Como explicamos en un artículo anterior, el Acuerdo de Tegucigalpa/San José firmado el 30 de Octubre por representantes del presidente legítimo de Honduras, Mel Zelaya, y por los golpistas del régimen de Micheletti, era en realidad una farsa.
Como explicamos en un artículo anterior, el Acuerdo de Tegucigalpa/San José firmado el 30 de Octubre por representantes del presidente legítimo de Honduras, Mel Zelaya, y por los golpistas del régimen de Micheletti, era en realidad una farsa.
El texto del acuerdo ya era bastante negativo (a pesar de que fue presentado como una victoria por Mel Zelaya y algunos de los líderes de la Resistencia), pero al menos contenía una cláusula que hablaba sobre la reincorporación del presidente Zelaya, quien fuera removido por un grupo de militares golpistas el 28 de junio. Sin embargo, en la realidad, la oligarquía no tenía intención de implementar ese punto y muy pronto comenzaron con más engaños.
Como ya lo habíamos advertido, el texto de acuerdo dejó la cuestión sobre la reincorporación de Zelaya en manos del Congreso Nacional, el cual a su vez podía consultar a la Corte Suprema de Justicia. Esto fue claramente una trampa, ya que tanto el Congreso como la Corte Suprema habían dado legitimidad al golpe en junio. De hecho, la presidencia del Congreso (que no se encuentra sesionando actualmente por las elecciones convocadas para el 29 de noviembre) decidió consultarle a la Corte Suprema y otras entidades, de manera tal de retrasar la decisión acerca de Zelaya. Mientras tanto, el presidente golpista Miccheletti decidió hacer dimitir a su gobierno… y luego tomar a la misma gente de nuevo para formar el gobierno de Reconciliación y la Unidad Nacional, sin la inclusión de representantes de Zelaya. La farsa fue absoluta. Hasta la fecha, la Corte Suprema no ha respondido aún al informe solicitado por el Congreso.
Pero nada de esto podría haber funcionado, o al menos haber tenido un resto de legitimidad, de no haber sido por la posición de Estados Unidos, que dejó en claro que a pesar de la decisión del congreso en torno al tema de la reincorporación de Zelaya, ellos reconocerían las elecciones del 29 de noviembre.
Boicot de las elecciones
Enfrentado a esta situación, el Frente de Resistencia Nacional ha decidido boicotear las elecciones del 29 de Noviembre. El candidato sindical Carlos H. Reyes, después de consultar a las bases de su organización, decidió hacer un claro llamado retirándose de las elecciones y llamando al boicot. Un número de candidatos de otros partidos (Liberal, PINU y otros) también han decidido retirarse de las elecciones.
La situación con el partido de izquierda Unificación Democrática, sin embargo, es un poco más complicada. La dirigencia del partido está dividida en dos sectores. Uno, el sector oficial, dirigido por Cesar Ham, tiene abiertamente intereses oportunistas, argumentando que deben mantenerse en el proceso electoral a fin de mantener su registro legal como partido. Está también la cuestión de las 4 millones de lempiras (moneda hondureña) del fondo político estatal que perderían en caso de boicotear las lecciones. Esta es claramente una posición de traición al movimiento de resistencia. Miembros y dirigentes de la UD han participado activamente en el movimiento de resistencia y al menos seis de sus miembros fueron asesinados por formar parte del movimiento. El ala de la UD de César Ham es claramente un grupo de oportunistas traicioneros, más preocupados por mantener sus puestos y dinero que por los principios que promulgan.
Podríamos decir que las elecciones y el tan renombrado «acuerdo» han jugado el papel para el que fueron diseñados: crear confusión en el movimiento de resistencia y dar algún grado de legitimidad a las elecciones convocadas por el régimen golpista. Washington ya ha señalado que reconocerá como legítimos los resultados de las elecciones. Ese sector del aparato estatal estadounidense que siempre apoyó el golpe, ha ganado contra aquellos que, a pesar de compartir los objetivos del golpe, no necesariamente estaban de acuerdo con los métodos utilizados.
Ahora, al menos, la situación se ha vuelto más clara para el movimiento de masas: la única forma de vencer al golpe es a través de la movilización de masas, no mediante negociaciones. Como señaló Tomás Andino correctamente, uno de los representantes del ala izquierda de la UD: «Lo único que puede salvar esa situación es que la Resistencia Popular patee el tablero, en primer lugar rechazando el Acuerdo de Tegucigalpa y movilizándose para impedir que la oligarquía se salga con la suya con la farsa electoral del 29 de noviembre (…) De esa forma, el acuerdo no cumpliría uno de sus objetivos principales que es asegurar ese mecanismo de legitimación del golpe de Estado, y sólo así tendemos condiciones para lograr en el mediano plazo la derrota del nuevo régimen golpista y el propósito de nuestra lucha: la Asamblea Constituyente.».
Esta es una perspectiva muy similar a lo que habíamos adelantado el 28 de octubre: «Para poder avanzar y continuar la lucha, la resistencia necesita empezar por rechazar claramente las negociaciones con el régimen y empezar a organizar una campaña seria contra las elecciones del 29 de noviembre. Hay que organizar el boicot a las elecciones que se convocan por parte de un régimen sin legitimidad y en condiciones de represión brutal. Este boicot habría que organizarlo a través de una campaña masiva de explicación política en los barrios y colonias, preparando una situación en la que se convoque de nuevo a marchas masivas combinadas con una huelga general preparada en detalle.» (Honduras: la represión y las negociaciones desactivamente temporalmente el movimiento de resistencia)
Como dijimos luego: «El heroico movimiento de las masas hondureñas de los últimos cuatro meses no ha sido en vano. Ha logrado crear estructuras organizativas fuertes y vínculos sólidos entre la capa activa y las masas. El movimiento de masas ha comprobado en la práctica su propio poder y fortaleza. Por encima de todo, el nivel de conciencia ha experimentado un salto de gigante. Nada de esto se echará a perder, independientemente del curso de los acontecimientos en las próximas semanas. Ninguno de los problemas fundamentales a los que se enfrentan las masas hondureñas ha sido resuelto, ni puede ser resuelto dentro de los límites del capitalismo, así que no hay otra alternativa que continuar la lucha. Es necesario agrupar a los activistas más avanzados del movimiento en una organización basada firmemente en las ideas del marxismo. Dentro del movimiento del pueblo trabajador hondureño, los marxistas lucharán por proporcionar al maravilloso caudal de energía de la lucha revolucionaria de las masas una dirección aguda y decisiva que lo pueda llevar a la victoria.»