El debate entorno a la ley de Educación (LOE) puede acabar convirtiéndose en un punto de inflexión en la situación política abierta tras la derrota del PP en las pasadas elecciones. La manifestación reaccionaria celebrada ayer en Madrid, organizada por la Iglesia, la CONCAPA, el PP, la Iglesia y la patronal de la enseñanza privada FERE, deja una vez más a la claras que la ofensiva de la reacción no se puede frenar con “talante”, sino con una política económica y social radicalmente diferentes a la practicada hasta ahora por el Gobierno. La principal debilidad de Zapatero es que ha sido hasta el momento incapaz de satisfacer las demandas de su propia base de apoyo social y electoral (vivienda, empleo estable, mejoras en la educación y la sanidad…). Los dirigentes de CCOO, UGT, así como la CEAPA (organización de padres de izquierdas) deben convocar de forma inmediata una gran movilización en defensa de una enseñanza pública, laica, democrática, gratuita y de calidad, tal como ha insistido el Sindicato de Estudiantes.
¿”Clamor popular”?
En su rabiosa obsesión por superar en participación a las manifestaciones organizadas por la izquierda y que acabaron con el gobierno de Aznar, la derecha no tiene ningún empacho dar datos completamente delirantes de la manifestación de ayer en Madrid: un millón y medio según la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre y hasta dos millones según los convocantes. Esas cifras sencillamente son falsas. La manifestación de ayer ha sido preparada con bastante anticipación, ha tenido una cobertura mediática impresionante, ha contado con los recursos financieros de los sectores más poderosos de la sociedad, se produce después de una larga e intensa campaña de histerismo por parte del principal partido de la derecha. Podríamos decir que la manifestación de ayer sábado ha sido lo máximo que en estos momentos es capaz de movilizar el PP en la calle. La derecha puso a pleno rendimiento toda su maquinaria, todas sus palancas de apoyo, una amplia red de centros privados, las iglesias, los medios de comunicación afines. El debate sobre el Estatut, por sí mismo, ya tenía a sus bases en un alto estado de excitación nerviosa, con el “España se rompe”. Se daban las condiciones óptimas para una demostración de fuerza. Ni siquiera llovió, aunque casi.
¿Y cual ha sido el resultado de todo esto? Una manifestación importante, claro. Pero no “un clamor popular” como ha repetido hasta la saciedad la portavoz del PP Ana Pastor. La manifestación duró tan solo una hora e hizo un recorrido relativamente corto. Es muy poco probable que superase las 400.000. En todo caso lo de ayer no tiene ningún punto de comparación con la participación en las manifestaciones que la izquierda protagonizó contra el PP en ocasión de la huelga general contra el decretazo, el Prestige, la guerra y los atentados del 11-M. Aquello sí fue un clamor popular, tanto por su significado de clase, como por la cantidad de gente que participó, como por el número de manifestaciones y su extensión territorial, como por el hecho de que los dirigentes de las grandes organizaciones de izquierda no pusieron ni la décima parte de empeño político y medios en impulsarlas en comparación con lo que está haciendo la derecha ahora con su base social.
El carácter de la manifestación de ayer es evidente. En la crónica de La Vanguardia hoy se puede leer lo siguiente: “Acudieron manifestantes de toda España, pero en el aire flotaban aromas del barrio de Salamanca. El Madrid nacional se echó a la calle con ímpetu”. Una de las pegatinas más divulgadas fue una que rezaba “La COPE somos todos”. Las exigencias eran claras: que la religión sea una asignatura evaluable, total libertad para que los centros privados financiados con dinero público pueda admitir y vetar la entrada de alumnos, dar un carácter más reaccionario al contenido de las materias y más “mano dura” a los estudiantes. Sin embargo, más importante que ningún otro objetivo, la manifestación de ayer tenía el de desgastar al gobierno del PSOE y estuvo enmarcada en la estrategia ofensiva del PP. Inicialmente, la manifestación estuvo convocada sólo por la CONCAPA, pero en la medida que los ánimos de la derecha fueron subiendo de tono se apuntó la reacción en bloque, incluida la FERE, la patronal de la enseñanza privada, que no estaba del todo disgustada con la LOE. Hasta CiU defendió el derecho de los obispos a manifestarse y si no participó más plenamente en la ofensiva de la derecha es por el carácter tan marcadamente españolista que tuvo la manifestación, lo cual podría traerle ciertos problemas dado su actual apoyo al Estatut. En definitiva, la reforma educativa del PSOE fue aprovechada por la derecha para dar continuidad a su estrategia ofensiva de ocupar las calles y mantener tensada su base política.
El gobierno acepta negociar con la reacción
Sin embargo, lo que da más relieve político a la manifestación de los obispos, es la actitud del Gobierno, que se está mostrando débil y titubeante ante el griterío de la reacción. Dos días antes de la manifestación la vicepresidenta De la Vega se fue corriendo al Vaticano para garantizar que el gobierno no iba a tocar para nada los privilegios de la Iglesia. “La vicepresidenta anunció a sus interlocutores la intención del gobierno de mantener el statu quo financiero de la Iglesia en España, eso es: aportación extra del Estado a cuenta del déficit de autofinanciación vía IRPF, sueldos de los maestros de la asignatura de religión y exenciones fiscales en las obras de restauración del patrimonio religioso” (La Vanguardia, 12/11/2005). De forma verdaderamente ridícula el gobierno pretendió “dividir” a la cúpula eclesiástica mediante maniobras infantiles, dando a entender que las relaciones entre Estados (el Reino de España y el Vaticano) eran mejores que las que hay entre el gobierno y Conferencia Episcopal Española. Hay quien se atreve llamar a eso “alta política”. La representante del gobierno fue rápidamente despachada por el cardenal Sodano, una especie de primer ministro del Vaticano, y el gobierno sólo consiguió dar una imagen de miedo y sumisión. El gobierno pretendía “puentear” a la Conferencia Episcopal Española tratando directamente con el Vaticano, sin embargo, este último ha sido uno de los principales impulsores de la manifestación del sábado: “… en estas últimas semanas, desde la Santa Sede ha habido instrucciones muy precisas para que el máximo número de obispos esté presente en la multitudinaria manifestación que tendrá lugar en Madrid” (La Vanguardia, 12/11/2005). Mientras tanto De la Vega, tendía la mano a la Iglesia católica en la conferencia de prensa celebrada el día anterior a la manifestación. Las “maniobras del gobierno” sólo han servido para unir aún más a la derecha al confirmarle la preocupación del gobierno.
Al día siguiente de la manifestación el propio Zapatero ha dicho que va a reunirse con todos los convocantes para “dialogar”, confirmando definitivamente para la derecha y el PP que su ofensiva puede dar resultados. José Blanco, que antes de la manifestación de decía que “como católico” se sentía manipulado por la Conferencia Espiscopal, como si eso le importara mucho a los obispos, después de la manifestación se apresuro a decir, para calmar a la derecha, que “nada ha cambiado en España” con la LOE. La ministra no hace más que explicar con pelos y señales cómo la escuela privada y la religión van a seguir gozando de los mismos privilegios de siempre. ¡Qué sumisión más vergonzosa a los intereses de los sectores más reaccionarios de la sociedad! ¡Qué diferencia de actitud respecto a la manifestación de los estudiantes en defensa de la enseñanza pública del día 8 de noviembre, convocada por el Sindicato de Estudiantes! ¿Por qué no se muestra tan atenta a las reivindicaciones de los estudiantes en lucha?
Da la impresión de que su actuación está movida por “calmar” el griterío de la derecha, por contentar su base social. Da la impresión que Zapatero se ha olvidado completamente de que está en el gobierno gracias a la movilización de la clase trabajadora y la juventud contra el PP. Si sigue por ese camino le auguramos un desastre completo. Si hay algo que está revelando de forma palmaria la cuestión educativa y la polémica sobre la LOE es que no se puede contentar a la reacción y a los trabajadores y sus familias al mismo tiempo. Efectivamente, como está diciendo el gobierno “la LOE no va a cambiar nada”, ese es el problema. No va a resolver los problemas de la educación pública, que necesita un plan de inversión drástico, más profesores y más institutos, pero tampoco va a tranquilizar a una derecha que quiere más y más y que percibe en el “talante” del gobierno una extrema debilidad.
Hay que movilizar para exigir un giro a la izquierda
Zapatero está fallando, pero a su base social. Que no contente a la base del PP es de lo más natural, lo debían haber previsto. La cuestión es que no va a contentar a nadie si siguen creyendo que es posible una política de “centro”, en “beneficio de todos”, etc … es decir, una política de claudicación permanente a las presiones de la burguesía que practicaron los gobiernos de Felipe González y que llevaron a la apatía y a la confusión a una parte del electorado tradicional de la izquierda, abriendo paso a las dos legislaturas de Aznar.
El sondeo publicado el domingo día 13 de noviembre en La Vanguardia arroja por primera vez una intención de voto superior para el PP (42,5%) que para el PSOE (40,1%). Hay que tomar las encuestas con mucha cautela, pero una cosa está clara: no es imponiendo una reforma laboral para abaratar el despido como la que está sobre la mesa, no es aumentando la edad de jubilación que ha anunciado el gobierno esta misma semana, no es aplicando unos presupuestos generales muy parecidos a los del PP como va a impedir que los sondeos puedan acabar siendo una realidad.
El gobierno del PSOE será un gobierno fuerte sólo si se basa en la gran fuerza que lo aupó al poder: el movimiento de los trabajadores y de la juventud, para ello es necesario un cambio brusco de política. Será un gobierno débil y vulnerable a las maniobras de la derecha si sigue en la línea actual.
La última convocatoria del PP y la reacción temerosa del gobierno Zapatero pone sobre la mesa una tarea urgente: organizar una gran movilización de respuesta de CCOO, UGT, la CEAPA (la confederación progresista de padres de alumnos) en defensa de una educación pública, laica, democrática, de calidad y gratuita, tal como propone el Sindicato de Estudiantes. La puesta en práctica de una política real de mejora de la educación pública, y no palabrería hueca sobre el consenso, es lo que podría provocar serias dificultades a la derecha, que encima se da el lujo de presentar la manifestación del sábado como una “manifestación contra el fracaso escolar” que ellos contribuyeron a crear después de ocho años en el gobierno.