Lunes, 21 de febrero 2011: En la naturaleza, un terremoto es seguido por réplicas. Estas pueden ser tan catastróficas en sus efectos como la explosión original. Lo que estamos presenciando es el mismo fenómeno en lo que se refiere a la sociedad y a la política. El terremoto revolucionario en Egipto y Túnez ha enviado sacudidas sísmicas a las partes más distantes del mundo de habla árabe. Argelia, Marruecos, Libia, Sudán, Bahréin, Jordania, Iraq, Yemen, Kuwait, Djibouti… la lista es cada vez más larga, no de día en día, sino de hora en hora.
En Bahréin, que está al lado de Irán y Arabia Saudita, el desesperado intento de la monarquía para aplastar con sangre el movimiento de masas ha fracasado. El pueblo revolucionario mostró una inmensa valentía frente a las balas de los mercenarios a sueldo del régimen. Como resultado de ello, las autoridades se vieron obligadas a dar marcha atrás y retirar a los matones de uniforme, lo que permitió a las masas tomar posesión de la rotonda de la Perla, que se ha convertido en el centro de gravedad de la sublevación, como la plaza Tahrir en El Cairo.
Las convulsiones en Bahréin también representan una chispa que potencialmente podría encender un barril de pólvora en la vecina Arabia Saudita, donde también hay una gran minoría de chiítas y una población cada vez más descontenta.
La crisis ya está empezando a afectar al reaccionario régimen saudí. La semana pasada, el Mufti de Arabia Saudita advirtió a la camarilla gobernante que, a menos que llevara a cabo reformas urgentes para mejorar el nivel de vida del pueblo saudita, podría enfrentarse a su derrocamiento como los regímenes de Túnez y Egipto. En una declaración sin precedentes, criticó a la familia real por su extravagancia, en contraste con la pobreza de las masas.
Es imposible subestimar la importancia de este desarrollo, ya que todo el régimen saudí se basa en un acuerdo entre la Casa de Saud y el clero. Una escisión entre ellos sería un presagio claro de una crisis revolucionaria en este bastión de la reacción en el Oriente Medio y el mundo islámico en general. Es algo que produce escalofríos en la espina dorsal de los imperialistas estadounidenses.
En Irán también hay indicios de que el movimiento de masas está reavivándose. Hay claras señales de divisiones en el régimen y en el Estado en que se apoya. Según un documento recibido por The Telegraph, varios oficiales de rango inferior de la Guardia Revolucionaria iraní (una milicia profesional compuesta de 120.000 individuos) han firmado un documento en el que declaran que no quieren disparar a los manifestantes. Como hemos señalado en Marxist.com, si este documento es correcto, marca un hito muy importante en el desarrollo de la revolución iraní.
La hipocresía de los imperialistas no conoce límites. Por un lado, se ven obligados a hacer ruidos en público expresando su profunda solidaridad con el movimiento pro-democracia. Pero, por otro, la realidad es que han apoyado todos los regímenes reaccionarios de la región, entre ellos Bahréin, donde se encuentra la Quinta Flota, la principal fuerza naval de EE.UU. en el Oriente Medio. Los británicos y los norteamericanos han armado a estos regímenes durante décadas en contra de sus propias poblaciones. El gas lacrimógeno, las balas de goma y otros símbolos de la civilización occidental democrática utilizados contra los manifestantes en la rotonda de la Perla vienen de Gran Bretaña, donde el gobierno está «reconsiderando» su política de venta de armas a lugares como Bahréin y Libia.
Iraq
A pesar de su poderío económico y militar, los imperialistas de EE.UU. son impotentes para intervenir directamente contra la revolución. Ya se han quemado los dedos de mala manera en Iraq. Nueve años, cientos de miles de muertos y mutilados, y miles de millones de dólares más tarde, Iraq no está más cerca de la «democracia» y la «libertad» que cuando George W. Bush derrocó al ex aliado de los EE.UU. en Bagdad. Irónicamente, la deuda contraída durante esta aventura ha sentado las bases para la agitación de masas en los propios Estados Unidos. A pesar de este derroche de sangre y dinero, los EE.UU. todavía no controlan ni pueden controlar Iraq. Por el contrario, las movilizaciones masivas y la presión de las masas han dado como resultado el derrocamiento de dos dictadores y habrá otros que les seguirán. Esto desenmascara la mentira de los imperialistas de que sólo ellos pueden llevar la «civilización» a los pueblos «atrasados» de la región, que fueron, no lo olvidemos, la cuna de la civilización humana.
La oleada revolucionaria que recorre la región muestra que, una vez que las masas se movilizan, no hay fuerza en la tierra que las puede detener. Ni siquiera el poderoso Mubarak pudo sobrevivir. Si esto puede ocurrir en Egipto, puede ocurrir en cualquier otro lugar. Ahora, el descontento de masas ha estallado en el Kurdistán iraquí, amenazando el edificio tambaleante que los imperialistas han construido en un intento de reducir sus pérdidas y al tiempo que mantienen su influencia en los asuntos del país… y en el petróleo.
Túnez
En Túnez, decenas de miles de personas marcharon este fin de semana en las principales ciudades en contra del gobierno de Gannouchi y exigiendo la inmediata convocatoria de una Asamblea Constituyente. «La revolución de Túnez no ha terminado todavía» fue el mensaje común de estas manifestaciones. La mayor de estas manifestaciones tuvo lugar en la capital de Túnez el domingo 20 de febrero, donde decenas de miles marcharon hacia el edificio del Gobierno gritando consignas como «Largaos – Dégage» y «No queremos a los amigos de Ben Ali». La mayoría de los medios de comunicación trataron de minimizar el tamaño de esta protesta, pero los periodistas de Reuters que estaban presentes plantearon que la asistencia era de 40.000 personas. Este video muestra claramente que por lo menos había decenas de miles de asistentes (Vídeo). Marchas similares tuvieron lugar en Sfax (Vídeo), Kairouan (Vídeo), Bizerta (Vídeo), Monastir y otras ciudades con miles de manifestantes.
A pesar de la fuerte presencia policial y de los disparos al aire del ejército, los manifestantes –jóvenes y sindicalistas–, acamparon en la explanada de Kasbah, en las afueras del edificio del gobierno, de donde habían sido desalojados por la fuerza cuatro semanas antes. El lunes había informes de estudiantes de escuela saliendo a la huelga en diferentes ciudades y muchos de ellos marchaban para unirse a los manifestantes en Kasbah. Está claro que después de un corto período de reorganización, después de que la burocracia de la UGTT dio legitimidad al gobierno Gannouchi, el movimiento revolucionario de las masas de Túnez ha ganado fuerza renovada.
Libia
La oleada revolucionaria ha llegado a su punto de influjo más sangriento en Libia, donde la situación se ha vuelto incandescente. Situado entre Túnez y Egipto, muchos comentaristas (¡y el propio Gadafi!) se imaginaban que Libia de alguna manera podría evitar la conflagración general. Según los últimos informes, la insurrección se ha extendido desde el este de Libia a la capital de Trípoli. Anoche se oyeron tiroteos en el centro de Trípoli y en otros distritos. Al Jazeera calcula que el número de muertos en Trípoli es de 61. Otros informes sin confirmar dicen que los manifestantes atacaron durante la noche la sede de la televisión Al-Jamahiriya Dos y Al-Shababia, así como otros edificios del gobierno en Trípoli.
El Centro de Conferencias del Pueblo, donde el Congreso General del Pueblo (Parlamento) se reúne, fue incendiado, y comisarías de policía y otros edificios gubernamentales también fueron atacados, saqueados e incendiados. Esta es ahora una insurrección armada en toda regla. Los enfrentamientos se han sucedido entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad en las ciudades del este del país y en Bengasi en particular, donde la oposición al líder libio Muamar el Gadafi es más intensa. Pero esto se ha extendido hacia el sur y el este del país y a la propia ciudad de Trípoli.
Las protestas en Trípoli no se apaciguaron sino que se intensificaron después de un discurso televisado del hijo de Gadafi, Seif al-Islam. Prometió reformas políticas, sociales y económicas y dijo que el asesinato de manifestantes fue un «error», pero describió a los manifestantes como borrachos y drogadictos que seguían las órdenes de extranjeros. Prometió una conferencia sobre reformas constitucionales dentro de dos días y dijo que los libios deberían «olvidarse del petróleo y la gasolina» y prepararse para la ocupación por el «Occidente» y 40 años de guerra civil si no estaban de acuerdo.
El hijo de Gadafi intentó dibujar un contraste entre la situación en Libia y las revoluciones en Egipto y Túnez: «Libia es diferente. Si se producen disturbios, se dividirá en varios Estados», dijo. Pero lo mismo se dijo antes sobre Egipto, que se suponía que era diferente a Túnez y, por lo tanto, inmune al contagio revolucionario. Los eventos pusieron pronto de manifiesto la falsedad de estas afirmaciones. No había pirámides en Túnez y no hay ninguna en Libia, pero hay un descontento de las masas en todos estos países, que buscan una salida. Cuanto más sean reprimidas, más violenta será la explosión cuando finalmente estalle.
El discurso insinuaba que el ejército y la guardia nacional reprimiría a los «elementos sediciosos» que estaban extendiendo los disturbios: «Podéis decir que queremos democracia y derechos, podemos hablar de ello, deberíamos haber hablado de ello antes. Es esto o la guerra. En lugar de llorar por más de 200 muertos, vamos a llorar por cientos de miles de muertos».
«Vamos a luchar hasta el último momento, hasta la última bala», dijo Gadafi. Pero la pregunta es: ¿para quién está reservada la última bala?
Guerra civil
Saif Gadafi admitió que algunas bases militares, tanques y armas habían sido incautadas y reconoció que el ejército, bajo estrés, abrió fuego contra las multitudes, porque no estaba acostumbrado a controlar manifestaciones.
Testigos en Libia han informado de que algunas ciudades, especialmente en el este, que se perciben como menos fieles a Muamar Gadafi, han caído completamente en manos de los civiles y los manifestantes. Después del discurso, los manifestantes en la calle comenzaron a corear consignas contra Seif al-Islam, así como contra su padre.
Ha habido informes de casos de deserciones del ejército en Bengasi y en Al Bayda en el este de Libia desde el 20 de febrero, y ahora los disturbios se están extendiendo a Trípoli el 21 de febrero. Esto sugiere que el régimen está perdiendo el control de la situación.
Marwan Bishara, importante analista político de Al Jazeera, dijo que el discurso Saif Gadafi parecía «desesperado».
«Sonaba como un discurso desesperado de un hijo desesperado de un dictador que está tratando de utilizar el chantaje con el pueblo libio amenazándole de que él podría convertir el país en un baño de sangre», dijo Bishara.
«Eso es muy peligroso viniendo de alguien que ni siquiera tiene un papel oficial en Libia – por lo que en muchos sentidos, este podría ser el comienzo de un escenario de pesadilla para Libia si un líder despótico pone a su hijo en el aire con el fin de advertir a su pueblo de un baño de sangre si no hacen caso a las órdenes o los dictados de un dictador».
Si el régimen libio trata de aferrarse al poder por la fuerza podría acabar como el régimen de Ceaucescu en Rumanía. Esta perspectiva es escenario de pesadilla para los imperialistas y sus regímenes títeres por todas partes. Los últimos informes indican que la fuerza aérea y la marina de Libia están disparando a instalaciones militares rebeldes e, incluso, a civiles. Parecería que ahora ha estallado una guerra civil abierta en la medida en que Gadafi se aferra desesperadamente al poder, pero esta es una apuesta que puede que no gane.
Dondequiera que se mire, toda la amplia extensión del norte de África y el Oriente Medio está en llamas. Regímenes que se consideraban estables e incuestionables hace sólo dos meses, están siendo sacudidos hasta sus cimientos. Las masas árabes, las cuales eran descritas en términos despectivos por los comentaristas burgueses, tachándolas de pasivas, ignorantes y apáticas, se han convertido en la fuerza más revolucionaria en el planeta. Este es un importante punto de inflexión no sólo en la historia de esta región, sino en la historia del mundo.
La Biblia dice que «los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros». Aquellos que durante tanto tiempo se consideraban como la «vanguardia» han sido pillados completamente desprevenidos y fuera de sintonía con el movimiento real de la clase obrera y la juventud. Aquellos que eran «avanzados» han resultado ser los elementos más atrasados y retrógrados en la ecuación. Y aquellos que se supone que eran «atrasados», ahora están en primera línea. Así es, y así ha sido siempre.
En 1917, durante la revolución rusa, Lenin dijo que la clase obrera es más revolucionaria que el partido más revolucionario. Los acontecimientos de 1917 demostraron que tenía razón. En las calles de El Cairo, Teherán, y Manama, la historia se repite. Los instintos revolucionarios de las masas han llevado el movimiento hacia adelante a pesar de todos los obstáculos. Han dejado de lado las balas y las porras de la misma manera que un hombre aplasta un mosquito. Lo único que falta aquí, que garantizó la victoria final en 1917, es la presencia de una dirección y de un partido verdaderamente revolucionarios.
Lo que es sorprendente es el extraordinario grado de madurez revolucionaria demostrada por los jóvenes y trabajadores de estos países. Sin un partido, sin una auténtica dirección, sin un plan de acción preconcebido, han conseguido milagros. Traen a la mente el movimiento maravilloso de los trabajadores de Barcelona, quienes en 1936, armados sólo con palos, cuchillos y viejas escopetas de caza, irrumpieron en los cuarteles y aplastaron la contrarrevolución fascista. Traen a la mente la Comuna de París, que en palabras de Marx, «tomaron los cielos por asalto».
Es imposible predecir con exactitud cómo se desarrollará la revolución. Esto dependerá de una serie de factores, tanto objetivos como subjetivos. Pero en ausencia de una dirección auténticamente revolucionaria, es inevitable que la revolución se prolongue en el tiempo. Inevitablemente habrá alzas y bajas, flujos y reflujos, períodos de euforia seguidos por períodos de decepción, derrota e, incluso, períodos de reacción. Pero será imposible restablecer nada que se parezca a estabilidad, siempre y cuando el sistema capitalista siga existiendo. Un régimen de crisis seguirá a otro.
Lo más importante, sin embargo, es que la revolución ha comenzado. Es imposible dar marcha atrás al reloj en ninguno de estos países. Y a través de todos los acontecimientos tormentosos que se están desarrollando y se desarrollarán durante un período de meses e incluso años, la clase obrera y la juventud aprenderán. Aprenderán qué partidos y qué líderes les han traicionado y en cuales se puede confiar. Al final, llegarán a comprender que la única forma de avanzar es una ruptura radical con el pasado y la eliminación completa, no sólo de este o aquel líder o régimen, sino de un sistema social esencialmente injusto.
El derrocamiento de Ben Ali y Mubarak, fue el trabajo de las masas revolucionarias y, en particular, de la clase obrera y la juventud. Estas son las únicas fuerzas realmente revolucionarias en la sociedad. No puede haber solución a los problemas de estos países a menos que y hasta que la clase obrera tome el poder en sus propias manos y expropie la riqueza de la oligarquía y el imperialismo.
Cuando la ola actual de lucha termine, cuando las nubes de gases lacrimógenos y de pólvora se levanten, los trabajadores y los jóvenes mirarán a su alrededor y verán que no están solos. El movimiento revolucionario ha ido más allá de las fronteras artificiales establecidas por el imperialismo en el pasado, fronteras que atraviesan todas las fronteras naturales y dividen el cuerpo vivo de los pueblos. El poder del imperialismo sobre los pueblos del norte de África y Oriente Medio se basa en esta división criminal. Para superarla, es esencial que los pueblos han de lograr su libertad y se alzan a su verdadera altura.
El instinto de las masas es el de extender la revolución. Se está extendiendo y se extenderá aún más. Esto plantea la cuestión de la unidad de los pueblos de la región. La única manera de lograrlo es a través de una Federación Socialista del Norte de África y Oriente Medio, no como un objetivo utópico y lejano, sino como una necesidad ardiente y urgente.
¡Viva la Revolución!
¡Abajo el capitalismo y el imperialismo!
¡Trabajadores del mundo uníos!