El año 2023 está llegando a su fin. No ha sido un buen año para la clase obrera en China. Sin embargo, también ha sido un año en el que hemos visto surgir nuevas esperanzas a medida que los trabajadores se acercan a la lucha de clases.
[Nota: Este artículo se publicó originalmente en chino el 10 de diciembre de 2023. Lo que sigue es una traducción abreviada].En el último año, China ha sido testigo de la titánica lucha contra los confinamientos a finales del año pasado, de las brutales luchas internas entre los altos burócratas del régimen del Partido Comunista Chino (PCCh), de la confusión y agonía de innumerables jóvenes que se enfrentan al desempleo tras su graduación y de los persistentes efectos de la burbuja inmobiliaria.
Además de todo esto, la economía china sigue ralentizándose, y los empresarios intentan trasladarle a los trabajadores el coste de esta situación. La reluciente máscara que el capitalismo chino ha llevado durante décadas ha caído este año. Ya no hay mentiras sobre el «socialismo con características chinas» que puedan engañar a los trabajadores chinos. Y en la segunda mitad de 2023, hemos visto cómo la creciente lucha de clases del movimiento obrero alcanzaba su punto más alto en los últimos cinco años.
La clase obrera china está reconociendo su propio poder y se está preparando para pasar a primer plano. 2023 muestra claramente que este momento se acerca.
Un año de crecientes tensiones sociales
A medida que se acerca el Año Nuevo chino, la alegría por la ocasión es menor de lo habitual. No sólo la mayoría tiene que afrontar la Nochevieja sin vacaciones, sino que la Gala de Año Nuevo televisada es cada año más aburrida.
Además, para muchos trabajadores ésta es la temporada alta de impago de salarios y cierres de fábricas, en la que tendrán que luchar contra los empresarios y el gobierno sólo para conseguir sus escasos salarios. No hay forma de que los burócratas burgueses del PCCh oculten este conflicto.
Incluso la Gala del Año Nuevo chino refleja el malestar en la sociedad, con los sketches del programa producido por el Estado ordenando a las masas «Casarse, tener hijos y comprar una casa», reflejando la ansiedad de la burocracia de que «no casarse», «no comprar una casa», «tomarse un descanso» se hayan convertido en la norma en toda la sociedad. Estas «opciones» que están tomando los jóvenes de clase trabajadora, tan en desacuerdo con las exhortaciones del PCCh, reflejan las realidades de sus vidas ante el alto coste de la vida y el mal ambiente laboral.
Un año de recesión económica continua y luchas obreras
La raíz de los mencionados conflictos sociales en China proviene del hecho de que ésta es una sociedad capitalista. Cuando la economía estaba en auge, los trabajadores podían seguir soportando los problemas gracias al aumento de los salarios, pero una vez que la economía cae, los trabajadores tienen que hacer frente a un desempleo interminable, salarios impagados y un aumento del coste de la vida, mientras que problemas como los altos precios de la propiedad, que ya eran un constante quebradero de cabeza, han alcanzado un nuevo punto álgido. ¿Y qué pasa ahora con la economía china? Como la propia clase capitalista china se está dando cuenta, cada año después de 2019 será probablemente el peor de la última década, pero el mejor de la siguiente, y 2023 no será una excepción.
La crisis económica es inevitable bajo el capitalismo, e incluso el Comité Central del Partido más fuerte no puede detener sus leyes objetivas de movimiento. Los tres motores que antaño tiraban del carro de la economía china -inversión, consumo y exportaciones- se han debilitado. La crisis de la deuda de este año, tras la quiebra de BGN y Evergrande, y el hecho de que la deuda nacional china representa el 230% del PIB del país, auguran el inevitable estallido de las burbujas inmobiliaria y de deudas chinas.
Ante la recesión económica, las empresas e instituciones han optado por hacer pagar a los trabajadores, mediante despidos, impagos de salarios, etc., lo que ha provocado una feroz resistencia. A partir de agosto de este año, hemos visto un aumento masivo de las acciones colectivas de los trabajadores (la mayoría por reivindicaciones salariales), con 226 registradas en todo el país sólo en octubre.
Las capas más combativas en estas huelgas han sido los trabajadores tradicionalmente conservadores de las empresas e instituciones estatales, precisamente porque los gobiernos locales, profundamente agobiados por la deuda, han impuesto políticas de austeridad a estas empresas e instituciones, recortando e incumpliendo los salarios y prestaciones de los trabajadores. Ante la implacable realidad económica, incluso los trabajadores de las compañías estatales (SOE) se están radicalizando rápidamente.
Como dijo una vez el teórico marxista Ted Grant: «¡Ni una rueda gira, ni un teléfono suena, ni una bombilla brilla sin el amable permiso de la clase obrera!». En las luchas de los últimos meses, ciertos sectores de los trabajadores han demostrado el poder que tienen. Por ejemplo, a principios de este mes, los trabajadores del saneamiento de la ciudad de Wafangdian, en Dalian, se declararon en huelga por los salarios impagados por el gobierno municipal. La ciudad se llenó de basura al instante, lo que demostró la importancia de estos trabajadores, que trabajan en silencio todos los días.
La tendencia actual de las luchas que se extienden por los salarios impagados es bastante indicativa. Es cierto que el robo de salarios no es nuevo en la China capitalista. Los salarios impagados han sido un mal capitalista bastante común desde el comienzo de la era de Reforma y Apertura. Sin embargo, en el pasado, cuando había crecimiento económico, el robo de salarios no era más que un intento de maximizar la explotación por parte de algunos capitalistas que ya estaban haciendo su agosto.
Pero la oleada de atrasos salariales que se ha producido este año, tanto en las empresas privadas como en las estatales, y en un amplio abanico de industrias, demuestra que la crisis económica, que comenzó con la quiebra inmobiliaria de Evergrande, se ha extendido a otros sectores de la economía y está afectando directamente a la clase trabajadora. Los salarios impagados son el resultado de las verdaderas dificultades a las que se enfrentan estas empresas. Por supuesto, no sentimos ninguna simpatía por los patronos y los burócratas. Muy al contrario, queremos señalar que la situación actual es una prueba fehaciente de que ya no son aptos para gobernar la sociedad.
Todo esto explica, y contribuye por sí mismo, al despertar gradual de la conciencia de la clase obrera en China. Al mismo tiempo, en el curso de la lucha, los trabajadores se se han unido espontáneamente para formar embriones de sindicatos y adquieren rápidamente experiencia. Los trabajadores llegarán a darse cuenta a través de su propio movimiento de que sólo si la clase obrera se organiza podrá defender sus intereses.
¡Preparse para la intensificación de la lucha de clases!
A finales de año y echando la vista atrás, 2023 puede considerarse un punto álgido y un punto de inflexión para el movimiento obrero chino. Pero la cuestión es hacia dónde se dirigirá ahora la clase obrera china.
A medida que se acumule la experiencia de las luchas obreras y que la resistencia de las masas se acerque gradualmente a su límite, cada vez más trabajadores se darán cuenta de la necesidad de ir más allá de los movimientos independientes y a pequeña escala, desvinculados de la política y centrados en cuestiones puramente económicas. Se planteará la necesidad de un movimiento obrero centralizado, a mayor escala, que conecte estas luchas locales con los intereses políticos generales de la clase obrera. Y esto irá de la mano de la enorme crisis que se avecina en la economía de mercado capitalista china.
Creemos que es probable que en un futuro próximo se produzca un cambio cualitativo, marcado por la radicalización política de la conciencia de clase. Basta observar la agudeza actual de las contradicciones sociales en China para darse cuenta de ello. No sólo el proletariado es incapaz de salir adelante debido al desempleo, los recortes salariales y la inflación, sino que la propia burguesía y los burócratas del Estado ya no pueden soportar las crisis económicas y las contradicciones sociales inherentes al capitalismo.
La serie de luchas internas y purgas de altos burócratas del Partido Comunista y el pánico de la burguesía ante la crisis económica son síntomas de todo esto. Como explicó Lenin, las condiciones previas de una revolución incluyen que sea «imposible para las clases dominantes mantener su dominio sin ningún cambio» y que «el sufrimiento y las necesidades de las clases oprimidas se hayan agudizado más de lo habitual». En China, ambas condiciones están madurando irreversiblemente.
Ante la crisis económica y las contradicciones sociales, la clase dominante en China ha demostrado su absoluta impotencia y su carácter reaccionario. Sólo una revolución socialista de las masas trabajadoras, sólo la socialización de los medios de producción bajo control obrero puede resolver realmente el problema. Las contradicciones en la sociedad son cada vez más intensas y han llegado a un punto tan agudo que la lucha de clases en China está destinada a entrar en un nuevo y más volátil capítulo.