Con la más absoluta indignación, me he enterado de la ocupación brutal de la fábrica Cipla en Joinville (Brasil) por parte de las fuerzas represivas del Estado y del despido de los dirigentes obreros. Es increíble que bajo un gobierno encabezado por Lula, presenciemos acciones de este tipo que nos recuerdan a los lamentables días de gobierno militar en Brasil.
Tuve el honor de participar en la Conferencia Panamericana de Fábricas Ocupadas que se celebró en Joinville el mes de diciembre pasado, en la fábrica Cipla, con la presencia de más de 1.000 trabajadores. Allí puede ver el tremendo espíritu de lucha de estos trabajadores y la forma maravillosa en la que dirigían la fábrica bajo el control de los trabajadores. Las instalaciones estaban limpísimas y muy bien dirigidas a todos los niveles. Los trabajadores administraban la fábrica de una forma más eficiente que cualquier empresa capitalista privada, demostraban un orgullo obvio y justificado ante sus conquistas.
El único “crimen” de los trabajadores de Cipla fue luchar por el derecho a trabajar y aprender a ganarse un mendrugo de pan para sus familias. Los propietarios habían llevado la fábrica a la bancarrota y la ruina, haciendo inevitable el cierre. Los trabajadores la salvaron y la han estado dirigiendo bajo control democrático. Su lucha inspiraba a los trabajadores de todo Brasil y del resto de las Américas. Crearon unas condiciones modélicas para la plantilla, incluida la jornada de 30 horas semanales, mientras seguían produciendo con una gran eficacia.
La situación era intolerable para los empresarios decididos a terminar con la ocupación, ya que se estaban convirtiendo en un punto de atención para los trabajadores militantes. Es la única razón de lo ocurrido la semana pasada en Joinville. Es evidente que los capitalistas y sus agentes en el Estado, quieren dar un ejemplo a los dirigentes de la ocupación. No sólo les han despedido, además les han amenazado con detenerles y llevarles a juicio. Si los empresarios se salen con la suya, daría luz verde a los ataques contra otros trabajadores y campesinos que están luchando por sus derechos en Brasil.
Es un deber elemental de todos los trabajadores, sindicalistas, socialistas y progresistas, defender a los trabajadores perseguidos de Cipla y protestar contra este acto de represión injusto y arbitrario. El gobierno de Lula fue elegido con los votos de millones de trabajadores y campesinos pobres para que representara sus intereses, no los de los banqueros, capitalistas y terratenientes. ¡Los trabajadores de Brasil y de todo el mundo no esperan que Lula y su gobierno actúen como hicieron en el pasado los gobiernos de derechas antiobreros!
Hago un llamamiento a todos los trabajadores para que envíen cartas de protesta a las embajadas y consulados brasileños dirigidas a Lula y el gobierno. El movimiento obrero internacional debe presionar inmediatamente a las autoridades brasileñas para que retiren todos los cargos contra los trabajadores de Cipla y los reincorporen inmediatamente a sus puestos de trabajo y posiciones.
Enviad mensajes de apoyo a los trabajadores de Cipla y expresad vuestra solidaridad con acciones de protesta. Que los trabajadores brasileños sepan que no están solos. Levantemos nuestra voz condenando esta monstruosa injusticia contra trabajadores que están luchando por sus derechos básicos.
¡Un ataque contra uno es un ataque contra todos!
¡Trabajadores del mundo uníos!
Londres, 6 de junio de 2007