En la fase inicial las reivindicaciones de la revolución son de carácter democrático ¡Por supuesto! Después de 30 años de dictadura brutal, la juventud aspira a la libertad. Evidentemente, sus aspiraciones democráticas pueden ser objeto de abuso por parte de los políticos burgueses, que sólo se interesan por sus futuras carreras en un parlamento “democrático”. Pero nos vemos obligados a asumir las reivindicaciones democráticas y a darles un contenido claramente revolucionario. Esto llevará inevitablemente a la reivindicación de un cambio aún más fundamental en la sociedad.
Tunis, 23 de enero. Foto: Nasser NouriDurante una huelga o una revolución, la gente se siente como seres humanos, con dignidad y derechos. Después de toda una vida de silencio forzado, descubren que tienen voz. Las entrevistas a la gente en las calles eran una maravillosa expresión de esto. Gente pobre y analfabeta está diciendo: vamos a luchar, no vamos a abandonar las calles, exigimos nuestros derechos y exigimos que se nos trate con respeto. Esto es algo profundamente progresista. Es la esencia misma de una verdadera revolución.
Es evidente que los marxistas siempre subordinamos las reivindicaciones democráticas a la revolución socialista. Pero, en la práctica, las reivindicaciones revolucionarias más consecuentes y avanzadas necesariamente llevan al planteamiento del poder obrero y la revolución socialista. La Revolución Rusa es el mejor ejemplo de esto. En 1917 los bolcheviques tomaron el poder sobre la base de la consigna «paz, pan y tierra», pero ninguna de estas demandas tiene un contenido socialista. En teoría, las tres se podrían lograr bajo el capitalismo. En la práctica, sin embargo, sólo podían lograrse mediante la ruptura con la burguesía y con el paso del poder a manos de la clase obrera.
Algunos dicen que esto no es nada más que un movimiento nacionalista burgués, no una verdadera revolución. Se limitan a revelar su ignorancia respecto al importante papel que desempeñan las reivindicaciones democráticas en una revolución en estas condiciones. La experiencia de la Revolución Rusa pone de manifiesto la importancia de la utilización (revolucionaria) correcta de las reivindicaciones democráticas. La reivindicación de una Asamblea Constituyente desempeñó un papel muy importante en la movilización de las más amplias capas de la población a favor de la causa revolucionaria.
Aunque los marxistas luchamos por las reivindicaciones democráticas más avanzadas, no las consideramos como un fin en sí mismas, sino como parte de la lucha por un cambio fundamental en la sociedad. Esto es lo que diferencia la perspectiva marxista de la perspectiva vulgar de los demócratas pequeño burgueses.
La tarea inmediata en Egipto era llevar a cabo el derrocamiento de Mubarak y su régimen podrido. Pero esto era sólo el primer paso, que abrió las compuertas y permitió a los revolucionarios abrirse camino. Están descubriendo todos los días su propia fuerza en las calles, la importancia de la organización y la movilización de masas. Esto ya es una gran conquista. Después de haber pasado por la experiencia de una dictadura de treinta años, el pueblo revolucionario no va a permitir la imposición de una nueva, o cualquier intriga para recrear el antiguo régimen con un nuevo nombre. Túnez es una prueba suficiente de ello.
Ahora que han podido saborear su propio poder, las masas no quedarán satisfechas con medias tintas. Ellos saben que lo que han logrado lo han conquistado con sus propias manos. La lucha por la democracia completa permitirá la construcción de verdaderos sindicatos y partidos obreros. Pero también plantea la cuestión de la democracia económica y la lucha contra la desigualdad.
Las consignas y las tácticas deben ser concretas. Deben reflejar la situación real y las preocupaciones reales de las masas. Las tareas objetivas de la Revolución Rusa fueron democráticas y nacionales: derrocamiento del zar, democracia formal, libertad respecto al imperialismo, libertad de prensa, etc. Exigimos democracia total, la abolición inmediata de todas las leyes reaccionarias y una asamblea constituyente.
Sí, tenemos que derrocar al viejo régimen, pero no sólo a Ben Ali y a Mubarak, sino a todos los «pequeños Mubaraks» y a los «pequeños Ben Alis». Debe haber una depuración a fondo del Estado. Y no debe haber ni una sola figura en el Gobierno que haya desempeñado papel alguno en el antiguo régimen ¿Por qué el pueblo revolucionario, que sacrificó todo en la lucha, debería permitir que aquellos que no tuvieron ningún papel en la revolución estén en el poder, incluso en la forma de un Gobierno provisional? ¡Hay que echarles a todos sin excepción! Esa es nuestra primera reivindicación y no aceptaremos nada menos que esto.
Pero esto tampoco es suficiente. Durante décadas, esta gente robó y saqueó la riqueza de la sociedad. Ellos vivían con gran lujo mientras el pueblo quedaba reducido a la pobreza. Ahora tenemos que recuperar hasta el último céntimo que le robaron al pueblo. Exigimos la inmediata confiscación de las riquezas y de las propiedades de estos parásitos, y la expropiación de las propiedades de los imperialistas que les apoyaron.
Esto muestra cómo las reivindicaciones democráticas revolucionarias deben llevar directamente a las reivindicaciones socialistas. El que sea incapaz de utilizar correctamente las reivindicaciones democráticas de una manera revolucionaria quedará siempre condenado al papel de sectario impotente. Tal persona nunca será capaz de conectar con el movimiento real de las masas.
La democracia, sin embargo, significa diferentes cosas para diferentes personas. Los pobres de Egipto no luchan por la democracia con el fin de obtener una posición ministerial para carreristas, sino como un medio para resolver sus problemas más acuciantes: la falta de empleos y viviendas, la carestía de la vida… Estos problemas económicos y sociales son demasiado profundos como para ser resueltos por ningún Gobierno burgués.
La democracia sería una frase vacía si se negara a poner las manos sobre la riqueza obscena de la élite gobernante ¡Confiscación de las propiedades de la camarilla dominante! ¡Expropiación de la propiedad de los imperialistas que apoyaban al antiguo régimen y explotaban al pueblo de Egipto! La lucha por la democracia, si se lleva hasta sus últimas consecuencias, inevitablemente, debe conducir a la expropiación de los banqueros y los capitalistas y al establecimiento de un Gobierno obrero y campesino. Bajo el régimen de Mubarak, los capitalistas egipcios favorecieron a las empresas extranjeras y ayudaron al imperialismo a saquear la riqueza del país y a explotar a los trabajadores egipcios. Exigimos la expropiación de las propiedades de los imperialistas en beneficio del pueblo.
La CMI reivindica:
- ¡La abolición inmediata de todas las leyes reaccionarias!
- ¡Una completa libertad de reunión y el derecho de organización y de huelga!
- ¡La convocatoria de una asamblea constituyente revolucionaria!
- ¡La confiscación de todo el dinero robado por el antiguo régimen!
- ¡La expropiación de la propiedad de los imperialistas!
La consigna de la asamblea constituyente
Si existiera en Egipto un partido como el Partido Bolchevique, la cuestión del poder sería planteada. Pero en la ausencia de una dirección con un plan claro, la revolución puede pasar a través de toda clase de vicisitudes. En la actualidad, la oleada revolucionaria aún no ha desaparecido. Pero las masas no pueden mantenerse permanentemente en un estado de ebullición. Tienen que trabajar y ganar dinero para comer. La lava revolucionaria se enfriará por un tiempo. Finalmente, la revolución se verá empujada hacia alguna forma de democracia burguesa.
En tal situación, las reivindicaciones democráticas tienen una importancia enorme. En una situación como la del Egipto de Mubarak, las reivindicaciones democráticas constituyen una poderosa palanca para la movilización de las más amplias capas de las masas por la revolución. Debemos luchar por el máximo de derechos democráticos –el derecho a voto, huelga, etc.– porque es para ventaja de los trabajadores disponer de la mayor libertad posible para desarrollar la lucha de clases. No es una cuestión indiferente para un trabajador el vivir bajo un régimen totalitario o tener estos derechos básicos. Por lo tanto, las reivindicaciones democráticas deben ocupar un lugar central en nuestro programa.
Alguna gente se sorprende por el hecho de que, mientras que ahora abogamos por una asamblea constituyente para estos países, nos opusimos en los casos de Bolivia y Argentina. La explicación es muy simple. Las consignas no existen fuera de tiempo y lugar. Deben reflejar las condiciones concretas de la lucha de clases en una etapa determinada del desarrollo de un país en particular.
En Bolivia, durante los levantamientos revolucionarios de octubre de 2003 y mayo-junio de 2005, la consigna de una asamblea constituyente era contrarrevolucionaria ¿Por qué? En ese momento, los trabajadores bolivianos habían llevado a cabo dos huelgas generales y dos insurrecciones. Habían creado organizaciones similares a los soviets en la forma de Juntas de Barrios, Asambleas Populares y Cabildos Abiertos.
Los trabajadores bolivianos podrían haber tomado fácilmente el poder. Hubiera sido suficiente para ello que los dirigentes de la COB (Central Obrera Boliviana) se proclamaran como el Gobierno. En esas condiciones concretas, defender la consigna de una Asamblea Constituyente sería una traición. Esto desviaría la atención de los trabajadores de la tarea central –la toma del poder– y hacia canales parlamentarios.
El carácter contrarrevolucionario de esta consigna fue confirmado por el hecho de que el Banco Mundial y la Oficina de Iniciativas para la Transición, financiada por EE UU, promovieron la idea de una asamblea constituyente. Se podría añadir el pequeño detalle de que, en aquel momento, Bolivia ya era una democracia burguesa. En el caso de Argentina, la consigna fue planteada por algunos grupos de izquierda después del Argentinazo de diciembre de 2001. En el contexto de una democracia burguesa ya existente, la consigna de una asamblea constituyente era completamente errónea y equivalía a decir: «No nos gusta el Parlamento burgués que tenemos. Queremos otro en lugar de este».
Uno tendría que estar completamente ciego para no ver que estos casos no tienen nada en común con la situación en Túnez y Egipto. Después de décadas de dictadura, es inevitable que haya grandes ilusiones en la democracia, no sólo por parte de la pequeña burguesía, sino entre las masas. Esto condiciona nuestra actitud. Estamos a favor de la democracia, pero debe ser una democracia completa. Una de las reivindicaciones democráticas es, «necesitamos una nueva constitución, y por lo tanto una asamblea constituyente, pero no confiamos en el ejército egipcio para convocarla y por lo tanto la lucha debe continuar en las calles».
Por supuesto, los marxistas no podemos tener una actitud mecánica hacia las consignas democráticas, que quedan siempre subordinadas a los intereses generales de la revolución socialista. No compartimos la actitud supersticiosa de la pequeña burguesía hacia la democracia formal. La profundización de la revolución revelará las limitaciones de la democracia burguesa. A través de la experiencia, los trabajadores llegarán a entender la necesidad de tomar el poder en sus propias manos. Pero, para comprender los límites de la democracia burguesa, los trabajadores deben pasar primero por la escuela de la democracia. Esto supone una lucha seria por las consignas democráticas más avanzadas.
Después de décadas de Gobiernos autoritarios en Egipto, no podemos mostrarnos indiferentes ante la cuestión de la constitución. La actual propuesta del Consejo del Ejército es que algunas enmiendas a la constitución, redactadas por expertos designados por el Ejército, se someterán a un referéndum. Esto es totalmente antidemocrático. La constitución de Mubarak no puede ser enmendada, debe ser derogada y debe convocarse una asamblea constituyente democrática y revolucionaria para elaborar una constitución completamente nueva. El papel reaccionario de los generales quedó evidenciado por la disolución violenta del campamento de la plaza Tahrir por parte del ejército.
Después de haber derrocado una dictadura mediante la lucha, el pueblo revolucionario no puede entregar el poder a los mismos generales que apoyaron a Mubarak hasta el último momento. Los trabajadores no pueden confiar en los jefes del ejército o en cualquier consejo de «expertos» nombrado por ellos para redactar una constitución verdaderamente democrática. Estamos a favor de una asamblea constituyente: un órgano elegido democráticamente para elaborar la constitución. Esta es una reivindicación democrática elemental.
Pero la pregunta sigue siendo: ¿quién va a convocar la asamblea constituyente? Tampoco podemos confiar esta tarea al ejército egipcio. Por lo tanto, la lucha debe continuar en las calles, en las fábricas, entre los jóvenes y los desempleados, hasta que la batalla por la democracia se haya completado.
La situación en Egipto es similar, no a la de Bolivia en 2003 y 2006, o a la de Argentina en 2001, sino a la de Rusia en 1905 o 1917. Debemos hacer uso de las consignas democráticas más avanzadas para plantear la cuestión central del poder de los trabajadores. Nosotros le decimos a los trabajadores y la juventud: «¿Queréis la democracia? Nosotros también, pero no confiéis en el Ejército o en El Baradei, ¡luchemos por una democracia real!» En Egipto, Túnez e Irán, en la actualidad, la consigna de la asamblea constituyente es extremadamente importante.
Los trabajadores de Egipto ya han llegado a las conclusiones correctas. Esto queda claramente revelado en la declaración de los trabajadores metalúrgicos en Helwan, que, durante la huelga, defendieron las siguientes reivindicaciones:
- La inmediata dimisión de Mubarak y todas las autoridades del régimen y sus representantes;
- La confiscación de la riqueza y la propiedad de todos los representantes del régimen y de todos aquellos que sean comprobadamente corruptos, en nombre de los intereses de las masas;
- La renuncia inmediata de todos los trabajadores en los sindicatos controlados por o afiliados al régimen y la declaración de sus sindicatos independientes preparando su conferencia general para elegir y formar su federación;
- La adquisición de las empresas del sector público que fueron vendidas o cerradas y su nacionalización en nombre del pueblo y la formación de una nueva administración para gestionarlas, con la participación de trabajadores y técnicos;
- La formación de comités para supervisar a los trabajadores en todos los centros de trabajo y supervisar la producción y distribución de los precios y los salarios;
- Convocatoria de una asamblea constituyente de todas las clases y tendencias del pueblo para la elaboración de una nueva constitución y la elección de consejos populares sin esperar a las negociaciones con el régimen anterior.
Estas reivindicaciones son absolutamente correctas, muestran un nivel muy alto de conciencia revolucionaria y coinciden completamente con el programa defendido por los marxistas. Este programa le proporciona a la revolución egipcia todo lo que necesita para triunfar.
Los sindicatos
La revolución plantea la necesidad de organización. Los sindicatos constituyen la forma más básica de organización para los trabajadores de todos los países, en todo momento. Sin organización, la clase obrera no es más que materia prima para la explotación. La tarea de la construcción y fortalecimiento de los sindicatos es por tanto una prioridad urgente.
En Egipto y Túnez, los sindicatos estaban estrechamente vinculados con el antiguo régimen opresivo. Formaban prácticamente parte del Estado. Sus instancias superiores eran corruptas y en muchos casos formadas por miembros del partido gobernante. Su función principal era hacer de policía entre los trabajadores. Sin embargo, a nivel de las bases estaban formados por trabajadores y militantes honestos.
Incluso en las democracias burguesas existe una tendencia orgánica hacia la fusión de las direcciones sindicales con el Estado. Pero la historia muestra que cuando la clase obrera se pone en movimiento, incluso los sindicatos más corruptos y burocratizados pueden verse sometidos a la presión de la clase obrera y transformarse en el curso de la lucha. O bien los antiguos dirigentes cambian y empiezan a reflejar la presión de los trabajadores, o se verán desplazados y sustituidos por otros que estén dispuestos a ponerse a la cabeza del movimiento.
En Túnez, los dirigentes de la UGTT [Unión General de los Trabajadores Tunecinos] estaban comprometidos con el régimen de Ben Ali. Los antiguos dirigentes estaban dispuestos a participar en un Gobierno provisional formado por Gannouchi, pero se vieron obligados a dimitir bajo la presión de los trabajadores. No obstante, a nivel local y regional, la UGTT desempeñó un papel dirigente en la revolución. En algunas zonas, como en Redeyef, la UGTT se hizo cargo de facto de la gestión de la sociedad. En otras, los sindicatos locales desempeñaron un papel clave en la organización del movimiento revolucionario a través de comités revolucionarios. Esto demuestra el papel fundamental de los sindicatos como herramienta revolucionaria.
Lo que se necesita es una limpieza a fondo de la UGTT a todos los niveles, para librarse de todos los burócratas que están vinculados al antiguo régimen, empezando por su secretario general Abdessalem Jerad, que está desempeñando abiertamente el papel de rompehuelgas. Las estructuras regionales y federaciones nacionales que están bajo la dirección de los activistas de izquierda y democráticos, y que representan a la mayoría de los miembros de la UGTT, deberían convocar inmediatamente un congreso nacional extraordinario. Cualquier movimiento para democratizar el sindicato y conectarlo al movimiento revolucionario tendría un apoyo masivo entre los trabajadores de a pie. Si los trabajadores y los jóvenes fueron capaces de librarse de Ben Ali y luego de Gannouchi, debería serles aún más fácil deshacerse de los dirigentes sindicales corruptos que les apoyaban.
En Egipto, los dirigentes sindicales corruptos fueron incapaces de evitar la ola de huelgas que actuó como una escuela preparatoria de la revolución. Los trabajadores egipcios se movieron en contra de los antiguos dirigentes corruptos y están luchando para crear sindicatos que sean auténticas organizaciones democráticas y militantes de clase. Al hacerlo, han demostrado tener un gran instinto revolucionario de clase. La lucha por la democracia no se limita a la arena política. También debe entrar en los sindicatos y en los centros de trabajo.
La lucha parece estar moviéndose en dirección a la creación de una nueva Federación Egipcia de Sindicatos Independientes. En condiciones revolucionarias como las que existen ahora, esta puede convertirse en la principal organización de los trabajadores egipcios. Sin embargo, sería un error abandonar por completo la lucha dentro de los antiguos sindicatos oficiales, que todavía afirman representar a millones de trabajadores. En algunos casos, centros de trabajo y sectores enteros se sindicalizarán por primera vez. En otros casos, los sindicatos democráticos y militantes nacerán de la toma de control de las estructuras oficiales por parte de los trabajadores.
La burguesía y los imperialistas comprenden la vital importancia de los sindicatos. Enviarán a sus agentes a sueldo para corromper y engañar a los trabajadores con el fin de evitar que desarrollen ideas revolucionarias y socialistas. La CIA tiene vínculos estrechos con los líderes de la AFL-CIO, así como con la socialdemocracia europea y las llamadas organizaciones sindicales internacionales, y tratarán de poner el movimiento sindical militante bajo su control.
Los trabajadores deben tener cuidado con esos «amigos» que vienen a corromperlos y a socavar la revolución desde dentro. También deben tener cuidado con las llamadas ONG, que constituyen una agencia encubierta del imperialismo. El papel de las ONG es desviar a los trabajadores del camino revolucionario, de enredarlos en mil tareas triviales, actos benéficos, etc., convirtiendo a los antiguos revolucionarios y militantes obreros en lacayos a sueldo, ayudantes de oficinas y burócratas. Este es un veneno que puede corroer al movimiento obrero.
La tarea de los sindicatos no es apuntalar el capitalismo, sino acabar con él. Nuestro primer objetivo es luchar por mejores niveles de vida, mejores salarios y condiciones de trabajo. Debemos luchar por cualquier mejora, por pequeña que sea. Pero también debemos entender que será imposible conseguir nuestras reivindicaciones básicas, mientras una oligarquía parasitaria sea dueña de la tierra, los bancos y las principales industrias.
En la lucha contra el antiguo régimen, los sindicatos se han vinculado con otras capas de la sociedad: los parados, las mujeres, los jóvenes, los campesinos, los intelectuales. Esto es absolutamente necesario. La clase trabajadora debe aspirar a situarse a la cabeza de la nación para liderar la lucha contra todas las formas de injusticia y opresión.
El pueblo revolucionario estableció comités de todo tipo. Este fue un paso necesario para proporcionarle al movimiento revolucionario una forma organizada y coherente. Estos amplios comités, sin embargo, no son un sustituto para los sindicatos, que deben permanecer como la forma básica de organización del movimiento obrero.
Los sindicatos constituyen una escuela revolucionaria que desempeñará un papel clave en el derrocamiento del antiguo régimen y el establecimiento de una nueva sociedad socialista, donde el papel de los sindicatos se expandirá de forma exponencial, desempeñando un papel importante en la gestión de la producción de las industrias nacionalizadas, en la planificación de la producción y en la administración de la sociedad.
La CMI defiende:
- ¡Construir los sindicatos y transformarlos en verdaderas organizaciones de lucha!
- ¡Depuración de los sindicatos de todos los elementos corruptos y burocráticos!
- ¡Por la democracia sindical: elecciones en cada nivel y derecho de revocación de todos los responsables sindicales!
- ¡Contra la corrupción! ¡Ningún responsable sindical debe recibir un salario superior al de un trabajador cualificado!
- ¡No al control estatal de los sindicatos! ¡Los sindicatos deben estar en manos de los trabajadores!
- ¡Por el control obrero de la industria! ¡Expropiación de los banqueros, los terratenientes y los capitalistas! ¡Por la planificación socialista democrática de la producción!
El papel de la juventud
Karl Liebknecht, el gran revolucionario y mártir alemán, dijo una vez: «La juventud es la llama de la revolución socialista». Estas palabras podrían engalanar la bandera de la revolución árabe. En cada etapa, los jóvenes desempeñaron un papel clave. Los manifestantes que invadieron las calles de Túnez y Egipto eran, en su mayoría, jóvenes, desempleados y sin futuro. Algunos de ellos eran estudiantes universitarios, otros eran personas pobres de los barrios bajos.
En todos los países de Oriente Medio y África del Norte, la mayoría de la población está compuesta por gente joven. La juventud sufre los peores efectos de la crisis del capitalismo. El 70% de las personas menores de 25 años en Túnez, están sin empleo. Esta cifra es del 75% en Argelia y del 76% en Egipto. Una situación similar existe en otros países.
Los graduados de las universidades no tienen trabajo y por lo tanto no tienen posibilidad de casarse, de tener un hogar, ni tener un futuro. Estos hechos demuestran el callejón sin salida del capitalismo. Estos países necesitan médicos, maestros, ingenieros, pero no hay puestos de trabajo. Millones de jóvenes son incapaces de encontrar trabajo y, por lo tanto, son incapaces de contraer matrimonio y formar una familia. Están animados por un profundo sentimiento de injusticia y una ira y resentimiento ardiente hacia el sistema que les niega un futuro, y contra el régimen corrupto que se enriquece a costa del pueblo.
La única esperanza que estos jóvenes tienen es la de luchar por un cambio fundamental en la sociedad. Han perdido todo el miedo y están dispuestos a arriesgar sus vidas luchando por la libertad y la justicia. En Túnez, la juventud revolucionaria se organizó e hizo un llamamiento para una manifestación masiva en Túnez, marchando hacia el gabinete del Primer Ministro y acampando frente al mismo, en la Kasbah Esplanade. El movimiento de masas de estudiantes de secundaria reivindicó la convocatoria de una asamblea constituyente y se manifestó gritando «¡Abajo el Gobierno!», proporcionando el catalizador para el movimiento que finalmente derrocó al Gobierno de Gannouchi a finales de febrero. En Egipto, vimos el mismo fenómeno de nuevo. Los manifestantes que allanaron el camino eran en su mayoría jóvenes egipcios, desempleados y sin futuro.
La historia se repite. En 1917, los mencheviques acusaron a los bolcheviques de ser sólo «un grupo de chiquillos», y no andaban del todo equivocados. La edad media de los activistas bolcheviques era muy baja. El primer sector en moverse siempre es la juventud que está libre de los prejuicios, los temores y el escepticismo de la generación anterior.
La juventud de todos los países está abierta a las ideas revolucionarias ¡Hay que acercarse a la juventud! Si vamos a los jóvenes con las ideas del marxismo revolucionario y el internacionalismo proletario, recibiremos una respuesta entusiasta.
La CMI proclama:
- ¡Trabajo para todos!
- A cada joven se le debe garantizar un puesto de trabajo a tiempo completo o una educación libre y plena.
- ¡Igualdad de retribución por el trabajo de igual valor!
- ¡Fin de la persecución policial!
- ¡Plenos derechos democráticos y de voto a los 16 años!
El papel de la mujer
El factor decisivo es que las masas han adquirido conciencia de su fuerza colectiva y están perdiendo el miedo. A partir de los elementos más jóvenes, más enérgicos y decididos, el estado de ánimo desafiante se transmitió a las capas de la población de más edad, más prudentes e inertes.
Uno de los aspectos más inspiradores de la revolución en Túnez y Egipto, sin embargo, fue la participación activa de las mujeres. La vieja sumisión está desapareciendo. En Alejandría, las amas de casa mayores lanzaban ollas y sartenes a la policía desde los balcones de sus pisos. En las manifestaciones, las jóvenes estudiantes, vestidas con pantalones vaqueros, lucharon codo con codo con otras mujeres con el hiyab [velo usado por las mujeres musulmanas]. Fueron las mujeres trabajadoras las que desempeñaron el papel clave en las huelgas de masas de los trabajadores textiles de Mahalla al Kubra, en los últimos años, las mismas huelgas que prepararon el actual levantamiento revolucionario.
Las mujeres han estado a la vanguardia de todas las revoluciones en la historia. Las imágenes de las mujeres en Bahrein, manifestándose sin miedo, algunas con sus velos, otras sin ellos, constituyen un retrato inspirador de la revolución en acción. Están repitiendo la experiencia de las heroicas mujeres de París, en octubre de 1789, y de Petrogrado, en febrero de 1917.
El despertar de las mujeres es un indicador absoluto de la revolución. La sociedad no puede progresar y prosperar, mientras las mujeres sigan siendo esclavas. No fue casualidad que los reaccionarios en Egipto, además de fomentar pogromos religiosos, atacaran a la manifestación del 8 de marzo en la Plaza Tahrir. La Revolución Árabe reclutará a sus luchadores más decididos y valientes de entre las filas de las mujeres, y la plena emancipación de la mujer es el primer deber de la revolución. El lugar de la mujer no está en la cocina, sino en las calles luchando junto a los hombres. Ellas constituyen el destacamento más atrevido. Y tienen mucho por lo que luchar.
La CMI proclama:
- ¡Abajo la discriminación y la desigualdad!
- ¡Por el pleno reconocimiento de las mujeres como ciudadanas y seres humanos iguales!
- ¡Plena oportunidad social, política y económica para las mujeres!
- ¡El fin de todas las leyes discriminatorias!
- ¡Las mujeres trabajadoras deben organizarse en sindicatos libres y democráticos, independientes del Estado!
- ¡A igual trabajo, igual salario!