El Ministerio de la Vivienda y Hábitat tiene menos de un año de vida, y en tan poco tiempo ya estrenó su segundo ministro, el ing. Luis Figueroa, a quien le deseamos desde ya el mayor de los éxitos, como en su momento se lo deseamos a su antecesor, e El Ministerio de la Vivienda y Hábitat tiene menos de un año de vida, y en tan poco tiempo ya estrenó su segundo ministro, el ing. Luis Figueroa, a quien le deseamos desde ya el mayor de los éxitos, como en su momento se lo deseamos a su antecesor, el ing. Julio Montes, a quien conocemos personalmente y de quien tenemos las mejores referencias en cuanto a su compromiso revolucionario y su honestidad. Desgraciadamente pensamos que el ing. Figueroa correrá, tarde o temprano, una suerte similar a la de Montes, y no es que queramos ser pájaros de mal agüero sino que la solución al problema de la vivienda (actualmente existe un déficit aproximado de 1.600.000 unidades de viviendas) no es una cuestión de nombres sino de sistema social.

Personalmente fuimos invitados a participar en las reuniones que se realizaron a principios de año, por el grupo de profesionales que se habían unido en torno a Julio Montes, con el objeto de ensamblar un equipo que inicialmente cuantificara y diagnosticara el problema y posteriormente estableciera una política y una metodología para enfrentarlo. Es bueno destacar que la escasez de vivienda es algo que viene de la IV república, que se incrementa año a año, y que la revolución bolivariana tampoco ha logrado, hasta el momento, ponerle un freno. En las reuniones a que hacíamos referencia se logró convocar a un buen número de colegas comprometidos con el proceso revolucionario, quienes plantearon diversas teorías y métodos, algunos de ellos bastante originales, para comenzar a revertir la curva negativa de la construcción de viviendas, pero independientemente de su originalidad todos ellos tenían una falla común: enfocaban el problema desde el punto de vista técnico y se olvidaban del factor humano y del factor social. Una y otra vez le advertimos a los compañeros, sin obtener ninguna respuesta de su parte, que no se podían buscar metas socialistas dentro de un sistema capitalista y con métodos capitalistas, y que por ello, pretender construir 120.000 viviendas en un año no pasaba de ser una utopía, un buen deseo.

Hoy, ocho meses después, la realidad de unas 30.000 viviendas entregadas, es decir un 25% de la meta establecida, le dan la razón a aquellas observaciones. En el sistema capitalista la construcción de viviendas, al igual que la fabricación de cualquier cosa, sólo representa un negocio más, otra forma de hacer dinero y acumular más capital, esa es la lógica capitalista y así funciona el sistema. Quien piense que los empresarios de la cámara de la construcción van a contribuir patriótica y desinteresadamente a la solución del problema habitacional, anteponiendo los intereses de la sociedad a los suyos propios, está cometiendo un error que por lo infantil raya en la estupidez. Si esto último no fuera cierto, hace cuánto se habría resuelto, o por lo menos disminuido, la escasez de viviendas. El empresario de la construcción, como buen capitalista, sólo construye la cantidad y tipo de viviendas que le generan una mayor utilidad. ¿Para qué esforzarse construyendo 120.000 viviendas de interés social si se puede ganar más con un menor esfuerzo construyendo 5.000 quintas o apartamentos de lujo para los sectores privilegiados? Nos gustaría saber si nuestros amigos del Ministerio de la Vivienda se preguntaron alguna vez por qué a los constructores privados no les resultaban para nada atractivos los costos máximos por vivienda que ellos calculaban con tanto esmero y eficiencia.

Se pueden cambiar ministros todos los días, hacer maravillosos planes y proyectos, pero mientras no se entienda que dentro del sistema capitalista es imposible darle una respuesta satisfactoria a la problemática habitacional del pueblo, sólo se estarán dando argumentos a la reacción para que hable de la ineficacia de este gobierno. La solución definitiva a esta lacra heredada del capitalismo sólo es posible encontrarla dentro de un sistema socialista pero de verdad, verdad. Un sistema en el cual se haya nacionalizado la banca y los grandes medios de producción, se haya acabado con los latifundios, y se canalicen todos esos enormes recursos económicos junto con la gigantesca fuerza de la clase trabajadora, en este caso particular de los trabajadores de la construcción (desde los obreros hasta los ingenieros y arquitectos) organizados en una empresa nacional de construcción propiedad del estado y bajo control obrero, a través de una economía planificada en función de resolver las necesidades de toda la sociedad y no del lucro de unos pocos. Sólo así se podrán construir no 120.000 sino 200.000, 300.000 viviendas por año, todo lo demás es palabrería y pérdida de tiempo y esfuerzo.

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