El terrorismo mediático endémico

Ya entendimos: el negocio del pánico mass media sirve para esconder la crisis y los fraudes electorales que vienen.

 

Ellos sueñan con infectarnos la vida con saliva de burócratas serviles a la carnicería neoliberal. En México el terrorismo mediático inocula una epidemia usurera devastadora. El terrorismo mediático anda feliz entre los mercados farmacéuticos, anda panzón, bien nutrido, con impunidad globalizada. México suelta borbotones de impotencia, rabia y hartazgo. Una vez más el caldo infecto de la demagogia neoliberal. Se hunde México con el peso de la miseria y el crimen, el hambre, el desempleo, la injusticia galopante. La devastación se exhibe impune en la prensa. Nosotros lo pagamos.

El terrorismo mediático endémico

 

Ya entendimos: el negocio del pánico mass media sirve para esconder la crisis y los fraudes electorales que vienen.

 

Ellos sueñan con infectarnos la vida con saliva de burócratas serviles a la carnicería neoliberal. En México el terrorismo mediático inocula una epidemia usurera devastadora. El terrorismo mediático anda feliz entre los mercados farmacéuticos, anda panzón, bien nutrido, con impunidad globalizada. México suelta borbotones de impotencia, rabia y hartazgo. Una vez más el caldo infecto de la demagogia neoliberal. Se hunde México con el peso de la miseria y el crimen, el hambre, el desempleo, la injusticia galopante. La devastación se exhibe impune en la prensa. Nosotros lo pagamos.

 

El terrorismo mediático se mira en el espejo de la saliva neoliberal, se arregla la corbata y nos presenta sus noticieros pintados con escándalos macabros que sobrevuelan los salarios, los periodos electorales y los intereses que ya pagamos millones de veces y aun debemos. Miseria, desnutrición, hospitales destruidos, escuelas desvencijadas, podredumbre y hediondez a diestra y siniestra. Depresión, mal humor, desesperanza, hartazgo, tristeza, melancolía rabia… furia… odio. Cansancio y soledad. Obreros devastados, trabajadores humillados. Ancianos victimados con indolencia… enfermos carcomidos por la burocracia. Los niños miran atónitos el futuro que les heredamos. Es una monstruosidad.

 

A estas horas las condiciones sociales son óptimas para que el virus se expanda. Vivimos en sobrepoblación e infestados de negligencia. Faltan recursos económicos, son insuficientes los médicos, la narco-violencia es incontrolable, el desempleo aumenta y la crisis nos ahoga hasta en lo más íntimo. Los gobernantes espurios tardaron una eternidad criminal en reconocer los primeros casos de influenza porcina y para colmo muchos casos fueron mal diagnosticados. Los más pobres están más desprotegidos, no están bien alimentados, no pueden ir al doctor, imposible pagar medicamentos y en general no tienen posibilidad de atender su salud y su cuerpo para combatir cualquier virus y menos éste. No es poca cosa.

 

El producto de manoseo mediático es desolación y desconcierto. La mezquindad hizo de las suyas y se pasea oronda perfumada de arrogancia humillante. Reinan los engaños y las promesas electoreras. Era de esperarse. La pachanga del pánico sembrada como negocio mass media, de curas cómplices, del poder ejecutivo, legislativo y judicial. El capitalismo en persona. El terrorismo mediático mostró de nuevo su desfachatez… mientras, los administradores de la violencia, consiguieron más créditos, nuevas inversiones de empresas sacrosantas que vendrán infectarnos más las heridas.

 

Nosotros sabemos que la guerra contra la pandemia debe ser una guerra contra el capitalismo, también.

 

Acá sabemos que la irresponsabilidad absoluta del gobierno espurio aseguró el negocio de los laboratorios farmacológicos que han sacado una tajada monstruosa. Y no hemos visto lo peor.  Sabemos que el gobierno luce una incapacidad sospechosa y los informes sobre las muertes se manejan al antojo de la demagogia más servil.

Sabemos que la epidemia actual de influenza porcina estuvo precedida de advertencias; que muchos expertos se desgañitaron y que hubo indiferencia criminal. Sabemos que el gobierno respondió con mano dura contra quienes se atrevieron a levantar voces de denuncia. Sabemos que el gobierno espurio se ha negado a acatar las advertencias y las normas de producción y vigilancia epidemiológica en granjas de producción avícolas y porcinas. Como en Veracruz. Todo salpicado por la inoperancia del gobierno, del comercio y de la industria. Ya comienzan a acusarse los unos y los otros. Para eso pagan noticieros que por la noche infestan las cabezas con desolación y miedo. Todo miedo. Condiciones excelentes para producir cualquier horror político. Promulgó la cámara de diputados -ya pasa al senado- la autorización para allanar domicilios, teléfonos y correos electrónicos… 

 

Sabemos que las corporaciones fabricantes de medicamentos son dueñas de la seguridad de miles o millones de personas. Reina el cinismo. Sabemos que la crisis sanitaria expresa la irracionalidad capitalista. En el año 2000, el gobierno presupuestó para salud el 5.8% del Producto Interno Público (PIB), muy poco si se compara con otros que de por sí invierten sumas paupérrimas: Argentina, Colombia y Uruguay 8%. El porcentaje de los llamados países desarrollados oscila entre el 15 y 20 % de sus respectivos PIB. México ocupa según la OMS el lugar 64 y ha empeorado. En México hay más de 40 millones de trabajadores muchos en el subempleo, con empleos precarios y salarios míseros… muchos carecen de toda clase de seguridad social.

 

Existen 220 laboratorios que se diputan un mercado con un valor anual de 12 mil 500 millones de dólares 10 de ellos acaparan el 90% del mercado nacional. Son los monopolios que manejan al gobierno espurio, imponen sus negocios como si fuesen políticas de salud e imponen condiciones de mercado para especular con medicamentos y precios. Son dueños de la salud de millones de seres humanos. Sabemos cómo el gobierno de Calderón usa la pandemia para inocular, ayudado por sus jefes mediáticos, una epidemia de histeria capaz de esconder la bancarrota de la burguesía y los fraudes políticos que se avecinan. Ellos nos quieren asustados, divididos y desmoralizados. Nos quieren temerosos, desconfiados y abatidos. Para eso financian el terrorismo mediático. No hay terrorismo que valga contra un pueblo movilizado. Las epidemias son también un problema de clase.