Presentamos la quinta y última entrega del Documento de Perspectivas Nacionales de Revolución Comunista, sección venezolana de la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR). En esta ocasión, se analiza la situación del gobierno en el contexto de la juramentación de Maduro para un nuevo período presidencial y se expone la posición de la ICR respecto al fraude electoral del 28 de julio y la democracia burguesa en general. Seguidamente, se presentan varios escenarios que podrían desarrollarse en el corto y mediano plazo como resultado de la crisis política nacional. El texto concluye con el apartado titulado “Necesitamos una alternativa revolucionaria”, donde se explican los desafíos y retos que deben asumir los verdaderos comunistas para construir el factor subjetivo de la clase obrera, además de la propuesta programática de Revolución Comunista.
Maduro y el poder
El casi concluido segundo mandato de Nicolás Maduro ha representado un salto cualitativo en toda una variedad de aspectos, pero en ninguno de ellos hay algo positivo a resaltar en relación a los intereses del pueblo trabajador. Fue en este periodo donde el gobierno dio el paso definitivo de la fracasada política de regulaciones a la economía, al ajuste antiobrero y antipopular abierto. Así, mediante infinidad de concesiones, constituyó un entorno de máximo beneficio para el empresariado y fortaleció su carácter entreguista frente al capital extranjero. Además, robusteció enormemente los aparatos de represión y judicialización estatal, acentuó sus tendencias autoritarias e institucionalizó la corrupción en todos los ámbitos de la vida nacional. Como resultado, destrozó y asaltó las condiciones de vida y los derechos democráticos del pueblo trabajador como ningún gobierno lo había hecho en la historia.
Venezuela es otro claro ejemplo de la bancarrota política del reformismo y de los llamados “gobiernos progresistas”. Los mismos, cuando deben administrar la crisis del capitalismo, no dudan un segundo en aplicar la más severa austeridad a los sectores más empobrecidos. De esta manera, no pueden evitar erosionar sus bases sociales de respaldo que antes los llevaron al poder. Gracias a todos los retrocesos mencionados, Maduro fue capaz de dilapidar el enorme capital político acumulado por Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana.
Durante el segundo mandato de Maduro, el panorama internacional experimentó un giro significativo marcado por el cambio de administración en EEUU, la guerra en Ucrania y la crisis energética. Este contexto propició una recuperación del reconocimiento internacional a Maduro, con varios gobiernos occidentales mostrando interés en restablecer relaciones diplomáticas y comerciales. Sin embargo, esta mejora en las relaciones con EEUU y Europa estuvo condicionada por la realización de varias jornadas de diálogo político con la derecha nacional. Aunque las negociaciones no lograron avances sustanciales para la oposición, brindaron a los imperialistas estadounidenses y europeos una excusa para mejorar sus vínculos con Maduro. Fiel a su estrategia, el líder del PSUV aprovechó el diálogo con la derecha para ganar tiempo y generar divisiones a esta entre su «ala moderada” y el ala radical representada por María Corina Machado.
Tras el fraude electoral del 28 de julio, buena parte de los avances diplomáticos logrados en el periodo anterior están en riesgo. Esta situación plantea un dilema a los gobiernos que antes de las elecciones impulsaban el descongelamiento de relaciones con Venezuela. También afecta el relacionamiento de Maduro con los gobiernos de Brasil y Colombia, que además de ser vecinos fronterizos, actuaban como aliados en el equilibrio de fuerzas regionales. Lula y Petro promueven una iniciativa de negociación entre Maduro y la oposición, que en la actualidad luce estancada. Sin embargo, la negativa de Maduro a ceder en temas como la persecución y el arresto de líderes de la derecha, así como a mostrar las actas electorales que avalan su supuesta victoria, ha generado choques con ambos gobiernos, especialmente con el de Brasil que recientemente bloqueó el ingreso de Venezuela a los BRICS.
Para la dirección del partido gobernante, el poder es un factor innegociable que justifica el sacrificio de cualquier avance. Esta posición se fundamenta en su aprovechamiento ilícito de las riquezas y recursos estatales, así como el riesgo de enfrentar procesos judiciales internacionales si pierden el poder. Los ofrecimientos de amnistía por parte de la derecha y el imperialismo han sido rechazados por Maduro, quien hasta ahora mantiene una desconfianza total en las promesas de Washington. La cúpula del PSUV ya sabe lo que es gobernar bajo sanciones y aislamiento internacional, por lo que se siente preparada para afrontar nuevamente periodos de bajo reconocimiento político y diplomático.
En el plano interno, la brutal represión no ha disipado las amenazas para el gobierno. Aunque insiste en haber ganado las elecciones, se niega a mostrar pruebas de su supuesto triunfo. Esto, en términos de democracia burguesa, implica una ilegitimidad de origen que no se puede ocultar ni con todos los decretos del TSJ. El rechazo social que enfrenta es enorme, como pudo corroborar en las elecciones y en la sublevación popular del 29 y 30 de julio. Tal descontento, que recorre los barrios y zonas populares en general, podría estar encontrando expresión en los cuarteles militares. Todo lo anterior constituye un caldo de cultivo para conspiraciones y levantamientos futuros.
Recientemente, Maduro renovó casi todo el alto mando militar y policial, manteniendo al General Vladimir Padrino López al frente del Ministerio de Defensa. Se destaca la sustitución de 7 de los 8 Comandantes de las Regiones de Defensa Integral (REDI), así como de los respectivos Comandantes del Ejército, la Armada, Aviación Militar, Guardia Nacional y la Milicia Nacional Bolivariana. Adicionalmente, fueron sustituidos el Director del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), Gustavo González López, y el jefe de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) y Casa Militar, Mayor General Iván Hernández Dala. Hasta su destitución, este último también estuvo al mando de la seguridad presidencial por 9 años. Según las lealtades de los ascendidos, todos los análisis apuntan a un aumento significativo de la influencia de Diosdado Cabello en el sector militar y policial –ahora como Ministro del Interior–, a expensas de Jorge y Delcy Rodríguez, quienes venían siendo los principales aliados de Maduro en los juegos de poder del gobierno.
La renovación de los mandos militares y policiales sugiere que Maduro se está apoyando en Cabello, su anterior adversario dentro de la cúpula del PSUV, para que este garantice la supervivencia del régimen con mano de hierro. En términos de fuerza, podemos afirmar que Cabello se ha convertido en el segundo al mando del gobierno, más allá de que Delcy Rodríguez sigue ocupando la Vicepresidencia. Tal reacomodo implica una nueva escalada en la violencia represiva del Estado, la cual se ha convertido en el eje central de la actual política gubernamental. Asistimos a un nuevo salto de cualidad en el carácter bonapartista del gobierno, impulsado principalmente por el temor a una rebelión popular más fuerte.
Esta profunda reestructuración en un contexto de crisis evidencia grandes desconfianzas hacia los elementos sustituidos, y por qué no, a sus líderes dentro de las camarillas superiores. Maduro, en recientes declaraciones, afirmó haber recibido “puñaladas por la espalda” de personas cercanas a él, aunque sin mencionar nombres. Esta confesión no es un detalle menor. A todas luces, el gobierno está atravesando una crisis interna.
Las autoridades han detenido al exministro Pedro Tellechea, acusado de dirigir una trama de corrupción en la industria petrolera y de entregar el sistema de control automatizado de PDVSA a los servicios de inteligencia estadounidenses. Por el mismo caso, también han arrestado a empresarios históricamente vinculados al gobierno, como Raúl Gorrín y los hermanos Khalil. Hasta el momento, han sido detenidas más de 30 personas. Algunos análisis sugieren que esta movida, además de responder al caso de corrupción mencionado, podría ser un intento de distraer la atención de la opinión pública para que nadie se acuerde de las actas electorales no entregadas. Otros indican que esta purga podría ser un ajuste de cuentas entre diferentes camarillas burocráticas.
Diosdado Cabello ha declarado que la Fiscalía investiga una posible implicación de Tellechea y los demás detenidos en una conspiración para un golpe de Estado. Aunque la credibilidad del gobierno es nula, como hemos mencionado, existe un caldo de cultivo para la proliferación de conspiraciones golpistas, seguramente gestionadas por el imperialismo. Sin embargo, para llevar a cabo un golpe, generalmente es necesaria la participación de las fuerzas armadas. Esto plantea una relación entre los arrestos mencionados y la renovación del alto mando militar, hechos que se han producido casi en simultáneo. Ante las hipótesis de distracción, ajuste de cuentas y conspiración golpista, creemos que puede haber una combinación de todas. Si este choque continúa, podría abrirse una fisura que comprometería las fuerzas del régimen en un momento crítico como el actual.
El ambiente de desconfianza reinante en Miraflores ha resultado en el atrincheramiento y depuración del gobierno en torno a la alianza Maduro – Cabello. La juramentación de Nicolás Maduro para un tercer mandato supondrá el establecimiento de un gobierno de facto. El bonaparte venezolano comprende muy bien los riesgos de dar un paso como este, ante el rechazo mayoritario de la población y la posibilidad de desconocimientos en el seno militar. Sin embargo, no tuvo otra alternativa disponible para preservar el poder dadas las circunstancias. Ha quedado claro que, hasta hoy, para la cúpula psuvista entregar el poder no es una opción.
El nuevo lema del madurismo, “dudar es traición”, lleva implícita una amenaza, pero también presupone dudas sobre la lealtad entre camarillas y sus respectivos cuadros. Estas son las consecuencias inevitables de hacer política con métodos gangsteriles, atrayendo a una bandada de criminales enfermos de ambición. Maduro y Cabello saben que, cuando un barco se hunde, las ratas son las primeras en abandonarlo.
Nuestra posición sobre el fraude electoral y la democracia burguesa
A lo largo de las páginas de este documento, hemos hecho mención al fraude electoral perpetrado por el madurismo. Estas menciones no implican un respaldo a la derecha ni al imperialismo, que desprecian la democracia al solicitar la «intervención» de las fuerzas armadas y que en el pasado organizaron golpes de Estado, ofensivas insurreccionales e incursiones mercenarias. En relación con la democracia burguesa y la postura de los comunistas al respecto, es necesario realizar algunas breves reflexiones.
Para los comunistas, la democracia burguesa supone, en esencia, la dictadura omnipotente del capital. Sin embargo, este régimen político oculta muy bien dicha dictadura a través de mecanismos participativos como las elecciones. El propio sistema se encarga, en la mayoría de los casos, de que las opciones disponibles para las masas –incluyendo a la izquierda “responsable”– no cuestionen de fondo el orden establecido ni la sacrosanta propiedad privada. Solo en ocasiones un elemento indeseado para los capitalistas logra colarse, como fue el caso de Chávez en su momento. Esto suele ocurrir en períodos de crisis capitalista o crisis del régimen político vigente.
Ciertamente, las clases dominantes prefieren dirigir y controlar la sociedad mediante el consenso social y la relativa flexibilidad que ofrece la democracia burguesa. Sin embargo, cuando esta falla en su propósito de proteger sus intereses y privilegios, los capitalistas no dudan en recurrir a golpes de Estado, conspiraciones, derramamientos de sangre o en apoyar regímenes autoritarios, totalitarios o fascistas. Toda Constitución burguesa incluye artículos que permiten la suspensión de garantías constitucionales y el establecimiento de estados de excepción, para que las élites repriman a placer cuando la situación lo amerita.
Para los verdaderos comunistas, la democracia burguesa no es un valor absoluto que se defiende a capa y espada, al margen de las circunstancias. Esta perspectiva ha sido olvidada u omitida por muchos partidos comunistas en el mundo, quienes se han adaptado al parlamentarismo y a la democracia burguesa en general. En su afán reformista, abogan por la defensa de la democracia formal ante la más pequeña amenaza. Pero a través de la misma democracia que tanto defienden se suele imponer la austeridad, la miseria, la explotación y el hambre a la mayoría. Sin embargo, la auténtica política comunista, busca transformar la sociedad en lugar de simplemente acomodarse a ella. En este sentido, propone la democracia obrera como una alternativa superior a la democracia burguesa, ya que esta es más auténtica, profunda y participativa.
Bajo este enfoque, tras la Revolución de Octubre, los bolcheviques tomaron la decisión de disolver la Asamblea Constituyente, considerando que la democracia obrera instaurada había superado con creces las limitaciones del parlamentarismo burgués. Es importante recordar que, antes de la revolución, los bolcheviques apoyaron la consigna de Asamblea Constituyente porque esta desempeñaba un papel progresista frente al reaccionario régimen zarista y posteriormente evidenciaba la incapacidad del gobierno provisional para garantizar una amplia participación popular. No obstante, tras Octubre, las nuevas condiciones convirtieron a este organismo en un reducto de la contrarrevolución, precisamente en un duro contexto de vida o muerte. La experiencia bolchevique demostró que, bajo una política revolucionaria audaz, los comunistas pueden emplear y defender consignas democráticas con el fin de conectar con el movimiento vivo de la clase obrera y fomentar así la lucha de clases.
En el reciente contexto nacional, tras el fraude electoral de Maduro, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) ha insistido en el respeto a la democracia, a la Constitución y a las leyes. Pero esta postura presenta un gran problema: las consignas democráticas que emanan de ella no se vinculan con luchas sociales concretas. Al limitarse a proponer una «alianza de todos los demócratas», se genera una sombra de confusión sobre quiénes realmente pueden formar parte de esa alianza. Para contrastar esto, podemos recordar cómo los bolcheviques, en su lucha contra la autocracia zarista, combinaron consignas democráticas –como el establecimiento de una República, una Asamblea Constituyente, entre otras– con exigencias sociales concretas, tales como la jornada laboral de 8 horas, el reparto de tierras, entre otras.
Ante esta realidad, los genuinos comunistas nunca debemos perder de vista que nuestra lucha es por la revolución socialista. Esta meta implica el derrocamiento del capitalismo en todo el mundo, la destrucción de su Estado y la superación de todos los regímenes políticos burgueses mediante la instauración de la democracia obrera. El socialismo tiene como objetivo abolir la explotación y la opresión de clase, así como la existencia misma de las clases y del Estado, creando así las condiciones necesarias para alcanzar la máxima libertad, jamás experimentada por la humanidad hasta hoy.
Aunque nuestra lucha se centra en la transformación revolucionaria de la sociedad, esto no significa que debamos desconocer las libertades democráticas que se han alcanzado en el capitalismo. Derechos fundamentales como el de reunión, huelga, protesta e incluso la amplia participación electoral no fueron conseguidos por la “bondad” de las clases dominantes, sino a través de la lucha, la sangre y el sacrificio de incontables mártires de la clase obrera y demás sectores oprimidos. Por lo tanto, es un deber ineludible de los comunistas defender estos derechos democráticos que permiten a la clase obrera y a todos los sectores oprimidos expresarse libremente, organizarse y movilizar sus fuerzas para luchar contra el sistema capitalista.
Lenin, en su texto Una caricatura del marxismo y el “economismo imperialista”, escribió lo siguiente: “(…) Los marxistas saben que la democracia no elimina la opresión de clase, sino que torna la lucha de clases más directa, más amplia, más abierta y pronunciada y eso es lo que necesitamos, precisamente (…) Cuanto más democrático sea el régimen de gobierno, tanto más claro será para los obreros que la raíz del mal está en el capitalismo y no en la falta de derechos… (Lenin, V. I. Obras completas. Tomo XXIV. Akal Editor. 1977. p. 76).
En este sentido, la defensa de las libertades democráticas es también un acto de resistencia frente a aquellos regímenes que buscan silenciar la voz de los trabajadores. A partir de estas reflexiones, solo nos queda expresar nuestro más profundo desprecio hacia el fraude electoral orquestado por el madurismo. Este fraude no es solo una maniobra política; es una herramienta para continuar el saqueo del erario público y la austeridad contra la clase obrera y sectores más vulnerables. La profundización de la represión a la clase obrera y a los barrios pobres ha sido una consecuencia directa de este fraude, llevado a cabo por los mismos termidorianos responsables de asesinar a la Revolución Bolivariana. Este fraude ha sido la base del fortalecimiento de las tendencias bonapartistas del gobierno, que ante todo teme el estallido de una nueva sublevación popular.
Es fundamental, entonces, que nuestra crítica al fraude no se limite a la manipulación de los procesos democráticos, sino que también debe ser entendida dentro de un marco más amplio que cuestiona la propia naturaleza de la democracia burguesa. Mientras el madurismo despliega sus tácticas para perpetuarse en el poder, es esencial recordar que este tipo de fraudes son una manifestación más de la dictadura del capital. Por ello, nuestro desprecio hacia el fraude madurista no es un acto de defensa de la democracia formal, sino una reivindicación de la necesidad de construir una alternativa genuina al capitalismo.
Posibles escenarios
La realidad nacional ha cambiado por completo desde el 28 de julio. Hemos entrado en un nuevo periodo histórico, con renovada fuerza en lo que respecta a la conflictividad política. En la actualidad, todos los actores políticos dirigen sus tácticas y expectativas hacia lo que pueda ocurrir a partir del 10 de enero de 2025. Lo que resulte de ese día tan crucial determinará el rumbo del país en los años venideros. En este sentido, se perfilan varios escenarios que podrían entrelazarse, dependiendo del desarrollo de los acontecimientos:
A pesar de la crisis interna que enfrenta el régimen y el ambiente propicio para conspiraciones y levantamientos, las posibilidades de que se mantenga en el poder después del 10 enero de 2025 siguen siendo altas. Este escenario dependerá, en gran medida, de la capacidad del régimen para mantener a raya al pueblo trabajador mediante la represión. En segundo lugar, será crucial que los choques entre las camarillas burocráticas se resuelvan, ya sea mediante un pacto que priorice la estabilidad del gobierno, o bien, que alguna de las facciones sea derrotada sin poner en riesgo la supervivencia del régimen, como sucedió con la caída de Tarek El Aissami. También dependerá de la capacidad de Maduro para mantener la lealtad del nuevo alto mando militar y reforzar la persecución interna a cualquier manifestación de rebeldía, una práctica que se ha instaurado desde hace años en las instituciones castrenses. La permanencia de la cúpula del PSUV en el poder significará, como lo ha hecho hasta ahora, la consolidación de un régimen policiaco-militar, o, parafraseando a Marx, el dominio de la espada sobre la sociedad.
Para que un escenario de golpe de Estado pueda presentarse, varios factores se deben combinar. Maduro, en esencia, encabeza un régimen bonapartista cuyo sostén decisivo ha sido el apoyo de las fuerzas armadas. El Presidente ha sabido recompensar muy bien a los altos oficiales castrenses con participaciones en los negocios petroleros, gasíferos y mineros. Creemos que, en última instancia, los oficiales de la FFMM seguirán sosteniendo a Maduro, mientras este siga siendo el principal garante de tales privilegios. Pero de presentarse un ambiente de gran convulsión social encaminado al derrocamiento del gobierno, sea el 10 de enero de 2025 o más adelante, un sector de la oficialidad militar podría negociar con el imperialismo la salida de Maduro, a cambio de mantener sus prebendas. Probablemente ya existan negociaciones en esa línea. También puede ocurrir, como tantas veces en la historia, una intervención directa de un sector particular de las fuerzas armadas para “restituir el orden” y retener el poder, desplazando a todas las camarillas del PSUV pero sin transferirlo directamente a la derecha.
Entre este manojo de posibilidades, también cabe la opción de un desplazamiento del poder de Maduro en favor de otro elemento de la cúpula del PSUV, con suficiente poder e influencia militar, policial y parapolicial para sostener el régimen. En la actualidad este papel solo lo puede desempeñar Diosdado Cabello, en aprovechamiento del enorme poder que Maduro le ha confiado para sobrevivir.
Si bien la represión ha logrado, hasta el momento, frenar la disposición de combate del pueblo trabajador, esta podría reavivarse como un incendio ante circunstancias que actúen como combustible. La sublevación popular que siguió a las elecciones demostró que el descontento de las masas ha dado un salto cualitativo, pero para que este descontento pueda traducirse en cambios profundos, sería necesario un nuevo levantamiento masivo, mucho más potente y duradero que el anterior. Esta posibilidad podría hacerse realidad si la crisis interna del gobierno se agudiza, llevando a una escisión y a un fuerte enfrentamiento entre las camarillas burocráticas.
También podría encontrar un detonante en un mayor deterioro de las condiciones de vida, con el rompimiento de la frágil cuerda que sostiene el repunte económico y la disminución de la inflación. Fenómenos como la reciente disparada del tipo de cambio oficial y paralelo, con sus repercusiones inflacionarias, podrían ser el preludio de un nuevo desplome económico. Lamentablemente, la ausencia de una alternativa revolucionaria ante una nueva y reforzada sublevación popular, puede llevar a varios desenlaces: el derrocamiento del régimen y el ascenso al poder de la derecha, un golpe militar, un baño de sangre para mantener a Maduro en el poder o incluso una recomposición del equipo dirigente del gobierno sin Maduro. En resumen, múltiples escenarios en los que la clase obrera y los sectores populares serían los principales perdedores. Empero, el factor popular puede ser el catalizador fundamental de cualquier cambio que se produzca.
Ante un escenario de gran crispación social en el que Maduro pierda el control de la situación, no se puede descartar que finalmente decida aceptar una amnistía ofrecida por el imperialismo estadounidense. Sin embargo, este escenario no necesariamente implica un cambio de régimen, ya que una rendición de Maduro no conlleva automáticamente la rendición de las demás camarillas burocráticas del PSUV. Numerosos análisis apuntan a que, entre todos los miembros de la dirección gubernamental, quien más tiene que perder ante una caída del régimen es Diosdado Cabello. No obstante, esta situación podría resolverse si la amnistía abarca a los principales líderes de las camarillas burocráticas y el escenario de pérdida del poder se vuelve inevitable. La posibilidad de una amnistía ante una caída inminente, sin embargo, se enfrenta a un obstáculo crucial: la disposición de Trump a ofrecerla. En primera instancia, parece poco probable.
Hay otro escenario que, aunque se presenta como el menos probable –y también el más funesto–, no puede ser omitido. Para que una guerra civil tenga lugar en Venezuela, la crisis política debe escalar a un conflicto en los cuarteles militares. Una insurrección de un sector militar que se encuentre con una férrea resistencia de otro bando leal al gobierno marcaría el inicio de la catástrofe. Las masas serían forzadas a entrar en el conflicto como carne de cañón para el beneficio de intereses ajenos. Otra variante del comienzo del enfrentamiento podría ser el estallido de una sublevación popular, que luego sea respaldada por un sector del ejército. El gobierno plantaría cara a la situación con facciones militares leales, policías y grupos parapoliciales. Aunque al imperialismo estadounidense no le convendría un conflicto de esta naturaleza –dadas las consecuencias humanitarias, migratorias y la desestabilización de la región–, estaría presionado a apoyar al bando insurrecto. Tampoco se puede descartar cierto apoyo por parte de China a la cúpula del PSUV, algo que Rusia no podría hacer debido a que está atendiendo su propia guerra. De este modo, potencias extranjeras alimentarían un conflicto sangriento, utilizando a Venezuela como su tablero de ajedrez geopolítico.
En este contexto de crisis, los trabajadores de la ciudad y el campo estamos siendo arrastrados a un conflicto ajeno, donde seremos sacrificados en beneficio de las élites en pugna. La realidad es contundente: independientemente del desenlace, ya hemos sido derrotados, en la medida en que nuestra falta de organización nos ha impedido defender nuestros derechos y aspiraciones. De todas maneras, que quede constancia de que la catástrofe que enfrentamos no es más que el resultado de la crisis del capitalismo y de una contrarrevolución que nos ha privado de la única salida favorable a nuestros intereses: el socialismo.
Necesitamos una alternativa revolucionaria
El panorama desolador que hemos descrito no debe ser tomado como un manifiesto al derrotismo. Al contrario, es una radiografía sincera de la dura realidad que enfrentamos y que la historia nos obliga a transformar. No podemos conformarnos con discursos motivadores vacíos; los comunistas debemos partir de los hechos tal como son para influir en la lucha de clases y en la historia concreta. Sin embargo, la contrarrevolución consumada ha hecho retroceder a todas las fuerzas revolucionarias del país a la fase de pequeños círculos de discusión. Nosotros no escapamos de esta realidad.
En el periodo anterior, diversos sectores de la izquierda venezolana impulsamos iniciativas de alianza y acumulación de fuerzas, las cuales fracasaron debido a la miopía electoralista, el oportunismo y el sectarismo de las organizaciones más influyentes, como es el caso del PCV. El naufragio de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) es una clara evidencia de esta situación. Estos sectores negaron al pueblo trabajador la posibilidad de construir una alternativa que defendiera de manera coherente sus intereses de clase.
Tras las elecciones presidenciales, numerosas organizaciones han conformado el Frente Democrático Popular, planteando la “defensa de la constitución” y la democracia burguesa como prioridades absolutas. Al mismo tiempo, llaman a una “amplia unidad de acción” sin establecer límites claros para dicha unidad. Esto puede interpretarse como una apertura a la posibilidad de establecer alianzas circunstanciales con la derecha proimperialista, o en otras palabras, una reedición de la fallida política de frentes populares estalinistas. Antes de las elecciones, el PCV, basado en su política de “reagrupar las fuerzas genuinamente democráticas”, respaldó la candidatura presidencial de Enrique Márquez, quien en el pasado apoyó las ofensivas insurreccionales de la derecha y el fallido gobierno interino de Juan Guaidó. En resumen, nos referimos a sectores que han adoptado una política abiertamente liberal, lo que los conduce directamente hacia un precipicio político.
Por lo anterior, es fundamental comprender el papel que los comunistas revolucionarios venezolanos nos corresponde desempeñar en este momento para ampliar nuestras fuerzas y avanzar hasta convertirnos en una referencia orgánica de los trabajadores. Primero, debemos reconocer que esta titánica lucha es de largo aliento, y por lo tanto, es crucial conservar nuestras fuerzas hasta alcanzar la meta. Ante todo, sentido de proporción. Mantener el temple y la moral en alto es vital para remontar el mar de dificultades que nos rodea. La teoría marxista y la justicia de nuestra causa nos forjarán como el acero. Nuestra tarea principal es la de explicar pacientemente que el desastre actual no es culpa del «socialismo» sino de que la Revolución Bolivariana nunca se completó y luego todos sus logros fueron revertidos. Es necesario ganar y educar a revolucionarios uno a uno sobre la base de la discusión y explicación de la necesidad de una organización comunista revolucionaria. Asimismo, es fundamental reunir a los jóvenes bajo nuestra bandera para formar una nueva generación de revolucionarios que continúe nuestra obra. Como bien dijo Lenin, quien tiene la juventud tiene el futuro. Firmes en nuestras convicciones, debemos explicar con paciencia la necesidad de un programa marxista y promover los métodos de lucha de la clase obrera en todos los espacios donde actuemos.
La única manera de dar un vuelco positivo a la catástrofe que vivimos radica en la urgente y necesaria construcción de un partido revolucionario de la clase obrera, capaz de liderar a todos los sectores oprimidos y echar raíces en todos los órganos de lucha emergentes. Como primer paso en esa dirección, no podemos desmayar en el esfuerzo por construir la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR), el embrión del partido mundial que necesita la clase obrera de Venezuela y el mundo. Los cimientos para dicha obra están a nuestra disposición: las ideas y tradiciones que debemos defender con fiereza inexorable.
Ni el imperialismo, ni la burguesía tradicional, ni la capa de nuevos ricos del PSUV tienen alguna solución a nuestros problemas. Todos ellos son agentes contaminantes de la misma enfermedad que ocasionó nuestro deplorable estado actual: el capitalismo. Nuestro rechazo a todos estos sectores no debe flaquear ni un segundo. Sin embargo, este rechazo no debe ser pasivo; debe significar una afirmación activa de nuestra voluntad por desencadenar, mediante la lucha, la nueva revolución que necesitamos.
El programa que defendemos toma hoy más que nunca una relevancia significativa. Este será nuestra brújula en medio del caos, nuestra hoja de ruta hacia una Venezuela y un mundo libres de los grilletes de miseria, explotación y opresión que el capitalismo nos impuso. Con claridad y determinación, presentamos a continuación la propuesta programática de Revolución Comunista, sección venezolana de la ICR, que conecta las reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y demás sectores oprimidos con las tareas de transformación revolucionaria de la sociedad:
Por la lucha obrera:
Salario igual al costo de la canasta básica y escala móvil de salarios. Los sueldos deben aumentar de manera correlativa al incremento de los precios.
Derogación del Memorando 2792, Instructivo Onapre y de toda la legislación que afecte los intereses de la clase trabajadora.
Rehabilitación de las discusiones de todos los contratos colectivos de trabajo, con participación plena de las genuinas representaciones de la clase obrera y total transparencia ante las bases sindicales.
Recuperación de los sindicatos como instrumentos de defensa de los intereses de la clase obrera.
Elección y renovación de sindicatos vencidos. ¡Basta de la paralización institucional a la organización de los trabajadores!
Creación de Consejos de Trabajadores en las fábricas e instituciones donde la masa laboral desee adoptar una forma organizativa más democrática.
Coordinación local, regional y nacional de todas las luchas obreras. ¡Por una nueva subjetividad de los trabajadores!
Salud y seguridad laboral.
Contra la judicialización y criminalización de las luchas obreras: ¡Respeto a los derechos sindicales, protesta y organización de la clase trabajadora!
Control obrero de la producción.
Por la lucha campesina:
Nacionalización sin compensación de todos los latifundios.
Desarrollo de un plan agrícola, a base de unidades de producción colectivas en toda las zonas rurales del país.
Control campesino de la producción.
Acceso y justa distribución de semillas e insumos para la producción.
¡No más desalojos arbitrarios de familias campesinas e indígenas!
Restitución de las tierras otorgadas a los campesinos, a partir de la promulgación de la Ley de Tierras.
Justicia a todas las víctimas de sicariato, intimidación, persecución y desalojo arbitrario a familias campesinas. ¡Cárcel a los responsables!
Por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT:
Contra los feminicidios: ¡Justicia ante los asesinatos de mujeres!
Contra la violencia machista: ¡Justicia ante los casos de maltrato y violencia de género en todas sus formas!
Impulso de programas efectivos de educación sexual y reproductiva en todo el país.
Distribución masiva de anticonceptivos para prevenir embarazos no deseados.
Aborto libre y seguro: ¡Despenalización y legalización del aborto en hospitales públicos y bajo un servicio gratuito y de calidad!
Legalización del matrimonio igualitario.
Plenos derechos a la identidad de la comunidad LGBT.
Atención médica especializada para las demandas de la comunidad LGBT.
Por condiciones de vida dignas:
Creación de un plan nacional de construcción y recuperación de infraestructuras para el servicio de agua, bajo control de las comunidades organizadas.
Rehabilitación de las plantas de distribución de gas doméstico y su justa distribución, bajo control obrero y popular.
Diseño de un plan de financiamiento para la recuperación efectiva del Sistema Eléctrico Nacional, bajo control obrero y popular.
Nacionalización de las líneas de transporte colectivo, bajo control obrero y popular.
Nacionalización de la red de producción, distribución y venta de alimentos, medicamentos y otros productos básicos, bajo control obrero y de las comunidades organizadas, para impedir la corrupción y el despilfarro.
Educación pública, gratuita y de calidad.
Salud pública, gratuita y de calidad.
Creación de un plan de financiamiento para la construcción de nuevos hospitales y mejoramiento de toda la red hospitalaria y ambulatoria del país.
Creación de un plan de financiamiento para la construcción de nuevas instituciones educativas y el mejoramiento de todas las infraestructuras que lo requieran.
Por una democracia obrera y revolucionaria:
¡Trabajadores al poder! Establecimiento de un gobierno obrero y popular, sobre la base de la más genuina democracia revolucionaria, con instancias de organización constituidas al calor de la lucha y con representantes elegidos y revocables en cualquier momento.
Liberación inmediata de todos los trabajadores, campesinos y líderes sociales presos por luchar.
Cese a la persecución, la judicialización y la criminalización de las distintas luchas obreras, campesinas y populares.
Auditoría obrera y popular a los recursos y todas las gestiones públicas municipales, estadales y nacionales. ¡Cárcel a los corruptos!
Creación de consejos de trabajadores socialistas en todas las instituciones y empresas del Estado, para ejercer el control obrero.
Creación de consejos campesinos en todas las zonas rurales del país.
Elección y legitimación de los Consejos Comunales y Comunas, bajo autonomía de las comunidades.
Asignación de competencias del poder público municipal y estadal a las Comunas como entidades territoriales de auto-gobierno.
Elección de todos los funcionarios del nuevo Estado por la base, que sean revocables en cualquier momento. ¡Abajo la burocracia!
Que ningún funcionario del Estado gane un salario superior al de un obrero cualificado. ¡Servir a la revolución es un deber no un privilegio!
Organización de unidades de la milicia popular en cada fábrica, lugar de trabajo, barrio y comunidad, bajo control de la clase obrera y el pueblo organizado.
Por un antiimperialismo consecuente:
Ante el secuestro de CITGO y activos de la nación por parte del imperialismo: ¡Confiscación de propiedades de las multinacionales imperialistas en Venezuela!
Nacionalización de todos los recursos naturales y empresas estratégicas de Venezuela.
Derogación de la Ley de Zonas Económicas Especiales, la Ley Antibloqueo y la Ley de Promoción a la Inversión Extranjera en Venezuela.
Hacer un llamado internacionalista a los pueblos y a los trabajadores del mundo para que defiendan la revolución venezolana en sus respectivas latitudes.
Por el socialismo:
Creación de una central estatal única de importaciones ¡Basta de entregar las divisas a la burguesía!
Auditoría obrera y popular sobre todas las divisas entregadas. ¡Cárcel y confiscación de bienes a los empresarios y burócratas que las hayan usado de manera impropia!
Nacionalización sin compensación de todos los monopolios industriales, bajo control obrero y popular.
Nacionalización y centralización de la banca y las aseguradoras bajo control obrero, para poner todos los recursos a disposición de un plan de producción nacional, en empresas estatales y bajo control de los trabajadores, los campesinos, los comuneros y el pueblo organizado.
Establecimiento de una economía planificada para desarrollar las fuerzas productivas del país, bajo control democrático del pueblo trabajador.
Todo el poder a la clase trabajadora y el pueblo organizado: ¡Abajo la burocracia!
En esta hora decisiva, cuando los estragos de la contrarrevolución intentan ahogar toda esperanza, debemos levantar las banderas del comunismo revolucionario con renovado optimismo y convicción. Nos encontramos en medio de una encrucijada histórica sin contar con las fuerzas suficientes para incidir en la situación. Esta realidad nos exige mayor audacia y determinación para transformarla radicalmente. Armados con la teoría marxista y las tradiciones revolucionarias bolcheviques, siempre estaremos en capacidad de edificar el factor subjetivo de la clase obrera venezolana. La mayor suma de esfuerzos, sacrificios, sentido de proporción y paciencia en esta tarea darán frutos positivos más temprano que tarde. Un futuro mejor es posible siempre que cumplamos con nuestros deberes políticos y organizativos. En tal sentido, que ninguna dificultad quite nuestras manos de la titánica obra que tenemos a cuestas. Salvar a la humanidad y al mundo de la barbarie a la que el capitalismo nos conduce es una obligación.
¡Solo debemos confiar en nuestras propias fuerzas!
¡Por un gobierno de los trabajadores!
¡Por la revolución mundial!
¡Proletarios de todos los países, uníos!