lucha. Pero estos compañeros no cayeron del cielo. Para llegar a dicha posición dirigente debieron ganar pacientemente la confianza de sus compañeros. Y ejercieron tal posición dirigente no a través de “nuevas estructuras” por afuera de las estructuras sindicales ya existentes, sino que gracias a sus posiciones combativas y tras la experiencia con los viejos dirigentes burocratizados, los trabajadores se encargaron de expulsar a estos últimos de las posiciones sindicales que ostentaban y colocaron una nueva conducción más combativa y democrática en las estructuras sindicales mismas. Es decir, la nueva conducción debió librar una dura batalla durante algunos años hasta conseguir recuperar la comisión interna de la UTA (el sindicato) y el Cuerpo de Delegados para una política clasista y combativa. Así que no fue por “afuera” de las viejas y decadentes estructuras sindicales como los actuales componentes del Cuerpo de Delegados se pudieron convertir en la nueva dirección de los trabajadores, sino por “dentro” de las mismas.
Desde nuestro punto de vista, sería una buena cosa que, dado el prestigio obtenido por los delegados del Subte con esta lucha entre los trabajadores en general y entre los trabajadores del transporte en particular, impulsaran la formación de una corriente nacional de oposición dentro de la UTA. Una corriente de oposición en este sindicato, liderada por los delegados del Subte rápidamente adquiriría una simpatía y una autoridad crecientes que podría empujar a otros trabajadores del transporte agremiados en la UTA a seguir su ejemplo y a fortalecer las tendencias clasistas y combativas dentro de este sindicato en la perspectiva futura de ganar la conducción nacional del sindicato.
La idea estimulada por algunas tendencias ultraizquierdistas para que los trabajadores del Subte abandonen la UTA o creen un “sindicato rojo” nos parece un gravísimo error. Como explicó muchas veces Lenin es un crimen separar a los trabajadores más avanzados de los más atrasados formando sindicatos “puros”. Dichas acciones fortalecen a la burocracia sindical, al verse liberados de una oposición combativa en el seno del sindicato que mañana pueda amenazar sus posiciones dirigentes, permitiéndoles así mantener el control sobre la mayoría de los trabajadores que todavía no sacaron todas las conclusiones de sus experiencias.
Conclusiones
Creemos que la experiencia del recién articulado Movimiento por la Jornada legal de 6 horas y Aumento de salarios tiene importantes objetivos y desafíos por delante. Es un deber de todo activista obrero y de izquierda ayudar a impulsar esta nueva experiencia. Indudablemente, la participación dirigente de los compañeros del Cuerpo de Delegados del Subte en la articulación de este movimiento y de otros compañeros y luchadores gremiales y sociales, como Sanmartino y otros, es muy valiosa y merecen el reconocimiento de todos los activistas.
Pero pensamos, honestamente, que la propia experiencia del movimiento obrero argentino y de los sucesivos encuentros organizados por el Movimiento imponen de ahora en más tareas que quizás no estaban contempladas cuando se inició la puesta en marcha del mismo, pero que reflejan las necesidades y tareas que debe encarar la clase trabajadora argentina en los próximos meses y años, comenzando por sus elementos más avanzados y conscientes. Es más, pensamos que no existe ninguna contradicción en desplegar la más amplia campaña de propaganda a favor de la jornada laboral de 6 horas para todos sin reducción de salarios, con abordar las tareas y conclusiones que se plantean en este artículo.
Estamos seguros que la experiencia del movimiento, el nuevo viento fresco impulsado por las luchas de los trabajadores argentinos y la propia situación social y política nacional e internacional nos ayudará a todos a clarificar y desarrollar los importantes desafíos que enfrenta el movimiento obrero argentino en su lucha por la emancipación y el socialismo.