Los acontecimientos del último año han despertado a millones de estadounidenses ante la amarga realidad de la vida bajo el capitalismo. Para muchos el planeta parece haberse vuelto loco. El mundo se ha sacudido de arriba abajo por los desastres natur Los acontecimientos del último año han despertado a millones de estadounidenses ante la amarga realidad de la vida bajo el capitalismo. Para muchos el planeta parece haberse vuelto loco. El mundo se ha sacudido de arriba abajo por los desastres naturales, las guerras, las hambrunas, las crisis políticas, las revueltas y las insurrecciones revolucionarias. Se trata de un reflejo gráfico del callejón sin salida del capitalismo en la época de su decadencia y declive: una época de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones.
La inestabilidad ahora es la norma, es precisamente esta constante incertidumbre lo que ha abierto los ojos a millones de trabajadores estadounidenses. Una creciente crisis de confianza en las instituciones políticas del país y en el propio sistema, algo inherente en la situación. La camarilla dominante de EEUU, antes tan arrogante y autocomplaciente, ahora está confusa. Las tasas de aprobación a Bush continúan cayendo, los más cercanos a él están implicados en escándalos políticos que llegan muy arriba de la administración.
Como explicamos tras la reelección de Bush, esta arrogancia colosal tarde o temprano llevaría a errores colosales. En su arrogante prisa por capitalizar el 11 de septiembre y llevar al país a la guerra, estos advenedizos maquiavélicos pisotearon los derechos, las condiciones laborales y la dignidad de los trabajadores estadounidenses. Durante un tiempo, la mayoría adoptó la postura de “esperar y ver”, con la esperanza de que estas medidas realmente mejoraran la seguridad y fortalecieran la economía. Nada de esto ha ocurrido, ahora como una venganza los gallos abandonan el gallinero.
El mundo es incluso más inestable que antes y la probabilidad de un ataque terrosita también es más probable. Las tropas están empantanadas en Irak, donde decenas de miles de civiles y más de 2.000 soldados norteamericanos han muerto, y sin final a la vista. En cuando a la economía, el PIB puede que crezca algo y que algunas empresas consigan beneficios récord, pero los trabajadores estadounidenses están haciendo todo el trabajo y no recibiendo nada de los beneficios. La lucha por la sanidad y la jubilación está es el punto central de varias luchas, cada vez más, laborales ya que los empresarios quieren hacer retroceder al siglo XIX las relaciones laborales y los salarios, todo con la ayuda de la “colaboración con los empresarios” de la dirección sindical.
Según el Center for Economic and Policy Research, después de veinticinco años de relativa expansión económica, sólo el 25 por ciento de los estadounidenses tienen un empleo en el que ganen más de 16 dólares la hora con beneficios sanitarios y de jubilación. Para la gran mayoría, los frutos del crecimiento de la economía no se han visto por ninguna parte.
La mayoría de los estadounidenses se oponen a la guerra de Irak y a la gestión de Bush en general, su nivel de apoyo es el más bajo de cualquier otro presidente desde que su padre perdió las elecciones en 1998. Una gran mayoría está a favor del impeachment (la acusación ante los tribunales) de Bush y compañía, por mentir intencionadamente sobre los motivos que justificaron la guerra en Iraq. El 55 % cree que esto es así. Incluso su propio partido está rápidamente retirando su confianza en él, dicen que su círculo interno está muy dividido.
Bush antes era visto como un líder fuerte y que inspiraba confianza, pero este mito ha desaparecido rápidamente. Hay muchos rumores sobre la agitación e incoherencia de Bush. Incapaz de comprender el mundo real, G. W. Bush parece estar abatido y enfurecido, según sus ayudantes más veteranos, a menudo desvaría sobre sus enemigos políticos. Todo esto cuando faltan tres años para que agote su mandato.
Pero tampoco existe confianza en lo que podría sustituir a Bush, si siguiera adelante el impeachment y fuera destituido. No es sólo una cuestión de individuos, sino de los intereses de clase a los que representan estos individuos. El vicepresidente Dick Cheney es el primero en la lista para sustituir a Bush. Pero este cambio de persona sólo sería cosmético, ya se sabe que Cheney es el principal arquitecto de la administración Bush. En esa situación, es casi cierto que los demócratas recogerían los frutos en las elecciones de 2006 y 2008, pero no por sus méritos, sino porque no existe otra alternativa para la clase obrera en el país.
Los problemas que acosan a los republicanos no tienen nada que ver con los demócratas, que durante los últimos cuatro años han permitido que Bush y compañía hayan hecho lo que han querido. Los demócratas han comenzado ahora a hacer algo de oposición porque ven la oportunidad de rentabilizar la situación, y además, porque los excesos de la camarilla de Bush amenazan con desestabilizar todo el sistema político del país. Por lo demás, estos dos partidos apenas se distinguen entre sí. Los demócratas ahora tienen más apoyo que los republicanos, lo que demuestra el potencial para una verdadera alternativa basada en el movimiento obrero y la clase obrera en general. Este partido crecería rápidamente y se convertiría en una verdadera fuerza en la política estadounidense.
Han pasado dos meses desde el Katrina, después siguieron los huracanes Rita y Wilma. La devastación de Nueva Orleáns expuso de manera cruel la verdadera naturaleza del racismo y la pobreza en EEUU. En un breve espacio de tiempo, fue evidente para todos la polarización sin precedentes entre las “dos américas”. Estos desastres revelaron los profundos problemas estructurales de la sociedad estadounidense. Las empresas norteamericanas y sus lacayos en el gobierno quieren cambiar el componente social de la costa del Golfo, expulsando a los pobres, la mayoría familias negras, y trayendo a otros pobres, mayoritariamente inmigrantes ilegales sin derechos para que hagan los trabajos de limpieza. No es una sorpresa la primera respuesta de Bush al Katrina, la suspensión de las protecciones salariales para los trabajadores de las empresas que tienen contratos con el gobierno.
Como es habitual están consiguiendo beneficios las mismas empresas que los consiguen en Irak: Halliburton, Kellogg, Brown & Root y Blackwater Security. La mayor parte de la ayuda se la han llevado las empresas petroleras y los casinos, mientras que los pobres siguen desplazados y en paro. Lo que hace falta es un programa de reconstrucción controlado democráticamente por los trabajadores, para proporcionar empleos de calidad, viviendas, educación, transporte y cuidado sanitario para todos los de la región, y por supuesto, para todo el país.
Bajo el capitalismo esto simplemente no ocurrirá. Debemos confiar en nuestra propia clase si queremos acabar con los ataques y retrocesos que hemos sufrido durante décadas. La vida ciertamente enseña. Con cada nueva sacudida, la clase obrera estadounidense poco a poco está sacando la conclusión de que sólo nosotros podemos detener a Bush y al sistema que defiende. Tarde o temprano se alcanzará la conciencia necesaria y entonces no habrá nada sobre la Tierra que detenga a la clase obrera norteamericana. Ahora más que nunca es necesario un partido por y para la clase obrera. Ahora más que nunca, es necesario luchar por el socialismo.