La cara brutal del Estado pakistaní ha aparecido una vez más y ha arrojado a un lado la máscara desagradable del llamado proceso "democrático". Han impuesto la ley marcial en el país enmascarada como un "estado de excepción". Se han suspendido todos los derechos básicos de la población y la Constitución, que ya estaba diseñada para servir a los intereses de las clases dominantes. La cara brutal del Estado pakistaní ha aparecido una vez más y ha arrojado a un lado la máscara desagradable del llamado proceso "democrático". Han impuesto la ley marcial en el país enmascarada como un "estado de excepción". Se han suspendido todos los derechos básicos de la población y la Constitución, que ya estaba diseñada para servir a los intereses de las clases dominantes.
En todo el país han detenido a cientos de activistas políticos y abogados. La dirección del movimiento de abogados contra el régimen de Musharraf ya fue arrestado y lleva un mes entre rejas. Los jueces del Tribunal Supremo que se negaron a obedecer las órdenes también están detenidos y despedidos de sus empleos.
Se han impuesto medidas enérgicas a los medios de comunicación electrónicos y se han cerrado todos los canales privados de noticias de televisión y radio. Se han puesto restricciones estrictas para las reuniones políticas y una asamblea de personas ha sido calificada como ilegal.
Esta medida "extra-constitucional" adoptada por el jefe de las fuerzas armadas de Pakistán, de nuevo revela la debilidad del Estado y las profundas contradicciones que se han desarrollado entre las distintas instituciones que lo forman. Los "pilares del Estado" llevan meses en guerra constante entre sí y esta situación ha profundizado aún más la crisis dentro de las frágiles estructuras estatales.
El ejército se tambalea sobre el abismo, el activismo judicial provoca pánico, el parlamento ha dejado de ser útil, las agencias de cumplimiento de la ley están acosadas por las actividades terroristas, las agencias de inteligencia luchan entre sí y el monstruo de Frankenstein del fundamentalismo, creado por el propio Estado hace tiempo, ahora asesina a sus propios hombres. Esta es la verdadera situación dentro del Estado pakistaní sobre el que quiere gobernar el general con un palo.
Las contradicciones de clases están muy maduras pero no han salido a la superficie aún de una manera lo suficientemente generalizada. Esto ha dado un respiro temporal a la clase dominante que le ha permitido contener a la clase obrera. Pero una vez se abran las compuertas de la lucha de masas no habrá quien pueda contenerlas.
Benazir Bhutto regresó rápidamente a Karachi desde Dubái y ha condenado la imposición del estado de excepción. En una conferencia de prensa después de su regreso de Dubái el 3 de noviembre dijo que "es un acontecimiento peligroso para el país". Sin embargo, en lugar de enfrentarse al general ha optado por el camino del compromiso que llevaría a unas elecciones "libres y justas". Ha dicho que "estamos buscando una transición pacífica hacia la democracia". Tampoco dio una directriz clara de unirse a las protestas de los abogados el lunes, cuando de Nuevo cientos de personas fueron detenidas y sufrieron una dura carga de bastones.
Los gobiernos de EEUU y Gran Bretaña también han condenado este acto "inconstitucional" del general y han expresado sus dudas sobre su compromiso con la restauración de la "democracia". Los imperialistas sienten la amenaza del movimiento de masas en Pakistán y temen que cualquier acción irracional pueda desencadenar este movimiento y sacar a las masas a las calles. Esta situación sería muy perjudicial para sus planes imperialistas en la región y crearía dificultades para implantar su dura agenda.
Para los imperialistas no es una cuestión abstracta de "democracia" frente a "dictadura". Cuando les ha convenido no han tenido problema en apoyar entusiastamente violentas dictaduras, como ocurrió con Zia. Pero en esta etapa una dictadura no es útil para sus objetivos. Quieren diluir el movimiento a través de un acuerdo entre Musharraf y Benazir que, no obstante, ahora es más difícil de conseguir con estos nuevos acontecimientos.
En una declaración ante la prensa una día antes de imponer el estado de excepción, Condoleeza Rice avisó a Musharraf de que no adoptara esta medida. Sin embargo, Musharraf, que había prometido despojarse del uniforme el 14 de noviembre, cree que no tenía otra opción para contrarrestar las crecientes presiones del movimiento obrero. En su discurso público en televisión y radio después de imponer el estado de excepción, pidió a las potencias imperialistas que "comprendieran la situación" y cooperaran con él en este momento crítico.
El movimiento obrero
La amenaza real para el Estado realmente es el movimiento obrero que cobra impulso según pasan los días. El día antes de imponer el estado de excepción en Pakistán, los ingenieros de Pakistan International Airlines (PIA) fueron a la huelga, exigían un aumento de los salarios y la mejora de sus condiciones laborales. Debido a esta huelga, 92 vuelos, nacionales e internacionales, fueron cancelados. Todos los aeropuertos del país el viernes estuvieron desiertos y el débil Estado fue puesto de rodillas. Consiguieron que la huelga se desconvocara al día siguiente después de que el gobierno prometiera satisfacer las reivindicaciones de los ingenieros de PIA. Esta importante huelga bastó para que el gobierno tomara medidas drásticas para restringir los derechos básicos de la población y seguir de manera agresiva su política de cierres y privatizaciones.
En la proclamación del estado de excepción, el general Musharraf declaró que la judicatura es culpable de obstruir la agenda económica fijada por el Banco Mundial y el FMI. Hizo referencia a: "la constante interferencia en las funciones ejecutivas… política económica, control de precios, cierre de empresas…".
La huelga de los ingenieros de PIA nos da una prueba de lo que está ocurriendo en otros sectores e industrias. La política de privatización, cierres y reestructuración está haciendo estragos en la clase obrera, miles de trabajadores pierden sus empleos. La introducción del sistema contractual y los duros recortes salariales de los trabajadores, les han obligado a salir y luchar contra esta tiranía y opresión.
Los trabajadores ahora en cada sector se mueven. En WAPDA (Autoridad para el Desarrollo del Agua y la Energía), responsable de la generación, transmisión y distribución de electricidad en todo el país, los trabajadores han iniciado su lucha. El 11 de septiembre hubo un referéndum entre los trabajadores de WAPDA en el cual, el sindicato tradicional de los trabajadores, Hydro, consiguió la dirección con más de 37.000 votos. Los sindicatos apoyados por el gobierno y por los fundamentalistas sufrieron una dura derrota.
Durante la campaña, el Hydro convocó asambleas de masas electrizantes. En muchas de estas reuniones, los trabajadores juraron cortar la luz si no se cumplían sus reivindicaciones.
Después de la gran victoria de los trabajadores y la amenaza de una huelga, el gobierno decidió continuar con su política agresiva de reestructuración y privatización de WAPDA. Estos pasos bastaron para obligar a los dirigentes del sindicato a abandonar la actitud conciliadora y cambiar hacia el enfrentamiento. Debido a la presión desde abajo, el 30 de octubre se convocó un día nacional de protesta contra la política violenta del gobierno. En estas protestas participaron cientos de trabajadores de WAPDA en cada ciudad y pueblo, en algunas zonas se unieron trabajadores de otros sectores. En estas protestas el ambiente era eléctrico y los trabajadores, una vez más, juraron que cortarían la luz si no se satisfacían sus reivindicaciones.
PTCL, la empresa nacional de telecomunicaciones, fue privatizada en 2005. Los trabajadores llevaron a cabo una incansable lucha contra esta acción, pero debido a los compromisos de su dirección no ganaron. Para completar el proceso de privatización, el nuevo propietario quería despedir a casi 33.000 trabajadores en la primera fase, de este modo podría extraer la plusvalía necesaria de ella. El gobierno retrasó la aprobación debido a su propia debilidad. Sin embargo, el 19 de octubre, después de la masiva recepción a Benazir Bhutto, se celebró una reunión donde el primer ministro, Shaukat Aziz, aprobó el despido de 29.000 trabajadores de PTCL para completar así la privatización. Este hecho enfureció a los trabajadores y ahora están en una situación de rebelión.
Los trabajadores ferroviarios tienen una larga historia de lucha desde la época del Raj británico. También jugaron un papel importante en el movimiento revolucionario de 1968-1969. Debido a esta circunstancia, este régimen los ha sometido a una dura opresión. Se les impusieron leyes laborales draconianas y la actividad sindical está estrictamente prohibida. Para aplastar a los trabajadores se han puesto en distintos puestos a generales y oficiales del ejército.
Pero a pesar de todo, el resentimiento de los trabajadores crece. El personal de señalización realizó una lucha decidida y fue capaz de presionar para que se aceptaran sus reivindicaciones. Igualmente, los conductores y otros trabajadores están continuamente presionando para conseguir las suyas. El movimiento está madurando y los trabajadores de distintos departamentos cada vez están más cerca de convocar un paro total para conseguir sus peticiones.
KESC fue privatizada bajo el régimen de Musharraf, pero no consiguió suministrar electricidad a la población de Karachi que ha padecido un verano brutal. Para aumentar sus beneficios, los propietarios de KESC quieren despedir a casi 10.000 trabajadores. Una vez más, este hecho ha obligado a los trabajadores a seguir el camino de la resistencia.
La Junta Central de Ingresos fue reestructura en el presupuesto de este año y se cambió su nombre por el de Junta Federal e Ingresos, además anunció el despido de 7.500 trabajadores. Desde entonces, los trabajadores han estado continuamente en lucha contra esta reestructuración y protestan en todas las ciudades importantes. El 30 de octubre protagonizaron una protesta en Multan.
Los trabajadores del sector bancarios e instituciones financieras son los más desafortunados de todos. La rápida privatización de los bancos que ha ido de la mano con las reestructuraciones ha debilitado relativamente a los sindicatos. Además, la draconiana ley 27-B, aprobada bajo el régimen de Nawaz Sharif, privaba a los trabajadores bancarios de todos sus derechos políticos.
Los nuevos propietarios explotan al máximo a los trabajadores y extraen enormes beneficios del trabajo de cientos de trabajadores pobres necesitados. El Banco Nacional en 2006 consiguió unos beneficios de 30.000 millones de rupias, los más altos de la historia de Pakistán. El Banco Habib consiguió 19.000 millones de rupias, este banco fue vendido por 21.000 millones de rupias hace tres años, además el gobierno tuvo que pagar otros 7.000 millones de rupias por distintas razones. El Banco United Bank UBL consiguió unos beneficios de 13.000 millones de rupias, el MCB ganó 18.000 millones de rupias y ABL consiguió 7.000 millones.
La razón principal de estos enormes beneficios es la carnicería económica impuesta a los trabajadores bancarios que incluyen reducciones salariales, cancelación de prestaciones y otros derechos y aumentos de horas extras. Esta situación ha provocado furia y los trabajadores se preparan para una gran lucha.
Igualmente, los profesores del Departamento de Educación del Punjab y la Autoridad Educativa Técnica han protestado en todas las ciudades importantes durante estos últimos dos meses. La asociación del Punjab del APCA (Asociación de Oficinistas de todo Pakistán) también ha amenazado con ir a la huelga si no se revisan las escalas salariales. Han protestado en gran número en distintas ciudades. El mismo ambiente existe entre los trabajadores de la Autoridad de Aviación Civil (AAC), en la Autoridad de Sanidad y Agua (WASA) y en todos los demás departamentos.
Los trabajadores de Unilever, como ya hemos informado en otros artículos, también participan en el movimiento y siguen adelante con la cabeza bien alta.
Los trabajadores de la industria textil son los más afectados de la actual crisis económica. Esta industria es responsable del 60 por ciento de las exportaciones del país, pero debido a la política de la OMC y otras instituciones financieras internacionales, esta industria ahora está en crisis. La crisis actual ha dejado miles de desempleados y otros trabajan en condiciones inhumanas.
Los campesinos y pequeños granjeros también son explotados despiadadamente por los propietarios de las plantaciones de azúcar y trigo y también de los intermediarios. Los propietarios de las plantaciones de azúcar deben millones de rupias a los campesinos y esta situación deteriora sus condiciones de vida.
En el contexto antes mencionado, el paso dado por los ingenieros del PIA ha incrementado la confianza y la determinación de los trabajadores en otros sectores. Si el paso drástico de imponer el estado de excepción no se hubiera implantado y la atención no se hubiera desviado hacia las peleas internas dentro de las instituciones estatales, la lucha de PIA podría haber iniciado una revuelta generalizada en todos los demás sectores gubernamentales y en el sector privado, donde las luchas aún están en su fase inicial y rápidamente podría haber llevado a un movimiento de masas generalizado.
Crisis económica
En el fondo del caos político y social está la crisis económica. El déficit comercial ha superado los 14.000 millones de dólares, mientas que el déficit por cuenta corriente ha superado los 7.000 millones de dólares. Son los déficits más elevados de la historia de Pakistán. Además, el aumento de los precios del petróleo y otros productos internacionalmente ha intensificado la crisis. Países como Pakistán, que importan petróleo, son aún más vulnerables a los cambios de los precios internacionales.
La crisis económica internacional ejerce presión sobre la rupia que se devalúa rápidamente. Además se añade la subida meteórica de los precios de productos alimenticios importantes. La población de Pakistán ha sufrido un devastador mes del Ramadán. Durante este mes la inflación de los precios alimenticios alcanzó su pico histórico y los precios de los alimentos esenciales subieron a niveles nunca vistos.
El precio del pan pasó de 3 a 4 rupias, en algunas zonas incluso a 5 rupias. Esto fue consecuencia de la "bendición" de la mafia del trigo y la harina, encabezada por el ministro jefe del Punjab y otros miembros del gabinete. El precio del LPG y el gas utilizado en los hogares también ha subido. El domingo se anunció una subida del 14 por ciento del precio base del LPG.
Todo esto ha convertido la vida de los hombres y mujeres corrientes en algo miserable. Según las últimas noticias, esta semana otra nueva oleada de subida de precios golpeará a los mercados, lo que agravará los problemas de la clase obrera. Según las noticias aparecidas en The Dawn: "un tsunami de precios de los productos esenciales [comida] de cocina se avecina en el mercado y que podría afectar a los consumidores en cualquier momento de la próxima semana".
Perspectivas
Con el precio del petróleo cerca de los 100 dólares barril en los mercados internacionales y la profundización de la crisis económica mundial, parece que nada respeta a los gestores económicos de este sistema capitalista decadente de Pakistán. La intensidad de la crisis económica aumentará en las próximas semanas y esta situación se reflejará en la crisis política y social. El actual régimen inestable ha utilizado ahora casi todas sus opciones para desviar una insurrección de masas pero la amenaza de un movimiento generalizado desde abajo aún les quita el sueño.
Con la implantación del estado de excepción, Musharraf y sus seguidores intentarán aplastar de manera despiadada a la clase obrera, y la atacarán de una manera nunca vista antes. Sin embargo, con las estructuras estatales débiles y la crisis interna intensificándose, no serán capaces de aferrarse al poder mucho tiempo y su destino pende de un hilo. Cuanto más intenten aferrarse al poder más se les escapará de las manos.
El papel de Benazir Bhutto sera clave en las próximas semanas. Con un tono conciliador hacia Musharraf y con una agenda pro-imperialista, ella intenta hacer lo que puede para descarrillar el movimiento. Su giro a la derecha ha contribuido en gran medida al retroceso del movimiento, pero en estas condiciones miserables no será fácil calmar a las masas.
Las masas tienen una actitud desafiante y quieren un cambio. Ahora es muy difícil llegar a un acuerdo con Musharraf. Cada nuevo acontecimiento saboteará su acuerdo pero ellos lo intentarán una y otra vez. Ahora será difícil llevarlo a cabo en esta situación. La amenaza de un movimiento de masas obligará al establishment a celebrar elecciones generales pronto y situar a Benazir en el poder.
Los marxistas han ganado fuerza tanto por la reivindicación de sus perspectivas como por la crisis política actual. Pronosticaron de antemano que la crisis interna podría llevar a esta situación. Sólo hace falta releer el artículo (Pakistán: un Estado en guerra consigo mismo) que Lal Khan escribió:
"El Estado y la sociedad están plagados de todo tipo de contradicciones peculiares. Las fuerzas reaccionarias, aunque superficialmente, parecen dominar ciertas esferas de la sociedad. No se puede descartar un régimen dictatorial más violento y reaccionario, pero incluso si éste llega al poder tendría corta vida y en crisis permanente. No duraría demasiado. El malestar social subyacente puede explotar en una insurrección proletaria como en 1968-1969. Pero en esta ocasión sería en un plano superior y con mayor intensidad".
Los marxistas pakistaníes trabajan dentro del movimiento obrero para unir a los trabajadores de distintos sectores bajo una bandera y programa, y están distribuyendo mucha literatura revolucionaria. El papel de los marxistas en el PPP también aumenta y no sólo resisten al brutal régimen de Musharraf, condenan enérgicamente la imposición del estado de excepción, sino que además defienden un programa alternativo para las masas. Han dirigido muchos movimientos contra la privatización y la reestructuración durante estos últimos años. Si hay una insurrección de masas en el país, los marxistas la recibirán con los brazos abiertos y finalmente la llevarán hacia la victoria socialista.