América Latina atraviesa la situación más convulsa de los últimos 30 años, llevando una preocupación creciente al imperialismo y a las burguesías latinoamericanas. La principal característica de la situación es la irrupción de las masas en la vida po América Latina atraviesa la situación más convulsa de los últimos 30 años, llevando una preocupación creciente al imperialismo y a las burguesías latinoamericanas. La principal característica de la situación es la irrupción de las masas en la vida política y social de todos los países, fogoneando un proceso revolucionario a escala continental.
En este contexto, el anuncio de la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia ha desatado una crisis de carácter internacional, que se suma a la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), donde participan también Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador.
La revolución venezolana y Bolivia
La revolución venezolana es la clave de la revolución latinoamericana. Ha transformado toda la situación, convirtiéndose en un punto de referencia para las masas oprimidas del continente. Todas las fuerzas de la reacción se han coaligado desatando su odio contra ella y el Presidente Chávez. En Perú, México, Colombia o Nicaragua, no hay dirigente opositor o movilización popular a quienes las oligarquías locales y el imperialismo no acusen de estar al servicio de Chávez. La misma acusación histérica se lanza ahora contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia.
Los logros conseguidos por la revolución venezolana son incuestionables. Venezuela fue declarada este año país libre de analfabetismo, un caso único en América Latina con la excepción de Cuba. Toda la población tiene pleno acceso gratuito a la atención sanitaria, lo mismo que a la educación; decenas de fábricas fueron tomadas y recuperadas por sus trabajadores; se introdujeron mecanismos parciales de control obrero en las empresas estatales y la subvención estatal a los productos de la canasta básica. Pero más importante que esto es la participación activa de las masas en la actividad política; lo mismo que el horizonte establecido de llevar la revolución al socialismo, debate que ha transcendido las fronteras venezolanas, alcanzando a toda Latinoamérica y más allá.
En Bolivia se vive una situación revolucionaria desde octubre del 2003. Tras dos alzamientos revolucionarios que no condujeron a un resultado decisivo por la ausencia de una dirección, las masas se orientaron hacia la vía electoral como única salida que se les ofrecía para intentar cambiar la sociedad. Por eso votaron masivamente al MAS y a Evo Morales.
Tras las dudas iniciales sobre qué giro iba a imprimir el gobierno de Evo a su política, ahora parece más claro su alineamiento con Venezuela y Cuba. La nacionalización parcial de los hidrocarburos en Bolivia, imponiendo una mayoría de capital estatal en las petroleras es, en primer lugar, un reflejo del ambiente revolucionario que existe en Bolivia, pero también del impacto de la revolución venezolana más allá de sus fronteras. La revolución venezolana, además de haber roto el bloqueo sobre Cuba, tuvo el efecto de estimular al gobierno boliviano a tomar esta medida.
Esta decisión es un paso adelante para el movimiento de los trabajadores y campesinos en Bolivia y en todo el continente, porque coloca en el primer lugar del debate la necesidad de expulsar a las multinacionales y nacionalizar las palancas fundamentales de la economía de cada país.
La reacción de los imperialismos norteamericano y europeo fue de histeria. Blair y Zapatero afirmaron que la decisión era «equivocada» y «preocupante». Evidentemente, para los intereses de sus multinacionales, British Petroleum y Repsol.
Se rompe el “eje latinoamericano”
Hasta hace poco, Brasil, Argentina y Venezuela aparentaban formar un bloque sólido en América Latina. En muchos círculos de izquierda latinoamericanos, tanto en sus vertientes nacionalistas y reformistas como ultraizquierdistas, existía una tendencia a poner un signo igual entre los gobiernos de Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia, demostrando su ignorancia sobre las relaciones y conflictos de clase que estaban en juego en cada país. Mientras que los gobiernos de Lula y Kirchner son instrumentos de las burguesías locales y, eventualmente, del imperialismo para intentar llevar la política más favorable a sus intereses, los gobiernos de Chávez y Morales tienen en frente, precisamente, a sus burguesías y al imperialismo.
Brasil y Argentina nunca ocultaron su inquietud hacia el gobierno de Chávez y su papel cada vez más relevante en la política regional. Esta preocupación escondía el miedo a la revolución venezolana y que ésta arrastrase tras de sí a las masas trabajadoras de la zona.
Ahora, la nacionalización parcial de los hidrocarburos decretada por Evo Morales en Bolivia, afectando directamente los negocios de Petrobrás, Repsol-YPF y de otras multinacionales imperialistas, sumada a su intención de subir el precio del gas que vende a Brasil y Argentina (actualmente uno de los más bajos del mundo), ha encendido todas sus alarmas.
Esto es lo que explica las desvergonzadas amenazas de Brasil al gobierno boliviano por haber emprendido estas medidas, acusando veladamente a Venezuela de estar detrás. Ahora el «bloque» quedó seriamente fracturado en la medida que el eje brasileño-argentino desnudó sus conexiones con los intereses capitalistas y las multinacionales imperialistas.
Defender a Venezuela y Bolivia
Los imperialismos norteamericano y europeo están comprometidos a derribar a Chávez como sea, y a evitar que el gobierno boliviano avance con nuevas medidas nacionalizadoras. El deber de todo obrero con conciencia de clase es apoyar incondicionalmente las revoluciones venezolana y boliviana frente al actual acoso imperialista. Las burguesías locales están completamente enfeudadas a sus intereses de clase y al imperialismo. Los hechos demuestran que los únicos aliados fiables de Venezuela y Bolivia son los trabajadores y campesinos pobres de Latinoamérica.
El gobierno de Chávez ha insinuado una alternativa a las políticas hambreadoras del imperialismo y los gobiernos burgueses, el ALBA. En esencia, propone mecanismos de integración, ayuda y solidaridad entre los países latinoamericanos, como intercambiar petróleo por alimentos, o por servicios educativos y de salud. Esto sería un gran paso adelante. Venezuela ya se benefició de la colaboración de miles de médicos y educadores cubanos para conseguir los avances en la educación y la salud venezolanas antes descritos. A cambio, suministró a Cuba petróleo a precios sensiblemente más bajos que los que se pagan en el mercado. Con la incorporación de Bolivia al ALBA, este país también se está beneficiando de esta colaboración. Esto es sólo un pálido y mezquino reflejo del enorme potencial que se abriría para las masas pobres de Latinoamérica con una integración y unificación de sus economías y recursos bajo un plan centralizado y controlado democráticamente. Pero la condición básica para esto es terminar con el poder las oligarquías y el imperialismo en toda la región.
Por eso es ingenuo pensar que los demás países latinoamericanos, gobernados por agentes directos o indirectos de las oligarquías locales y el imperialismo, estén interesados en acuerdos de este tipo. Además, la crisis del MERCOSUR demuestra la imposibilidad de la unidad latinoamericana sobre bases capitalistas.
El presidente venezolano ha declarado muchas veces que la única alternativa para la humanidad es el socialismo. Apoyamos sin reservas este llamado. Pero hay que pasar de las palabras a los hechos.
En Venezuela y Bolivia hay que exigir que el proceso revolucionario llegue hasta el final, enfrentando a los burócratas reformistas de ambos países que, dentro del campo obrero y popular, temen el avance de la revolución y desean alcanzar un acuerdo imposible con la oligarquía y el imperialismo, frenando las iniciativas de los trabajadores que apuntan a tener en sus manos el control de todas palancas de la economía y de la política para iniciar la construcción de una sociedad socialista.
Una federación socialista de Venezuela, Cuba y Bolivia sería un poderoso atractivo, abriendo el paso a una federación socialista de América Latina. Representaría un golpe mortal para el imperialismo y el capitalismo, impulsando decisivamente la lucha por el socialismo en todo el mundo.