Los resultados electorales del pasado domingo han ensombrecido la euforia en la que vivían la derecha y la clase dominante. No sólo no se ha materializado el tsunami azul que pronosticaban todos los medios de comunicación, sino que además, la segunda La segunda vuelta de las elecciones generales ha dado a los partidos de la derecha la mayoría absoluta en el parlamento. Con el control del parlamento y la presidencia, la UMP y sus aliados, a partir de julio emprenderán toda una serie de ataques serios contra los derechos y condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población: restricción del derecho a huelga, ataques a la educación pública, legalización de las "franquicias" médicas, etc., La ferocidad de la clase capitalista se ha incrementado con la victoria de sus representantes, exigiendo a Sarkozy y al gobierno Fillon que actúa rápida y enérgicamente.
Sin embargo, los resultados electorales del pasado domingo han ensombrecido la euforia en la que vivían la derecha y la clase dominante. No sólo no se ha materializado el tsunami azul que pronosticaban todos los medios de comunicación, sino que además, la segunda vuelta indica un voto igualado entre la derecha y la izquierda, cada uno de los dos sectores ha conseguido más de 10 millones de votos. Lo más relevante fue la derrota de Alain Juppé, quien no va a tener la posibilidad de desplegar toda su arrogancia en su "gran ministerio".
Todos los que durante semanas han insistido en sus conclusiones sensacionalistas sobre el "bajo nivel histórico de la izquierda, no visto desde el siglo XII antes de Cristo", etc., tendrán que repensárselas. La teoría de un "giro a la derecha profundo de la sociedad francesa" todavía no se ha materializado. Poco después de la victoria de Sarkozy, en La Riposte escribíamos: "Unas elecciones son como un fotograma. Es una imagen fija de una sociedad en movimiento, dentro de un contexto de creciente inestabilidad. La conciencia social y el ambiente de las distintas clases sociales, son extremadamente volátiles y fluidos". La segunda vuelta de las elecciones legislativas son una prueba de esta afirmación, en sólo una semana, la izquierda se ha recuperado electoralmente.
Estos resultados demuestran claramente que la idea de "los franceses apoyando en su gran mayoría el proyecto del presidente", es falsa, y la derecha la repetido constantemente desde la victoria de Sarkozy. La realidad es que Sarkozy fue elegido gracias a una presentación demagógica de su programa y ante la ausencia de una alternativa creíble por parte del Partido Socialista Francés. Sin embargo, apenas un mes después de la formación del gobierno Fillon, la segunda vuelta de las generales representa la primera señal de desconfianza entre los jóvenes y la clase obrera. Rebosando confianza, la derecha se arriesgó, en plena campaña electoral, a levantar el velo demagógico que cubre su proyecto reaccionario, anunciando un aumento del IVA, lo que supondría una pérdida de poder adquisitivo de las masas.
La derecha intenta consolarse considerando que la "correlación de fuerzas" en el parlamento apaciguará la protesta social. El periódico Le Monde, el 19 de junio decía lo siguiente:
"La izquierda tiene 227 escaños, de esta manera, el parlamento con toda seguridad será el lugar de discusión para la gente que está enfadada". Pero nada más alejado de la realidad, porque no hay nada que "discutir" en el parlamento, aparte de una larga serie de ataques contra la juventud y el movimiento obrero. No habrá otra posibilidad que el camino de la lucha de masas, como ocurrió con el CPE. Es imposible, por supuesto, determinar por adelantado el ritmo y el alcance de las futuras movilizaciones. Son inevitables períodos de avance y retiradas. Pero la perspectiva general está clara: el próximo período estará marcado por una enorme inestabilidad política y social, la crisis del capitalismo francés preparará los elementos para un importante enfrentamiento entre las clases, y en el transcurso de estas luchas, la izquierda, si rechaza el reformismo y adopta un programa revolucionario, estará en posición de dirigir a los trabajadores hacia el poder e iniciar la transformación socialista de la sociedad.