El domingo 6 de junio una enorme multitud de alrededor de 2 millones de personas desbordábamos la Avenida Bolívar de Caracas y las calles adyacentes. En esta ocasión la marea roja se convirtió en tsunami. Era la movilización más grande de la historia
El domingo 6 de junio una enorme multitud de alrededor de 2 millones de personas desbordábamos la Avenida Bolívar de Caracas y las calles adyacentes. En esta ocasión la marea roja se convirtió en tsunami. Era la movilización más grande de la historia de Venezuela. Era la primera respuesta, incontestable, magnífica, emocionante, de los trabajadores y los sectores populares al fraude organizado por la oposición en los llamados “reparos” y a la convocatoria de un referéndum, para el próximo 15 de agosto, en el que los venezolanos deberemos decidir si se ratifica o se revoca a Hugo Chávez Frías como jefe del estado.
Empieza la Batalla de Santa Inés
Hugo Chávez ha denominado esta campaña la “Batalla de Santa Inés” en honor de la histórica batalla del mismo nombre en la que, en diciembre de 1859, en el transcurso de la Guerra Federal ,el líder revolucionario campesino Ezequiel Zamora infligió una severa derrota a las tropas de la oligarquía. Para ganar esta nueva batalla de Santa Inés, Chávez llamó en su discurso del 6 de junio a conformar patrullas electorales y Comandos Populares (Maisanta ) en cada cuadra, caserío, centro de trabajo o estudio, para llevar a cabo todas las tareas necesarias para vencer. Esta movilización ha sido bautizada como “Misión Florentino”. Florentino es el principal personaje de una leyenda popular venezolana. En ella Florentino, un coplero de Los Llanos que encarna al hombre del pueblo, es retado por el Diablo, acepta el reto y le vence.
El llamado del Presidente a convertir el referéndum revocatorio de la oposición en un referéndum reafirmatorio a favor del proceso revolucionario ha sido acogido por las masas con entusiasmo Lo más significativo de esta respuesta es que los sectores populares han dado un paso adelante en su conciencia y organización que puede resultar crucial para el destino del proceso revolucionario.
Para la inmensa mayoría de la base social del chavismo es evidente que la oposición hizo fraude en los llamados “reparos” y ,especialmente entre los sectores más luchadores y militantes, la opinión mayoritaria era que no se debía aceptar el RR, por eso es más significativa aún la respuesta que está dando el movimiento revolucionario a este nuevo envite. Las bases han sacado la conclusión de que no se puede dejar la lucha en manos de dirigentes y estructuras creadas al margen del control del movimiento revolucionario sino que sólo con su participación directa se puede garantizar la victoria.
En otros artículos de nuestra web se pueden encontrar abundantes ejemplos de cómo el movimiento popular ha impuesto comandos creados desde la base o ha logrado que se incluya una mayoría de miembros elegidos desde abajo en los propios comandos inicialmente nombrados. En muchos casos en los que determinados dirigentes han intentado imponer desde arriba una lista para el comando Maisanta o la Unidad de Batalla Electoral (UBE) al movimiento popular éste ha organizado igualmente sus patrullas electorales, asambleas de ciudadanos o Comandos desde abajo. La madurez de las masas se refleja precisamente en que en todos esos casos están siendo precisamente las estructuras surgidas del pueblo las que están logrando forjar una unidad real desde la base, obligando en varios casos a Comandos impuestos desde arriba a tener que trabajar con ellas.
El mensaje de que ahora es el momento de unirse y no de discutir puede encontrar en determinados momentos cierto eco, especialmente cuando lo lanzan dirigentes que tienen autoridad entre las masas, ya que enlaza con el lógico sentimiento de unidad y de cerrar filas para ganar que compartimos todos los que apoyamos el proceso. Pero lo más interesante es que se mantiene mezclado con una actitud muy crítica y participativa, de búsqueda de ideas, de querer luchar, escuchar y opinar, y sobre todo de encontrar nuevos caminos. La idea planteada desde un sector de dirigentes de que “ahora es el momento de trabajar y que las críticas al Comando Ayacucho , los debates, etc hay que guardarlos para otro momento” pierde apoyo cuando se plantean las críticas de un modo constructivo, buscando sacar conclusiones para ganar la batalla que nos espera, y cuando se demuestra que las asambleas son el mejor camino para unificar las fuerzas por la base y tomar decisiones útiles para ese objetivo.
Cambio cualitativo
Chávez planteó en el Aló Presidente del domingo 13 de junio, tras insistir en la necesidad de la unidad y la disciplina, que cualquier Comando que se crease tenía que ser reconocido por la Secretaría de Organización del Comando Nacional Maisanta y que el que no aceptase la disciplina era mejor que se fuera del movimiento. Sin embargo el mensaje que ha arraigado de verdad en la conciencia de las masas es el inicial que lanzó en la marcha del domingo 6 de junio después de que muchos asistentes ,en lugar de aplaudir al Comando Ayacucho -como el propio Chávez solicitó- se mantuvieron en silencio e incluso pitaron a varios dirigentes de dicho Comando. En aquel momento Chávez llamó al pueblo a conformar Comandos y patrullas en cada cuadra, calle, caserío, etc y ese llamado fue seguido con entusiasmo por decenas de miles de personas. Miles de activistas han interpretado este llamamiento en la línea de que el presidente también estaba descontento con el Comando Ayacucho y de que se había abierto el camino para que fuese el pueblo el que tomase el control.
Uno de los aspectos más destacables de la situación actual es que las masas no han interpretado las declaraciones posteriores de Chávez como un freno a su iniciativa y organización independiente, como de hecho ha intentado que ocurra un sector de dirigentes reformistas. Todo lo contrario. El proceso de participación desde abajo se sigue manteniendo e incluso profundizando. Los trabajadores y los sectores populares entienden perfectamente la necesidad de la unidad para ratificar al Presidente y defender y profundizar la revolución pero han decidido que la mejor forma de lograr la unidad es construyéndola día a día con su participación, en el debate y en la acción. Esto representa el inicio de un salto cualitativo en el proceso de toma de conciencia.
La causa de esta situación no es sólo el descontento con la actuación del Comando Ayacucho durante los reparos sino que refleja la experiencia acumulada por millares de revolucionarios tras varios años de proceso revolucionario. La conclusión que están sacando decenas de miles de activistas es que es necesario profundizar ya la revolución y sustituir a muchos de esos dirigentes que no están bajo su control directo y frenan el proceso por otros más a la izquierda surgidos de las filas del propio movimiento obrero y popular revolucionario.
Este proceso, por el momento, se expresa fundamentalmente en los barrios (también porque es allí donde se libra la batalla electoral) pero podemos empezar a verlo desarrollarse en no mucho tiempo también de forma abierta dentro del movimiento obrero y en particular en las filas de la UNT . Ya se han creado Comandos Maisanta en varias seccionales y sindicatos afiliados a la UNT. En otros sindicatos cuyos dirigentes procedían del viejo sindicalismo reformista y burocrático y se pasaron a las filas de la revolución para mantener sus posiciones hay una contestación creciente. La exigencia de elecciones por la base aumenta y podemos ver una renovación importante de la dirigencia sindical y un giro ala izquierda en varios sindicatos importantes. Esto supondría un paso adelante decisivo para la revolución, pues un factor determinante para profundizar esta es que la clase obrera se dote de una dirección genuinamente revolucionaria y se ponga al frente del movimiento de las masas.
Embriones de poder obrero y popular
Este paso adelante que ha dado el movimiento popular tiene una especial importancia por el momento en qué se produce. En otros momentos de este proceso revolucionario las masas ya tomaron la iniciativa y pasaron a primer plano. En abril de 2002 fueron las masas las que espontáneamente se alzaron contra el gobierno golpista y devolvieron a Chávez al poder. Las dirigencias de los partidos que apoyaban a Chávez se vieron totalmente desbordadas. Tras derrotar el golpe, se crearon círculos bolivarianos por todas partes. Podía haber sido el embrión de una nueva estructura de poder popular surgida desde abajo que sustituyese las podridas y reaccionarias estructuras del estado burgués procedentes de la IV República. Pero en aquel momento la victoria sobre el golpe y la desarticulación temporal de las fuerzas contrarrevolucionarias no fue aprovechada para avanzar.
Chávez llamó a la reconciliación y convocó mesas de negociación con la oposición. Esto ,unido a que había desaparecido el peligro inmediato de contrarrevolución, hizo que los círculos se mantuvieran pero viendo debilitada su influencia y quedando únicamente como células de movilización pero sin desarrollar el potencial de organismos de poder que la insurrección del 12 y 13 de abril contra el gobierno golpista les había proporcionado.
En enero y febrero de 2003, cuando el paro golpista en la empresa petrolera estatal PDVSA fue derrotado por los propios trabajadores, se desarrollaron experiencias de control y gestión por parte de los trabajadores en varios centros petroleros. Esto era especialmente interesante ya que por primera vez la clase obrera como tal ocupaba la primera línea de batalla y derrotaba con sus propios métodos de clase el golpe. En algunos centros petroleros las decisiones se siguieron tomando en asamblea durante varios meses. Varias empresas privadas propiedad de golpistas fueron tomadas por los trabajadores y surgieron decenas sindicatos clasistas por la base. Pero la ausencia de una vanguardia obrera revolucionaria unificada y organizada, unida a la política seguida desde el gobierno de buscar nuevamente el diálogo con la oposición, permitió que de nuevo estos elementos embrionarios de poder obrero quedasen congelados primero y acabasen remitiendo e incluso despareciendo después.
El diálogo abierto culminó en el acuerdo de mayo de 2003 que abrió las puertas a la campaña de la oposición para llegar al actual RR. En el seno del movimiento obrero se dio un paso atrás pero no se volvió a la situación anterior: surgió una nueva central clasista (la UNT) frente a la mafia burocrática golpista de la CTV y en la industria petrolera se ha mantenido un proceso de participación desde abajo que en estos momentos intenta expresarse en los Comités Guía, unos órganos de debate y participación de trabajadores y gerentes que discuten la política petrolera pero distan todavía bastante de ser los instrumentos de control obrero que vimos en la lucha contra el paro patronal.
Tanto en abril de 2002 como en enero-febrero de 2003, un elemento central que facilitó que estas formas potenciales o embrionarias de poder obrero y popular no se siguiesen desarrollando, junto evidentemente a que esto no se vio estimulado desde la máxima dirección del proceso, fue que la derrota sufrida por la contrarrevolución impedía que esta pudiese pasar a la ofensiva a corto plazo y alejaba –por supuesto temporalmente- el peligro contrarrevolucionario que había movilizado a las masas. A un nivel significativamente menor, volvimos a ver lo mismo tras la “guarimba”. Derrotado “el látigo de la contrarrevolución”, las asambleas y otras formas de organización del movimiento revolucionario surgidas desde abajo remitieron e incluso desaparecieron.
Una diferencia con la situación actual es que las patrullas electorales, UBEs y comandos que ahora están surgiendo -y organizando a centenares de miles , sino millones ya, de personas- no sólo no han terminado su trabajo sino que este apenas ha empezado. Algún dogmático sectario podría pensar que el movimiento actual es menos importante porque se da entorno a una disputa electoral y nace como algo defensivo. Si alguien piensa esto, lo único que demuestra es una gran miopía y un escaso conocimiento de la lucha de clases.
La lucha entre las clases se ha desplazado temporalmente al terreno electoral pero si analizamos las perspectivas a corto y medio plazo para el proceso revolucionario venezolano veremos que lo que se viene no es una convocatoria electoral normal sino una prueba de fuerza decisiva entre las clases.
La lucha entre la revolución y la contrarrevolución no se va a decidir el 15 de agosto en las urnas pero el resultado del 15 de agosto, y sobre todo el cómo nos organicemos la clase obrera y los sectores populares para dar esa batalla y qué conclusiones saquemos de ella, condicionará de forma determinante el futuro más inmediato. Si logramos que este salto cualitativo en la organización y la conciencia del movimiento revolucionario que ha empezado a darse en las últimas semanas no sólo se mantenga sino que avance y cristalice en la creación de organismos dirigidos y controlados por las propias masas estaremos mucho más cerca de la victoria.
El RR, en el contexto actual de ascenso de participación de las masas e incremento de su conciencia, ha tenido el efecto de acelerar el ritmo de los acontecimientos y radicalizar a sectores importantes del movimiento bolivariano. Este efecto se puede ver aún más profundizado porque los próximos meses no van a ver atenuarse la lucha sino un exacerbamiento de esta. En esta ocasión, las masas se han puesto en marcha y han empezado a organizarse no cuando el enemigo ya ha sido derrotado sino cuando comienza la lucha y está preparando todo su arsenal de maniobras y provocaciones contrarrevolucionarias. Esta diferencia puede ser decisiva.
Perspectivas para el RR
El terreno electoral nunca es el más favorable para la revolución. En unas elecciones no sólo votan los sectores activos socialmente, que participan en la lucha, que van a marchas, se manifiestan , etc. Ahí la mayoría sigue siendo apabullante a favor del chavismo. En unas elecciones el voto de los sectores más avanzados, activos y participativos vale lo mismo que el de los más atrasados y escépticos. Uno de los objetivos del imperialismo y la reacción será ganar a esos sectores más atrasados con elementos parecidos a los que manejaron en Nicaragua o en las recientes elecciones salvadoreñas.
Es probable que asistamos a una mezcla de acciones desestabilizadoras, intensificación del saboteo económico y político y promesas demagógicas (mantener las misiones, traer inversiones para crear empleo, etc) ,a la utilización de problemas como el desempleo, casos de corrupción, la inseguridad y otros para intentar minar la confianza de los sectores menos concienciados políticamente de las masas en el proceso,… Pero la contrarrevolución no ha conseguido generar una situación de desgaste como la que había en Nicaragua ni venimos de un proceso de derrotas y cansancio como en El Salvador. La crítica a sectores de la dirección no se está expresando de forma mayoritaria en escepticismo sino en participación y Chávez mantiene e incluso ha aumentado su apoyo social. Es más, el propio intento de desestabilizar y desgastar de la burguesía y el imperialismo, aunque puede crear cierta confusión entre algunos sectores más atrasados políticamente de las masas, también radicalizará a otros muchos hacia la izquierda.
Lo más probable es que Chávez gane el RR y lo haga con claridad. Pero el imperialismo y la reacción no pueden aceptar este resultado. En primer lugar por las implicaciones de carácter general que tiene. Podría suponer un fortalecimiento y profundización del proceso, que además se convierte cada vez más claramente en un referente para otros pueblos, especialmente en América Latina. Y ello en un contexto de crisis orgánica del sistema y ascenso de la movilización popular es doblemente peligroso. A eso se une que Venezuela es un país petrolero, y uno delos principales suministradores de la economía USA. Y todo ello cuando los precios del petróleo permanecen a unos niveles que la burguesía estadounidense exige rebajar , Afganistán y sobre todo Irak están fuera de control y el escenario en otros países petroleros también es de inestabilidad creciente.
Pero incluso desde un punto de vista más estrecho y limitado el efecto de una victoria de Chávez destrozaría a la oposición en vísperas de unas elecciones a gobiernos municipales y regionales. Ello supondría perder una gran parte de su poder político actual. Este es otro factor que podría empujarles a una salida violenta.
Nuevo fraude, nuevo golpe
¿Qué pueden hacer? La respuesta a una pregunta como esta siempre encierra una fuerte dosis de especulación. Miguel Salazar, un periodista que manifiesta públicamente su apoyo el proceso y se ha especializado en formular denuncias en su periódico “Las verdades de Miguel”, ha escrito que el fraude ya está organizado y hay un complot en marcha financiado por el imperialismo, poderosos capitales financieros y los principales clanes del narcotráfico para sabotear el resultado de la consulta del 15 de agosto.
Según Salazar la empresa que organizará la votación automatizada (Smartmatic) está infiltrada por la CIA y hay sectores de la propia dirigencia bolivariana y del gobierno que le apuestan al “chavismo sin Chávez” y podrían estar implicados en el complot. El complot tendría entre sus objetivos prioritarios a altos oficiales del ejército. Siempre según estas mismas fuentes, entre los mandos del Ejército de Tierra es donde Chávez tiene más apoyo y parece que el ministro de Defensa, García Carneiro, ha sido varias veces “tocado” y la conclusión de un informe interno de los propios golpistas es que es leal a Chávez y ha decidido ir hasta el final con este. De hecho según otras fuentes fue de los que defendió no aceptar el RR. Pero el informe en cuestión habla de movimientos intensos para comprar a oficiales de la Armada y ,sobre todo, de la Fuerza Aérea.
Siempre es difícil saber que hay de cierto en todas estas denuncias, e incluso hay sectores del proceso que formulan acusaciones contra el propio Salazar, pero lo que está claro es que el imperialismo y los capitalistas venezolanos no pueden aceptar su derrota. Por el momento, combinan la táctica legal (el RR) que busca distraer, ganar tiempo y preparar la excusa para una nueva arremetida contrarrevolucionaria, con una táctica ilegal que sigue saboteando y desestabilizando el país con el objetivo de poder pasar al ataque en cuanto les sea posible o la situación les obligue a ello.
La mejor opción para la contrarrevolución sería la de poder organizar un fraude masivo infiltrando la empresa encargada de dar los resultados (o sobornando a alguna institución del estado: TSJ, CNE…) y proclamar la derrota de Chávez. En ese caso, si el “árbitro” anuncia una derrota de Chávez, este se vería bajo una gran presión. Su actuación podría resultar decisiva.
Escenarios para después de la batalla electoral
En caso de fraude la respuesta del pueblo será masiva. Sólo la podría evitar , o más bien debilitar, que el propio Chávez renunciase a luchar e intentase frenar a las masas pero esto no nos parece probable. Es posible que el sector más a la derecha de los dirigentes reformistas y los asesores de Chávez, o sectores militares, intentasen presionarle para que aceptase una victoria del “sí” que sólo parece posible en estos momentos manipulando los resultados. Pero incluso en una situación tan crítica es probable que -dado el nivel de participación en las patrullas que estamos viendo- la respuesta desde abajo fuese lo suficientemente fuerte como para evitarlo y que Chávez girase nuevamente , y de forma incluso más clara, a la izquierda.
Evidentemente, un escenario de fraude consagrado por la OEA y el Centro Carter -ya no digamos avalado por el CNE, sectores del ejército o algún sector del propio chavismo- es el que preferiría el imperialismo. Combinarían la presión internacional con la desestabilización (“guarimba”, grupos paramilitares, actos terroristas, paros patronales donde puedan ,etc), y los pronunciamientos militares, e intentarían variar la correlación de fuerzas en la cúpula militar atrayéndose a los sectores “institucionalistas”. Por eso no debemos confiar en instituciones burguesas como estas que el pueblo no controla sino en nuestras fuerzas y capacidad de movilización.
En caso de no conseguir fabricar el fraude, se podrían combinar varias opciones: no aceptación de los resultados por parte de gobernadores de la oposición y desconocimiento del gobierno. Especialmente Zulia que –como hemos explicado en otros artículos- es el estado más poblado, el que tiene más recursos petrolíferos y además es fronterizo con Colombia sería una pieza clave en este escenario. El “riesgo de enfrentamiento civil”, “Chávez no controla la situación y no tiene legitimidad”, “hay vacío de poder” podría ser aducido como excusa para preparar o un golpe o una intervención (prefereiblemente para ellos a través de la OEA) o una combinación de ambos. No puede descartarse que la fortaleza del movimiento popular les disuadiese de intentar inmediatamente una ofensiva de este tipo por miedo a precipitar una derrota definitiva. En ese caso, tendrían que verse obligados a seguir con la táctica de acoso y derribo seguida hasta ahora aunque probablemente intensificada. Como mínimo empezarían con una condena internacional, sanciones económicas y una fuerte campaña de presión diplomática combinada con los inicios de una desestabilización interna (creación de una “contra” basándose en los paramilitares y las bandas fascistas de la guarimba, etc).
Sin embargo, como ya hemos dicho en diferentes ocasiones, toda la situación internacional y nacional reduce el margen de maniobra que tiene la contrarrevolución y podria empujarles a tener que jugar la carta del golpismo y el enfrentamiento incluso sin tener todas las garantías. Los errores de cálculo y las huidas hacia delante siempre han desempeñado un papel en la historia, y no pequeño.
Una variante de este plan de ofensiva contrarrevolucionaria sería , en caso de que el imperialismo llegase a la conclusión de que no puede organizar el fraude y que sus títeres venezolanos de la Coordinadora Democrática van a ser derrotados espectacularmente, que rompan la baraja antes de llegar al RR y lancen esa misma campaña golpista con la excusa de que no hay “garantías democráticas”, el “déspota” Chávez está preparando un fraude, las patrullas electorales son “círculos del terror”, etc. El escenario no sería muy diferente del que antes describíamos.
En todos estos casos el peligro del magnicidio nunca puede ser descartado. Ya hemos dicho en otros materiales lo que esto provocaría. Sería prácticamente el inicio de una guerra civil. Es difícil predecir de antemano un desarrollo semejante y quizá por eso hasta ahora ,aunque han manejado esta posibilidad, los burgueses no se han decidido o puesto de acuerdo en ella. Pero está implícita en la situación y de hacerlo iría aparejado seguramente a un complot para intentar dar un golpe de estado y asesinar a los principales cuadros del chavismo y , por supuesto, del movimiento obrero y popular.
La única manera de impedir cualquiera de estos escenarios o , en el caso de que lo intenten, derrotarlos de la forma más rápida y expeditiva (y reducir así los riesgos de violencia, etc) no es esperando, o con llamamientos al diálogo a los dirigentes opositores (que ya han demostrado suficientemente su carácter de asesinos sin principios) ni al imperialismo. El único camino es organizarnos –como las masas ya han empezado a hacer- y mantenernos vigilantes en la calle, manteniendo después del 15 de Agosto las patrullas electorales y convirtiéndolas en Comandos en Defensa de la Revolución, impulsando milicias y brigadas de defensa (“el concepto del pueblo en armas”) así como comandos populares en el propio ejército que agrupen a los sectores revolucionarios y aíslen y combatan a cualquier posible golpista. La mejor forma de derrotar e incluso de impedir los planes golpistas es demostrándoles desde ya a los contrarrevolucionarios sin ningún género de dudas que somos más fuertes y podemos derrotarles.
Construir poder obrero y popular
En el contexto actual de la revolución, de avance en las conclusiones políticas, organización y movilización de sectores decisivos de las masas, cualquiera de estos escenarios de ofensiva contrarrevolucionaria ,especialmente un intento de fraude de la oposición no aceptado por Chávez o de “golpe más intervención”, puede tener un efecto inesperado para la reacción y volverse en su contra. La respuesta de las masas podría expresarse a través de los Comandos populares y patrullas electorales que se están formando y que estos se conviertan de organizaciones de participación y movilización de las masas para ganar la contienda electoral en órganos de lucha para defender la misma y en un determinado momento –sobre todo si la oposición intenta un golpe- incluso en organismos de poder dual, es decir en estructuras a través de la cuales las masas empiecen a tomar el control de la situación y ejercer el poder.
En todo caso una de las principales tareas de los revolucionarios en estos momentos es la de luchar por darle este carácter a esos organismos. Incluso antes del RR es probable que los Comandos (sean los Maisanta oficiales u otros que puedan ir surgiendo desde abajo) vayan adquiriendo cada vez más importancia. Los ejemplos de Antímano, El Valle y otros lugares dan una idea de cómo pueden evolucionar las cosas.
La campaña de desestabilización, sabotaje e intimidación de la oposición y el imperialismo empezará antes del RR y puede empujar aún más a las masas a participar. En un primer momento esto puede darse bajo la forma de que las patrullas, o comandos o asambleas surgidos desde abajo, empiecen a tomar iniciativas por su cuenta (movilizaciones ante empresas que coaccionen a trabajadores, ante los medios de comunicación golpistas, ante el CNE). Varias de estas medidas -sobre todo lo de los medios y el CNE- ya han sido planteadas en distintas asambleas. También vemos como estos Comandos empiezan a exigir que representantes del Maisanta vengan a “informar”. En el contexto actual esto puede acercarse fácilmente a una especie de rendición de cuentas y desbordarse.
El movimiento chavista o bolivariano ha echado unas raíces muy profundas y fuertes en la sociedad venezolana. Incluso en el caso más desfavorable, un golpe inicialmente victorioso –o victorioso en algunas zonas del país- podríamos ver un nuevo 13 de abril pero a un nivel superior. Es improbable que incluso en caso de una victoria parcial de la contrarrevolución en algunas zonas, pudiesen aplastar el proceso de un solo golpe. En caso de golpe es más probable un escenario como el de la revolución española tras el Alzamiento fascista del 18 de julio que como el de Chile tras el golpe de Pinochet en 1973. En España en 1936 a pesar de que el gobierno republicano no había preparado la defensa contra el fascismo y no le había repartido armas al pueblo éste las tomó y se organizó. En toda una serie de zonas los militares y fascistas fueron derrotados por Comités revolucionarios de obreros , campesinos y soldados y surgió una situación de doble poder en el que los comités de obreros y campesinos tenían el poder efectivo en muchas zonas e incluso en sectores de la vida económica y social pero al mismo tiempo el estado burgués seguía existiendo aunque muy debilitado en su capacidad de controlar la situación. Esta situación se prolongó un año y no culminó en la creación de un estado obrero por la ausencia de una dirección revolucionaria.
Como decíamos anteriormente, la posibilidad de que en un contexto como este el Presidente Chávez gire hacia la izquierda y que incluso tome medidas de nacionalización parecidas a las que Fidel y el Che tomaron en su día en Cuba, no puede ser descartada. Sectores de la izquierda “radical” mostrarán su escepticismo ante esta posibilidad y nos acusarán sin duda de fomentar ilusiones en Chávez. Sin embargo, si analizamos el propio ejemplo cubano detenidamente veremos como Fidel y el Che no tenían inicialmente un programa socialista y de hecho no llevaron a cabo medidas de nacionalización hasta después de más de dos años de estar en el poder. Y ello fue precisamente como respuesta al saboteo económico de los capitalistas, la intervención y acoso del imperialismo y la necesidad de empezar a resolver los problemas económicos y sociales de las masas y defender la revolución. Un desarrollo de los acontecimientos en Venezuela en una dirección parecida no puede ser descartado y va a depender en última instancia del desarrollo de la lucha de clases, de qué presión de clase se imponga y a qué ritmo se desarrolle la unificación de la vanguardia revolucionaria y su influencia.
En todo caso, si Chávez en un determinado momento más o menos cercano girase hacia una economía nacionalizada y planificada, la tarea de los revolucionarios no es la de esperar por esta posibilidad ni siquiera la de animarla sino la de impulsar la organización de la vanguardia revolucionaria y construir estructuras de poder popular que permitan que las masas tienen el control y la dirección del proceso. La nacionalización de los sectores decisivos de la economía sin que los dirigentes reformistas y las instancias burocráticas que todavía se mantienen al frente de muchas organizaciones e instituciones fuesen desplazados por una estructura de poder obrero y popular surgida de las bases del propio movimiento revolucionario sería una amenaza igualmente para el desarrollo, profundización y consolidación definitiva del proceso revolucionario. La revolución sólo puede triunfar definitivamente si la clase obrera al frente de los sectores populares consigue forjar en la lucha un genuino poder de los trabajadores y el pueblo.
Transformemos Santa Inés en Ayacucho
La revolución venezolana se enfrenta a momentos decisivos. No podemos prever todos los desenlaces posibles pero lo que está claro es que si hay uno que podamos descartar es el de que la oposición y el imperialismo acepten su derrota y abandonen la escena sin lucha. Es probable que el desenlace no se dé en un solo episodio y eso da tiempo a la vanguardia revolucionaria, los miles de activistas y cuadros que se están forjando en este proceso, a unificarse y construir una dirección revolucionaria pero no hay todo el tiempo del mundo y es urgente empezar cuanto antes esta tarea. Para ello debemos estar claros en cuáles son los peligros y las tareas fundamentales a que nos enfrentamos en este momento.
Los marxistas estamos convencidos de que tenemos fuerza suficiente para aplastar a la contrarrevolución tanto en las elecciones como en la calle. Pero no basta únicamente con ser más fuertes para ganar. Todas las revoluciones han tenido más fuerza y apoyo que la contrarrevolución pero han sido derrotadas porque desaprovecharon las oportunidades que tuvieron para avanzar.
El debate central de la revolución bolivariana es cada vez más nítidamente el de reforma o revolución. Un sector de dirigentes está planteando que después de ganar la batalla del 15 de agosto todo volverá a la normalidad y a la oposición no le quedará más remedio que entrar por la vía democrática. Esto nos parece la mayor de las utopías. Ya hemos explicado porqué la crisis mundial del capitalismo y los lazos indisolubles de la burguesía venezolana con el imperialismo empujan a esta una y otra vez por la vía del golpismo. No querer ver esto es ir con los ojos cerrados a la batalla. Ese es el principal riesgo de las posiciones políticas que están planteando estos dirigentes.
Frente a eso, la clase obrera y los sectores populares –que gracias a un sano instinto de clase estamos mucho más claros- tenemos que imponer una orientación diferente. La Batalla de Santa Inés, que ha empezado como una batalla defensiva para ratificar al Presidente y reafirmar el proceso revolucionario, debe continuar tras el 15 de agosto y convertirse en la batalla definitiva que derrote al imperialismo y profundice la revolución. Así como la batalla de Ayacucho infligió la derrota decisiva al imperialismo español y sirvió para avanzar hacia el sueño de Bolívar de una América Latina libre y unida, la tarea que hoy tenemos por delante tras vencer en Santa Inés es convertir esta en una nueva batalla de Ayacucho que derrote definitivamente a la contrarrevolución burguesa, a los capitalistas venezolanos y al imperialismo y profundice la revolución hacia otro modelo de sociedad que resuelva los problemas económicos de las masas y haga realidad todas las esperanzas que ha despertado el proceso bolivariano. El único sistema que puede conseguir esto es el socialismo.
Tras el 15 de agosto no debemos disolver las UBEs, patrullas, Comandos y Asambleas sino convertirlos en esa estructura capaz de garantizar la participación de las masas en la toma de las decisiones. En gran parte, el que derrotemos la nueva arremetida que preparan el imperialismo y la burguesía va a depender de que consigamos esto. De que el movimiento revolucionario consiga fortalecer este proceso de participación que ha abierto la batalla electoral y convertir las asambleas, patrullas, UBEs y Comandos que están surgiendo en estructuras permanentes capaces de sustituir en cuanto se presente la ocasión a las estructuras burguesas de la IV República.
Las estructuras de participación popular que estamos empezando a ver surgir para organizar la batalla de Santa Inés representan ,todavía en embrión, la base de la democracia obrera. Las asambleas de cada sector (o de cada fábrica) deben designar representantes elegibles y revocables, estos deben unificarse a su vez en asambleas parroquiales, locales, regionales y en una gran asamblea nacional revolucionaria de delegados del movimiento obrero y popular elegidos desde abajo. Esta asamblea nacional debería elegir al Comando político de la Revolución y este responder ante ella. El salario de cada uno de los representantes obreros y populares elegidos mediante un sistema de este tipo debería ser el mismo de la gente que representan para evitar el burocratismo.
Sólo un régimen de democracia obrera como este podrá sustituir las estructuras burguesas que hemos heredado de la IV República, que frenan y obstaculizan cualquier cambio profundo en nuestras condiciones de vida. Un estado de los trabajadores y el pueblo basado en la elegibilidad y revocabilidad de todos los cargos por asambleas de trabajadores y de los sectores populares, y en la rendición de cuentas de todos los representantes electos, sí sería una máquina capaz de profundizar la revolución, ponerse al servicio de los intereses del pueblo oprimido y abrir el camino hacia una sociedad socialista.
El socialismo es la única alternativa
Vivimos en un mundo capitalista dominado por un puñado de grandes multinacionales. Las distintas burguesías latinoamericanas están unidas por miles de lazos a esas multinacionales y dependen del mantenimiento de la estabilidad global del sistema para seguir acumulando beneficios. Una y otra vez a lo largo de este siglo los capitalistas de cada uno de nuestros países han demostrado que son incapaces de desempeñar ningún papel independiente, mucho menos revolucionario. En un contexto de crisis internacional del capitalismo y de lucha desesperada por los mercados como el actual esto incluso se ve intensificado y cada burguesía nacional intenta competir explotando más intensamente a sus trabajadores.
Los capitalistas están incrementando la explotación en todos los países y condenando a la clase obrera y los sectores populares al desempleo y la miseria. La única forma de profundizar la revolución y completar sus objetivos antiimperialistas es avanzando hacia el socialismo. La revolución ha empezado en Venezuela pero sólo puede triunfar definitivamente extendiéndose en primer lugar a toda Latinoamérica y llamando a todos los trabajadores del mundo a solidarizarse con ella. Una profundización revolucionaria en Venezuela arrastraría a los trabajadores en Argentina, Perú, Bolivia, Colombia, Brasil, etc. El intento de los burgueses de intervenir contra una profundización de la revolución bolivariana hacia el socialismo se encontraría no sólo con la resistencia de los trabajadores y el pueblo venezolano sino de todo el continente, que se vería empujado e inspirado por este proceso. El ideal bolivariano de una América Latina unida sólo es posible bajo la Forma de una Federación Socialista de los pueblos de América Latina.
En otros materiales (ver http://venezuela.elmilitante.org) hemos explicado la necesidad de luchar por el socialismo y hemos contestado los argumentos de muchos dirigentes reformistas en el sentido de que no estamos preparados, provocaríamos a la reacción y al imperialismo, ahuyentaríamos a la clase media, etc. Estos argumentos son los mismos que se utilizaron en otros procesos revolucionarios como Chile, Nicaragua o la propia revolución española de los años 30 de la que antes hablábamos para justificar que no se tomasen medidas socialistas. En todos estos casos el movimiento revolucionario fue derrotado.
Lo que demuestra la experiencia es que es imposible hacer una revolución a medias. No es posible resolver los problemas de las masas y combatir al imperialismo y la burguesía dejando el poder económico en sus manos. Esta es la gran lección de Chile o Nicaragua, donde la burguesía utilizó su poder económico para desgastar el apoyo social a la revolución, creando la sensación entre la clase media y los sectores menos conscientes políticamente de que la revolución no sirve para resolver los problemas económicos y sólo crea inestabilidad. Aprovechando esa desmoralización, pasaron al ataque y derrotaron al movimiento revolucionario.
La revolución no triunfará convenciendo a los sectores menos conscientes políticamente de que va a respetar y gestionar mejor el capitalismo. La experiencia demuestra a estos sectores que no es así ya que los capitalistas sabotean a cualquier gobierno que se diga revolucionario e incluso a un gobierno reformista honesto. La revolución sólo puede ganar a sectores importantes de las capas medias y de las capas más atrasadas y desesperadas de los sectores populares demostrando en la práctica que es capaz de resolver los problemas sociales que crea el capitalismo, y esto sólo es posible yendo hacia el socialismo.
La falla fundamental que impide en estos momentos que esta conclusión , que ya empieza a intuirse y esbozarse en la mente de sectores importantes de las masas, se generalice y se transforme en una comprensión clara de la necesidad de luchar por un programa socialista es que falta todavía una organización revolucionaria marxista que agrupe a los luchadores más conscientes y combativos, la vanguardia revolucionaria, y que al mismo tiempo se haya ganado el reconocimiento y respeto de las masas. Ese es el objetivo que los marxistas nos planteamos. La tarea es cada vez más apremiante pero todavía estamos a tiempo de realizarla con éxito. La victoria de la revolución en Venezuela, su profundización hacia el socialismo, cambiaría todo el panorama a escala mundial y ofrecería una esperanza a millones de oprimidos de todo el Planeta. Como dijera el prócer venezolano José Félix Ribas en su día, en esta batalla “morir o vencer no es la opción. Necesario es vencer”.