Toda la situación política aparece mediatizada por la próxima contienda electoral. El elemento central es el enfrentamiento entre Kirchner y Duhalde cuya visceralidad alcanzó cotas inimaginables hace unos meses. La apuesta de Kirchner es estratégica: Toda la situación política aparece mediatizada por la próxima contienda electoral. El elemento central es el enfrentamiento entre Kirchner y Duhalde cuya visceralidad alcanzó cotas inimaginables hace unos meses. La apuesta de Kirchner es estratégica: necesita desembarazarse del aparato duhaldista para garantizarse el control de la bancada peronista y gobernar sin cortapisas, y tomar plena posesión del aparato peronista para refundar un PJ que no despierta ningún entusiasmo en la clase trabajadora y el resto de capas populares.
En este contexto, la nueva y desvergonzada escalada represiva del Gobierno de Kirchner (como se ve en su enésima campaña para criminalizar al movimiento piquetero, en el caso de los trabajadores del Hospital Garrahan, o en la represión policial contra trabajadores de comercio en la Rural) es una maniobra calculada que persigue dos fines. Por un lado, en el terreno electoral, arrebatar la bandera de la "ley" y el "orden" a sus oponentes políticos por derecha, explotando los prejuicios reaccionarios de sectores de la clase media y de las capas más atrasadas de la clase obrera. Por otro lado, pretende disciplinar a los sectores más combativos de la clase obrera de nuestro país que en el último año se lanzó con todo a la lucha por la recomposición salarial y mejores condiciones de trabajo. Además, la demanda de los grupos piqueteros de aumento en el monto de los planes sociales para los desocupados de $150 a $350, y de los trabajadores del Garrahan exigiendo salarios equivalentes a la canasta familiar ($1.800), van contra la línea de flotación de la política económica del gobierno de Kirchner, de la burguesía y del imperialismo: que todo el superávit fiscal se destine al pago de la deuda ($20.000 millones al año), a mantener los salarios bajos y los empleos precarizados.
Esta disputa está dejando en un perfil muy desdibujado a López Murphy y Macri quienes difícilmente se hacen oír, porque no tienen nada sustancialmente diferente que proponer. Este es el fondo del asunto. En toda la disputa que mantienen los Duhalde, Murphy, Macri y Patti con Kirchner no se ha escuchado una sola crítica o diferencia sustancial con las políticas económica, social y exterior del gobierno. Ni una sola.
La táctica de Kirchner de meter a todos estos politicastros en la misma bolsa e identificarlos con la corrupción menemista y las políticas represivas y reaccionarias de derecha demuestra una enorme hipocresía. En su camada de exduhaldistas bonaerenses hay no pocos corruptos y mafiosos reaccionarios (Othacehé, Ishi, y otros), como incluso le señaló D"Elía. Todos ellos (kirchneristas, duhaldistas, menemistas, murphystas y macristas) votaron siempre juntos en el Congreso a favor del ajuste del gasto público y del pago de la deuda externa, en la renovación de las concesiones y privatizaciones de los servicios públicos, aprobando subsidios de miles de millones de pesos para los empresarios locales y extranjeros. Todos ellos se unieron a las patronales advirtiendo contra el peligro de los reclamos salariales "exagerados". En política exterior, todos acuerdan en reforzar su alineamiento con el imperialismo norteamericano: envío de tropas a Haití, aprobación de leyes "antiterroristas" a pedido de Washington que suponen un cercenamiento de los derechos democráticos, y ninguna crítica a la intervención estadounidense en Irak.
¿Significa esto que no existe ninguna diferencia o contradicción entre Kirchner y sus oponentes de derecha? Este es un error en el que suelen incurrir no pocos "izquierdistas".
El hecho de que Kirchner tenga que recurrir al espantajo de la "derecha" para reivindicar su proyecto es muy sintomático de su percepción del ambiente social, como también que su crítica infantil y venenosa a la izquierda la tenga que basar en que su supuesto accionar "es funcional a la derecha".
Con un nivel de pobreza del 40%, con salarios promedio menores a 700$ que no alcanzan para vivir, con el malestar que viven millones de familias trabajadoras y su resentimiento creciente contra los patrones negreros, el gobierno no se puede permitir una represión generalizada, como le demandan los sectores más estúpidos de la burguesía y la derecha, porque elevaría la temperatura social, no hacia la derecha sino hacia la izquierda.
Su insistencia en la marginalidad de la izquierda y de la protesta social que se desarrolla por afuera de la burocracia sindical para justificar su represión selectiva contra los sectores de vanguardia, pretende conjurar la sombra del volcán social sobre el que está asentada la frágil estabilidad política del país. Es sólo un preanuncio de lo que está por venir.
Mañana, coincidiendo con un nuevo alza de la lucha de masas, bien sea por el estallido de una crisis inflacionaria o de un cambio adverso en el ciclo económico, el kirchnerismo no tendrá más margen para su duplicidad política. La burguesía no esperará y le exigirá resultados. Su alineamiento total con la burguesía y el imperialismo y el paso a una política represiva de mayor escala desnudará completamente el carácter de clase del kirchnerismo ante las amplias masas, que se impondrán la tarea afanosa de construir una herramienta política propia que las catapulten a la lucha por su efectiva liberación social.