Cronología de una catástrofe: Se cumplen ya más de quince días desde que Japón sufriera un terremoto de proporciones colosales (8’9 en la escala de Richter, posteriormente elevado a 9 grados), el viernes 11 de marzo, seguido de un posterior tsunami que arrasó más de 500 kilómetros de costa que provocaron enormes tragedias personales y materiales.
La cifra de víctimas y desaparecidos provocada directamente por ambos cataclismos, en constante alza aún hoy en día, supera ya la cifra de 27.000 personas. 240.000 personas continúan alojadas en centros sociales o deportivos. Otras padecen cortes de luz y calefacción, en una de las principales potencias económicas del globo.
Lógicamente, hay desastres naturales que son difíciles de prever, si bien Japón es probablemente el lugar donde la especie humana acumula más saber sobre este tipo de tragedias merced a su propio devenir geológico. El país está asentado en la unión de dos placas oceánicas, lo que conlleva que sea una de las zonas sísmicas más activas del planeta. La palabra ‘tsunami’ (maremoto) es una palabra japonesa extendida internacionalmente en su uso. Para los japoneses, desde hace centurias cuando menos, es conocido que a un fuerte terremoto le sigue un maremoto.
¿Qué pasó realmente aquel día?
Aunque se ha gastado mucha tinta asegurando que la central resistió bastante bien el terremoto, cada vez surgen más dudas al respecto. Según la propietaria de la central nuclear, la eléctrica TEPCO, y el Gobierno, las medidas de seguridad de la central se pusieron en marcha para llevar a cabo la parada progresiva de la misma. La cuestión es que llegó el tsunami ¡Y tenía que haber llegado el tsunami! Después de un fuerte terremoto, siempre viene un tsunami.
El lobby nuclear no ha dejado de decir desde ese día que ‘nadie podía esperar que llegase un terremoto tan fuerte’. En primer lugar, a lo largo del siglo XX ha habido terremotos aún más fuertes:
– Chile, 1960: 9,5 grados en la escala de Richter
– Alaska, 1964: 9,2 grados en la escala de Richter
– Sumatra, 1960: 9,1 grados en la escala de Richter
– Kamchatka, 1952: 9 grados en la escala de Richter
La ciencia, y el conocimiento en general, suponen el dominio sobre el saber pasado para anticiparse a problemas y sorpresas de este calibre. Y sí, eran de esperar, son de esperar de hecho en el futuro, terremotos incluso aún más fuertes que el de hace un par de semanas. Y es seguro que seguirán afectando a Japón, zona sísmica de primer orden ¿Qué geólogo serio no diría eso?
Parece que una vez que el golpe de mar impresionante golpeó a la central, ésta se quedó definitivamente sin electricidad, por lo que el sistema de refrigeración de los reactores dejó de funcionar y el complejo empezó a convertirse en una amenaza.
Pasaron cinco horas después del terremoto frente al Pacífico, pero menos de cuatro desde el tsunami. En TEPCO, la compañía eléctrica propietaria de la central, ya saben que los sistemas de refrigeración de los tres reactores de la central que estaban en funcionamiento (otros tres estaban en parada por revisión), los reactores 1, 2 y 3 de Fukushima, están fuera de control. TEPCO conoce el riesgo asociado a una prolongada parada, con el sobrecalentamiento aparejado sobre su combustible, pero la empresa oculta irresponsablemente durante un tiempo precioso el peligro.
Ahora bien, materialmente, sí sabemos que había recursos muy cercanos que podían haberse abierto paso en horas para iniciar las labores previas de conexión eléctrica que, posteriormente, tuvieron que tardar más de una semana en iniciarse. La VII Flota estadounidense, a la que el portaaviones Ronald Reagan pertenece, se encontraba a escasos 160km de la central mar adentro, y podía suministrar electricidad a través de un cable desde el mar.
Una vez llegados a este punto, hay un oscurantismo que a día de hoy no se ha esclarecido. No se sabe qué condiciones o negociaciones se llevaron a cabo a tres bandas entre la compañía, el Gobierno de los EE.UU. y el Gobierno japonés. Probablemente tengamos que esperar a que haya otra nueva filtración futura a través de Wikileaks.
En un contexto en el que la temperatura de diferentes reactores de la central aumentaba hasta un punto crítico (aunque la empresa propietaria ocultó al público esta informarción todo lo que pudo), el trabajar cerca de la central conllevaba ciertos riesgos. La medida que se ha presentado como ‘desesperada’, de bombear agua desde el aire, y que se realizó días después, se podía haber efectuado el primer día, y probablemente pudo ser pedida por el Gobierno norteamericano al japonés para que sus soldados trabajasen con mayor seguridad.
Un ex ejecutivo de TEPCO ha cuestionado en The Wall Street Journal que la eléctrica tardara en inyectar agua de mar para refrigerar los reactores, y critica que durante el primer día la empresa tratara de salvar los reactores, con lo que perdió unas horas cruciales.
Sabemos fehacientemente, a través de los medios de comunicación, que el Gobierno norteamericano, como publicó la prensa española, llegó a mandar aviones para colaborar en la refrigeración de la central desde el aire. Esos aviones, en esas condiciones de doble cataclismo, nunca hubieran despegado sin el consentimiento inicial del Gobierno japonés. Lo cierto es que, posteriormente, el Gobierno japonés renunció a ese bombeo de agua con refrigerante, podemos suponer que por presiones de la empresa, que tiene una larga tradición de influencia sobre Gobiernos y jueces en Japón.
Entonces, antes de las explosiones posteriores, la empresa todavía aspiraba a controlar y reutilizar los reactores nucleares. No quería utilizar agua de mar en la refrigeración de la central porque aquella inutiliza los conductos eléctricos, dejando a los reactores prácticamente inservibles.
Independientemente de que muchos científicos se cuestionan la utilidad de estos bombeos de agua desde el aire, una vez que empieza una reacción nuclear descontrolada en cadena en el núcleo de los reactores (que es lo que parece haber ahora en uno o más reactores), en las primeras horas del accidente todavía no se había iniciado esa reacción debida al daño del núcleo.
El plan de la empresa era soltar vapor de los reactores sobrecalentados (¡Para ellos es un daño menor que se libere algo de radiación a la atmósfera!). Pero cuando sueltan este vapor radiactivo ocurre un problema: en los tres reactores que estaban en funcionamiento (en primer lugar en el número 1) no se evacua adecuadamente este vapor, que se descompone en sus partes constituyentes y se acumula entre el edificio de contención y el edificio del reactor (que rodea al anterior y a parte de las infraestructuras anexas a éste).
Se libera hidrógeno que explosiona con el oxígeno pero, debido al fallo de diseño de los reactores y de la central (que luego explicaremos más en detalle), lo hace dentro del edificio del reactor, con lo que se da un salto cualitativo: se dañan estructuras básicas que provocan fugas recurrentes del edificio de contención que, en teoría, era una cámara inexpugnable de más de dos metros de hormigón y acero.
Llegados a este punto, para entender cómo un problema de diseño básico (no de la Naturaleza), puede darse en la industria más peligrosa y delicada del planeta, demos un salto atrás para mejor entender toda la escalada de acontecimientos posteriores y por venir.
TEPCO, el Gobierno japonés y sus continuas mentiras durante años
TEPCO, la Tokyo Electric Power Co., propietaria de la planta en Fukushima, es la primera compañía eléctrica en Asia y está entre las más grandes del mundo. Su capacidad de producción llega a 64.487 megawatios MW). La mayor parte de la producción está representada por centrales térmicas. TEPCO tiene 25 centrales de ese tipo, para una capacidad total de producción de 38.189 MW. La capacidad de producción de sus tres plantas de energía nuclear (Kashiwazaki Kariwa, Fukushima Daiichi y Fukushima Dani) aportan 17.308 MW. En cambio, la cuota de producción de energías renovables de la multinacional es insignificante, 4 MW.
A su vez, en el conjunto de Japón, hay 54 reactores nucleares concentrados en 18 plantas, que producen anualmente 47.000 MW, representando la energía atómica el 29% de la energía producida por el país. Como vemos, tanto la energía atómica como TEPCO son muy importantes en la cadena de producción económica japonesa.
El año 2010 volvió a obtener beneficios que totalizaron 115 millones de yenes. Anteriormente, había sufrido pérdidas tanto en 2009 (-84 millones de yenes), como en 2008 (-150 millones de yenes), fruto, como veremos, de su anterior negligencia ante otro fallo en una central nuclear de su propiedad en el 2007.
El contexto de aquel accidente del 2007 recuerda, a una escala menor, a lo ocurrido ahora. Entonces, un terremoto de magnitud 6,8 Richter sacudió Japón causando daños a la planta de Kashiwazaki Kariwa, la más grande del mundo. Hubo un incendio. Las imágenes de humo fueron vistas saliendo de la central en directo por televisión durante una hora. El accidente causó la dispersión de más de 1000 litros de agua contaminada con sustancias radiactivas en el mar, aunque el Gobierno y la empresa en un primer momento hablaron solo de litro y medio.
Parece que para TEPCO, como veremos, la diferencia entre 1’5 y 1.000 depende muchas veces del griterío que se organice en la opinión pública. Más adelante veremos como con cifras mucho mayores lleva adelante lo que parece que es este macabro juego.
TEPCO se justificó diciendo que, cuando la planta fue construida en los años 70, no estaba constatada la presencia de la falla. Ese desconocimiento puede suscitar algunas dudas sobre la buena fe de los propietarios de TEPCO. Pero estas dudas se disipan rápidamente cuando conocemos que TEPCO tiene una muy bien ganada reputación de falta de transparencia.
Sólo cinco años antes, la alta gerencia tuvo que admitir haber falsificado los informes de seguridad de la energía por un período de más de 15 años, más de 200 informes en total. El presidente de la compañía tuvo que dimitir entonces. Hoy sabemos que esta fue una práctica habitual de todas las eléctricas japonesas: Hokoriku Electric o Chugoku Electric. Podemos preguntar: ¿Esto solo sucede en Japón?
El seísmo superó las bases de diseño de la nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor del mundo, de siete reactores nucleares frente a la costa. La aceleración medida en la tierra durante ese terremoto de «solo 6,8 grados» en la escala Richter fue de 680 metros/segundo. Las bases de diseño en el reactor 1, por ejemplo, solo contemplaban un terremoto con una aceleración de 273 metros/segundo.
Resultó que la planta se había construido cerca de una falla sísmica activa. Kashiwazaki Kariwa fue cerrada durante dos años. NISA, la agencia oficial nuclear japonesa, mantuvo cerrados los reactores dos años (han abierto escalonadamente) y pidió a TEPCO que revisara la seguridad de sus nucleares contra terremotos. Una parada que explica el rojo intenso de las cuentas de la compañía en 2008 y 2009.
Hay más casos. The Guardian informó que WikiLeaks había publicado un cable diplomático en el que un político japonés «de alto nivel» decía a los diplomáticos estadounidenses que el ministerio responsable de la energía nuclear en los gobiernos japoneses había «encubierto los accidentes nucleares y ocultado los verdaderos costes y problemas asociados con la industria nuclear».
Más aún: según sabemos ahora, un representante del OIEA dijo que las guías de seguridad sísmica se habían revisado sólo tres veces en los últimos 35 años, y que el OIEA debería de volverlos a examinar. El cable, también de Wikileaks, continúa: «Además, el informante señaló que los recientes terremotos en algunos casos han superado la base de diseño de algunas centrales nucleares, y que este un problema grave que está afectando el trabajo de seguridad sísmica.»
La central accidentada de Fukushima estaba diseñada (nos dicen) para resistir un terremoto de magnitud 7 y un tsunami de olas de 5,7 metros. Sin embargo, la central es más antigua que la anteriormente mencionada de Kashiwazaki Kariwa, construida entre 1980 y 1996, y accidentada en el 2007 ¿El diseño de la central más antigua resiste un terremoto de más intensidad que la más nueva? Nuevamente, nos tenemos que creer lo que dice la empresa que, a estas alturas, no conserva una gran credibilidad.
El diseño de este tipo de sistemas de contención fue debatido desde su diseño en los años 60 por General electric. Fue puesto en duda por un informe oficial de los EE.UU. en 1972, un año después de que abriera el primer reactor de Fukushima. Pero, después del primero, el Fukushima 1 (construido en 1971), vinieron los demás: el Fukushima 3 (1976) y el Fukushima 4 (1976) y el Fukushima 2 (1974).
Es decir, lisa y llanamente, la empresa TEPCO, con la complicidad del Gobierno japonés, obvió informes claros y contundentes que afirmaban que su diseño era incorrecto. No es un olvido menor, tampoco será la primera vez que actúe así esta empresa.
Volvemos a hace dos semanas: accidentes en cadena
Después de la primera explosión del edificio del reactor 1, en Viena, la agencia internacional de la energía atómica (OIEA), en base a la información procedente de Tokio, tranquiliza al mundo. En la noche del 12, cuando en Japón es la mañana del 13, un comunicado de prensa anuncia que se «ha clasificado el accidente en el nivel 4 en la escala INES. Con consecuencias locales.»
Pero la agencia nuclear francesa reporta una contradicción objetiva entre la seguridad que pretende traslucir el Gobierno de Tokio y las medidas que el mismo Gobierno tiene adoptadas sobre el terreno, que responden a una alarma mucho mayor. El Gobierno francés, participante de la principal multinacional mundial nuclear, Areva, con casi tres cuartas partes de la electricidad generada en Francia por potencia nuclear, estaba particularmente interesado en aparecer como ‘preocupado’.
Frente al secretismo tradicional del Gobierno japonés (e incluso, en el pasado, del Gobierno norteamericano en el accidente de Chernobyl, en 1986), en este asunto, como en el de la intervención imperial en Libia días atrás, el pequeño Napoleón que se considera Sarcozy, ha intentado aparecer con toda su demagogia. En este caso, apareciendo como el campeón de la información, para intentar que no se cumpliesen las previsiones electorales que finalmente se acabaron concretando hace 7 días, cuando su partido recibió un ridículo 17% en las elecciones locales francesas.
El 13 de marzo, el área de evacuación se extiende a 20 km y comienza la distribución de píldoras de yodo a la población. Mientras, el 14 de marzo, otra nueva explosión sacude el edificio del reactor 3. Esto demuestra que en Fukushima, tres días después, las operaciones de enfriamiento de los reactores no han producido ningún efecto. La agencia de noticias Kyodo afirmó entonces que se habían comenzado a fundir los dos reactores afectados. Inmediatamente, se supo que el combustible del reactor número 2 quedó al descubierto. Es solo entonces, el 14 de marzo, cuando el Gobierno japonés pidió ayuda a los organismos internacionales. Se perdieron tres días desde el terremoto (cuando probablemente la empresa disponía de datos sobre fallos estructurales en los reactores) y dos desde la primera explosión.
Desde entonces, TEPCO, el Gobierno japonés y, ahora, la Agencia Internacional de la Energía atómica (OIEA) han continuado, por ser generosos, transmitiendo información opaca y muy contradictoria. Ya entonces, la autoridad nuclear francesa habló de que el accidente se encuentra en el nivel 6 en la escala INES, donde el 7 es el máximo, «más allá de Three Miles Island, sin llegar a Chernóbil», los anteriores máximos desastres nucleares.
La prueba de que la empresa está desbordada, y ha ocultado información preciosa, es que al día siguiente hay otra nueva explosión de hidrógeno en el reactor número 2 y, de repente, se produce un incendio en las piscinas (producido por la evaporación de agua) de desechos radiactivos del reactor número 4, piscinas alojadas irresponsablemente ¡¡Encima! de los reactores en esta central, para ahorrar costes! El incendio de la piscina se traslada al reactor a las pocas horas.
De cómo el sacrificio de los operarios no puede evitar el desastre provocado por la compañía
La situación entonces desemboca en el pánico y la empresa retira a casi todos sus operarios, menos a un retén de 50 trabajadores que hacen su labor a obscuras, con trajes especiales y pesados, respirando por tubos, trabajando en tramos inundados para reparar conexiones eléctricas y laberínticas inutilizadas por la mala planificación y el afán de lucro…, En condiciones propias de guerra nuclear, se sacrifican de manera valerosa intuyendo (y en los días posteriores con pleno conocimiento) que van a recibir dosis radiactivas cancerígenas o letales.
Las piscinas de los reactores 5 y 6 comienzan entonces a calentarse, por la pérdida del agua que recubre al material radiactivo usado, por motivos que nadie explicó exactamente hasta hoy. Estos últimos hechos arrojan totalmente por la borda la versión dada tanto por TEPCO, como por el Gobierno, como por parte también de la OIEA, hasta el día de hoy.
En primer lugar, los reactores 4, 5 y 6 estaban apagados cuando se produjo el terremoto debido a una revisión. En segundo lugar, los reactores 5 y 6 se encuentran relativamente separados y a distancia de los otros 4.
Los retenes de 50 trabajadores van cambiándose. Varios de ellos, antes de acabar su turno, sobrellevarán sobre su cuerpo dosis 10.000 veces a las recomendadas. Hoy son ya más de 700 trabajadores, la mayoría de rangos bajos (lo cual no es casualidad), muchos de ellos jubilados que se han presentado voluntarios que, en el mejor de los casos, podrán morir de manera natural antes de desarrollar el inevitable cáncer que les afectará.
Sufren «niveles de radiación letales», según Gregory Jaczo, presidente de la Comisión Reguladora Nuclear de los EE.UU. Evidentemente, ese trabajo no se hace por dinero (no hay ninguna prima especial). Aquí, como vimos en Chile con los mineros hace meses, los valores humanos más nobles brotan en mitad de tanto engaño y afán de mezquindad: la abnegación, el sacrifico desinteresado y el heroísmo para salvar al colectivo, que son los valores que jamás podrán ser superados por ninguno de los otros partícipes en esta tragedia.
Naoto Kan, primer ministro, llegó a amenazar sin ningún pudor a TEPCO con multas y castigos si los operarios abandonaban la planta de Fukushima, queriendo convertir este sacrificio en algo parecido a una ejecución.
Para ayudar a ello, el Gobierno japonés decidió cambiar los pasados días la dosis máxima permitida legalmente (elevándola de 100 milisievert al año, a 250) que pueden recibir los trabajadores de una central nuclear. «Diecisiete trabajadores han recibido dosis de entre 100 y 180 milisievert», según el OIEA. En una zona con agua en la que se contaminaron tres empleados, el OIEA midió dosis de «400 milisievert por hora», lo que implica que en un cuarto de hora un trabajador recibiría la dosis de un año.
No hizo falta obligar a los obreros. El pueblo japonés encontrará una referencia moral en sus obreros cualitativamente más elevada que en sus gobernantes económicos y políticos:
«Mi padre se fue a la planta nuclear. Nunca había oído a mi madre llorar tanto. Pero nunca había estado tan orgullosa de él. Por favor papá, vuelve vivo» (Público, 26-03-2011).
El día 17 se puede por fin bombear agua por medio de helicópteros a los reactores de la central y a las piscinas recalentadas. La cuestión es que ahora, posiblemente, ya había empezado una reacción en cadena descontrolada en uno o varios de los reactores de la central nuclear. Ese método hubiera servido el primer día para tratar de trabajar con más seguridad, enchufando corriente eléctrica a la central para aprovisionar de energía a ésta y restablecer sus sistemas de refrigeración instalados, hoy inservibles por sucesivas explosiones, o por la corrosión producida por la cristalización continuada de la sal marina después de muchos días de acción de ésta.
Se empieza a bombear agua en el reactor número 3 porque este funciona con una mezcla de uranio más plutonio, mientras que el resto de reactores funcionan tan solo con uranio. El plutonio es mucho más radiactivo que el uranio, por lo que este reactor por sí solo, potencialmente es mucho más peligroso.
El fin de semana del 19 y 20 de marzo la atención mundial queda desplazada por la intervención imperialista en Libia. Hay resúmenes y balances dominicales pero las noticias, a partir del lunes siguiente, descienden en intensidad a pesar de que posiblemente estemos ante una reacción nuclear en cadena descontrolada en uno o más reactores nucleares. La «tranquilidad» venía dada, según nos explican, porque se enchufó un cable hasta las bombas de refrigeración en los días siguientes, en todos los reactores. La cuestión es que, una semana justa después, como veremos, los resultados son parcos en este aspecto.
El sábado 20, el Consejo de seguridad nuclear español informó de que Fukushima tenía otra piscina de combustible, «enorme», que acumulaba desechos conjuntos de los seis reactores «sobre la que no se había suministrado información hasta ahora».
Se detecta contaminación de diferentes tipos de alimentos en diferentes zonas cada vez más amplias, que acaban afectando a la región central donde se sitúa Tokio. El martes 22 la OMS dice que la contaminación de alimentos es un problema «grave». La contaminación afecta también a un depósito de agua de la capital japonesa.
El jueves 24 y el viernes 25, con todo el mundo concentrado en Libia, la información sobre Japón pasa a mínimos en la prensa, una escasa página en los principales medios, informando sobre la mejora de los acontecimientos y de la radiactividad con efectos pasajeros sobre algunos alimentos.
Súbitamente, en este último fin de semana, todo cambia: se informan de incrementos sustanciales en los niveles de radiactividad. Tres trabajadores pisan charcos de agua radiactiva de 30 cm de altura en el reactor 3 (el que contiene plutonio además de uranio), que contienen 10.000 veces más radicación de lo habitual. «Un nivel tan alto de radiación podría significar bien que la vasija de contención del reactor número 3 está dañada, bien que las barras de combustible están parcialmente fundidas. En cualquier caso, una tragedia» (Público, 26-03-2011). Fue Hidehiko Nishiyama, portavoz de la agencia de seguridad nuclear japonesa, NISA, quien barajó en público ambas posibilidades, con lo que hizo saltar todas las luces de alarmas.
Horas más tarde, como viene siendo habitual, rectificó en sentido contrario.
El primer ministro, Naoto Kan calificó entonces el estado de Fukushima de «muy grave» y su evolución de «impredecible». La esposa de Naoto Kan publicó el año pasado un libro titulado ¿Qué demonios va a cambiar en Japón ahora que tú eres primer ministro? Sin querer entrar en elucubraciones catastrofistas, pero simplemente teniendo en cuenta la opacidad y falta de credibilidad del personaje que utiliza semejantes expresiones, la situación actual parece pronosticar una situación donde puede haber un imprevisible drama, mayor del vivido hasta ahora.
El peligro de la radiación
Para aumentar la confusión, el Gobierno japonés, que hasta entonces había evacuado tan solo un perímetro de 20 kilómetros alrededor de la central, creando otro perímetro de 30 kilómetros donde sí se podía residir voluntariamente, animó a las decenas de miles de personas que todavía sobrevivían entre los 20 y 30 kilómetros «encerrados en sus casas», a irse definitivamente. La Agencia de Seguridad Nuclear Japonesa (NISA) ha avisado de que pasarán meses, e incluso años, antes de que estas personas evacuadas pueden regresar a sus hogares.
El Gobierno norteamericano propuso despoblar un área mayor, de 80 kilómetros alrededor de Fukushima.
El día 15 de marzo se proporcionaron cifras oficiales por primera vez sobre el nivel de radiación registrados en la central: 400 milisieverts por hora. La cantidad que una persona promedio absorbe en un año de exposición a la radiactividad natural es de 2,4 milisieverts. El resultado ordinario de rayos X para un paciente ordinario es de una absorción de 1 milisievert.
En los últimos días ha cundido la desinformación sobre lo que significa realmente el peligro de la radiación. Se habla de exposición «segura», «inofensiva» o «menos que peligrosa». La verdad es que no hay ningún nivel de exposición a la radiación, por pequeño que sea, que resulte inofensivo. Toda agencia científica que regula la contaminación radioactiva está de acuerdo en este punto. Es decir, cualquier tipo de aumento de la radiación sobre lo ordinario es un crimen para la salud.
Evidentemente también hay una diferencia entre estar afectado intermitentemente por una fuente de baja radiación (o alta), que es grave, a que en tu cuerpo entre una partícula radiactiva (o muchas), que son ellas mismas fuentes de radiación. La demagogia, por no hablar de continua falacia, que en este sentido se está utilizando por parte de algunos responsables de determinadas agencias nucleares raya en lo criminal, minimizando el que se incrementen los niveles de radiación.
Las autoridades francesas estimaron hace unos días, el 23 de marzo, que Fukushima había liberado ya una décima parte de radiactividad de la que se liberó en Chernobyl, Estos datos no incluían las piscinas de combustible gastado.
Posteriormente, el Gobierno japonés, para contrarrestar el efecto del informe francés, ha estimado que las emisiones radiactivas de Fukushima suponen alrededor del 1% de las emisiones de Chernóbyl. Aunque estas cifras son difícilmente comparables por varias razones: en Fukushima, una parte de la radiación se ha originado en las piscinas de combustible gastado, lo que significa según los expertos que los elementos radiactivos liberados son significativamente de más larga duración y más peligrosos para la salud que los de Chernóbyl.
La última valoración comparativa con Chernóbyl corrió a cargo del Instituto Central de Meteorologìa y Geodinamica de Austria, una instituciòn oficial. Estimado este organismo que las emisiones de Fukushima ascienden al ¨20% de Chernobil, en yodo 131 y entre el 20 y el 60% en Cesio 137, utilizando datos de estaciones de mediciones de California y Japón.
Grossi, subdirector general adjunto de la OEIA, dijo el sábado 26 que no se producirá un nuevo Chernóbyl, porque allí «la liberación estuvo agravada por una explosión que liberó a la atmósfera una nube radiactiva monstruosa».
Ahora bien, aunque nunca ha habido un estudio serio sobre las consecuencias de Chernóbyl, fundamentalmente debido a la falta de recursos destinados a ello por la OEIA y la OMS, allí la liberación de energía radiactiva al espacio se paró cuando se vertió suficiente hormigón como para construir un sarcófago que encerrase al núcleo atómico de la central.
Diferentes expertos han reclamado ya esa solución para Fukushima. La cuestión es que ¿Haría falta hacer eso con un reactor, con dos…? No se sabe. La compañía eléctrica calla y el Gobierno también.
Por su parte, Greenpeace publicó este fin de semana un informe en el que eleva a nivel 7 el desastre de Fukushima, el mismo rango que Chernóbyl. Según el experto en seguridad nuclear Helmut Hirsch, la central japonesa ya ha liberado la suficiente cantidad de radiactividad como para ser calificado al máximo nivel según la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES).
Tomando el estudio austríaco solo como aproximado:
•- Aunque adoptemos el porcentaje más bajo de vertidos radiactivos que ha calculado
•- Tomando como base que esto va a seguir así (liberación intermitente de radiactividad como la que hemos tenido), en el mejor de los casos, durante unas pocas semanas: la física teórica establece que una ‘reacción en cadena’, tarda en controlarse semanas o meses.
•- Esperando ¡Ojalá! que se empiece a controlar la reacción que se haya podido generar y que empiece cuanto antes a enfriarse todos los reactores y todas las piscinas; entonces,…
… Al final, tendremos un nivel de radiación generada que, como mínimo, se va a acercar bastante al de Chernobyl.
Últimas y preocupantes noticias: se incrementa dramáticamente la radiación
Se han publicado los primeros análisis de contaminación radiactiva del suelo: A 40km de Fukushima se han medido 163,000 Bq/kg de cesio-137 y 1.170.000 Bq/kg de yodo. La NISA (Agencia de Seguridad Nuclear Japonesa) estima que el suelo tiene que ser «reemplazado».
La contaminación de la tierra en la región, con niveles del isótopo cancerígeno cesio 137, que tiene una vida media de 30 años, es comparable con Chernóbyl, según Tetsuji Imanaka, del Instituto de Investigación de reactores en Osaka.
El OIEA afirmó el sábado 26 que es probable que esté dañada la contención del reactor 3, el que usa uranio y plutonio como combustible, lo que lo convierte en potencialmente mucho más radiactivo que el resto.
TEPCO prefiere una explicación más alambicada: «la fuga radiactiva detectada en el agua es mayor de lo esperado», lo que puede demorar el enfriamiento de rector numero tres, ya que el problema parece proceder de la piscina de refrigeración (según la empresa, esto es lo que nos tenemos que creer).
Los niveles de radiación en el mar, en las cercanías de la costa, facilitados por TEPCO, se han incrementado dramáticamente:
– El martes 22 de marzo: el nivel de yodo 131 fue 126 veces el del tope legal
– El 24 de marzo: 145 veces más alto que el del tope legal.
– El 26 de marzo fue de 1.250 veces más alto que el del tope legal.
– El 27 de marzo fue de 1.850 veces más alto que el del tope legal.
Los niveles increíbles alcanzados el sábado fueron valorados por TEPCO simplemente como «relativamente altos». De hecho, hoy ya no ha sido TEPCO, sino la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial japonesa, NISA (organismo oficial ligado a la industria nuclear japonesa) quien ha informado, aunque, como luego veremos, ha sido desmentida posteriormente por la propia TEPCO.
El portavoz de la Agencia citada, NISA, Hidehiko Nishiyama, afirmó hoy domingo que beber medio litro de agua dulce con el actual nivel de radiactividad expondría a una persona a la dosis máxima permitida en un año. Claramente, no pueden negar la evidencia de los riesgos para la salud humana, que han sido públicamente dados a conocer en el público por otros medios científicos. Ahora bien, intentan minimizar y desviar riesgos a largo plazo en otros ámbitos:
«Nishiyama descartó que la contaminación suponga una amenaza para la vida marina y la seguridad en el consumo de pescado. ‘Hablando en general, el material radiactivo soltado al mar será dispersado por las corrientes, así que haría falta mucho más para que las algas y la vida marina lo absorbieran’ «(web El País, 27-03-2011).
Las mediciones aportadas anteriormente están basadas en yodo radiactivo, cuya radiactividad se reduce a la mitad en ocho días. TEPCO afirmó anteayer: «para cuando la gente coma productos del mar, las cantidades habrán disminuido probablemente de forma significativa». Al parecer, para la gente de Japón, la que más pescado consume del mundo y que más sabe de su arte culinario, el comer el pescado ¡¡A los 8 días de ser pescado para recibir sólo la mitad de la radiación 1850 veces permitida para la salud, es algo posible y natural!!
Lo que hay que decir también es que, según las mediciones de TEPCO del sábado (no del domingo, cuando debieron de aumentar mucho más), los niveles de cesio 137, que tiene un ciclo de reducción de su vida de unos 30 años, multiplicaban por 79,6 veces el máximo legal.
Hoy, domingo 27, el OIEA ha comunicado que se ha detectado la presencia de yodo 131, cesio 137 y cesio 134 a niveles como los de la zona del reactor 3, donde tres trabajadores resultaron heridos el jueves cuando entraron en contacto con agua radiactiva a un nivel 10.000 veces superior al normal.
Después de los esfuerzos y los sacrificios sobrehumanos de los trabajadores, la web de El País informa hoy domingo de resultados desalentadores y muy preocupantes:
«Desde hace más de dos semanas, Japón trata de restablecer el suministro eléctrico, sin que ayer lo hubiera conseguido totalmente en cuatro de los seis reactores. Sí logró llevar líneas eléctricas, pero con las tres explosiones registradas, los equipos están dañados. Esas explosiones se produjeron por la salida de hidrógeno -un gas explosivo- desde el reactor. El OIEA afirmó ayer que es probable que esté dañada la contención del reactor 3, el que usa uranio y plutonio como combustible, lo que lo convierte en mucho más radiactivo que el uranio del resto.
«El humo negro que aparece ocasionalmente de los reactores procede presumiblemente de cortocircuitos al intentar encender las bombas. Después de dos semanas, ya tienen luz dos de las salas de control, lo básico, pero en esta situación se considera una gran noticia. Además, ya hay inyección de agua dulce y comienza a usar el sistema normal de refrigeración. Aunque ya no se recurre a la desesperada solución de lanzar agua desde helicópteros, más de dos semanas después nadie es capaz de predecir la evolución y aún queda una larga tarea por delante. Las piscinas de combustible gastado, altamente radiactivo, se han visto dañadas.»
«En la central, los técnicos continuaron trabajando para estabilizar los reactores, tras las sospechas surgidas el viernes pasado de que la unidad 3 -de un total de seis- podría haber sufrido una grieta.
«En el reactor 2 han sido detectados niveles de radiación 10 millones de veces superiores a los normales, según informa TEPCO, la compañía que opera la planta, lo que ha obligado a evacuar a los técnicos que trabajaban para intentar repararlo. TEPCO señala que estos niveles se han detectado en el agua acumulada en el edificio en que se encuentra la turbina del reactor.
«TEPCO ha detectado hasta 400 milisievert en la superficie del agua acumulada en el edificio que alberga la turbina del reactor 3, un nivel que puede provocar daños a la salud si se recibe en un intervalo corto. También preocupan las grandes cantidades de líquido irradiado en los reactores 2 y 4 (…)
«En el reactor 1, la profundidad del agua tóxica era de 40 centímetros, mientras que en el 3, el lugar donde sufrieron quemaduras dos operarios, alcanzaba 1,5 metros.»
Según la agencia local Kyodo, en los edificios de turbinas hay zonas inundadas con agua altamente contaminada, que en algunos lugares alcanza una profundidad de hasta 1,8 metros.
Siguiendo el ritual que lleva practicando desde hace tiempo, TEPCO informó en una rueda de prensa posterior que se ha errado en las mediciones hechas públicas horas antes: «Se ha producido una confusión entre el yodo 134 y el cobalto 56», ha declarado Sakae Muto, vicepresidente de la empresa.
TEPCO volverá a realizar un análisis de los niveles de radiación. No obstante, se mantiene la evacuación de los trabajadores.
¿Cuál es la situación actual?
Resumiendo, a pesar de la desinformación o no, tenemos, diseccionando los datos opacos que lanzan la OIEA, el Gobierno japonés y TEPCO:
– Piscinas de desechos tóxicos dañadas
– Reactor número 2 donde puede haber habido fusión parcial del núcleo
– Reactor número 3 que parece agrietado (y con declaraciones anteriores donde se sospechaba que también había fusión parcial del núcleo)
Rafael Grossi, subdirector general adjunto de la OIEA, decía el sábado 26 a El País que «la situación en la central de Fukushima es grave» y que «en cualquier momento» puede degradarse ¿Qué significa esto a estas alturas? Esperamos que no lo que imaginamos.
Hasta ahora, la estrategia ha sido restablecer la conexión eléctrica (seriamente dañada por los problemas que hemos mencionado) para refrigerar de esta manera a los reactores, los cuales no sabemos con exactitud hasta qué punto están dañados, aunque los niveles altísimos de radiación de los dos últimos días sugieren un daño estructural en algún lado.
Hirose Takashi es un experto en energía nuclear que concedió una entrevista, parte de la cual apareció en REBELIÓN (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=124946 ). En ella ofrece su testimonio:
«Si se quiere enfriar un reactor con agua, hay que hacer circular el agua por dentro para sacar el calor, cualquier otra cosa no tiene sentido. La única solución es el restablecimiento del suministro eléctrico. Lo otro [verter agua encima del reactor] es como volcar agua en la lava (…) Durante una semana han estado volcando agua allí. Y el agua es salada. Si pones agua salada en un horno caliente, ¿qué pasa? Produces sal. La sal entra en las válvulas y las paraliza (…)»
Esta entrevista es de ¡Hace más de una semana!… Parece que, ahora, se ha empezado con agua destilada a volver a enfriar dos de los cuatro reactores afectados por explosiones. Pero, independientemente de eso, la situación en los reactores 1,2 y 3 es problemática, con altísimos niveles de radiactividad.
Si esto no funciona, pueden hacer falta medidas más drásticas como enterrar la central en arena y hormigón. Nuevamente, parece haber un problema de prestigio de la compañía, del Gobierno, y hasta de la OIEA para resistirse a esta opción ¡Sería la solución Chernóbyl! ¡Y Japón no es Chernóbyl! ¡Ni la OIEA es igual que la agencia nacional de seguridad nuclear soviética! Más adelante veremos que no es sólo una cuestión de prestigio.
Sí hay otra versión sobre lo sucedido. Sí hay otras alternativas
En un artículo aparecido en la web REBELIÓN de Alejandro Nadal, aparecido originalmente en el mexicano La Jornada, encontramos el siguiente análisis:
«Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.
«Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.
«La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto».
Cada vez cobra más fuerza la idea de que el terremoto jugó un papel muy importante a la hora de dañar la estructura básica de la central, tanto de sus reactores activos como apagados, junto con sus piscinas de desechos radiactivos. El maremoto, posiblemente, tuvo los efectos originalmente explicados. Pero lo que hay que investigar hasta el final es si la empresa sabía que el terremoto había afectado de manera vital a la planta antes.
Nosotros acusamos… al capitalismo
En cualquier caso, la actuación de la empresa (como de otras tantas de su ramo) está probada como criminal desde hace décadas, y como tal debe ser juzgada.
Hay más casos. Construir una central nuclear en una falla, teniendo en consideración el nivel de conocimientos técnicos actuales, es una muestra de la negligencia que recorre el sistema de explotación económico en que vivimos. La planta nuclear de Tokai, a mitad de camino de Tokio y Fukushima, está en la unión de dos fallas locales, al igual que la mencionada antes y accidentada en el 2007 de Kashiwazaki Karina. Lógicamente, con la sabiduría actual, el peligro de que haya un desastre todavía mayor que el de Fukushima es mayor en estas dos plantas. Supone un acto de irresponsabilidad no cerrarlas de inmediato.
Construir una central nuclear a pie de playa, en el lugar mismo de donde proviene la palabra ‘tsunami’ ¿Cómo es posible? ¿Por qué se han ubicado en Japón tantos reactores al lado del mar en una zona propensa a maremotos? La Union of Concerned Scientists lo ha documentado con precisión: por razones económicas. No hay que pagar por el agua del mar, sale muy barata, rebaja costes y aumenta beneficios, especialmente en un país sin ríos de caudal importante.
La negligencia y falta de previsión es escandalosa y solo puede ser atribuible racionalmente al ocultamiento de información básica por motivos de prestigio que ponen en cuestión el diseño básico de esta central (es decir, de otras muchas en todo Japón), que deberían así ser cerradas de inmediato, lo que pondría en la picota a casi todas las grandes eléctricas japonesas, con consecuencias importantes para el resto de multinacionales exportadoras japonesas. Esto, a su vez, también afectaría a esta industria a nivel mundial, y a la producción mundial a corto plazo. No hace falta explicar que la mayoría de centrales nucleares del mundo no cuentan con las medidas de seguridad que existen en Japón, ni las más generales, ni las más particulares contra los seísmos.
La situación generada por la locura de la producción capitalista, que lleva a la búsqueda mezquina del máximo de beneficios por parte de las multinacionales, ha llevado a una confabulación enorme de ocultación de la realidad, que afecta al conjunto del poder establecido en Japón y que, tal como revelan los cables de Wikileaks, no es nueva en absoluto.
Para el Estado japonés, a su vez, con una Deuda pública que llega ya al 204% del PIB, con daños que reparar por el doble cataclismo natural que puede que asciendan al 8% de su PIB, el tener que hacer frente a una factura suplementaria para limpiar y hacer frente al cierre de las centrales japonesas va a suponer una dolorosa carga.
El modelo japonés entró probablemente en una nueva crisis. Varias centrales nucleares deben ser cerradas ya y eso plantea un coste decisivo sobre los costes energéticos de las industrias instaladas allí, buena parte de las cuáles pueden pensar en deslocalizar parte de la producción. Evidentemente, va a haber resistencias a admitir esta situación.
Con los datos en la mano, todos los organismos internacionales y buena parte de los nacionales de seguridad nuclear, han perdido toda credibilidad por su ligazón material a los intereses de los capitalistas del sector. En la industria más delicada y peligrosa; en el país que tecnológicamente más nos maravilló en los últimos 50 años; en el país donde, con todas estas condiciones junto con su riesgo geológico, más seguros tenían que haber sido los protocolos de seguridad, éstos han fallado una y otra vez ¡Y hubo avisos! ¡Vaya si los hubo!
¿Cómo podemos confiar en este sistema? ¿Qué industria es segura? ¿Qué alimentación es sana y segura? Preguntémonos a nosotros mismos lo que implica la lógica de la dominación del capital financiero, de las grandes empresas y compañías de seguros, que solo buscan sus resultados a corto plazo. Hoy en día, la calidad de muchos productos se resiente en demasía, debido a la presión del corto plazo del capital financiero, ni siquiera los antaño prestigiosos grupos industriales realizan una inversión de recursos con visión a largo plazo. La propia crisis del capital financiero, cuyos valores ficticios son sostenidos por los Gobiernos cueste lo que cueste, amenaza con devorar y arrastrar tras de sí a muchos grupos industriales. Este es el capitalismo senil en todo su apogeo.
La cuestión es que, bajo el capitalismo, ni siquiera la industria concebida y planificada a más largo plazo, se libra de que está concebida «para buscar beneficios» y «más beneficios que la competencia».
Todo está en cuestión para estos grandes propietarios que quieren más y más. Si miramos a nuestro alrededor, desde la energía, hasta la salud, la jubilación, el ocio… Y, finalmente, el medio ambiente y, con él, el futuro físico de nuestros hijos. El capitalismo nos lleva a un callejón sin salida y, en definitiva, a la crisis del planeta.
Cronología de una catástrofe
Se cumplen ya más de quince días desde que Japón sufriera un terremoto de proporciones colosales (8’9 en la escala de Richter, posteriormente elevado a 9 grados), el viernes 11 de marzo, seguido de un posterior tsunami que arrasó más de 500 kilómetros de costa que provocaron enormes tragedias personales y materiales.
La cifra de víctimas y desaparecidos provocada directamente por ambos cataclismos, en constante alza aún hoy en día, supera ya la cifra de 27.000 personas. 240.000 personas continúan alojadas en centros sociales o deportivos. Otras padecen cortes de luz y calefacción, en una de las principales potencias económicas del globo.
Lógicamente, hay desastres naturales que son difíciles de prever, si bien Japón es probablemente el lugar donde la especie humana acumula más saber sobre este tipo de tragedias merced a su propio devenir geológico. El país está asentado en la unión de dos placas oceánicas, lo que conlleva que sea una de las zonas sísmicas más activas del planeta. La palabra ‘tsunami’ (maremoto) es una palabra japonesa extendida internacionalmente en su uso. Para los japoneses, desde hace centurias cuando menos, es conocido que a un fuerte terremoto le sigue un maremoto.
¿Qué pasó realmente aquel día?
Aunque se ha gastado mucha tinta asegurando que la central resistió bastante bien el terremoto, cada vez surgen más dudas al respecto. Según la propietaria de la central nuclear, la eléctrica TEPCO, y el Gobierno, las medidas de seguridad de la central se pusieron en marcha para llevar a cabo la parada progresiva de la misma. La cuestión es que llegó el tsunami ¡Y tenía que haber llegado el tsunami! Después de un fuerte terremoto, siempre viene un tsunami.
El lobby nuclear no ha dejado de decir desde ese día que ‘nadie podía esperar que llegase un terremoto tan fuerte’. En primer lugar, a lo largo del siglo XX ha habido terremotos aún más fuertes:
La ciencia, y el conocimiento en general, suponen el dominio sobre el saber pasado para anticiparse a problemas y sorpresas de este calibre. Y sí, eran de esperar, son de esperar de hecho en el futuro, terremotos incluso aún más fuertes que el de hace un par de semanas. Y es seguro que seguirán afectando a Japón, zona sísmica de primer orden ¿Qué geólogo serio no diría eso?
Parece que una vez que el golpe de mar impresionante golpeó a la central, ésta se quedó definitivamente sin electricidad, por lo que el sistema de refrigeración de los reactores dejó de funcionar y el complejo empezó a convertirse en una amenaza.
Pasaron cinco horas después del terremoto frente al Pacífico, pero menos de cuatro desde el tsunami. En TEPCO, la compañía eléctrica propietaria de la central, ya saben que los sistemas de refrigeración de los tres reactores de la central que estaban en funcionamiento (otros tres estaban en parada por revisión), los reactores 1, 2 y 3 de Fukushima, están fuera de control. TEPCO conoce el riesgo asociado a una prolongada parada, con el sobrecalentamiento aparejado sobre su combustible, pero la empresa oculta irresponsablemente durante un tiempo precioso el peligro.
Ahora bien, materialmente, sí sabemos que había recursos muy cercanos que podían haberse abierto paso en horas para iniciar las labores previas de conexión eléctrica que, posteriormente, tuvieron que tardar más de una semana en iniciarse. La VII Flota estadounidense, a la que el portaaviones Ronald Reagan pertenece, se encontraba a escasos 160km de la central mar adentro, y podía suministrar electricidad a través de un cable desde el mar.
Una vez llegados a este punto, hay un oscurantismo que a día de hoy no se ha esclarecido. No se sabe qué condiciones o negociaciones se llevaron a cabo a tres bandas entre la compañía, el Gobierno de los EE.UU. y el Gobierno japonés. Probablemente tengamos que esperar a que haya otra nueva filtración futura a través de Wikileaks.
En un contexto en el que la temperatura de diferentes reactores de la central aumentaba hasta un punto crítico (aunque la empresa propietaria ocultó al público esta informarción todo lo que pudo), el trabajar cerca de la central conllevaba ciertos riesgos. La medida que se ha presentado como ‘desesperada’, de bombear agua desde el aire, y que se realizó días después, se podía haber efectuado el primer día, y probablemente pudo ser pedida por el Gobierno norteamericano al japonés para que sus soldados trabajasen con mayor seguridad.
Un ex ejecutivo de TEPCO ha cuestionado en The Wall Street Journal que la eléctrica tardara en inyectar agua de mar para refrigerar los reactores, y critica que durante el primer día la empresa tratara de salvar los reactores, con lo que perdió unas horas cruciales.
Sabemos fehacientemente, a través de los medios de comunicación, que el Gobierno norteamericano, como publicó la prensa española, llegó a mandar aviones para colaborar en la refrigeración de la central desde el aire. Esos aviones, en esas condiciones de doble cataclismo, nunca hubieran despegado sin el consentimiento inicial del Gobierno japonés. Lo cierto es que, posteriormente, el Gobierno japonés renunció a ese bombeo de agua con refrigerante, podemos suponer que por presiones de la empresa, que tiene una larga tradición de influencia sobre Gobiernos y jueces en Japón.
Entonces, antes de las explosiones posteriores, la empresa todavía aspiraba a controlar y reutilizar los reactores nucleares. No quería utilizar agua de mar en la refrigeración de la central porque aquella inutiliza los conductos eléctricos, dejando a los reactores prácticamente inservibles.
Independientemente de que muchos científicos se cuestionan la utilidad de estos bombeos de agua desde el aire, una vez que empieza una reacción nuclear descontrolada en cadena en el núcleo de los reactores (que es lo que parece haber ahora en uno o más reactores), en las primeras horas del accidente todavía no se había iniciado esa reacción debida al daño del núcleo.
El plan de la empresa era soltar vapor de los reactores sobrecalentados (¡Para ellos es un daño menor que se libere algo de radiación a la atmósfera!). Pero cuando sueltan este vapor radiactivo ocurre un problema: en los tres reactores que estaban en funcionamiento (en primer lugar en el número 1) no se evacua adecuadamente este vapor, que se descompone en sus partes constituyentes y se acumula entre el edificio de contención y el edificio del reactor (que rodea al anterior y a parte de las infraestructuras anexas a éste).
Se libera hidrógeno que explosiona con el oxígeno pero, debido al fallo de diseño de los reactores y de la central (que luego explicaremos más en detalle), lo hace dentro del edificio del reactor, con lo que se da un salto cualitativo: se dañan estructuras básicas que provocan fugas recurrentes del edificio de contención que, en teoría, era una cámara inexpugnable de más de dos metros de hormigón y acero.
Llegados a este punto, para entender cómo un problema de diseño básico (no de la Naturaleza), puede darse en la industria más peligrosa y delicada del planeta, demos un salto atrás para mejor entender toda la escalada de acontecimientos posteriores y por venir.
TEPCO, el Gobierno japonés y sus continuas mentiras durante años
TEPCO, la Tokyo Electric Power Co., propietaria de la planta en Fukushima, es la primera compañía eléctrica en Asia y está entre las más grandes del mundo. Su capacidad de producción llega a 64.487 megawatios MW). La mayor parte de la producción está representada por centrales térmicas. TEPCO tiene 25 centrales de ese tipo, para una capacidad total de producción de 38.189 MW. La capacidad de producción de sus tres plantas de energía nuclear (Kashiwazaki Kariwa, Fukushima Daiichi y Fukushima Dani) aportan 17.308 MW. En cambio, la cuota de producción de energías renovables de la multinacional es insignificante, 4 MW.
A su vez, en el conjunto de Japón, hay 54 reactores nucleares concentrados en 18 plantas, que producen anualmente 47.000 MW, representando la energía atómica el 29% de la energía producida por el país. Como vemos, tanto la energía atómica como TEPCO son muy importantes en la cadena de producción económica japonesa.
El año 2010 volvió a obtener beneficios que totalizaron 115 millones de yenes. Anteriormente, había sufrido pérdidas tanto en 2009 (-84 millones de yenes), como en 2008 (-150 millones de yenes), fruto, como veremos, de su anterior negligencia ante otro fallo en una central nuclear de su propiedad en el 2007.
El contexto de aquel accidente del 2007 recuerda, a una escala menor, a lo ocurrido ahora. Entonces, un terremoto de magnitud 6,8 Richter sacudió Japón causando daños a la planta de Kashiwazaki Kariwa, la más grande del mundo. Hubo un incendio. Las imágenes de humo fueron vistas saliendo de la central en directo por televisión durante una hora. El accidente causó la dispersión de más de 1000 litros de agua contaminada con sustancias radiactivas en el mar, aunque el Gobierno y la empresa en un primer momento hablaron solo de litro y medio.
Parece que para TEPCO, como veremos, la diferencia entre 1’5 y 1.000 depende muchas veces del griterío que se organice en la opinión pública. Más adelante veremos como con cifras mucho mayores lleva adelante lo que parece que es este macabro juego.
TEPCO se justificó diciendo que, cuando la planta fue construida en los años 70, no estaba constatada la presencia de la falla. Ese desconocimiento puede suscitar algunas dudas sobre la buena fe de los propietarios de TEPCO. Pero estas dudas se disipan rápidamente cuando conocemos que TEPCO tiene una muy bien ganada reputación de falta de transparencia.
Sólo cinco años antes, la alta gerencia tuvo que admitir haber falsificado los informes de seguridad de la energía por un período de más de 15 años, más de 200 informes en total. El presidente de la compañía tuvo que dimitir entonces. Hoy sabemos que esta fue una práctica habitual de todas las eléctricas japonesas: Hokoriku Electric o Chugoku Electric. Podemos preguntar: ¿Esto solo sucede en Japón?
El seísmo superó las bases de diseño de la nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor del mundo, de siete reactores nucleares frente a la costa. La aceleración medida en la tierra durante ese terremoto de «solo 6,8 grados» en la escala Richter fue de 680 metros/segundo. Las bases de diseño en el reactor 1, por ejemplo, solo contemplaban un terremoto con una aceleración de 273 metros/segundo.
Resultó que la planta se había construido cerca de una falla sísmica activa. Kashiwazaki Kariwa fue cerrada durante dos años. NISA, la agencia oficial nuclear japonesa, mantuvo cerrados los reactores dos años (han abierto escalonadamente) y pidió a TEPCO que revisara la seguridad de sus nucleares contra terremotos. Una parada que explica el rojo intenso de las cuentas de la compañía en 2008 y 2009.
Hay más casos. The Guardian informó que WikiLeaks había publicado un cable diplomático en el que un político japonés «de alto nivel» decía a los diplomáticos estadounidenses que el ministerio responsable de la energía nuclear en los gobiernos japoneses había «encubierto los accidentes nucleares y ocultado los verdaderos costes y problemas asociados con la industria nuclear».
Más aún: según sabemos ahora, un representante del OIEA dijo que las guías de seguridad sísmica se habían revisado sólo tres veces en los últimos 35 años, y que el OIEA debería de volverlos a examinar. El cable, también de Wikileaks, continúa: «Además, el informante señaló que los recientes terremotos en algunos casos han superado la base de diseño de algunas centrales nucleares, y que este un problema grave que está afectando el trabajo de seguridad sísmica.»
La central accidentada de Fukushima estaba diseñada (nos dicen) para resistir un terremoto de magnitud 7 y un tsunami de olas de 5,7 metros. Sin embargo, la central es más antigua que la anteriormente mencionada de Kashiwazaki Kariwa, construida entre 1980 y 1996, y accidentada en el 2007 ¿El diseño de la central más antigua resiste un terremoto de más intensidad que la más nueva? Nuevamente, nos tenemos que creer lo que dice la empresa que, a estas alturas, no conserva una gran credibilidad.
El diseño de este tipo de sistemas de contención fue debatido desde su diseño en los años 60 por General electric. Fue puesto en duda por un informe oficial de los EE.UU. en 1972, un año después de que abriera el primer reactor de Fukushima. Pero, después del primero, el Fukushima 1 (construido en 1971), vinieron los demás: el Fukushima 3 (1976) y el Fukushima 4 (1976) y el Fukushima 2 (1974).
Es decir, lisa y llanamente, la empresa TEPCO, con la complicidad del Gobierno japonés, obvió informes claros y contundentes que afirmaban que su diseño era incorrecto. No es un olvido menor, tampoco será la primera vez que actúe así esta empresa.
Volvemos a hace dos semanas: accidentes en cadena
Después de la primera explosión del edificio del reactor 1, en Viena, la agencia internacional de la energía atómica (OIEA), en base a la información procedente de Tokio, tranquiliza al mundo. En la noche del 12, cuando en Japón es la mañana del 13, un comunicado de prensa anuncia que se «ha clasificado el accidente en el nivel 4 en la escala INES. Con consecuencias locales.»
Pero la agencia nuclear francesa reporta una contradicción objetiva entre la seguridad que pretende traslucir el Gobierno de Tokio y las medidas que el mismo Gobierno tiene adoptadas sobre el terreno, que responden a una alarma mucho mayor. El Gobierno francés, participante de la principal multinacional mundial nuclear, Areva, con casi tres cuartas partes de la electricidad generada en Francia por potencia nuclear, estaba particularmente interesado en aparecer como ‘preocupado’.
Frente al secretismo tradicional del Gobierno japonés (e incluso, en el pasado, del Gobierno norteamericano en el accidente de Chernobyl, en 1986), en este asunto, como en el de la intervención imperial en Libia días atrás, el pequeño Napoleón que se considera Sarcozy, ha intentado aparecer con toda su demagogia. En este caso, apareciendo como el campeón de la información, para intentar que no se cumpliesen las previsiones electorales que finalmente se acabaron concretando hace 7 días, cuando su partido recibió un ridículo 17% en las elecciones locales francesas.
El 13 de marzo, el área de evacuación se extiende a 20 km y comienza la distribución de píldoras de yodo a la población. Mientras, el 14 de marzo, otra nueva explosión sacude el edificio del reactor 3. Esto demuestra que en Fukushima, tres días después, las operaciones de enfriamiento de los reactores no han producido ningún efecto. La agencia de noticias Kyodo afirmó entonces que se habían comenzado a fundir los dos reactores afectados. Inmediatamente, se supo que el combustible del reactor número 2 quedó al descubierto. Es solo entonces, el 14 de marzo, cuando el Gobierno japonés pidió ayuda a los organismos internacionales. Se perdieron tres días desde el terremoto (cuando probablemente la empresa disponía de datos sobre fallos estructurales en los reactores) y dos desde la primera explosión.
Desde entonces, TEPCO, el Gobierno japonés y, ahora, la Agencia Internacional de la Energía atómica (OIEA) han continuado, por ser generosos, transmitiendo información opaca y muy contradictoria. Ya entonces, la autoridad nuclear francesa habló de que el accidente se encuentra en el nivel 6 en la escala INES, donde el 7 es el máximo, «más allá de Three Miles Island, sin llegar a Chernóbil», los anteriores máximos desastres nucleares.
La prueba de que la empresa está desbordada, y ha ocultado información preciosa, es que al día siguiente hay otra nueva explosión de hidrógeno en el reactor número 2 y, de repente, se produce un incendio en las piscinas (producido por la evaporación de agua) de desechos radiactivos del reactor número 4, piscinas alojadas irresponsablemente ¡¡Encima! de los reactores en esta central, para ahorrar costes! El incendio de la piscina se traslada al reactor a las pocas horas.
De cómo el sacrificio de los operarios no puede evitar el desastre provocado por la compañía
La situación entonces desemboca en el pánico y la empresa retira a casi todos sus operarios, menos a un retén de 50 trabajadores que hacen su labor a obscuras, con trajes especiales y pesados, respirando por tubos, trabajando en tramos inundados para reparar conexiones eléctricas y laberínticas inutilizadas por la mala planificación y el afán de lucro…, En condiciones propias de guerra nuclear, se sacrifican de manera valerosa intuyendo (y en los días posteriores con pleno conocimiento) que van a recibir dosis radiactivas cancerígenas o letales.
Las piscinas de los reactores 5 y 6 comienzan entonces a calentarse, por la pérdida del agua que recubre al material radiactivo usado, por motivos que nadie explicó exactamente hasta hoy. Estos últimos hechos arrojan totalmente por la borda la versión dada tanto por TEPCO, como por el Gobierno, como por parte también de la OIEA, hasta el día de hoy.
En primer lugar, los reactores 4, 5 y 6 estaban apagados cuando se produjo el terremoto debido a una revisión. En segundo lugar, los reactores 5 y 6 se encuentran relativamente separados y a distancia de los otros 4.
Los retenes de 50 trabajadores van cambiándose. Varios de ellos, antes de acabar su turno, sobrellevarán sobre su cuerpo dosis 10.000 veces a las recomendadas. Hoy son ya más de 700 trabajadores, la mayoría de rangos bajos (lo cual no es casualidad), muchos de ellos jubilados que se han presentado voluntarios que, en el mejor de los casos, podrán morir de manera natural antes de desarrollar el inevitable cáncer que les afectará.
Sufren «niveles de radiación letales», según Gregory Jaczo, presidente de la Comisión Reguladora Nuclear de los EE.UU. Evidentemente, ese trabajo no se hace por dinero (no hay ninguna prima especial). Aquí, como vimos en Chile con los mineros hace meses, los valores humanos más nobles brotan en mitad de tanto engaño y afán de mezquindad: la abnegación, el sacrifico desinteresado y el heroísmo para salvar al colectivo, que son los valores que jamás podrán ser superados por ninguno de los otros partícipes en esta tragedia.
Naoto Kan, primer ministro, llegó a amenazar sin ningún pudor a TEPCO con multas y castigos si los operarios abandonaban la planta de Fukushima, queriendo convertir este sacrificio en algo parecido a una ejecución.
Para ayudar a ello, el Gobierno japonés decidió cambiar los pasados días la dosis máxima permitida legalmente (elevándola de 100 milisievert al año, a 250) que pueden recibir los trabajadores de una central nuclear. «Diecisiete trabajadores han recibido dosis de entre 100 y 180 milisievert», según el OIEA. En una zona con agua en la que se contaminaron tres empleados, el OIEA midió dosis de «400 milisievert por hora», lo que implica que en un cuarto de hora un trabajador recibiría la dosis de un año.
No hizo falta obligar a los obreros. El pueblo japonés encontrará una referencia moral en sus obreros cualitativamente más elevada que en sus gobernantes económicos y políticos:
«Mi padre se fue a la planta nuclear. Nunca había oído a mi madre llorar tanto. Pero nunca había estado tan orgullosa de él. Por favor papá, vuelve vivo» (Público, 26-03-2011).
El día 17 se puede por fin bombear agua por medio de helicópteros a los reactores de la central y a las piscinas recalentadas. La cuestión es que ahora, posiblemente, ya había empezado una reacción en cadena descontrolada en uno o varios de los reactores de la central nuclear. Ese método hubiera servido el primer día para tratar de trabajar con más seguridad, enchufando corriente eléctrica a la central para aprovisionar de energía a ésta y restablecer sus sistemas de refrigeración instalados, hoy inservibles por sucesivas explosiones, o por la corrosión producida por la cristalización continuada de la sal marina después de muchos días de acción de ésta.
Se empieza a bombear agua en el reactor número 3 porque este funciona con una mezcla de uranio más plutonio, mientras que el resto de reactores funcionan tan solo con uranio. El plutonio es mucho más radiactivo que el uranio, por lo que este reactor por sí solo, potencialmente es mucho más peligroso.
El fin de semana del 19 y 20 de marzo la atención mundial queda desplazada por la intervención imperialista en Libia. Hay resúmenes y balances dominicales pero las noticias, a partir del lunes siguiente, descienden en intensidad a pesar de que posiblemente estemos ante una reacción nuclear en cadena descontrolada en uno o más reactores nucleares. La «tranquilidad» venía dada, según nos explican, porque se enchufó un cable hasta las bombas de refrigeración en los días siguientes, en todos los reactores. La cuestión es que, una semana justa después, como veremos, los resultados son parcos en este aspecto.
El sábado 20, el Consejo de seguridad nuclear español informó de que Fukushima tenía otra piscina de combustible, «enorme», que acumulaba desechos conjuntos de los seis reactores «sobre la que no se había suministrado información hasta ahora».
Se detecta contaminación de diferentes tipos de alimentos en diferentes zonas cada vez más amplias, que acaban afectando a la región central donde se sitúa Tokio. El martes 22 la OMS dice que la contaminación de alimentos es un problema «grave». La contaminación afecta también a un depósito de agua de la capital japonesa.
El jueves 24 y el viernes 25, con todo el mundo concentrado en Libia, la información sobre Japón pasa a mínimos en la prensa, una escasa página en los principales medios, informando sobre la mejora de los acontecimientos y de la radiactividad con efectos pasajeros sobre algunos alimentos.
Súbitamente, en este último fin de semana, todo cambia: se informan de incrementos sustanciales en los niveles de radiactividad. Tres trabajadores pisan charcos de agua radiactiva de 30 cm de altura en el reactor 3 (el que contiene plutonio además de uranio), que contienen 10.000 veces más radicación de lo habitual. «Un nivel tan alto de radiación podría significar bien que la vasija de contención del reactor número 3 está dañada, bien que las barras de combustible están parcialmente fundidas. En cualquier caso, una tragedia» (Público, 26-03-2011). Fue Hidehiko Nishiyama, portavoz de la agencia de seguridad nuclear japonesa, NISA, quien barajó en público ambas posibilidades, con lo que hizo saltar todas las luces de alarmas.
Horas más tarde, como viene siendo habitual, rectificó en sentido contrario.
El primer ministro, Naoto Kan calificó entonces el estado de Fukushima de «muy grave» y su evolución de «impredecible». La esposa de Naoto Kan publicó el año pasado un libro titulado ¿Qué demonios va a cambiar en Japón ahora que tú eres primer ministro? Sin querer entrar en elucubraciones catastrofistas, pero simplemente teniendo en cuenta la opacidad y falta de credibilidad del personaje que utiliza semejantes expresiones, la situación actual parece pronosticar una situación donde puede haber un imprevisible drama, mayor del vivido hasta ahora.
El peligro de la radiación
Para aumentar la confusión, el Gobierno japonés, que hasta entonces había evacuado tan solo un perímetro de 20 kilómetros alrededor de la central, creando otro perímetro de 30 kilómetros donde sí se podía residir voluntariamente, animó a las decenas de miles de personas que todavía sobrevivían entre los 20 y 30 kilómetros «encerrados en sus casas», a irse definitivamente. La Agencia de Seguridad Nuclear Japonesa (NISA) ha avisado de que pasarán meses, e incluso años, antes de que estas personas evacuadas pueden regresar a sus hogares.
El Gobierno norteamericano propuso despoblar un área mayor, de 80 kilómetros alrededor de Fukushima.
El día 15 de marzo se proporcionaron cifras oficiales por primera vez sobre el nivel de radiación registrados en la central: 400 milisieverts por hora. La cantidad que una persona promedio absorbe en un año de exposición a la radiactividad natural es de 2,4 milisieverts. El resultado ordinario de rayos X para un paciente ordinario es de una absorción de 1 milisievert.
En los últimos días ha cundido la desinformación sobre lo que significa realmente el peligro de la radiación. Se habla de exposición «segura», «inofensiva» o «menos que peligrosa». La verdad es que no hay ningún nivel de exposición a la radiación, por pequeño que sea, que resulte inofensivo. Toda agencia científica que regula la contaminación radioactiva está de acuerdo en este punto. Es decir, cualquier tipo de aumento de la radiación sobre lo ordinario es un crimen para la salud.
Evidentemente también hay una diferencia entre estar afectado intermitentemente por una fuente de baja radiación (o alta), que es grave, a que en tu cuerpo entre una partícula radiactiva (o muchas), que son ellas mismas fuentes de radiación. La demagogia, por no hablar de continua falacia, que en este sentido se está utilizando por parte de algunos responsables de determinadas agencias nucleares raya en lo criminal, minimizando el que se incrementen los niveles de radiación.
Las autoridades francesas estimaron hace unos días, el 23 de marzo, que Fukushima había liberado ya una décima parte de radiactividad de la que se liberó en Chernobyl, Estos datos no incluían las piscinas de combustible gastado.
Posteriormente, el Gobierno japonés, para contrarrestar el efecto del informe francés, ha estimado que las emisiones radiactivas de Fukushima suponen alrededor del 1% de las emisiones de Chernóbyl. Aunque estas cifras son difícilmente comparables por varias razones: en Fukushima, una parte de la radiación se ha originado en las piscinas de combustible gastado, lo que significa según los expertos que los elementos radiactivos liberados son significativamente de más larga duración y más peligrosos para la salud que los de Chernóbyl.
La última valoración comparativa con Chernóbyl corrió a cargo del Instituto Central de Meteorologìa y Geodinamica de Austria, una instituciòn oficial. Estimado este organismo que las emisiones de Fukushima ascienden al ¨20% de Chernobil, en yodo 131 y entre el 20 y el 60% en Cesio 137, utilizando datos de estaciones de mediciones de California y Japón.
Grossi, subdirector general adjunto de la OEIA, dijo el sábado 26 que no se producirá un nuevo Chernóbyl, porque allí «la liberación estuvo agravada por una explosión que liberó a la atmósfera una nube radiactiva monstruosa».
Ahora bien, aunque nunca ha habido un estudio serio sobre las consecuencias de Chernóbyl, fundamentalmente debido a la falta de recursos destinados a ello por la OEIA y la OMS, allí la liberación de energía radiactiva al espacio se paró cuando se vertió suficiente hormigón como para construir un sarcófago que encerrase al núcleo atómico de la central.
Diferentes expertos han reclamado ya esa solución para Fukushima. La cuestión es que ¿Haría falta hacer eso con un reactor, con dos…? No se sabe. La compañía eléctrica calla y el Gobierno también.
Por su parte, Greenpeace publicó este fin de semana un informe en el que eleva a nivel 7 el desastre de Fukushima, el mismo rango que Chernóbyl. Según el experto en seguridad nuclear Helmut Hirsch, la central japonesa ya ha liberado la suficiente cantidad de radiactividad como para ser calificado al máximo nivel según la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES).
Tomando el estudio austríaco solo como aproximado:
•- Aunque adoptemos el porcentaje más bajo de vertidos radiactivos que ha calculado
•- Tomando como base que esto va a seguir así (liberación intermitente de radiactividad como la que hemos tenido), en el mejor de los casos, durante unas pocas semanas: la física teórica establece que una ‘reacción en cadena’, tarda en controlarse semanas o meses.
•- Esperando ¡Ojalá! que se empiece a controlar la reacción que se haya podido generar y que empiece cuanto antes a enfriarse todos los reactores y todas las piscinas; entonces,…
… Al final, tendremos un nivel de radiación generada que, como mínimo, se va a acercar bastante al de Chernobyl.
Últimas y preocupantes noticias: se incrementa dramáticamente la radiación
Se han publicado los primeros análisis de contaminación radiactiva del suelo: A 40km de Fukushima se han medido 163,000 Bq/kg de cesio-137 y 1.170.000 Bq/kg de yodo. La NISA (Agencia de Seguridad Nuclear Japonesa) estima que el suelo tiene que ser «reemplazado».
La contaminación de la tierra en la región, con niveles del isótopo cancerígeno cesio 137, que tiene una vida media de 30 años, es comparable con Chernóbyl, según Tetsuji Imanaka, del Instituto de Investigación de reactores en Osaka.
El OIEA afirmó el sábado 26 que es probable que esté dañada la contención del reactor 3, el que usa uranio y plutonio como combustible, lo que lo convierte en potencialmente mucho más radiactivo que el resto.
TEPCO prefiere una explicación más alambicada: «la fuga radiactiva detectada en el agua es mayor de lo esperado«, lo que puede demorar el enfriamiento de rector numero tres, ya que el problema parece proceder de la piscina de refrigeración (según la empresa, esto es lo que nos tenemos que creer).
Los niveles de radiación en el mar, en las cercanías de la costa, facilitados por TEPCO, se han incrementado dramáticamente:
– El martes 22 de marzo: el nivel de yodo 131 fue 126 veces el del tope legal
– El 24 de marzo: 145 veces más alto que el del tope legal.
– El 26 de marzo fue de 1.250 veces más alto que el del tope legal.
– El 27 de marzo fue de 1.850 veces más alto que el del tope legal.
Los niveles increíbles alcanzados el sábado fueron valorados por TEPCO simplemente como «relativamente altos». De hecho, hoy ya no ha sido TEPCO, sino la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial japonesa, NISA (organismo oficial ligado a la industria nuclear japonesa) quien ha informado, aunque, como luego veremos, ha sido desmentida posteriormente por la propia TEPCO.
El portavoz de la Agencia citada, NISA, Hidehiko Nishiyama, afirmó hoy domingo que beber medio litro de agua dulce con el actual nivel de radiactividad expondría a una persona a la dosis máxima permitida en un año. Claramente, no pueden negar la evidencia de los riesgos para la salud humana, que han sido públicamente dados a conocer en el público por otros medios científicos. Ahora bien, intentan minimizar y desviar riesgos a largo plazo en otros ámbitos:
«Nishiyama descartó que la contaminación suponga una amenaza para la vida marina y la seguridad en el consumo de pescado. ‘Hablando en general, el material radiactivo soltado al mar será dispersado por las corrientes, así que haría falta mucho más para que las algas y la vida marina lo absorbieran’ «(web El País, 27-03-2011).
Las mediciones aportadas anteriormente están basadas en yodo radiactivo, cuya radiactividad se reduce a la mitad en ocho días. TEPCO afirmó anteayer: «para cuando la gente coma productos del mar, las cantidades habrán disminuido probablemente de forma significativa». Al parecer, para la gente de Japón, la que más pescado consume del mundo y que más sabe de su arte culinario, el comer el pescado ¡¡A los 8 días de ser pescado para recibir sólo la mitad de la radiación 1850 veces permitida para la salud, es algo posible y natural!!
Lo que hay que decir también es que, según las mediciones de TEPCO del sábado (no del domingo, cuando debieron de aumentar mucho más), los niveles de cesio 137, que tiene un ciclo de reducción de su vida de unos 30 años, multiplicaban por 79,6 veces el máximo legal.
Hoy, domingo 27, el OIEA ha comunicado que se ha detectado la presencia de yodo 131, cesio 137 y cesio 134 a niveles como los de la zona del reactor 3, donde tres trabajadores resultaron heridos el jueves cuando entraron en contacto con agua radiactiva a un nivel 10.000 veces superior al normal.
Después de los esfuerzos y los sacrificios sobrehumanos de los trabajadores, la web de El País informa hoy domingo de resultados desalentadores y muy preocupantes:
«Desde hace más de dos semanas, Japón trata de restablecer el suministro eléctrico, sin que ayer lo hubiera conseguido totalmente en cuatro de los seis reactores. Sí logró llevar líneas eléctricas, pero con las tres explosiones registradas, los equipos están dañados. Esas explosiones se produjeron por la salida de hidrógeno -un gas explosivo- desde el reactor. El OIEA afirmó ayer que es probable que esté dañada la contención del reactor 3, el que usa uranio y plutonio como combustible, lo que lo convierte en mucho más radiactivo que el uranio del resto.
«El humo negro que aparece ocasionalmente de los reactores procede presumiblemente de cortocircuitos al intentar encender las bombas. Después de dos semanas, ya tienen luz dos de las salas de control, lo básico, pero en esta situación se considera una gran noticia. Además, ya hay inyección de agua dulce y comienza a usar el sistema normal de refrigeración. Aunque ya no se recurre a la desesperada solución de lanzar agua desde helicópteros, más de dos semanas después nadie es capaz de predecir la evolución y aún queda una larga tarea por delante. Las piscinas de combustible gastado, altamente radiactivo, se han visto dañadas.»
«En la central, los técnicos continuaron trabajando para estabilizar los reactores, tras las sospechas surgidas el viernes pasado de que la unidad 3 -de un total de seis- podría haber sufrido una grieta.
«En el reactor 2 han sido detectados niveles de radiación 10 millones de veces superiores a los normales, según informa TEPCO, la compañía que opera la planta, lo que ha obligado a evacuar a los técnicos que trabajaban para intentar repararlo. TEPCO señala que estos niveles se han detectado en el agua acumulada en el edificio en que se encuentra la turbina del reactor.
«TEPCO ha detectado hasta 400 milisievert en la superficie del agua acumulada en el edificio que alberga la turbina del reactor 3, un nivel que puede provocar daños a la salud si se recibe en un intervalo corto. También preocupan las grandes cantidades de líquido irradiado en los reactores 2 y 4 (…)
«En el reactor 1, la profundidad del agua tóxica era de 40 centímetros, mientras que en el 3, el lugar donde sufrieron quemaduras dos operarios, alcanzaba 1,5 metros.»
Según la agencia local Kyodo, en los edificios de turbinas hay zonas inundadas con agua altamente contaminada,que en algunos lugares alcanza una profundidad de hasta 1,8 metros.
Siguiendo el ritual que lleva practicando desde hace tiempo, TEPCO informó en una rueda de prensa posterior que se ha errado en las mediciones hechas públicas horas antes: «Se ha producido una confusión entre el yodo 134 y el cobalto 56», ha declarado Sakae Muto, vicepresidente de la empresa.
TEPCO volverá a realizar un análisis de los niveles de radiación. No obstante, se mantiene la evacuación de los trabajadores.
¿Cuál es la situación actual?
Resumiendo, a pesar de la desinformación o no, tenemos, diseccionando los datos opacos que lanzan la OIEA, el Gobierno japonés y TEPCO:
– Piscinas de desechos tóxicos dañadas
– Reactor número 2 donde puede haber habido fusión parcial del núcleo
– Reactor número 3 que parece agrietado (y con declaraciones anteriores donde se sospechaba que también había fusión parcial del núcleo)
Rafael Grossi, subdirector general adjunto de la OIEA, decía el sábado 26 a El País que «la situación en la central de Fukushima es grave» y que «en cualquier momento» puede degradarse ¿Qué significa esto a estas alturas? Esperamos que no lo que imaginamos.
Hasta ahora, la estrategia ha sido restablecer la conexión eléctrica (seriamente dañada por los problemas que hemos mencionado) para refrigerar de esta manera a los reactores, los cuales no sabemos con exactitud hasta qué punto están dañados, aunque los niveles altísimos de radiación de los dos últimos días sugieren un daño estructural en algún lado.
Hirose Takashi es un experto en energía nuclear que concedió una entrevista, parte de la cual apareció en REBELIÓN (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=124946 ). En ella ofrece su testimonio:
«Si se quiere enfriar un reactor con agua, hay que hacer circular el agua por dentro para sacar el calor, cualquier otra cosa no tiene sentido. La única solución es el restablecimiento del suministro eléctrico. Lo otro [verter agua encima del reactor] es como volcar agua en la lava (…) Durante una semana han estado volcando agua allí. Y el agua es salada. Si pones agua salada en un horno caliente, ¿qué pasa? Produces sal. La sal entra en las válvulas y las paraliza (…)»
Esta entrevista es de ¡Hace más de una semana!… Parece que, ahora, se ha empezado con agua destilada a volver a enfriar dos de los cuatro reactores afectados por explosiones. Pero, independientemente de eso, la situación en los reactores 1,2 y 3 es problemática, con altísimos niveles de radiactividad.
Si esto no funciona, pueden hacer falta medidas más drásticas como enterrar la central en arena y hormigón. Nuevamente, parece haber un problema de prestigio de la compañía, del Gobierno, y hasta de la OIEA para resistirse a esta opción ¡Sería la solución Chernóbyl! ¡Y Japón no es Chernóbyl! ¡Ni la OIEA es igual que la agencia nacional de seguridad nuclear soviética! Más adelante veremos que no es sólo una cuestión de prestigio.
Sí hay otra versión sobre lo sucedido. Sí hay otras alternativas
En un artículo aparecido en la web REBELIÓN de Alejandro Nadal, aparecido originalmente en el mexicano La Jornada, encontramos el siguiente análisis:
«Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.
«Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.
«La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto».
Cada vez cobra más fuerza la idea de que el terremoto jugó un papel muy importante a la hora de dañar la estructura básica de la central, tanto de sus reactores activos como apagados, junto con sus piscinas de desechos radiactivos. El maremoto, posiblemente, tuvo los efectos originalmente explicados. Pero lo que hay que investigar hasta el final es si la empresa sabía que el terremoto había afectado de manera vital a la planta antes.
Nosotros acusamos… al capitalismo
En cualquier caso, la actuación de la empresa (como de otras tantas de su ramo) está probada como criminal desde hace décadas, y como tal debe ser juzgada.
Hay más casos. Construir una central nuclear en una falla, teniendo en consideración el nivel de conocimientos técnicos actuales, es una muestra de la negligencia que recorre el sistema de explotación económico en que vivimos. La planta nuclear de Tokai, a mitad de camino de Tokio y Fukushima, está en la unión de dos fallas locales, al igual que la mencionada antes y accidentada en el 2007 de Kashiwazaki Karina. Lógicamente, con la sabiduría actual, el peligro de que haya un desastre todavía mayor que el de Fukushima es mayor en estas dos plantas. Supone un acto de irresponsabilidad no cerrarlas de inmediato.
Construir una central nuclear a pie de playa, en el lugar mismo de donde proviene la palabra ‘tsunami’ ¿Cómo es posible? ¿Por qué se han ubicado en Japón tantos reactores al lado del mar en una zona propensa a maremotos? La Union of Concerned Scientists lo ha documentado con precisión: por razones económicas. No hay que pagar por el agua del mar, sale muy barata, rebaja costes y aumenta beneficios, especialmente en un país sin ríos de caudal importante.
La negligencia y falta de previsión es escandalosa y solo puede ser atribuible racionalmente al ocultamiento de información básica por motivos de prestigio que ponen en cuestión el diseño básico de esta central (es decir, de otras muchas en todo Japón), que deberían así ser cerradas de inmediato, lo que pondría en la picota a casi todas las grandes eléctricas japonesas, con consecuencias importantes para el resto de multinacionales exportadoras japonesas. Esto, a su vez, también afectaría a esta industria a nivel mundial, y a la producción mundial a corto plazo. No hace falta explicar que la mayoría de centrales nucleares del mundo no cuentan con las medidas de seguridad que existen en Japón, ni las más generales, ni las más particulares contra los seísmos.
La situación generada por la locura de la producción capitalista, que lleva a la búsqueda mezquina del máximo de beneficios por parte de las multinacionales, ha llevado a una confabulación enorme de ocultación de la realidad, que afecta al conjunto del poder establecido en Japón y que, tal como revelan los cables de Wikileaks, no es nueva en absoluto.
Para el Estado japonés, a su vez, con una Deuda pública que llega ya al 204% del PIB, con daños que reparar por el doble cataclismo natural que puede que asciendan al 8% de su PIB, el tener que hacer frente a una factura suplementaria para limpiar y hacer frente al cierre de las centrales japonesas va a suponer una dolorosa carga.
El modelo japonés entró probablemente en una nueva crisis. Varias centrales nucleares deben ser cerradas ya y eso plantea un coste decisivo sobre los costes energéticos de las industrias instaladas allí, buena parte de las cuáles pueden pensar en deslocalizar parte de la producción. Evidentemente, va a haber resistencias a admitir esta situación.
Con los datos en la mano, todos los organismos internacionales y buena parte de los nacionales de seguridad nuclear, han perdido toda credibilidad por su ligazón material a los intereses de los capitalistas del sector. En la industria más delicada y peligrosa; en el país que tecnológicamente más nos maravilló en los últimos 50 años; en el país donde, con todas estas condiciones junto con su riesgo geológico, más seguros tenían que haber sido los protocolos de seguridad, éstos han fallado una y otra vez ¡Y hubo avisos! ¡Vaya si los hubo!
¿Cómo podemos confiar en este sistema? ¿Qué industria es segura? ¿Qué alimentación es sana y segura? Preguntémonos a nosotros mismos lo que implica la lógica de la dominación del capital financiero, de las grandes empresas y compañías de seguros, que solo buscan sus resultados a corto plazo. Hoy en día, la calidad de muchos productos se resiente en demasía, debido a la presión del corto plazo del capital financiero, ni siquiera los antaño prestigiosos grupos industriales realizan una inversión de recursos con visión a largo plazo. La propia crisis del capital financiero, cuyos valores ficticios son sostenidos por los Gobiernos cueste lo que cueste, amenaza con devorar y arrastrar tras de sí a muchos grupos industriales. Este es el capitalismo senil en todo su apogeo.
La cuestión es que, bajo el capitalismo, ni siquiera la industria concebida y planificada a más largo plazo, se libra de que está concebida «para buscar beneficios» y «más beneficios que la competencia».
Todo está en cuestión para estos grandes propietarios que quieren más y más. Si miramos a nuestro alrededor, desde la energía, hasta la salud, la jubilación, el ocio… Y, finalmente, el medio ambiente y, con él, el futuro físico de nuestros hijos. El capitalismo nos lleva a un callejón sin salida y, en definitiva, a la crisis del planeta.