El decreto de nacionalización del gas anunciado en Bolivia por Evo Morales el pasado primero de mayo ha tenido la virtud de desatar, simultáneamente, la euforia de las masas bolivianas y la ira y las críticas más cínicas y desvergonzadas por parte de El decreto de nacionalización del gas anunciado en Bolivia por Evo Morales el pasado primero de mayo ha tenido la virtud de desatar, simultáneamente, la euforia de las masas bolivianas y la ira y las críticas más cínicas y desvergonzadas por parte del imperialismo, de las oligarquías latinoamericanas, y de las clases pudientes del mundo en general. Esas reacciones enfrentadas, y con una base nítidamente de clase, son en sí mismas un indicativo rotundo de la magnitud política está teniendo la medida.

Es indudable que incluso más allá del continente latinoamericano, donde esta medida se vive con entusiasmo y esperanza, el paso dado por el gobierno boliviano ha sido visto por los trabajadores y jóvenes del mundo con muchísima simpatía. La razón es bien sencilla: la nacionalización del gas se ve como una medida de justicia elemental, como un paso imprescindible en el camino de poner la inmensa riqueza del país servicio de la mayoría de la población, una población que por otra parte que sufre la pobreza más severa de todo el continente latinoamericano. La riqueza del gas en Bolivia se valora en unos 100.000 millones de dólares, doce veces el PIB del país, dieciséis veces su deuda externa y 130 veces su inversión pública. Sin embargo el 63% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.

La reacción de la burguesía española, con intereses muy claros y extendidos en Bolivia y en todo el continente latinoamericano, ha sido unánime en oponerse a la medida, oscilando en sus manifestaciones públicas desde histerismo a lo escuálido hasta los argumentos más hilados y cautelosos, que tratan de evitar llegar a una situación irreversible, en la que todo esté perdido para sus intereses.

Mariano Rajoy, el líder del PP, convirtiéndose en portavoz tanto de los intereses de las multinacionales como de los terratenientes, como bien le corresponde por ser el reaccionario número uno de la patria madre, se rasgó las vestiduras por la «ocupación militar de una empresa española» en referencia a la entrada de soldados en las plantas de Repsol YPF y también arremetió contra Chávez porque «se dedica a expropiar las tierras de los ciudadanos españoles, particularmente canarios y gallegos», como si ese último detalle añadiese realismo e hiciese la medida aún más espeluznante. Por supuesto la culpa de todo ese desaguisado la tiene ZP, “que no ha tenido la firmeza de Lula”, un argumento algo patético si observamos el desarrollo de los hechos. Para la derecha brasileña, en cambio, es Lula, el que tiene la culpa de todo. Dentro de la poca consistencia de ese tipo de argumentos, la burguesía brasileña tiene algo más de razón que Rajoy puesto que Lula, al que se le acusa de no defender bien los intereses de Petrobrás, promovió directamente a Evo Morales durante la campaña electoral, aunque quizás esté ahora arrepentido. «Cría cuervos y te comerán los ojos», se titulaba un artículo de fondo del periódico Folha de Sao Paulo —cuya línea editorial es muy similar a la del periódico El País — señalando con un dedo acusador a Lula.

Bilis “democrática y progresista” contra la revolución

Como siempre ocurre en los acontecimientos de gran trascendencia, los medios de comunicación que en tiempos normales se esfuerzan por forjarse una imagen democrática e incluso progresista acaban mostrando su verdadero rostro. En medios supuestamente respetables como el periódico El País o La Vanguardia proliferan los reportajes —por llamarlo de alguna manera — sobre el “populismo petrolero”; la infiltración cubana y venezolana en la política y el estado boliviano; la riqueza personal de Fidel Castro (en la que la lista Forbes incluye, sin ningún rubor, las empresas de propiedad estatal), y así podríamos seguir.

Esos medios no se cortan en mentiras y distorsiones. Vale todo con tal de embarullar todo, desprestigiar la revolución y las figuras que la representan, distorsionar sobre las causas de fondo y el sentido de las medidas que se derivan de este estadio de efervescencia política y participativa en la que están inmersas las masas latinoamericanas. La revolución es muy contagiosa y el papel al que la prensa burguesa se está dedicando en cuerpo y alma a construir un buen “cordón sanitario” para preservar la conciencia de los trabajadores del resto del mundo.

El periódico La Vanguardia, en un artículo del día 7 de mayo afirmaba contundentemente en el titular: «Chávez se ejerce de tutor de Evo Morales». Según el artículo «el creciente acercamiento a Venezuela genera suspicacias y empieza a molestar a la gente». Claro que «la gente», según este respetable periódico, no se trata de la inmensa mayoría de la población boliviana sino a la oposición reaccionaria e histérica. A esa minoría privilegiada, siempre sumisa al imperialismo norteamericano, resulta ahora que está preocupada por la «soberanía nacional», justo en el momento en que se ha tomado una medida que incrementa el control del estado sobre los recursos naturales de la nación por la que se sienten teóricamente tan preocupados.

El periódico El País publicaba el sábado 6 de mayo un artículo-entrevista a los autores de una biografía titulada Hugo Chávez sin uniforme cuya tesis central es que «el ex militar golpista no estaría en el poder si no fuera por el petróleo” y que Chávez «encarna una la tradición del estado rentista característica de la clase gobernante venezolana, la tradición militar golpista y la tradición del comunismo de manual». Así, un gobierno que debe su existencia a un profundo giro social a la izquierda y a un movimiento revolucionario de las masas populares que lo rascató de un golpe de Estado orquestado por el imperialismo norteamericano, resulta que, mediante un alambicado y sesudo análisis, se presenta como un gobierno “reaccionario, golpista, rentista, etc.” y además… “comunista”. ¿Qué no te gusta un argumento? Pues aquí tienes otro de un color distinto y completamente contradictorio con el anterior. El “rigor” de esos artículos emociona. Los autores se hacen eco del terror provocado por la «amenaza castrocomunista» y lanzan una espada en favor de la democracia y de la igualdad de oportunidades. Eso sí se muestran muy contrariados por la «uniformidad social» que impulsa Chávez. La razón está clara. Según nos informan esos dos “veteranos periodistas”, autores del libro que publicita El País “el pueblo venezolano rechaza el socialismo”. Es una lástima que el pueblo venezolano sea sordo y no escuche las frecuentes referencias al socialismo del siglo XXI de su presidente, es la única explicación por la que sigue manteniendo un apoyo tan aplastante.

En un estilo francamente bushiano, la edición del domingo 7 de mayo de El País habría la información internacional con un artículo titulado: «Venezuela y Cuba se movilizan en Bolivia». El objeto del artículo es desvincular la nacionalización del gas con la situación revolucionaria que se vive en Bolivia. Así, la medida tomada por el gobierno de Evo Morales no sería producto de una presión desde abajo; ni de la total incapacidad del sistema de libre mercado, a pesar de los superbeneficios de las multinacionales, de sacar al pueblo boliviano de la miseria; no, la nacionalización del gas se debe a una oscura conspiración fraguada en los servicios secretos de países “dudosamente democráticos”. Nos enteramos por el artículo que «empresarios, políticos e intelectuales bolivianos advierten de la excesiva influencia de los nuevos aliados de Morales». El artículo da a entender que se respira un ambiente de gran inquietud en Bolivia, totalmente vulnerable a una meditada, oscura y envolvente trama extranjera que lleva al país a un futuro tenebroso e incierto. Sin embargo, del propio artículo se desprende que este malestar no afecta a la mayoría del pueblo boliviano pues resulta que Evo Morales ha tomado la medida porque su «popularidad estaba bajando». La nacionalización del gas y su nada escondida vinculación con la revolución venezolana y cubana está creando enormes expectativas populares. ¿En qué quedamos? El intento de cuadrar la realidad dentro de los límites aceptables para algunos plumíferos de la burguesía les lleva a argumentaciones esquizofrénicas.

Entre la colección de opiniones de la que se hace eco el artículo resulta llamativa la de Gary Rodríguez, director general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, quien apunta que el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP) acordados por Venezuela, Cuba y Bolivia resulta ser «contrario a la lógica» puesto que es «un tratado entre pobres» en el que además Venezuela es un competidor para las exportaciones bolivianas y Cuba es un mercado muy escaso para sus productos. En pocas palabras se expresa con mucha claridad lo bueno, realista y placentero que resulta ser el criado de los poderosos, además de poner en evidencia que bajo el capitalismo es imposible la unidad de América Latina. Otra preciosa muestra de lo que piensan “los bolivianos”.

Sigamos con el bonito cuadro que nos pinta la prensa “progresista” y “comprometida con la democracia”. ¡También resulta que enviar médicos constituye un verdadero crimen! El citado artículo El País se hace eco de la denuncia del Colegio Médico de Bolivia que denunció la presencia de unos 600 médicos cubanos en el país quienes, junto a un número indeterminado de maestros, trabajan en las áreas rurales de Bolivia. Los médicos cubanos están presentes en 20 hospitales rurales y otros 11 hospitales de campaña en el marco de la llamada operación milagro, que consiste en dar asistencia a la túnica a los sectores más desfavorecidos de la población. La organización médica destaca que en Bolivia hay 10.000 médicos en paro, pero por supuesto no se le debe haber ocurrido que están en paro porque la salud de la población jamás ha interesado a los imperialistas y oligarcas que han dominado el país a lo largo de décadas. Es muy probable que de los 100.000 espías que EEUU tiene esparcidos por el mundo, según confesiones de la propia CIA, un buen puñado esté en Bolivia. Pero eso no importa, los espías no se ven.

Los “buenos”, eso tipos legales y pacíficos de Repsol

El lunes día 9 de mayo El País dedicaba un editorial al asunto titulado «El laberinto de Evo», en el que se es un intenta desprestigiar la nacionalización por haberse realizado por “manu militari” y afectando a empresas que tenían «contratos legales y conocidos públicamente». Vamos a ver, la línea oficial de El País es que en esa pugna las multinacionales petroleras que saquean Bolivia son los buenos (unos tipos legales y pacíficos a los que se les maltrata con el ejército, ¡qué horror!) y los que defienden la nacionalización del gas, es decir, que la producción y la comercialización del gas sea pública para que con los recursos sirvan para el progreso social del pueblo boliviano son los malos. Evo, incomprensible y sorpresivamente (¿Desde cuando la izquierda cumple con algo serio que estaba en su programa electoral? ¡Y encima de sopetón!, ¡Por favor hombre, la democracia no es así!) se ha situado en el campo de los malos, pero se conserva la esperanza de que la abducción no sea irreversible y El País (habla en nombre de la España democrática, y eso tiene su carga de persuasión) pone todo su empeño en convencer a Evo Morales de que se ha puesto en el camino del abismo. Así, la posición del gobierno boliviano es ahora es «casi tan complicada como la de las compañías confiscadas». Ese ha sido el otro aspecto con el que se ha tratado de desautorizar la nacionalización del gas en Bolivia: no tiene ningún futuro porque el país no tiene ni los medios técnicos ni financieros para hacer viable la nacionalización.

Vayamos por partes. Empecemos por los tipos legales y pacíficos de Repsol YPF, esas doncellas asustadizas al que el ogro de Evo ha enviado a los soldados para aterrorizarlas. Hay que recordar que Repsol tienen su origen en el Instituto Nacional de Hidrocarburos, organismo público y por lo tanto financiado fundamentalmente con dinero de los trabajadores del Estados español, que son los que pagan más impuestos. La privatización del INH empieza en 1989 y concluye en 1997, año en el que inicia la incursión en América Latina. Es en 1996 cuando la empresa adquiere el nombre de Repsol y a partir del año 1999 cuando se convierte en una de las multinacionales del petróleo más importantes del mundo: adquiere el 85% de la empresa estatal petrolera argentina YPF. La compra de YPF Argentina constituye uno de los más importantes saqueos que se han producido en América Latina, la empresa se vendió a un precio artificial y escandalosamente bajo. La arrogancia de esa empresa y el trato despectivo que tiene hacia los países los trabajadores y la población en la que tiene instaladas sus plantas petrolíferas es muy conocida en Argentina.

En el año 2005 Repsol YPF obtuvo un beneficio record de 3.120.000.000 €, un 29,2% más que respecto al año anterior alcanzando así un nuevo máximo histórico a pesar de la revisión a la baja de sus reservas en un 25% anunciadas recientemente. Las multinacionales que operan en Bolivia tienen uno de los más altos índices de ganancia de la industria petrolera mundial. Informes oficiales del gobierno boliviano establecen que estos consorcios han tomado el control de los ricos yacimientos de petróleo y gas, con los costos de producción más bajos del mundo, al haber recibido sin mayores inversiones los gigantescos pozos y campos desarrollados por el estado, pagando por ellos impuestos casi simbólicos. Repsol y AMOCO, que tomaron el control de la ex empresa estatal boliviana YEF E., presentan los costos unitarios de producción y de explotación de hidrocarburos más bajos entre 200 empresas analizadas a nivel mundial. El costo promedio para la producción de un barril equivalente de petróleo es de 5,6 $ a nivel mundial, pero en Bolivia se reduce, en el caso de Repsol, a sólo un dólar y en el de AMOCO a 0,97 $. En el ámbito internacional, únicamente la petrolera Niko Resources tiene un coste de producción más bajo (Global Upstream Performance Review).

Otras multinacionales que operan en Bolivia como Petrobrás, British Gas etc. también tienen costos muy bajos producto de las excesivas y onerosas concesiones que el estado boliviano otorgó en la década de los 90, cuando se privatizó la industria petrolera de este país y se desmanteló la empresa estatal.

Toda las inversiones y los trabajos de prospección, exploración y desarrollo de campos realizado por el estado boliviano beneficiaron directamente a las petroleras extranjeras, que sin invertir demasiado encuentran gas y petróleo a raudales. En el caso de Repsol el costo de búsqueda y desarrollo de un barril equivalente de petróleo es de apenas 0,40 $, 20 veces por debajo del promedio internacional y 14 veces menos que el latinoamericano. La tasa de éxito para encontrar gas y petróleo en Bolivia es una de las más altas del mundo.

Repsol está acusado por el gobierno boliviano de venta clandestina de hidrocarburos, de realizar operaciones de importación sin pagar tasas. No hace mucho la petrolera se arrogó la soberanía sobre reservas de gas como si fuera ella misma del gobierno boliviano. Los funcionarios de Repsol en Bolivia se vanagloriaban de “sacar 10 de donde habían invertido 1”.

Pese a todo eso el presidente de Repsol YPF, Antonio Brufau, declaró sentirse “consternado” y “preocupado” por una medida que considera “injusta”. Pobrecito, nos da una penita.
En el negocio petrolero a lo que hemos asistido es a un gigantesco proceso mundial de transferencia de la riqueza generada con dinero público a manos privadas. Ha sido, y está siendo un expolio total y completo. Eso son los “méritos”, los “riesgos”, y el “progreso” que aporta el sacrosanto derecho a la propiedad privada a la sociedad.

Ese hecho escandaloso se convierte en un crimen, en un genocidio, cuando estamos hablando de que Bolivia es uno de los países más pobres del mundo y el más pobre de América del Sur. Los recursos del país han sido saqueados históricamente sin que la inmensa mayoría de la población se haya beneficiado en absoluto. A la prensa “democrática” jamás le preocupó en demasía la represión contra el pueblo boliviano. Sólo en las luchas revolucionarias de octubre de 2003, en la que se exigía la nacionalización del gas y el petróleo, fueron asesinadas 57 personas y centenares fueron heridas.

Las lágrimas de cocodrilo que vierte El País, y en general la prensa burguesa «sería» y «progresista» no pueden más que provocar la mayor repulsa por parte de los trabajadores, de los jóvenes y de cualquier persona que luche honestamente por la justicia en el mundo. La medida aprobada por el gobierno boliviano es un leve paliativo, aún insuficiente, para hacer frente al verdadero cáncer social que supone la existencia del capitalismo en el mundo.

Los detractores de la nacionalización tienen la desfachatez de decir que esa medida “acabará teniendo un efecto negativo para el pueblo boliviano”. ¿Se puede ser más despreciable?
Lo que causa verdadero temor a la clase dominante es que la idea de que el progreso social es incompatible con el la propiedad privada de los medios de producción se extienda en una sociedad fermentada por un proceso revolucionario, traspasando las fronteras de Bolivia.

El contexto político

Lo más molesto para imperialismo de la nacionalización del gas es que ante las masas bolivianas, y en general latinoamericanas, se ha legitimado una medida que ataca directamente los intereses particulares de unos cuantos poderosos y se está haciendo con el propósito declarada de cambiar la realidad social y económica del país, mejorando sustancialmente las condiciones de vida de la población.

En ese sentido un análisis publicado en el periódico económico Cinco Días daba en el clavo: «más que los efectos económicos y legales del decreto, preocupa la escenificación del mismo. De cara al electorado, Morales probablemente necesita revestir su decisión de una a una de corte revolucionario. De ahí los discursos incendiarios, la ocupación de las instalaciones por parte del ejército y las coloridas pancartas confiscatorias» (3/5/2006).

Detrás la amalgama de mentiras y «análisis» malintencionados subyace el pavor a la revolución en marcha.

En realidad no hay nada de anormal, incluso desde el punto de vista capitalista, que la explotación de una materia prima tan estratégica como el gas esté nacionalizada. De hecho en el ranking de las empresas que tienen mayores reservas de recursos energéticos en el mundo (petróleo y gas) las tres más importantes son de propiedad pública sin que nadie se tire de los pelos. La nacionalización en si misma no es una medida que lleva automáticamente al socialismo ni que lesiona necesariamente los intereses de la burguesía en su conjunto. En determinados momentos la nacionalización tiene el propósito de subordinar los intereses particulares de una fracción de la burguesía en aras de los intereses generales de la burguesía.

Pero en el caso concreto de Bolivia, lo que más asusta a los estrategas más perspicaces no es tanto la medida tomada en abstracto, sino la causa, el contexto y la deriva que puede tener esa medida. La nacionalización del gas en Bolivia está insertada dentro de un proceso de revolución y de cambios geopolíticos en todo el continente. El verdadero calado de lo que está pasando en Bolivia sólo se puede entender si se tiene se analiza el contexto general de América Latina. Por eso a muchos analistas burgueses se quejan de las “maneras” en las que se ha llevado a cabo la nacionalización.

Como dice Jorge Martín en su artículo “El gobierno boliviano toma el control de los hidrocarburos” se trata de una “semi-nacionalización”. Las empresas podrán seguir operando en Bolivia y conservan la propiedad de sus instalaciones. Seguirán obteniendo beneficios. Incluso así es evidente que la el control del 51% de las acciones de todas las empresas petrolíferas que están en el país y la recuperación de la propiedad, la posesión y el control absoluto de los hidrocarburos contemplado en el decreto, así como el inicio de un proceso de investigación de las cuentas de las multinacionales, entre otros factores, supone un cambio cualitativo de la manera y el margen con el que operaban las multinacionales en Bolivia. Antes el estado boliviano actuaba con un apéndice, una prolongación, de los intereses de las multinacionales. Ahora la situación es distinta. Veremos si lo consideran aceptable y la dinámica que acaban teniendo las negociaciones, entre cuyos factores, los de carácter político, pueden jugar un papel determinante.

En una entrevista hecha por el periódico argentino Clarín, el ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Andrés Solís, explicó la intervención militar en las plantas petroleras «como factor disuasivo para prevenir eventuales reacciones contrarias, por ejemplo que no nos dejaron entrar a fiscalizar los campos», y más adelante añadió: “otra razón fue que la algarabía se sintieron los movimientos populares y sociales también se extendiera a las fuerzas armadas». El contagio del ambiente social al ejército es algo que causa pánico a la clase dominante porque puede inutilizarlo para su finalidad más importante, precisamente la defensa de la propiedad privada y la represión del movimiento obrero y popular. Parece que el gobierno lo está fomentando conscientemente. El imperialismo tiene motivos para preocuparse.

Poco después de la nacionalización se anunció la anulación de la libre contratación, una medida instaurada en 1985 y que ha sido denunciada repetidamente por los sindicatos, acusándola de amparar situaciones humillantes para los trabajadores. «En un discurso cargado de referencias al marxismo, García Linera aseguró que la resolución del gobierno supone el comienzo del entierro del neoliberalismo en Bolivia» (El País, 5 de mayo del 2006). A la nacionalización también se vinculó una subida del Salario Mínimo que, aunque claramente insuficiente, se argumentó que a partir de ahora las subidas serán mayores porque la nacionalización del gas permitirá disponer de más discursos. Evo Morales también anunció que la oleada de nacionalizaciones también podría afectar a otros sectores, llamó los ciudadanos a “movilizarse ante cualquier intento de sabotaje de parte de las petroleras”.

Es importante entender que esas palabras, en un contexto de revolución, es decir, en un contexto en que las masas están en un estado especial de movilización, de participación, de disposición a la lucha, tienen una implicación mucho más tangible que en tiempos “normales”.

Paralelamente al griterío que ha lanzado contra la nacionalización hay sectores decisivos del imperialismo, en una mezcla de realismo y pánico, que aún apuestan por volver a persuadir a Evo Morales de que vuelva al “equipo de los buenos” de la izquierda latinoamericana, encabezados por el “realista” Lula. Pero la situación de Lula en Brasil es muy delicada, mermando eficacia al papel de director de orquestra al que aspira en la política lationamericana. Un reciente artículo de El País reconocía que “todo el país está a su izquierda”. La nacionalización del gas en Bolivia deja en evidencia que la política neoliberal y respetuosa con el FMI impulsada por Lula desde que ganara las elecciones no es la única “viable”. Lula no está en una situación boyante. A pesar de toda su moderación la derecha y los medios están lanzando una bestial campaña de desprestigio con Lula y el PT, en una clásica política de “usar y tirar”. Las dimisiones por corrupción, después de llevarse por delante a toda la dirección histórica del PT, han acabado afectando incluso a Palloci, ministro de Finanzas y el más firme defensor de los recortes del gasto social y el pago religioso de la deuda externa. La “realista” política económica de Lula ni siquiera ha podido mantener con éxito las tasas de crecimiento económico de la que tanto se vanagloriaba y que se suponía que iban a ser la base para el “reparto de la riqueza” que obviamente nunca ha venido ni vendrá bajo el sistema capitalista. El MERCOSUR, el gran proyecto de unión comercial del que Brasil era el principal baluarte, está viviendo la mayor crisis de su historia, con el amago de Uruguay de abandonarlo, por los enfrentamientos con Argentina. Es decir, el “realismo” del que tanta gala ha hecho Lula para machacar a su izquierda dentro y fuera del PT hace aguas por todos los lados. Y lo que ven las masas es que lo que funciona, o por lo menos lo que puede abrir una perspectiva real de cambio, es la vía emprendida por la revolución venezolana y la vía de la nacionalización indicada por Bolivia.

Queda aún muchísimo por arder de la cera revolucionaria latinoamericana. En México es más que probable un vuelco electoral hacia la izquierda, con un tremendo impacto en un pueblo que ya está movilizado. Hay que estar atentos a lo que ocurre en Perú y en Nicaragua, donde se está produciendo una intervención burda y descarada del imperialismo estadounidense. El embajador americano en Nicaragua no ha tenido ningún inconveniente en despachar órdenes precisas respecto a quien y de qué manera debe ser el candidato de la derecha, causando un revuelo en el país. Quiere evitar una victoria del FSLN. En Brasil aún no se ha producido un movimiento general de las masas como en Venezuela, Bolivia y otros países, pero veremos qué ocurre después de las próximas elecciones presidenciales. Las masas pobres votarán a Lula, que probablemente ganará otra vez las elecciones, pero no esperarán quietas los cambios que anhelan. Muy probablemente la segunda legislatura del PT será el pistoletazo de salida de un movimiento revolucionario en Brasil.

El péndulo político sigue girando hacia la izquierda y en el epicentro de toda la situación está el ejemplo de la revolución venezolana. Todos esos procesos se están convirtiendo en una pesadilla brutal para Bush y para el imperialismo americano y también europeo. En el epicentro de todo ese proceso está la revolución venezolana, que ha servido de inspiración y referencia, y que por lo tanto es más que previsible que sea el blanco de los ataques más furibundos y virulentos por parte del imperialismo norteamericano. Como dijimos muchas veces, el imperialismo norteamericano no puede soportar siquiera la existencia de un proceso que por su propia naturaleza pone un gigantesco interrogante sobre el dominio del imperialismo y sobre el mismo sistema capitalista en todo el continente.

Hay que completar la medida

La nacionalización del gas en Bolivia es un producto derivado de la situación revolucionaria que vive el país y de la incapacidad del imperialismo y del capitalismo de satisfacer las necesidades de las masas. La cuestión de la nacionalización suele emerger en los procesos revolucionarios y de lucha antiimperialista. Sin embargo, no podemos olvidar que Bolivia y Latinoamérica están plagadas de nacionalizaciones incompletas y desvinculadas de otras medidas que son fundamentales para enterrar de una vez el capitalismo y el “libre mercado”, que ha llevado a la miseria y a la descomposición a esos países. Allende nacionalizó el cobre en la revolución chilena de principios de los 70. En la revolución de los claveles en Portugal, que duró de abril de 1974 a noviembre de 1975, el proceso de nacionalizaciones y control obrero abarcó prácticamente toda la economía, incluso la banca. Sin embargo, el problema, es que todo eso no fue suficiente para evitar la derrota de la revolución y la satisfacción de las gigantes demandas de cambio social desatadas por la revolución. Pese a las nacionalizaciones las leyes del mercado aún subsistían. Pese a que los procesos revolucionarios llegaron muy lejos, se dejó abierta la rendija por la cual la burguesía y el imperialismo pudieron recuperar el control de la situación. No se llegó al punto de alcanzar un cambio cualitativo. No se llegó a una economía planificada de forma democrática por parte de los trabajadores, el único sistema social capaz de satisfacer las enormes demandas de cambio social que se desprenden de una situación revolucionaria. Esa es también la experiencia histórica de la clase obrera boliviana, que tiene enormes tradiciones revolucionarias.

Todos los trabadores y jóvenes conscientes del mundo deben apoyar con fuerza la medida tomada por el gobierno boliviano. El imperialismo está tratando de paliar los efectos más negativos de la medida, quieren ganar tiempo y plantear una ofensiva cuando el contexto les sea más favorable. No quieren forzar la situación. Están administrando su dosis de beligerancia de menos a más. No quieren empujar al gobierno de Evo Morales profundizar en esas medidas. Esa es también la línea adoptada por Zapatero, que ha recibido está teniendo el respaldo de los estrategas más cautelosos e inteligentes de la prensa burguesa. En ese contexto los trabajadores y campesinos bolivianos deben conservar su total independencia política. Hay que apoyarse en la nacionalización para exigir que el proceso revolucionario llegue hasta el final, a una situación en la que los trabajadores tengan en sus manos el control de todas palancas de la economía y de la política, iniciando así la construcción de una sociedad socialista. Esa tarea, por otro lado, es imposible realizarla en un solo país. Los acuerdos con Venezuela y Cuba, el plan Alba impulsado por Chávez es una muestra del potencial que tendría una Federación Socialista de los Pueblos Latinoamericanos. Una federación socialista entre Venezuela, Cuba y Bolivia sería un poderoso atractivo en ese sentido. Representaría un golpe mortal para el imperialismo y para todos los sectores políticos y sociales que quieren limitar, asfixiar o descarrilar la revolución en América Latina.