La ejecución en abril de tres hombres que habían secuestrado un barco y las duras sentencias judiciales contra 74 opositores al régimen cubano, han generado una condena casi universal, al menos por parte de los medios de comunicación y de la mayoríad La ejecución en abril de tres hombres que habían secuestrado un barco y las duras sentencias judiciales contra 74 opositores al régimen cubano, han generado una condena casi universal, al menos por parte de los medios de comunicación y de la mayoría de los gobiernos. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Richard Boucher, dijo que EEUU estaba “escandalizado” y el Secretario de Estado, Colin Powell, exigió que Cuba liberase a los “prisioneros de conciencia”.
Sin embargo, antes de analizar la situación debemos mirar los hechos reales. Los tres individuos ejecutados por secuestrar un barco de pasajeros intentaban llegar a EEUU. Era el tercer intento de secuestro en Cuba en sólo dos semanas. Esta situación se ve favorecida por la ley estadounidense que garantiza asilo a todos los cubanos que lleguen por sus propios medios a EEUU, independientemente de los métodos utilizados.
En el mismo período el gobierno cubano comenzó a detener disidentes, incluidos algunos miembros del “Proyecto Varela”. La demanda principal de este grupo es un referéndum, algo que consideran como parte de un “acercamiento gradual” hacia la eliminación del estado actual surgido en 1959 fruto de la revolución y también para terminar con la economía nacionalizada. Los 74 “disidentes” fueron condenados a penas que van entre los seis y los veintiocho años de prisión.
Los cargos formales contra la mayoría de los acusados era que habían cometido “crímenes contra la independencia o integridad territorial del estado”. Había muchas pruebas que demostraban, más allá de cualquier duda, que la mayoría de los opositores habían recibido grandes sumas de dinero del gobierno estadounidense a través de James Cason, agregado comercial en La Habana; y de facto, de la embajada de EEUU. Ni Powell ni tampoco ningún otro vocero estadounidense nunca han negado esto. En realidad, toda esta información está disponible en páginas web oficiales del gobierno de EEUU.
En el año 2000, la Agencia Internacional para el Desarrollo de EEUU (USAID) donó 670.000 dólares a tres organizaciones cubanas para ayudar con la “publicación en el extranjero de la obra de periodistas independientes de la isla… y distribuir sus escritos dentro de Cuba”. (Informe USAID, Evaluation of the USAID Cuba Program, 2001).
Con estos métodos los imperialistas estadounidenses buscan promover el trabajo de las fuerzas contrarrevolucionarias en Cuba y otros países. Constantemente interfieren en los asuntos internos de otros estados cuando no les gusta la política que están llevando a cabo. No hay dudas de que la embajada estadounidense y la CIA están activamente implicados en los intentos contrarrevolucionarios de derrocar al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela.
El Departamento de Estado estadounidense describe oficialmente esta actividad como “prestaciones”. Cuando alguien actúa de esta forma para defender los intereses del imperialismo estadounidense frente a un gobierno extranjero entonces es considerado como algo legítimo. Sin embargo, si una fuerza extranjera intenta aplicar los mismos métodos contra EEUU entonces es una historia diferente. Bajo el Código Penal de EEUU estas “prestaciones” por parte de un diplomático extranjero en EEUU pueden provocar la persecución criminal y diez años de prisión. Esto se aplica a todo aquél que “actúe dentro de los EEUU y esté sometido a la dirección o control de un gobierno o funcionario extranjero”. (Título 18. Sección 951 del Código Penal de EEUU).
La hipocresía del gobierno estadounidense es incluso mayor cuando miramos la situación de cinco cubanos que actualmente están cumpliendo largas condenas (incluyendo dos cadenas perpetuas) en prisiones federales de EEUU. Los cinco estaban intentado detener la actividad de grupos terroristas cubanos de ultraderecha exiliados en Miami que iban a perpetrar actos violentos contra Cuba. EEUU dice que estos últimos estaban implicados en la “guerra global contra el terrorismo”. Pero el gobierno norteamericano a través de la CIAha proporcionado la mayor parte de la ayuda financiera, el entrenamiento y las armas de la alianza ultraderechista con la mafia cubana de Miami, que desde hace años está detrás de todos los ataques terroristas contra Cuba, y ¡el FBI siguió a los cinco agentes cubanos! En los medios de comunicación burgueses no apareció ninguna protesta hipócrita o artículos moralizadores y esto demuestra el doble rasero que tiene la administración estadounidense.
La hipocresía del gobierno USA es aún más clara cuando vemos cómo Washington llora por las penas a muerte en Cuba pero “olvida”, convenientemente, que cada años cientos de hombres y mujeres son condenados a muerte en las prisiones estadounidenses. Desde 1976 EEUU ha ejecutado a más de 700 personas, 248 en el estado de Texas. Además, de los ejecutados desde 1973, 95 de ellos más tarde fueron exculpados completamente por los tribunales. El gobierno estadounidense no tiene ningún derecho a quejarse de que Cuba utilice la pena de muerte cuando su país tiene uno de los peores registros del mundo. Y George W. Bush tiene menos derecho que nadie a protestar. Cuando era gobernador de Texas, que cuenta con casi un tercio de todas las ejecuciones de EEUU desde 1976, se hizo famoso por el uso indiscriminado de la pena de muerte y su negativa a responder a las peticiones de clemencia.
Esto también es una cuestión de clase. La gran mayoría de la población que está en prisión en EEUU y la gran mayoría de los que están condenados a muerte son personas pobres, principalmente negros e hispanos. EEUU es el único país del mundo, excepto Somalia, que se negó a firmar la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño. ¿Por qué? Porque en EEUU incluso los que cometieron crímenes cuando todavía no tenían dieciocho años pueden ser condenados a muerte. Incluso en dieciocho estados la ejecución puede realizarse a partir de los dieciséis años de edad. La Convención tiene una cláusula que dice que esto es ilegal.
El gobierno estadounidense tiene un largo récord de apoyar intentos de golpe de estado contra el gobierno cubano. Incluso intentaron invadir el país en 1961 a través de sus mercenarios en el infame episodio de Bahía de los Cochinos. También impusieron un embargo a la isla prácticamente desde el principio de la revolución.
A la burguesía estadounidense no sólo le preocupa Castro. Lo que teme es la naturaleza del régimen que existe en Cuba. No pueden tolerar que a noventa millas de sus costas haya un país donde se ha abolido el capitalismo. La revolución cubana fue un punto de referencia para las masas oprimidas de América Latina. Por esa razón los imperialistas estadounidenses odian a Cuba, no porque estén preocupados por los derechos humanos.
La “izquierda” cede a la presión del imperialismo
Este es nuestro punto de partida siempre que analizamos lo que está ocurriendo en Cuba. Debemos basarnos en una posición de clase. En primer lugar se encuentran los intereses de la clase obrera, tanto fuera como dentro de Cuba. Si no hacemos esto corremos el riesgo de hacer un balance desequilibrado y caer en la trampa de discutir en abstracto sobre la “democracia” o la “justicia” y no sobre las cuestiones reales que están implícitas en este caso. Desgraciadamente, esta última es la posición de algunos intelectuales de izquierdas con relación a esta cuestión.
Los ataques contra la revolución cubana desde Washington y los medios de comunicación burgueses de EEUU y Europa no son nada nuevo. En esta ocasión, las críticas al régimen no han venido sólo desde la burguesía europea o estadounidense. Al coro ruidoso de denuncias se han unido muchos antiguos “amigos” de Cuba, como el premio Nobel de Literatura José Saramago o el escritor Eduardo Galeano. En los partidos de izquierda de Europa y América Latina también se ha producido un acalorado debate sobre esta cuestión.
Estos “amigos de Cuba” han olvidado lo fundamental. En la actual sociedad capitalista no existe algo parecido a la “democracia” o la “justicia” absolutas. La democracia burguesa formal es sólo una hoja de parra que oculta la dictadura de un puñado de banqueros ricos y bandidos empresariales. Estos últimos ni siquiera se molestan en ocultar cuál es la verdadera situación. Basta con mirar las elecciones en todos los países capitalistas, especialmente en EEUU, donde todo el mundo sabe que George W. Bush salió elegido gracias al fraude.
Lo mismo ocurre con el concepto de “justicia”. El principio de que “todos los hombres son iguales ante la ley” es válido si ignoramos el tamaño de su billetera. Existe una ley para los ricos y otra para los pobres. Hace mucho tiempo que el escritor Anatole France escribió sobre la majestuosidad de la ley que permite por igual a los ricos y a los pobres pasar hambre y dormir bajo un puente.
Hay muchas cosas del régimen cubano con las que no estamos de acuerdo. Pero no se puede negar que la revolución cubana expropió a los imperialistas y a la burguesía y estableció las condiciones para un enorme avance en salud, educación y en las condiciones de vida de las masas. Ese es el “crimen” que para los imperialistas ha cometido Cuba. Durante más de tres décadas han utilizado todo tipo de métodos sucios para destruir las conquistas y conseguir que Cuba regrese al redil de los imperialistas y capitalistas. En esta lucha no podemos ser neutrales. Siempre debemos defender a Cuba frente a los agresores imperialistas.
Los “amigos de Cuba” responderán que están en contra de la violencia. Esta melodía no es nueva. Muchos de los pacifistas-reformistas de izquierda en Europa a menudo se quejan del uso de la violencia “en general”. Nosotros también creemos que el uso de la violencia es lamentable. Pero también debemos tener en cuenta que vivimos en un mundo donde cada día la clase dominante utiliza los métodos más brutales y violentos. La guerra en Iraq habla por sí misma. La única forma de erradicar la violencia es derrocando al sistema que la genera, es decir, al sistema capitalista con todas sus diferenciaciones sociales y toda la injusticia que crea. Estamos a favor de esto. Pero en la medida que los imperialistas estadounidenses utilizan la violencia para imponer sus objetivos en todo el mundo, los pequeños países tienen el derecho de defenderse como mejor puedan.
Hegel solía decir que la verdad es siempre concreta. Y también debemos ser concretos. En este caso, el país capitalista más poderoso y feroz del mundo, EEUU, está en conflicto con una pequeña isla, que ha conseguido liberarse del grillete del imperialismo y donde los medios de producción están nacionalizados. Desde el colapso de la URSS, Cuba está luchando desesperadamente por sobrevivir, mientras que sus enemigos intentan aislarla y estrangularla.
En este conflicto la clase obrera internacional no puede ser neutral. Estamos con Cuba contra el imperialismo norteamericano. Estamos con un país que ha eliminado el analfabetismo y donde el sistema sanitario es uno de los más avanzados de América Latina. Esto se ha conseguido gracias a la planificación de los recursos y la consiguiente abolición de la anarquía del mercado capitalista. Esto actúa como un faro para las masas de América Latina y eso es lo que no pueden tolerar los imperialistas.
Una vez que hemos trazado esta línea de clase que separa claramente los dos campos, podemos analizar la situación desde el punto de vista de la clase obrera, tanto en Cuba como internacionalmente.
La lucha del imperialismo estadounidense para socavar Cuba se está dando en muchos frentes. Se ha visto favorecida por las dificultades internas que siguieron a la finalización de la ayuda económica procedente de la Unión Soviética. Después del colapso del régimen estalinista en Rusia, Cuba se quedó aislada a principios de los años noventa y sin el apoyo de los países del antiguo bloque estalinista. Esto llevó a Cuba a un período muy difícil. Entre 1989 y 1993 el PBI cayó un asombroso 35%.
Para intentar superar la crisis el gobierno cubano introdujo desde mediados de los años noventa algunas “reformas” de “economía de mercado”. Como resultado de esto, en Cuba hay seiscientas empresas que pertenecen a multinacionales extranjeras. El régimen ha dado a las empresas extranjeras la libertad de exportar capital y les permite también establecer sociedades conjuntas con el estado cubano. El monopolio estatal del comercio exterior en parte se ha abolido y de una forma limitada se permite a los individuos crear empresas, principalmente en la industria turística. Ahora el turismo representa la fuente principal de ingresos de la isla.
Hoy en Cuba existen elementos de un sistema económico dual; el sector controlado por el estado coexiste junto a elementos capitalistas, y con dos monedas paralelas: el dólar y el peso cubano. Esto ha profundizado las desigualdades sociales y ha expuesto a Cuba a las alzas y bajas de la economía mundial. En los últimos dos años los ingresos por turismo han sufrido una dura caída. El precio del azúcar, otra de las principales importaciones cubanas, también ha caído. Cuba se enfrenta a serios problemas económicos. Según algunas fuentes, el desempleo está ahora en el 10% de la fuerza laboral, y otro 10% está clasificado como subempleado.
Este incremento de las diferencias sociales representa una seria amenaza para la revolución cubana. Un sector de la sociedad se está enriqueciendo gracias a las reformas de “mercado”. Entre este sector de “nuevos ricos” el imperialismo puede encontrar más fácilmente una base de apoyo para sus planes de restauración del capitalismo en Cuba.
La difícil situación económica y la cristalización de una serie de elementos que se han aprovechado de la introducción parcial de la empresa privada representa un gran peligro para Cuba. La naciente burguesía cubana consiste en todo tipo de especuladores y ladrones que quieren volver a los “buenos y viejos tiempos” anteriores a 1959, cuando Cuba era un gran casino y un burdel dirigido por las grandes empresas estadounidenses y la mafia. El imperialismo estadounidense intenta basarse en este sector al que está financiando y animando para que lleve a cabo actos de sabotaje y subversión.
El régimen ha intentado frenar esta actividad recurriendo a métodos de represión. No simpatizamos con estos elementos contrarrevolucionarios ni tampoco apoyamos el coro hipócrita de denuncias de la derecha o la “izquierda”.
Debemos situar estos últimos acontecimientos en su contexto adecuado. En América Latina no hay un solo régimen burgués estable, desde Tierra del Fuego al Río Grande. Los últimos hechos demuestran que los imperialistas estadounidenses están preparándose para intervenir contra la revolución, ya sea abiertamente, como en Colombia, o conspirando con las fuerzas contrarrevolucionarias internas, como en Venezuela.
En esta situación, la existencia de Cuba es una fuente permanente de irritación para Washington. Y quieren eliminar este problema lo antes posible. Fidel Castro, en respuesta a sus críticas dijo lo siguiente: “Ahora estamos inmersos en una batalla contra las provocaciones que están intentando llevarnos a un conflicto y a una agresión militar de EEUU”.
Sin duda tiene razón. A consecuencia de la guerra criminal contra Iraq, el centro de gravedad de la administración Bush ha girado profundamente a la derecha. La camarilla reaccionaria imperialista que se aglutina alrededor de Rumsfeld y Cheney ahora tienen el control. Estos elementos están buscando un nuevo país para atacar. La severidad con la que ha reaccionado el estado es un reflejo de esto. Cuba tiene el derecho a defenderse frente al imperialismo y la contrarrevolución, y esto no es un juego de niños.
La necesidad de una política internacionalista
Sin embargo, debemos señalar lo siguiente: El mayor peligro de la revolución cubana no procede de un puñado de “gusanos” y criminales, sino desde dentro del régimen. Mientras Castro viva, los elementos pro-burgueses estarán controlados. Pero igual que en la URSS un sector importante de la burocracia estuvo dispuesta a pasarse al capitalismo y saquear el estado en su propio interés, así en Cuba cuando Castro desaparezca, puede haber un movimiento en la dirección hacia el capitalismo encabezado por elementos de dentro de la propia dirigencia. Este es el mayor peligro para la revolución.
En la línea de la actitud agresiva de EEUU hacia el resto del mundo, Bush ha reiterado la política de línea dura hacia Cuba. Ha hecho planes para incrementar la ayuda del gobierno estadounidense a los “disidentes” cubanos y ha puesto a Cuba en la lista de “estados sospechosos”. La victoria del imperialismo y la “economía de mercado” supondría la destrucción completa de todas las conquistas sociales de la revolución.
¿Cómo se puede derrotar esta amenaza? Hay una forma, y es la única: introduciendo un régimen de democracia obrera en la línea de la Rusia soviética antes del ascenso de Stalin. León Trotsky señaló hace mucho tiempo que el “socialismo necesita la democracia como el cuerpo humano necesita el oxígeno”. No hablamos de una democracia burguesa formal, sino de una verdadera democracia donde la clase obrera se organice en soviets y se base en las cuatro condiciones de Lenin:
1) Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación inmediata de los funcionarios elegidos.
2) Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador calificado.
3) No al ejército permanente, sino el pueblo en armas.
4) Poco a poco, todos deben participar en todas las tareas de la administración: cundo todo el mundo es un burócrata entonces nadie es un burócrata.
A pesar de todo, la aplastante mayoría de las masas cubanas todavía apoyan la revolución. Sólo el control democrático y la administración de las masas pueden acabar con las contrarrevolución y la burocracia, que es el suelo sobre el cual puede crecer la contrarrevolución. No debemos olvidar que la mala gestión burocrática y la corrupción del régimen fue lo que provocó el colapso y la contrarrevolución capitalista en la URSS en 1991. Nuestra consigna es: “Volver a Lenin!”
El verdadero socialismo no puede existir sin garantizar los derechos democráticos básicos, como la libertad de expresión. Los marxistas nunca han defendido que el pilar del socialismo fuera un sistema monolítico de partido único. En Cuba es totalmente posible garantizar la libertad a cualquier grupo o partido que acepte la nacionalización de los medios de producción. Todas estas tendencias deben ser permitidas. Esto no debilitaría la revolución, todo lo contrario, la fortalecería.
Las fuerzas contrarrevolucionarias en Cuba pueden ser derrotadas. Pero esto exigiría la implicación real de los trabajadores en la gestión de la economía y el Estado. Significaría la introducción de una verdadera democracia obrera en las mismas líneas de la que existía en la Unión Soviética en los años inmediatamente posteriores a la revolución de 1917. Implicaría la profundización de las conquistas sociales de la revolución, con la eliminación de los privilegios y la burocracia.
Las masas no han olvidado las conquistas de la revolución. Sólo basta con mirar al resto de América Latina y el Caribe para ver qué significaría regresar al capitalismo para la clase obrera cubana. La perspectiva de regresar a una situación donde Cuba sea en la práctica una colonia estadounidense debe ser bastante sombría para los cubanos. Significaría regresar las injusticias del pasado.
En última instancia, la única de forma de combatir exitosamente esta ofensiva contrarrevolucionaria es extendiendo internacionalmente la revolución, empezando en primer lugar con el resto de América Latina. La experiencia histórica de la Unión Soviética demuestra que es imposible construir el socialismo en un solo país. Ahora la situación en América Latina es favorable, como hemos podido ver en los recientes acontecimientos revolucionarios de Venezuela, la victoria de Lula en Brasil, los movimientos revolucionarios en Bolivia, Ecuador, Colombia y Argentina.
Desgraciadamente, en lugar de basarse en la revolución en América Latina, Castro ha recurrido a acuerdos diplomáticos y, en el mejor de los casos, a campañas de presión internacional contra el embargo. Pero esto tiene unos efectos limitados. Probablemente teme provocar a EEUU. Pero esta política sólo consigue los efectos contrarios a los que pretende obtener. Mientras la revolución siga enclaustrada en los estrechos límites nacionales de Cuba corre el riesgo de ser estrangulada. Esto es lo que quiere hacer el imperialismo norteamericano. Y la derrota de la revolución cubana sería un golpe contra la revolución en toda América Latina.
Este es el único método viable de preservar la revolución cubana e impulsarla hacia delante. Parece que Castro mira hacia el modelo chino. Le gustaría crear una nueva clase de “economía mixta”. Pero ningún sistema puede sobrevivir a medio camino, entre el capitalismo y la economía planificada. Tarde o temprano uno de los dos se impondrá sobre el otro.
Un régimen capitalista en Cuba tendría la cara de una dictadura despiadada bajo el yugo del imperialismo estadounidense. Hay que resistirse a toda costa.
La barbarie es lo que está preparando en Cuba el imperialismo estadounidense si consigue poner las manos en la isla. Lo que han hecho los ejércitos británico y estadounidense en Iraq es una muestra de lo que pasará en el futuro en todos aquellos países que caen bajo su dominio. Cuba no puede sobrevivir sin una revolución en América Latina. No hay otra alternativa a largo plazo; o se establece en Cuba un verdadero estado obrero, como un paso adelante hacia una Federación Socialista de las Américas, o se producirá una contrarrevolución capitalista con todo lo que esto significaría para la clase obrera cubana.
13 de mayo de 2003