El ataque de Hamás contra Israel de ayer sábado 7 de octubre fue un shock que pilló por sorpresa a la inteligencia y a la cúpula militar israelí, pero no debería sorprendernos lo más mínimo. Es la consecuencia directa de la escalada de represión violenta contra los palestinos promovida por Netanyahu, que dirige el gobierno más derechista y reaccionario de la historia de Israel.
Durante el ataque se lanzaron miles de cohetes desde Gaza, decenas de los cuales atravesaron el sistema de defensa antimisiles israelí «Cúpula de Hierro«, mientras que cientos de combatientes de Hamás se abalanzaron contra la valla fronteriza más vigilada del mundo para atacar ciudades fronterizas y bases militares en suelo israelí. El resultado fueron cientos de bajas israelíes (350 muertos y 2.000 heridos en el momento de redactar este artículo).
Los combates continúan más de 24 horas después del ataque inicial en al menos ocho de los 22 objetivos tomados por los comandos palestinos. Nuevos comandos están entrando en Israel desde la franja, con decenas de soldados y civiles israelíes hechos prisioneros y llevados a Gaza. Los combatientes de Hamás han invadido una base militar, han destruido tanques israelíes y otros equipos militares y se han apoderado de vehículos militares, capturando a mandos militares israelíes, entre los que se encuentra presuntamente Nimrod Aloni, un general de división de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Esto no tiene precedentes.
El Estado israelí ha sido humillado y su respuesta será brutal. Netanyahu ha declarado el «estado de guerra» y está llevando a cabo bombardeos de represalia, que ya han matado a más de 300 palestinos y herido a 1.600. Israel cortó inmediatamente el suministro eléctrico a la Franja de Gaza, con graves consecuencias para los 2,1 millones de personas que viven allí, socavando las ya frágiles infraestructuras y el sistema sanitario, que ya estaban al borde del colapso.
La hipocresía de los gobiernos imperialistas occidentales
Los dirigentes de los gobiernos imperialistas de Occidente hablan ahora del «derecho de Israel a defenderse». Biden, Macron y líderes reformistas como Starmer en Gran Bretaña, en un coro hipócrita, han condenado el ataque a Israel, pero convenientemente permanecieron en silencio durante décadas frente a la brutalidad israelí.
Todos ellos ignoran el hecho de que, bajo la cínica mirada de Netanyahu, la violencia de los colonos judíos de extrema derecha en Cisjordania y Jerusalén Oriental contra los barrios palestinos ha aumentado exponencialmente, alentada por la impunidad que el Estado les garantiza y la complicidad abierta o encubierta de las fuerzas de seguridad israelíes. Los intentos de los jóvenes palestinos de plantar cara a la ocupación han sido respondidos con una violencia mortífera desproporcionada y sistemática por parte de las FDI, con una interminable cadena de ataques y asesinatos selectivos, que culminó con la brutal embestida contra el campo de refugiados de Yenín en julio. Todo ello, mientras colonos armados amenazan a la población palestina. Miles de jóvenes palestinos, muchos de ellos menores, de Cisjordania, Jerusalén Oriental y del propio Israel, han sido detenidos y languidecen en cárceles sin juicio a la vista. Y sin embargo, ¿cuántos de los colonos responsables de estos crímenes han sido detenidos?
Políticamente, Israel se encuentra en un punto muerto desde principios de 2023, sacudido por las masivas protestas de cientos de miles de personas contra las reformas judiciales de Netanyahu y las profundas divisiones en el seno de la propia clase dirigente sionista. La última batalla de Netanyahu por su supervivencia política ha brindado una oportunidad sin precedentes a la extrema derecha supremacista judía de Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, para salir de la nada y ascender a puestos de poder dentro del Estado israelí. Su programa es provocar una «nueva Nakba» (emulando la limpieza étnica masiva de la población palestina que condujo a la proclamación de Israel en 1948), anexionándose Cisjordania, Jerusalén Oriental, los Altos del Golán y Gaza y expulsando a toda la población palestina.
Son Netanyahu -y los partidarios de la distopía sionista en la que todo un pueblo es suprimido y limpiado étnicamente de su propia tierra, mientras se intenta aislar a Israel de las consecuencias de su feroz régimen de ocupación- los culpables de la actual escalada. No se puede seguir negando a todo un pueblo sus derechos democráticos básicos, aplastándolo y oprimiéndolo, arrebatándole cada vez más tierras y casas, disparándole, deteniéndolo, torturándolo, empobreciéndolo cada vez más, sin provocar tarde o temprano una reacción explosiva.
El asalto, hace sólo unos días, del recinto de Al-Aqsa en Jerusalén por una turba de cientos de supremacistas judíos, cuyo objetivo declarado es arrasar la mezquita y sustituirla por un templo judío, fue una provocación consciente.
La mezquita de Al-Aqsa es considerada como el tercer centro religioso más sagrado del Islam, por lo que el hecho de que sionistas supremacistas se apoderen de ella es una afrenta abierta. Esta acción contó con la ayuda y la protección de las fuerzas policiales israelíes. La profanación del lugar sagrado proporcionó la justificación inmediata para el presente ataque, lanzado unos días después por Hamás. Esto fue intencionadamente ocultado por los medios de comunicación internacionales en un intento de centrar la culpa en la «violencia palestina enloquecida».
Es interesante observar la cobertura de la BBC, por ejemplo, que anunció el ataque con cohetes de Hamás sin explicar los antecedentes, incluidas las constantes provocaciones que ha tenido que soportar el pueblo palestino.También dan mucha menos cobertura a los ataques físicos a palestinos por parte de colonos en Cisjordania y Jerusalén Oriental, y prefieren barrer bajo la alfombra el hecho de que, antes de los acontecimientos de los últimos dos días, más de 200 palestinos habían sido asesinados sólo este año.
Quienes hablan de «terrorismo palestino» harían bien en recordar que, cuando los palestinos lanzaron un movimiento pacífico de resistencia masiva en 2018, conocido como la Gran Marcha del Retorno, el Estado israelí respondió abriendo fuego con munición real, matando a cientos de manifestantes desarmados, 46 de ellos menores de edad. Las mismas personas que hoy hablan de «terrorismo» guardaron silencio durante la «Operación Plomo Fundido» en 2008-09, cuando Israel mató a 1.391 palestinos, entre ellos 318 menores, destruyó más de 3.500 viviendas, dejando a decenas de miles sin cobijo, y causó estragos en otras estructuras e instalaciones de infraestructuras clave en Gaza. Guardaron silencio durante la «Operación Margen Protector» de 2014, en la que Israel mató a 2.203 palestinos, 1.372 de los cuales no participaban en las hostilidades, entre ellos 528 menores, y destruyó o dañó gravemente más de 18.000 viviendas, dejando sin hogar a más de 100.000 palestinos. Esto sólo por mencionar algunos ejemplos recientes.
Esto nos recuerda lo que Karl Marx escribió en La Guerra Civil en Francia:
«Todo este coro de calumnias, que el Partido del Orden, en sus orgías de sangre, no deja nunca de alzar contra sus víctimas, sólo demuestra que el burgués de nuestros días se considera el legítimo heredero del antiguo señor feudal, para quien todas las armas eran buenas contra los plebeyos, mientras que en manos de éstos toda arma constituía por sí sola un crimen.»
Presentan la situación como si fuera una lucha entre dos fuerzas equivalentes. Esto es totalmente falso. Es la lucha entre un Estado imperialista poderoso y agresivo y un pueblo débil y oprimido, que lucha por defenderse y hacer valer su derecho a existir como nación.
La camarilla gobernante israelí intenta defender sus acciones opresivas con el pretexto de la «autodefensa». Citan la Biblia: «ojo por ojo, diente por diente, vida por vida». Pero nunca se trata de una vida por una vida. Los israelíes responden a la muerte de uno de sus ciudadanos con la matanza de cientos de palestinos. Lo mismo ocurrirá en el conflicto actual. Los israelíes se vengarán de la forma más sangrienta de su reciente humillación. La matanza no ha hecho más que empezar.
Las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) están acumulando decenas de miles de tropas alrededor de la frontera de Gaza en un intento de expulsar a los comandos y recuperar el control. Sin embargo, esto está resultando más difícil de lo esperado. Netanyahu ha amenazado con una «venganza poderosa» y con transformar Gaza en un erial. Esto bien podría desembocar en una invasión terrestre israelí de Gaza en un intento de destruir a Hamás, lo que provocaría miles de víctimas civiles más. La respuesta de Israel al fracaso de su brutal represión contra los palestinos es: ¡más de lo mismo!
En la frontera norte de Israel con Líbano, la posibilidad de que Hezbolá abra un segundo frente preocupa a los estrategas militares israelíes. Hezbolá lanzó cohetes sobre la zona de las granjas de Shebaa, disputada por Líbano e Israel y ocupada por Israel. La comedida represalia israelí pretendía no agravar más la situación, y Hezbolá no parece dispuesta a ir más allá de gestos simbólicos de desafío. Es posible que Hezbolá se vea obligada a cambiar de actitud si el ejército israelí invade Gaza con fuerzas terrestres.
Sin embargo, una cosa puede decirse. Aunque sin duda es posible que Israel bombardee, estrangule, invada y reduzca Gaza a escombros, como ha hecho muchas veces en el pasado, le resultará imposible mantenerla bajo ocupación. La decisión de Ariel Sharon de retirarse de Gaza, llevada a cabo en 2005, y la desastrosa invasión israelí de Gaza en 2014, demostraron la imposibilidad de reprimir y someter a más de dos millones de personas durante mucho tiempo con medios puramente militares.
Este conflicto actual también demuestra que el establecimiento de la Autoridad Palestina tras los Acuerdos de Oslo de 1993 fue una completa parodia diseñada para convertir a la antigua resistencia palestina, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), en una fuerza que garantizara la «paz» de Israel vigilando a su propio pueblo.
Resulta grotesco ver hoy al presidente palestino Abbas argumentar que Israel es responsable de crear la crisis actual, mientras que al mismo tiempo su Autoridad Palestina se asocia con Israel para vigilar y reprimir a los jóvenes palestinos que se levantan contra la ocupación en Cisjordania.
Dentro del propio Israel, la actual muestra de unidad entre Netanyahu y la oposición ante un ataque sin precedentes -que puede incluso llevar a los archienemigos de Netanyahu, Yair Lapid y Benny Gantz, a unirse a un gobierno nacional de emergencia- no puede tapar las grietas que están dividiendo a la clase dirigente israelí. Semejante muestra de unidad va a desmoronarse inevitablemente bajo el mazazo de los acontecimientos. Sin embargo, la capitulación de la oposición demuestra que las diferencias entre la derecha sionista y la «izquierda» sionista son de carácter secundario cuando se trata de la actitud que deben adoptar ante la lucha nacional palestina y la ocupación.
El imperialismo estadounidense y los sionistas son igualmente culpables
El presidente de EE.UU. Biden ha salido firmemente en apoyo de Israel, ofreciendo «todos los medios apropiados de apoyo», añadiendo que el “apoyo de la Administración a la seguridad de Israel es sólido como una roca e inquebrantable». Por supuesto, no mencionó el derecho de los palestinos a oponerse a la opresión israelí. Biden navega por aguas turbulentas, con el apoyo al sionismo y a Israel gravemente socavado en Estados Unidos como resultado de la orientación supremacista judía tomada por Netanyahu. Sin embargo, no se podía esperar otra cosa de Biden, teniendo en cuenta que Estados Unidos subvenciona al ejército israelí con 3.600 millones de dólares al año. Para el imperialismo estadounidense, Israel es su único aliado realmente garantizado en Oriente Próximo, y siempre estará del lado de los sionistas cuando las cosas se pongan feas, a pesar críticas que se dejen caer aquí y allá.
El imperialismo estadounidense es tan responsable como los sionistas y Netanyahu de la situación actual, al defender persistentemente a Israel como bastión de la «democracia» (lo que significa un activo importante para el imperialismo estadounidense en Oriente Próximo).
El tono ligeramente crítico de Biden hacia Netanyahu en los últimos años se debía a que las disparatadas políticas de Netanyahu amenazaban con socavar la estabilidad en la región y el apoyo internacional a Israel. Esta amenaza se ha convertido ahora en una realidad a la vista de todos.
Esta última escalada socavará por completo el intento de Biden de mediar en un acuerdo negociado entre Israel y la monarquía saudí. Este acuerdo, al igual que los Acuerdos de Abraham y la idea de «normalización» entre los Estados árabes e Israel, se ha echado por tierra en un futuro previsible. Incluso los cínicos gobernantes saudíes tienen que tener en cuenta el odio masivo hacia Israel que se ha acumulado entre la masa de la población saudí, así como en el resto del mundo árabe.
Sin embargo, la perspectiva de una invasión israelí de Gaza, el probable colapso de la Autoridad Palestina y, en consecuencia, la plena ocupación por Israel de Cisjordania, incendiando todo Oriente Próximo, debe preocupar a los estrategas imperialistas más serios de Washington. Esta situación presagia convulsiones revolucionarias e inestabilidad social.
La determinación y la organización mostradas por la juventud palestina, que en los dos últimos años ha establecido una nueva generación de resistencia palestina contra la ocupación en Cisjordania, han puesto de manifiesto la fragilidad de cualquier acuerdo de «paz» ilusorio para Palestina y Oriente Próximo que no incluya el pleno reconocimiento de los derechos de los palestinos.
El ataque de Hamás puede haber sido el detonante de una crisis más profunda, pero esta crisis ya se estaba gestando. De hecho, la táctica de Hamás de optar por una confrontación militar directa con Israel está apelando claramente al creciente ánimo desafiante de resistencia que se está desarrollando entre la juventud palestina. La juventud quiere acción y no palabras, o acuerdos que sólo sirven para debilitar su causa y fortalecer el control de los sionistas. Al mismo tiempo, el Estado sionista, con Netanyahu a la cabeza, también se está reagrupando y utilizando el escenario actual para azuzar un frenesí nacionalista contra los palestinos, en un intento de reforzar su base social de apoyo, utilizando esto para atraer tras de sí incluso a aquellas capas que anteriormente se habían movilizado masivamente contra la derecha.
La población israelí se ha visto arrastrada una vez más a apoyar al Estado sionista y la ocupación
El movimiento contra la reforma judicial del gobierno se ha suspendido inmediatamente. El grupo de veteranos anti-Netanyahu, que anteriormente se negaban a servir como reservistas, Achim le’Neshek (Hermanos y Hermanas de Armas) ha declarado que “llama a todos los que sean necesarios a alzarse en defensa de Israel sin vacilar y de inmediato».
Sin embargo, hay algunas voces críticas que adoptan posiciones valientes y denuncian la responsabilidad del gobierno en esta crisis. Otra organización de veteranos israelíes, «Rompiendo el Silencio», a la vez que condenaba a Hamás, destacaba «cómo nuestro gobierno judeo-supremacista nos ha llevado a este punto». Ofer Cassif, diputado israelí del partido de izquierdas Hadash, ha declarado: «Seguiré diciendo la verdad: acaben con el brutal y criminal asedio de Gaza y el régimen de supremacía judía, ellos son los responsables del derramamiento de sangre y sólo su fin nos traerá a todos seguridad, paz y un futuro mejor.”
Sin embargo, las meras palabras de condena no bastan. Sólo la iniciativa revolucionaria de las propias masas palestinas, en Cisjordania, Jerusalén Oriental, así como en Gaza y dentro del propio Israel, permitiría dar un salto cualitativo en una lucha exitosa contra la ocupación. Las masas árabes de los países vecinos también deben desempeñar un papel clave. Apoyar la lucha por la liberación nacional palestina significa, en primer lugar, derrocar a los regímenes reaccionarios proimperialistas de Egipto, Arabia Saudí, Qatar, Jordania, etc. Todos estos regímenes burgueses, de una forma u otra, aceptan el actual statu quo y no desean ver cómo una conflagración revolucionaria los barre del poder. Así que, aunque hacen gestos verbales de solidaridad, no hacen nada concreto para ayudar al pueblo palestino.
La solidaridad internacional de la juventud y del movimiento obrero también es crucial para determinar el desenlace de esta crisis, siempre que no se limite a los llamamientos abstractos a la «paz» y a la «disminución de las tensiones». Décadas de resoluciones de la ONU y acuerdos internacionales no han hecho avanzar ni un milímetro la causa de la liberación nacional de los palestinos. De hecho, ha ocurrido lo contrario, han permitido al Estado israelí ocupar una parte cada vez mayor de la tierra palestina. El movimiento debe tener claro lo siguiente:
- No a la invasión y bombardeo de Gaza.
- No a la intervención imperialista. La ‘paz’ imperialista y los acuerdos de Oslo han fallido a los palestinos.
- Por un levantamiento de masas en contra de la ocupación, en ambos lados de la línea verde.
- Acabar con la ocupación.
- Liberar a todos los presos políticos.
- No a la opresión y por la igualdad de derechos para todos los pueblos, independientemente de su etnia o religión.
- Por una federación socialista de toda Palestina, como parte de una federación socialista de Oriente Medio.
- ¡Intifada hasta la victoria!