Los periodos revolucionarios son excepciones históricas. Las masas entran a la arena de la historia para transformar sus destinos con sus propias manos. El 18 de Octubre de 2007 observamos uno de esos momentos cuando Benazir Bhutto volvió de su último exilio. Una marea de oprimidos inundó las calles de Karachi. Los cálculos varían entre 1,5 y 2,5 millones. El dirrigente marxista Lal Khan analiza estos acontecimientos para entender la situación actual en Pakistán y las perspectivas para la lucha de clases.
Cuando salió del aeropuerto la enormidad de la multitud la dejó atónita. Esta marea humana cambió totalmente el escenario político y los planes de la élite de una transición suave que evitara un levantamiento.
El plan ideado por Washington y Londres con Musharraf se rompió en mil pedazos. Las masas habían salido a las calles en semejante cantidad, no para ver al líder que personificaba su tradición política; podían haberla visto mejor desde sus pantallas de TV. Ellos habían ido sobre todo a mostrar sus miserias y penurias al mundo y expresar su deseo y determinación de luchar para acabar con este sistema de explotación y tiranía.
Las masas, a su propia manera, instintiva y peculiar, estaban anhelando el programa del socialismo revolucionario claramente inscrito en los documentos fundacionales del Partido del Pueblo Pakistaní (PPP). Este programa y el eslogan «roti, kapra aur makan» («pan, ropa y techo») han sido los que han inspirado a las masas a considerar al PPP su propia tradición política durante más de tres generaciones.
Tenemos que comprender que los líderes populistas tienen un efecto sobre las masas. También es verdad que el tamaño de las masas a las que despiertan y el fervor revolucionario que en ellas generan tienen un impacto incluso mayor en la conciencia de los líderes. La interacción dialéctica y la química entre los líderes y las masas en momentos particulares en la historia pueden desencadenar alzamientos que crean situaciones revolucionarias.
La élite dominante estaba aterrorizada. La derecha organizó un grotesco acto terrorista en la manifestación en la cual unas doscientas almas inocentes perdieron la vida y otros centenares fueron heridos. Aún así, la desdichada población se negó a retirarse.
Tras estos sucesos, la campaña electoral del PPP asumió aún más el carácter de un movimiento de masas que comenzaba a amenazar al régimen. La pasión de las masas, que estaba fortaleciendo el movimiento desde abajo, resucitó las consignas de antaño del programa del PPP. Un escalofrío recorrió los huesos de las altas esferas en Islamabad e incluso en Washington y Londres.
Todo el plan parecía estarse deshaciendo. Los sectores oscurantistas en el Estado se aterrorizaban a medida que el movimiento se radicalizaba. En su desesperada y perpleja forma de pensar, estos reaccionarios decidieron eliminar lo que percibían como el epicentro de las ondas expansivas, el principal icono en torno al que el movimiento había convergido.
Así asesinaron a Benazir Bhutto en un horrible atentado el 27 de Diciembre de 2007. Los americanos y todos los que elaboraron planes y acuerdos para preservar este podrido sistema permanecieron aterrados y no levantaron siquiera un dedo para proteger a Benazir, con quien se habían comprometido a muchas cosas. ¿O fue quizá que estaban tan aterrados con el alza de la marea de las masas que no se atrevieron a interferir?
La respuesta inicial de las masas fue de tristeza y conmoción. Pero en cuestión de horas cambió rápidamente a furia masiva. Tal fue la ferocidad del levantamiento que el Estado quedó colgando en el aire y durante más de tres días las leyes del Estado desaparecieron. Las masas expresaron su odio contenido atacando bancos, comisarías de policía, las fábricas donde eran explotados, edificios judiciales y otras instalaciones que fueron vistas como la fuente de su miseria, represión y explotación socio-económica.
De nuevo esta explosión espontánea petrificó a la élite dominante, el establishment y sus amos imperialistas. Entonces se puso en marcha el plan B. Las masas, debido a la ausencia de una dirección revolucionaria, derivaron de vuelta a la desesperación y la apatía.
Las élites dominantes entonces comenzaron a preparar feroces ataques sobre ellas para proteger los intereses de los capitalistas, terratenientes, corporaciones imperialistas e instituciones financieras. Las elecciones fueron pospuestas y los resultados finales fueron elaborados en Washington negándole al PPP su arrolladora mayoría, incrementando el número de asientos de los partidos de derecha con la intención de instalar una coalición de gobierno en la que las masas no tuvieran voz. Algunos de los líderes de derecha participaron en esta intriga.
Según se puso en marcha la teoría de la «reconciliación», se desató una avalancha sin precedentes de aumentos de precios, recortes, desregulaciones, privatizaciones, despidos y ataques generales a los niveles de vida de las ya empobrecidas masas. Las masas están todavía en shock y desconcertadas con la agonía y el dolor que estas llamadas «reformas» han traído.
Todo esto fue hecho en el nombre de la «democracia». Aunque la democracia no es un sistema económico ni social, fue impuesta a las masas como una ideología o como si fuera un sistema socio económico. La República Romana, la antigua democracia Ateniense, etc., prueban que esa clase de «democracia» ha sido una herramienta en manos de la élite dominante para hacer funcionar diferentes sistemas económicos y sociales de clase a lo largo de la historia.
El documento fundacional del PPP (1967) y su manifiesto electoral de 1970 declara muy claramente que sin igualdad socioeconómica la democracia es una farsa. Lenin describió la democracia capitalista correctamente en su épica obra La revolución proletaria y el renegado Kautsky:
«La democracia burguesa, aunque supone un gran avance histórico comparado con el feudalismo, siempre permanece, y bajo el capitalismo está condenada a permanecer, restringida, truncada, falsa e hipócrita, un paraíso para los ricos y una trampa y engaño para los explotados, para los pobres».
La terrible crisis actual que está sacudiendo la sociedad es un indicio de la incompetencia e inhabilidad de un sistema socioeconómico obsoleto para hacer avanzar la sociedad. Tal es la crisis orgánica del capitalismo neocolonial que incluso con altos niveles de crecimiento la pobreza, el hambre, la enfermedad y la penuria de las grandes masas continúa intensificándose.
El cáncer no puede ser curado con una aspirina. Ahora hace falta cirugía radical; debe ser extirpado. Sin una revolución socialista ningún problema de la población puede ser resuelto. Tras la gran revolución de 1968-69 el significado del movimiento que comenzó el 18 de Octubre de 2007 es recordar el coraje y poder potencial de las masas, su ardiente deseo de transformar la sociedad pakistaní. Ellas se levantarán de nuevo. Esta es la lección que nos brinda la historia. Y esta vez, con una dirección marxista revolucionaria, pueden salir victoriosas.