Los hechos acaecidos en Plaza de Mayo, durante la movilización del 31 de agosto para exigir la liberación sin cargos de Raúl Castells, deben llevar a la reflexión a todos los activistas y luchadores del movimiento obrero y piquetero, y de la izquierd Los hechos acaecidos en Plaza de Mayo, durante la movilización del 31 de agosto para exigir la liberación sin cargos de Raúl Castells, deben llevar a la reflexión a todos los activistas y luchadores del movimiento obrero y piquetero, y de la izquierda.
Una provocación del gobierno y de la burguesía
Desde El Militante acusamos al gobierno de Kirchner y al Ministerio del Interior de haber organizado la provocación que tuvo lugar en la plaza y que terminó con la detención de 100 compañeros y decenas de heridos por la represión policial, en una repetición casi calcada de los altercados ocurridos en la Legislatura porteña el pasado16 de julio.
Desde hace un año, el gobierno de Kirchner decidió poner en pie una estrategia inteligente para arrinconar al movimiento piquetero y ganar la simpatía o la neutralidad pasiva de la mayoría de la población para mejor reprimirlo e intentar desarticularlo.
Su lema consiste en: “O se disuelven, o los aplasto”. Comenzó atrayéndose a una parte del movimiento integrado por las agrupaciones “nacionalistas” a las que suministra decenas de miles de planes y millones de pesos para que les sirvan de sostén “por izquierda” de su política, y por el otro inició una ruidosa campaña de criminalización del movimiento piquetero combativo a través de los medios de comunicación para expulsar a los piqueteros de las calles, a pesar de que los cortes de calle y de ruta cayeron a sus niveles más bajos de los últimos tres años.
En este asunto se dan la mano todos los sectores políticos burgueses: la derecha, peronistas y radicales.
En las últimas semanas, el gobierno, con el estímulo de la clase dominante, decidió dar un paso más en su estrategia. Necesitan que determinadas marchas y movilizaciones terminen en refriegas con la policía y en altercados, CON UNA CONDICIÓN, que tengan éxito en instalar en las masas la idea de que dichas refriegas y altercados fueron iniciados por los piqueteros (es decir, por los provocadores policiales y los exaltados que actúan en el interior del movimiento piquetero).
De esta manera, Kirchner siempre puede justificar ante la población: “Si reprimo es porque los piqueteros actuaron violentamente”, “ellos empezaron primero”, “el pueblo me lo pide”; “yo no quiero, pero ¿qué otra cosa puedo hacer?”, etc. Así consigue aislar aún más al movimiento piquetero del resto de los trabajadores, y avanzar en una represión selectiva deteniendo y amedrentando a los activistas.
La provocación de Quebracho
Esta táctica de la clase dominante, tan antigua como el propio movimiento obrero, parece no preocupar lo más mínimo a los “héroes” de Quebracho y otros grupitos minoritarios que se arrogan el derecho de sustituir al movimiento de masas y de practicar lo que ellos interpretan como “violencia revolucionaria”. La reacción siempre encuentra los tontos útiles que necesita para los fines que persigue.
El “ataque” al Ministerio de Economía inevitablemente dio la excusa que buscaba la policía para reprimir violentamente, no a los 30 muchachos de Quebracho que iniciaron la refriega, sino a los miles de piqueteros, jóvenes y trabajadores que estaban concentrados en la plaza. Es una ingenuidad suponer que Quebracho desconocía las consecuencias represivas que iba a traer su accionar. Gracias a él consiguieron que la policía reventara el acto de miles de compañeros exigiendo la libertad de Castells, y ayudaron a la campaña criminalizadora del gobierno y la burguesía contra el movimiento piquetero en sus acusaciones de violencia, apenas algunos días después de la marcha reaccionaria de Blumberg exigiendo medidas más represivas en la legislación penal.
Si había alguna manera de perjudicar la causa por la libertad de Castells y por los reclamos del movimiento piquetero fue, sin duda, ésta.
Las tácticas lunáticas y sectarias de Quebracho están completamente alejadas de los métodos de lucha del movimiento obrero que se basan en la toma de decisiones democrática en asambleas y en las acciones de masas. Esto no es ninguna casualidad ya que todos estos grupitos “archirrrrrrrevolucionarios” están compuestos invariablemente por elementos pequeñoburgueses individualistas y desclasados con poco o ningún contacto con el movimiento real de las masas.
Mucho se especuló sobre si grupos como Quebracho están infiltrados por la policía. La realidad es que, a pesar de sus pretensiones “militaristas” y “conspirativas”, estos grupos son los más fáciles de infiltrar por el aparato del Estado. En cualquier caso, esto tiene una importancia secundaria porque, incluso si no fuera así e independientemente de los deseos subjetivos “patrióticos” o “revolucionarios” que puedan perseguir los militantes de Quebracho, el tipo de accionar como el protagonizado el día 31 en la Plaza de Mayo, objetivamente sirve igual a la represión y ayuda a la reacción.
La responsabilidad de los dirigentes piqueteros
En un tema tan grave como éste sería un error no sacar todas las conclusiones y lecciones en aras de una malentendida “diplomacia de los que luchan”. Los dirigentes de las organizaciones piqueteras, particularmente de aquellas más grandes y que tienen una mayor responsabilidad en el movimiento, no son compañeros ingenuos y nuevos en todo esto. Son compañeros que tienen una gran experiencia en el movimiento y en la lucha.
Ellos son conscientes mejor que nadie de los planes y de las tácticas represivas del gobierno de Kirchner y de la clase dominante hacia el movimiento piquetero.
Ellos no pueden desconocer que el aparato del Estado buscar organizar provocaciones en los actos piqueteros y de la izquierda para aislarnos del conjunto de los trabajadores y avanzar en sus planes represivos. Llegados a este punto es necesario plantear la siguiente pregunta: ¿Eran inevitables las provocaciones como las de la Legislatura porteña o las de Plaza de Mayo?
Por supuesto, la policía siempre va a intentar organizarlas, pero ¿no estamos nosotros obligados a prever el accionar del enemigo y a introducir las medidas preventivas necesarias tendientes a anularlas o, al menos, aminorar su alcance?
La prensa burguesa arma mucho escándalo con los palos y los cordones de seguridad de las marchas piqueteras. Pero la realidad es que, si algo caracteriza a las marchas piqueteras son su masividad, su carácter pacífico y combativo, y su ambiente alegre y militante. Es decir, las únicas características que pueden impactar en la población y ganar la simpatía del conjunto de los trabajadores para nuestra causa, algo que no entienden los sectarios y los ultraizquierdistas enloquecidos.
Con todo el respeto que nos merecen los compañeros, creemos que tanto en la Legislatura como en Plaza de Mayo, las organizaciones que convocaron y organizaron la marcha cometieron el error de no haber previsto la actuación de estos grupos de provocadores y exaltados y de no haber formado un cordón de seguridad con decenas de compañeros armados con palos que se hubiera situado en los puntos más conflictivos, para defender y proteger a los manifestantes y el objetivo de nuestros reclamos, lo que podía haber impedido el accionar de esos grupos que, en ambas situaciones, no estaban compuestos por más de 20 ó 30 personas. No es una justificación decir: “Nosotros no fuimos, y nos apartamos del quilombo”, cuando el grueso de la represión se descargó principalmente sobre los manifestantes inermes.
Un cordón de seguridad de no más de 100 compañeros hubiera bastado para prevenir el accionar de estos grupos y haberlos sacado de los actos y las marchas si no estaban dispuestos a acatar el deseo de manifestación pacífica, masiva y militante de la mayoría.
O los dirigentes de los grupos piqueteros toman nota y sacan todas las conclusiones de este tipo de experiencias, o la reacción va a aprovechar todas y cada una de las ocasiones que se le presenten para persistir en su accionar represivo y en el aislamiento de nuestras luchas.