«Una persona insignificante de mediana edad, un fracasado político superado por la historia –por los millones de árabes exigiendo la libertad y la democracia en Oriente Medio –murió ayer en Pakistán. Y entonces el mundo se volvió loco». (Robert Fisk, 3 de mayo de 2011)
En las primeras horas de la mañana del lunes 2 de mayo fuerzas especiales de los EE.UU. encontraron y asesinaron a Osama Bin Laden, de 54 años, fundador y líder de Al Qaeda. Bin Laden, su hijo Khalid, su hombre de confianza y mensajero, el jeque Abu Ahmed, el hermano de éste último y una mujer no identificada, todos fueron asesinados.
Osama Bin Laden llamó la atención del mundo el 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque a los Estados Unidos causó más de 3.000 muertos y cientos de heridos. Durante más de una década este hombre había sido perseguido por las fuerzas de los EE.UU. en las cuevas de las zonas más remotas de Afganistán. Al final, el temido líder de Al Qaeda encontró su final en la tranquila residencia de un pacífico suburbio de Abbottabad, en el noroeste de Pakistán.
Los vecinos dijeron a la BBC que estaba claro que el blanco del ataque tenía que ser la residencia privada protegida por alambre de espino cuyos residentes eran raramente vistos o escuchados. Las medidas de seguridad establecidas en el complejo fueron descritas por los portavoces de EE.UU. como «extraordinarias». Tenía unas dimensiones de alrededor de 2.500 metros cuadrados y estaba rodeada por muros de 4,2 metros de altura, por lo que nadie podía ver lo que sucedía en su interior.
El edificio de tres pisos en el centro del recinto estaba rodeado por altos muros y barricadas y tenía muy pocas ventanas. Las paredes estaban coronadas por alambre de espino y cámaras. No había líneas de teléfono ni Internet funcionando en el edificio. Sus ocupantes estaban tan preocupados por la seguridad que quemaban la basura en vez de dejarla fuera para su recogida.
Nadie parece saber cuándo se construyó este recinto, pero la opinión general es que fue hace unos 10 o 12 años. Según el New York Times, que cita fuentes gubernamentales, se cree que la casa fue especialmente construida en 2005 para albergar una figura terrorista importante.
Cuando fue construida, al principio, es probable que fuera una construcción aislada. Pero, a medida que la población del suburbio aumentó, la privacidad se vio comprometida. La ausencia de cualquier signo de actividad doméstica, niños jugando, o incluso desplazamientos al mercado, despertó la curiosidad de los vecinos.
Las personas que viven cerca dicen que rara vez vieron a más de dos o tres personas alrededor de la casa. De vez en cuando, vehículos a prueba de balas entraban y salían del recinto. Las puertas se abrían y se cerraban inmediatamente -no había ningún contacto con los vecinos, que no tenían idea de quien vivía en el recinto misterioso, pero pensaban que la casa era un lugar peligroso y que lo mejor era no acercarse.
Parece que agentes de inteligencia de los EE.UU. habían estado siguiendo los pasos de uno de los mensajeros de Bin Laden -un protegido del capturado comandante de Al Qaeda Khalid Sheikh Mohammed. Presos en Guantánamo dieron el seudónimo del mensajero a sus interrogadores, uno de los pocos mensajeros que eran de la completa confianza de Osama Bin Laden, y quien ayudó a mantener al líder de Al Qaeda en contacto con el resto del mundo. Esta pista llevó a los agentes norteamericanos al último escondite de Bin Laden.
Pero el ex agente de la CIA Bob Baer, comentando a la BBC, se mostró escéptico sobre las afirmaciones de que Bin Laden había sido rastreado a través de un mensajero. «Agencias de inteligencia como la CIA y el ejercito de los EE.UU. simplemente desinforman para proteger sus fuentes reales, que podrían haber sido cualquier cosa, desde interceptaciones hasta el mismo Gobierno paquistaní». Los extraordinarios esfuerzos de Washington para desvincular a Zardari y a su Gobierno de esta acción sugieren que Baer puede tener razón.
«Una operación quirúrgica»
Fue el presidente Obama quien el viernes pasado, tras cinco reuniones del Consejo de Seguridad Nacional en marzo y abril, dio la orden de llevar a cabo la misión. El ataque se realizó por la noche, cuando helicópteros de los EE.UU. volando a baja altura para evitar ser detectados por los radares paquistaníes, irrumpieron en el fuertemente custodiado recinto. El asalto comenzó con una fuerte explosión: una llama gigantesca se elevó al cielo desde la casa, y poco después todo parecía haber terminado. La rapidez del ataque y su resultado plantean algunas cuestiones.
La operación, que comenzó alrededor de 22.30 (17.30 GMT) y duró sólo unos 45 minutos, fue realizada por un equipo especial de entre 20 y 25 comandos de la marina de los EE.UU, “Navy Seals”. Dos o tres helicópteros fueron vistos volando a baja altura sobre la zona, provocando el pánico entre los residentes locales. Los helicópteros, que habían volado desde Afganistán, aterrizaron fuera del recinto, y los comandos saltaron fuera.
Poco después, los residentes dijeron que escucharon disparos y el sonido de armas pesadas de fuego. En algún momento de la operación, uno de los helicópteros se estrelló, ya sea por fallas técnicas o por haber sido alcanzado por disparos desde tierra. Pero parece que ninguno de los comandos de los EE.UU. resultó herido. Esto sugiere que los defensores fueron tomados completamente por sorpresa.
¿Pero existe alguna otra razón más importante para explicar la débil resistencia? ¿Fue la falta de cuidado el resultado de la confianza que sentían al saberse bajo la protección del ejército pakistaní y del ISI? Durante años, este último había ocultado y protegido a Bin Laden, como una madre excesivamente protectora protege celosamente a su descendencia. Si hubiera habido el menor indicio de peligro, Bin Laden hubiera sido inmediatamente advertido y desplazado a otro sitio.
La razón por la que los estadounidenses no podían encontrar a Bin Laden fue la resistencia del servicio de inteligencia del ejército de Pakistán, el ISI, que alegó que quería dirigir la operación. En realidad, quería ocultar el hecho de que trataba de proteger a los líderes de Al Qaeda y de los talibán.
Con el tiempo, los estadounidenses se cansaron de este juego. «No estoy diciendo que estén en los niveles más altos, pero creo que hay gente en este Gobierno que sabe donde están Osama Bin Laden y Al Qaeda», dijo en mayo de 2010 Hillary Clinton, Secretaria de Estado de los EE.UU.
Andrew Card, el ex jefe de Estado Mayor del presidente George W. Bush, dijo a ABC News: «La inteligencia con frecuencia se burla de nosotros. Pensábamos que estábamos a punto de encontrarlo. Un par de veces de hecho pensamos que lo habíamos encontrado, pero nada.” Incluso cuando una figura prominente de Al Qaeda era identificada y localizada, a menudo se tardaban varias semanas para obtener la aprobación de las autoridades paquistaníes para un ataque aéreo. Este es precisamente el motivo por el que los EE.UU. no informaron de la misión a los paquistaníes y también explica por qué su éxito fue tan completo, con ni un solo combatiente de los EE.UU. muerto.
Funcionarios del Gobierno de los EE.UU. han descrito la operación como una «operación quirúrgica». Dicen que tres hombres adultos, entre ellos el hijo de Bin Laden, fueron asesinados. Sin embargo, añadieron que una mujer, quien podría haber sido utilizada como escudo, también fue asesinada. Esto es lo que habitualmente se conoce como «daños colaterales», como cuando unos días antes la OTAN bombardeó y mató a tropas rebeldes en Misrata, Libia.
¿»Vivo o muerto»?
El 18 de septiembre de 2001, George W Bush, que evidentemente ha visto demasiadas películas de vaqueros de John Wayne, realizó sus famosas declaraciones sobre que los EE.UU. capturarían a Bin Laden «vivo o muerto”. Esta declaración ha demostrado ser, al menos, cierta al 50%. Es muy claro que los hombres enviados para «capturar» a la víctima no tenían ninguna intención de capturarla con vida.
Cuando las fuerzas de EE.UU. finalmente capturaron a Saddam Hussein no dudaron en sacarlo por la pantalla, como una bestia enjaulada, sometiéndolo a todas las humillaciones imaginables, incluyendo el examinarle los dientes ante las cámaras de televisión. Lo llevaron a juicio, aunque el resultado de éste era evidente, pero tuvo un enorme efecto propagandístico. Así que ¿Por qué no hacer lo mismo con Bin Laden?
John Brennan dijo a los periodistas que los comandos estaban “dispuestos y eran capaces” de capturar a Bin Laden vivo «si él no presentaba ninguna amenaza». Se ha alegado que el líder de Al Qaeda se negó a rendirse y que, por tanto, fue asesinado en un tiroteo tras recibir dos disparos en la cabeza.
El líder de Al Qaeda estaba hecho claramente de un material más duro que Saddam Hussein, y es muy probable que se hubiera negado a rendirse y hubiese luchado hasta el final. ¿Qué iba a ganar con entregarse, el mismo destino que Sadam? ¿Pero si lo sorprendieron en su cama en medio de la noche cómo pudo ofrecer resistencia? En cualquier caso, es evidente que sus atacantes no le dieron la oportunidad de rendirse.
Bin Laden recibió un disparo por encima del ojo izquierdo que le reventó parte del cráneo, y también recibió un disparo en el pecho. Su cuerpo fue trasladado en avión a Afganistán antes de ser lanzado al mar «con los ritos religiosos en concordancia con la tradición islámica». Fuentes del Gobierno de los EE.UU. han dicho que esto es para evitar que su tumba se convierta en un santuario. Pero la prisa indecente con la que se ha dispuesto del cuerpo sugiere un motivo diferente.
De una manera macabra parece que toda la operación fue vista en tiempo real en la Casa Blanca por el Sr. Obama y su equipo de seguridad nacional en lo que Brennan dijo que fueron «probablemente uno de los momentos más llenos de ansiedad» en la vida de estos espectadores. Cuando los disparos mortales fueron realizados, Obama dijo: «Lo agarramos.» Este es el lenguaje de un niño pequeño, y no muy educado, jugando a un juego de ordenador.
«Cuando finalmente se nos informó que aquellos individuos fueron capaces de entrar en ese recinto y dar con un individuo que creían que era Bin Laden, hubo un enorme suspiro de alivio», dijo. Hay buenas razones para que la muerte de un hombre pueda ser la causa de tanto alivio.
El problema es fácil de definir: Bin Laden sabía demasiado. Si hubiese sido sometido a juicio, indudablemente hubiera puesto de manifiesto el papel de la CIA en la promoción, tanto de Al Qaeda como de los talibán. Es un secreto a voces que la CIA desempeñó un papel activo en armar y entrenar a los fundamentalistas, incluido Bin Laden, quien tenía que ser silenciado y fue silenciado.
La participación del ISI
El ataque ha desgarrado, finalmente, la cortina del mito sobre la «soberanía nacional». Se hizo sin el conocimiento ni el consentimiento del Gobierno de Pakistán. Tanto los paquistaníes como los EE.UU. han dicho que a Pakistán no se le advertió de antemano del asalto. John Brennan, asesor de contraterrorismo del presidente Barack Obama, dijo que el ataque había sido «diseñado para reducir al mínimo las posibilidades de colaboración con las fuerzas paquistaníes».
En realidad, mantuvieron a los paquistaníes en la ignorancia porque sabían que la información sería transmitida inmediatamente a Bin Laden a través del ISI. Después del ataque de EE.UU., tropas de Pakistán llegaron al lugar y aseguraron el área en un intento de impedir el acceso al recinto y todas las preguntas incómodas que pudiera suscitar.
La primera pregunta es: ¿Cómo fue posible que el hombre más buscado del mundo viviera en un recinto fortificado en las afueras de una ciudad habitada por oficiales del ejército retirados y empresarios, justo al lado de una Academia Militar? El recinto está, de hecho, a unos pocos cientos de metros de la Academia Militar de Pakistán, un centro de entrenamiento militar de élite, el equivalente de Pakistán al Sandhurst de Gran Bretaña o al West Point de los EE.UU. El jefe del ejército de Pakistán es un asiduo visitante de la academia, donde asiste a desfiles de graduación.
Más aún, el recinto está situado dentro del acantonamiento militar de Abbottabad, que está sujeto a controles estrictos por parte del ejército y de los Servicios de Inteligencia. Cualquier persona que desee construir o vivir en esta zona tendría que someterse a una serie de controles por parte de estas instituciones del Estado. Toda la zona cuenta con una presencia militar constante y significativa, y puestos de control. Es impensable que Bin Laden y sus partidarios armados pudieran ocupar una residencia en dicha zona sin el conocimiento y el consentimiento de los militares y de la inteligencia paquistaníes al más alto nivel.
Durante décadas, el ejército y el Estado de Pakistán han estado conspirando en Afganistán, al que desean poner bajo su control, de acuerdo con la llamada teoría de defensa en profundidad. Ven a la India como el enemigo principal y se están preparando para la próxima guerra con su poderoso vecino, que posee una población mayor, una base industrial más fuerte y un territorio mucho más extenso. La idea es unir Afganistán con Pakistán para que, en el caso de una guerra con la India, pueda proporcionar un territorio más amplio a Pakistán. Esta idea se ha convertido en una obsesión para los rangos superiores del ejército de Pakistán y especialmente para el ISI.
Pero hay intereses incluso más importantes implicados que la estrategia militar o el Corán. El ISI está estrechamente vinculado a la mafia de la droga afgana y paquistaní, que maneja una gran cantidad de dinero negro. Estos elementos oscuros están vinculados, a su vez, con los talibanes y sus socios terroristas.
Está perfectamente claro ahora, si no lo estaba antes, que el ejército de Pakistán estuvo involucrado en esto a un nivel muy alto, y en particular el famoso ISI, que durante años ha estado manejando su propia agenda en Afganistán y funciona como un Estado dentro del Estado. A través de la corrupción omnipresente y corrosiva, y la distribución pródiga de dinero de la droga, los tentáculos del ISI se extienden a todas las partes del Estado y del Gobierno.
El descubrimiento de que Bin Laden había estado viviendo en un gran recinto amurallado construido a propósito, cercano a la academia militar de Abbottabad en Pakistán –posiblemente ya desde 2005– ha confirmado las sospechas de los estadounidenses de que el ISI ha estado dando refugio a Bin Laden. El silencio ensordecedor de los servicios de seguridad de Pakistán es el testimonio más elocuente de su culpabilidad. Esto tendrá graves consecuencias para las futuras relaciones entre EE.UU. y Pakistán.
Sin embargo, a pesar de todo, están unidos como hermanos siameses. Como éstos, la relación no es muy cómoda, pero no hay más remedio que soportarla. Por eso, a pesar de la fuerte indignación pública en los EE.UU. sobre el papel de Pakistán, ambas partes están siendo muy cautas sobre lo que dice una de la otra. Los estadounidenses necesitan a Pakistán para sostener su guerra en Afganistán. Zardari necesita a Washington para mantener su economía (y su Gobierno) a flote.
Efectos en Pakistán
Es por esta razón que los norteamericanos están haciendo tanto hincapié en que los paquistaníes no estuvieron involucrados con la operación, porque están preocupados en que haya una reacción agresiva. Pero hasta ahora la respuesta en las calles ha sido mínima, con sólo algunas concentraciones dispersas de los fundamentalistas. En Pakistán, la gente todavía está atónita por la noticia del atentado. Le resulta difícil comprender el hecho de que este hombre estuviera viviendo entre ellos.
Las teorías conspirativas están, naturalmente, emergiendo en todos lados, como siempre lo hacen después de tales acontecimientos. Algunas personas, incluso, dudan de que los EE.UU. consiguieran matar a su archienemigo. Esto resulta del hecho de que ya anunciaron la muerte de Bin Laden en más de una ocasión. La ausencia de un cuerpo se suma al clima de sospecha. Los EE.UU. han dicho que hicieron un vídeo del entierro de Bin Laden, pero no han dicho todavía si éste, o las fotografías del cuerpo de Bin Laden, serán publicados.
Hasta que no lo hagan, todo tipo de teorías extrañas seguirán circulando. Pero no hay razón para creer que todo esto fue sólo una obra de teatro elaborada y preparada por el Pentágono o la Casa Blanca. Washington tenía sus razones para proseguir hasta el fin con sus planes para asesinar a Bin Laden. Y también tenía todas las razones del mundo para deshacerse del cuerpo.
Zardari dijo que aunque los dos países no habían trabajado juntos en la operación, «llevaban una década de cooperación y de asociación entre los Estados Unidos y Pakistán para eliminar a Osama Bin Laden como una amenaza constante para el mundo civilizado». Pero no dio ninguna explicación de cómo Bin Laden había sido capaz de vivir con comodidad en Pakistán. Él se limitó a decir que «no estaba en ningún lugar que habíamos previsto que estuviera».
El Gobierno paquistaní se encuentra ahora en una situación muy difícil. Por un lado, la opinión pública está enojada por esta violación flagrante de la soberanía nacional. Por otro lado, los EE.UU. se muestran más arrogantes que antes, y ahora están exigiendo saber si alguno de los otros colaboradores de Bin Laden buscados ha encontrado refugio en territorio paquistaní.
Estos acontecimientos han puesto al presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, en una posición muy difícil. Él ha negado que el asesinato de Osama Bin Laden en su país sea una muestra de su incapacidad para hacer frente al terrorismo. En un artículo de opinión en The Washington Post, el señor Zardari dijo que su país fue «quizá la mayor víctima del terrorismo del mundo». Sin embargo, funcionarios de EE.UU. han dicho que Bin Laden debe haber tenido un sistema de apoyo en Pakistán. Y hasta un ciego puede ver que este es el caso. John Brennan dijo que era «inconcebible que Bin Laden no tuviera un sistema de apoyo» en Pakistán. Y estamos de acuerdo con él.
En su artículo en la prensa estadounidense, Zardari dijo que Pakistán «nunca había sido y nunca será el caldo de cultivo del fanatismo que a menudo es descrito por los medios de comunicación». Por una vez, podemos estar de acuerdo con él. El apoyo a los fundamentalistas en Pakistán ha sido muy exagerado por los medios de comunicación occidentales, como ha señalado Lal Jan en su artículo Fundamentalismo religioso e imperialismo: ¿Amigos o enemigos? (http://argentina.elmilitante.org/content/view/451/33/):
«Su retórica anti-estadounidense no ha sido capaz de reunir un amplio apoyo entre los trabajadores y las masas pobres. Esto es a pesar del odio furioso que existe contra la agresión imperialista en la inmensa mayoría de las masas. La mayor parte de los jóvenes llevados a sus manifestaciones provienen de las madrasas [escuelas religiosas] y no saben mucho acerca de lo que realmente está pasando».
«Electoralmente, han sido un fracaso total. Sólo en 2002 se las arreglaron para conseguir el 11% de los votos. Pero eso se debió principalmente a la manipulación de los organismos del Estado que querían utilizarlos en su propia negociación con el imperialismo. Incluso algunos de los ataques terroristas han sido supuestamente orquestados con el mismo propósito.»
Zardari dice a los norteamericanos: «La guerra contra el terrorismo es una guerra tanto de Pakistán como de los Estados Unidos». Pero la llamada guerra contra el terrorismo ha traído sólo miseria y muerte al pueblo de Pakistán. «Han muerto más soldados nuestros que todas las víctimas de la OTAN combinadas. Dos mil agentes de policía, unos 30.000 civiles inocentes y una generación de progreso social para nuestro pueblo se han perdido», escribe.
El Gobierno actual ha mostrado una dependencia servil del imperialismo de EE.UU. que supera con creces todo lo visto en el pasado. Incluso el ex-presidente y ex-dictador Musharraf mostró un mayor grado de independencia que Zardari y su camarilla. Como resultado, Pakistán ha visto aumentar los ataques terroristas, que ahora son más numerosos que los de Irak y Afganistán juntos.
Efectos en los EE.UU.
El efecto inmediato en los EE.UU. fue de euforia. Cuando la noticia fue anunciada el domingo por la noche, hubo escenas de júbilo en Washington, Nueva York y por todos los EE.UU. La gente fue a la Zona Cero para demostrar su alegría por la eliminación del hombre que se cree ordenó los ataques contra Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, así como otra serie de atentados criminales. Un hombre dijo: «tal vez ahora podamos terminar y retirarnos de Irak». Bajo la fina capa de fervor patriótico, estas palabras revelan un descontento subyacente con las aventuras exteriores de EE.UU. y un anhelo de paz.
El Presidente elogió a los «héroes» que llevaron a cabo las operaciones y, en un discurso ante los líderes del Congreso, los convocó a mostrar «el mismo sentido de unidad que prevaleció en el 11/9». Pero esto es un deseo vano. La sociedad estadounidense está más dividida que nunca desde la Guerra Civil. A corto plazo, Obama cosechará ganancias. Incluso esto puede contribuir a su reelección al aparecer como «el hombre que terminó con Bin Laden». Pero esto no es seguro. La euforia por la muerte de Bin Laden se disipará, pero los efectos de la crisis económica no desaparecerán.
La euforia de las últimas 24 horas no tiene bases sólidas. La explosiva situación a escala mundial no fue creada por Bin Laden ni Al Qaeda. Por el contrario, ellos son su reflejo. Tampoco el asesinato de un hombre cambia nada sustancial. Por el contrario, dará lugar a un deseo de venganza que será el punto de partida para nuevos atentados terroristas.
Obama elogió la muerte de Bin Laden como «un buen día para América», y dijo que el mundo era ahora un lugar mejor y más seguro. Este veredicto es un error. En el mismo discurso advirtió que la amenaza de ataques terroristas no había terminado. En vistas a la posibilidad de ataques de represalia, la seguridad se ha incrementado en las embajadas y aeropuertos. EE.UU. ha cerrado su embajada y sus consulados en Pakistán. El mundo es ahora aún más inseguro y más peligroso que hace dos días.
El verdadero significado de Al Qaeda
Para el cumplimiento de sus objetivos, el imperialismo siempre necesita crear algún monstruo, un enemigo siniestro al que demonizar, exagerando sus crímenes y atrocidades para justificar la perpetración de sus propios crímenes, aún mayores. En el pasado eran los «Hunos», el «Peligro Amarillo», «el Peligro Rojo», últimamente han sido Al Qaeda y los Talibán. Los nombres cambian pero la esencia de la cuestión sigue siendo la misma.
Durante la última década los medios de comunicación a nivel mundial han mostrado sistemáticamente la imagen de una bestia mítica llamada Al Qaeda, una organización internacional ultracentralizada y disciplinada, fanáticamente dedicada a la destrucción de la civilización occidental. En realidad, Al Qaeda siempre fue una organización pequeña con un seguimiento marginal en el mundo islámico.
Después de su golpe más importante –el atentado contra el World Trade Center de Nueva York– ha recibido golpe tras golpe y ha estado en declive desde entonces. Si la organización terrorista centralizada y disciplinada alguna vez existió, ha desaparecido hace mucho tiempo, para ser reemplazada por una miríada de pequeños grupos en diferentes países, cada uno con su propia agenda. En cuanto a Bin Laden, hacía tiempo que había desaparecido de la escena pública, quedando limitada su «actividad» a la grabación ocasional de videos de mala calidad.
Desde el punto de vista del imperialismo, en la lucha contra un grupo como Al Qaeda, lo que se requiere es precisamente el método de «ataques quirúrgicos», es decir la combinación de buen servicio de inteligencia y el trabajo policial con intervenciones militares selectivas y limitadas. No es necesario enviar un gran número de tropas y tanques a destruir ejércitos y ocupar países, como hicieron los norteamericanos. Estas tácticas son más que inútiles en la lucha contra el terrorismo. De hecho, moviéndose por todo el mundo como un elefante en una cacharrería, le proporcionan una ayuda considerable.
El mejor aliado de Bin Laden y la llamada Al Qaeda fue, de hecho, el imperialismo norteamericano. Las invasiones de Irak y Afganistán les dieron un nuevo impulso a las fuerzas oscuras del terrorismo para enfurecer a toda una generación de jóvenes musulmanes. Pero la marea revolucionaria en el mundo árabe ha puesto completamente en entredicho el mito de Al Qaeda. Los millones de trabajadores, campesinos y jóvenes que salieron a las calles mostraron el camino para llevar a cabo una verdadera lucha contra los imperialistas y sus agentes locales. Y, a pesar de la propaganda mentirosa de los imperialistas, los fundamentalistas islámicos no desempeñaron ningún papel significativo en este maravilloso movimiento de masas.
El terrorismo de Estado es mucho más sangriento que las acciones de cualquier grupo terrorista. Son los Estados los que declaran las guerras, tiran bombas atómicas en ciudades como Hiroshima y Nagasaki, construyen campos de concentración como el de la Bahía de Guantánamo, manipulan a la opinión pública a través de medios de comunicación pagos. Son los Estados los que recortan miles de millones en sanidad, educación y pensiones, al mismo tiempo que entregan miles de millones a los banqueros.
El Estado ha perfeccionado su capacidad para matar a la gente hasta convertirla en un arte. El último «ataque quirúrgico» es una demostración más de sus habilidades asesinas. Nosotros no derramaremos ni una lágrima por un terrorista reaccionario con la sangre de miles de personas en sus manos. Pero condenamos con aún más vehemencia los crímenes del imperialismo, que es responsable de atrocidades mucho peores que las que Bin Laden y su grupo hayan podido cometer.
El defecto fundamental de todo terrorismo es la idea de que pequeños grupos de hombres armados y decididos pueden derrocar el orden social existente. Esta es una ilusión. El Estado tiene recursos suficientes para destruir cualquier pequeño grupo armado. Los daños causados por acciones terroristas sólo son superficiales. No atacan los cimientos del edificio. Este tipo de ataques en realidad sirve para fortalecer el régimen existente, proporcionándole las excusas que necesita para contraatacar con una fuerza devastadora. Los acontecimientos que siguieron al ataque a las Torres Gemelas son una confirmación de laboratorio de esta afirmación.
La única fuerza que puede lograr un cambio fundamental en la situación es la acción revolucionaria de las masas. Las revoluciones en Túnez y Egipto son la prueba más notable de ello. El comentario más profundo en todo esto fue el de Robert Fisk en The Independent (Martes, 3 de mayo 2011): «Una persona insignificante de mediana edad, un fracasado político superado por la historia –por los millones de árabes exigiendo la libertad y la democracia en Oriente Medio –murió ayer en Pakistán. Y entonces el mundo se volvió loco».
Refiriéndose al peligro de represalias terroristas, y confirmando nuestro análisis, Fisk dice: «¿Ataques de represalias? Tal vez lleguen, de parte de pequeños grupúsculos de Occidente, que no tienen contacto directo con Al Qaeda. Se puede estar seguro que alguien ya está soñando con una «Brigada del Mártir Osama Bin Laden».
«Pero las revoluciones de masas en el mundo árabe de los últimos cuatro meses significan que Al Qaeda ya estaba políticamente muerta. Bin Laden le dijo al mundo –de hecho, me lo dijo a mí personalmente– que quería destruir a los regímenes prooccidentales en el mundo árabe, las dictaduras de los Mubarak y los Ben Ali. Quería crear un nuevo califato islámico. Pero estos últimos meses, millones de musulmanes árabes se levantaron y se prepararon para su propio martirio, no por el Islam, sino por la libertad y la democracia. Bin Laden no se deshizo de los tiranos. El pueblo lo hizo. Y no quiere más califas».
Londres, 3 de mayo 2011
«Una persona insignificante de mediana edad, un fracasado político superado por la historia –por los millones de árabes exigiendo la libertad y la democracia en Oriente Medio –murió ayer en Pakistán. Y entonces el mundo se volvió loco». (Robert Fisk, 3 de mayo de 2011)
En las primeras horas de la mañana del lunes 2 de mayo fuerzas especiales de los EE.UU. encontraron y asesinaron a Osama Bin Laden, de 54 años, fundador y líder de Al Qaeda. Bin Laden, su hijo Khalid, su hombre de confianza y mensajero, el jeque Abu Ahmed, el hermano de éste último y una mujer no identificada, todos fueron asesinados.
Osama Bin Laden llamó la atención del mundo el 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque a los Estados Unidos causó más de 3.000 muertos y cientos de heridos. Durante más de una década este hombre había sido perseguido por las fuerzas de los EE.UU. en las cuevas de las zonas más remotas de Afganistán. Al final, el temido líder de Al Qaeda encontró su final en la tranquila residencia de un pacífico suburbio de Abbottabad, en el noroeste de Pakistán.
Los vecinos dijeron a la BBC que estaba claro que el blanco del ataque tenía que ser la residencia privada protegida por alambre de espino cuyos residentes eran raramente vistos o escuchados. Las medidas de seguridad establecidas en el complejo fueron descritas por los portavoces de EE.UU. como «extraordinarias». Tenía unas dimensiones de alrededor de 2.500 metros cuadrados y estaba rodeada por muros de 4,2 metros de altura, por lo que nadie podía ver lo que sucedía en su interior.
El edificio de tres pisos en el centro del recinto estaba rodeado por altos muros y barricadas y tenía muy pocas ventanas. Las paredes estaban coronadas por alambre de espino y cámaras. No había líneas de teléfono ni Internet funcionando en el edificio. Sus ocupantes estaban tan preocupados por la seguridad que quemaban la basura en vez de dejarla fuera para su recogida.
Nadie parece saber cuándo se construyó este recinto, pero la opinión general es que fue hace unos 10 o 12 años. Según el New York Times, que cita fuentes gubernamentales, se cree que la casa fue especialmente construida en 2005 para albergar una figura terrorista importante.
Cuando fue construida, al principio, es probable que fuera una construcción aislada. Pero, a medida que la población del suburbio aumentó, la privacidad se vio comprometida. La ausencia de cualquier signo de actividad doméstica, niños jugando, o incluso desplazamientos al mercado, despertó la curiosidad de los vecinos.
Las personas que viven cerca dicen que rara vez vieron a más de dos o tres personas alrededor de la casa. De vez en cuando, vehículos a prueba de balas entraban y salían del recinto. Las puertas se abrían y se cerraban inmediatamente -no había ningún contacto con los vecinos, que no tenían idea de quien vivía en el recinto misterioso, pero pensaban que la casa era un lugar peligroso y que lo mejor era no acercarse.
Parece que agentes de inteligencia de los EE.UU. habían estado siguiendo los pasos de uno de los mensajeros de Bin Laden -un protegido del capturado comandante de Al Qaeda Khalid Sheikh Mohammed. Presos en Guantánamo dieron el seudónimo del mensajero a sus interrogadores, uno de los pocos mensajeros que eran de la completa confianza de Osama Bin Laden, y quien ayudó a mantener al líder de Al Qaeda en contacto con el resto del mundo. Esta pista llevó a los agentes norteamericanos al último escondite de Bin Laden.
Pero el ex agente de la CIA Bob Baer, comentando a la BBC, se mostró escéptico sobre las afirmaciones de que Bin Laden había sido rastreado a través de un mensajero. «Agencias de inteligencia como la CIA y el ejercito de los EE.UU. simplemente desinforman para proteger sus fuentes reales, que podrían haber sido cualquier cosa, desde interceptaciones hasta el mismo Gobierno paquistaní». Los extraordinarios esfuerzos de Washington para desvincular a Zardari y a su Gobierno de esta acción sugieren que Baer puede tener razón.
«Una operación quirúrgica»
Fue el presidente Obama quien el viernes pasado, tras cinco reuniones del Consejo de Seguridad Nacional en marzo y abril, dio la orden de llevar a cabo la misión. El ataque se realizó por la noche, cuando helicópteros de los EE.UU. volando a baja altura para evitar ser detectados por los radares paquistaníes, irrumpieron en el fuertemente custodiado recinto. El asalto comenzó con una fuerte explosión: una llama gigantesca se elevó al cielo desde la casa, y poco después todo parecía haber terminado. La rapidez del ataque y su resultado plantean algunas cuestiones.
La operación, que comenzó alrededor de 22.30 (17.30 GMT) y duró sólo unos 45 minutos, fue realizada por un equipo especial de entre 20 y 25 comandos de la marina de los EE.UU, “Navy Seals”. Dos o tres helicópteros fueron vistos volando a baja altura sobre la zona, provocando el pánico entre los residentes locales. Los helicópteros, que habían volado desde Afganistán, aterrizaron fuera del recinto, y los comandos saltaron fuera.
Poco después, los residentes dijeron que escucharon disparos y el sonido de armas pesadas de fuego. En algún momento de la operación, uno de los helicópteros se estrelló, ya sea por fallas técnicas o por haber sido alcanzado por disparos desde tierra. Pero parece que ninguno de los comandos de los EE.UU. resultó herido. Esto sugiere que los defensores fueron tomados completamente por sorpresa.
¿Pero existe alguna otra razón más importante para explicar la débil resistencia? ¿Fue la falta de cuidado el resultado de la confianza que sentían al saberse bajo la protección del ejército pakistaní y del ISI? Durante años, este último había ocultado y protegido a Bin Laden, como una madre excesivamente protectora protege celosamente a su descendencia. Si hubiera habido el menor indicio de peligro, Bin Laden hubiera sido inmediatamente advertido y desplazado a otro sitio.
La razón por la que los estadounidenses no podían encontrar a Bin Laden fue la resistencia del servicio de inteligencia del ejército de Pakistán, el ISI, que alegó que quería dirigir la operación. En realidad, quería ocultar el hecho de que trataba de proteger a los líderes de Al Qaeda y de los talibán.
Con el tiempo, los estadounidenses se cansaron de este juego. «No estoy diciendo que estén en los niveles más altos, pero creo que hay gente en este Gobierno que sabe donde están Osama Bin Laden y Al Qaeda», dijo en mayo de 2010 Hillary Clinton, Secretaria de Estado de los EE.UU.
Andrew Card, el ex jefe de Estado Mayor del presidente George W. Bush, dijo a ABC News: «La inteligencia con frecuencia se burla de nosotros. Pensábamos que estábamos a punto de encontrarlo. Un par de veces de hecho pensamos que lo habíamos encontrado, pero nada.” Incluso cuando una figura prominente de Al Qaeda era identificada y localizada, a menudo se tardaban varias semanas para obtener la aprobación de las autoridades paquistaníes para un ataque aéreo. Este es precisamente el motivo por el que los EE.UU. no informaron de la misión a los paquistaníes y también explica por qué su éxito fue tan completo, con ni un solo combatiente de los EE.UU. muerto.
Funcionarios del Gobierno de los EE.UU. han descrito la operación como una «operación quirúrgica». Dicen que tres hombres adultos, entre ellos el hijo de Bin Laden, fueron asesinados. Sin embargo, añadieron que una mujer, quien podría haber sido utilizada como escudo, también fue asesinada. Esto es lo que habitualmente se conoce como «daños colaterales», como cuando unos días antes la OTAN bombardeó y mató a tropas rebeldes en Misrata, Libia.
¿»Vivo o muerto»?
El 18 de septiembre de 2001, George W Bush, que evidentemente ha visto demasiadas películas de vaqueros de John Wayne, realizó sus famosas declaraciones sobre que los EE.UU. capturarían a Bin Laden «vivo o muerto”. Esta declaración ha demostrado ser, al menos, cierta al 50%. Es muy claro que los hombres enviados para «capturar» a la víctima no tenían ninguna intención de capturarla con vida.
Cuando las fuerzas de EE.UU. finalmente capturaron a Saddam Hussein no dudaron en sacarlo por la pantalla, como una bestia enjaulada, sometiéndolo a todas las humillaciones imaginables, incluyendo el examinarle los dientes ante las cámaras de televisión. Lo llevaron a juicio, aunque el resultado de éste era evidente, pero tuvo un enorme efecto propagandístico. Así que ¿Por qué no hacer lo mismo con Bin Laden?
John Brennan dijo a los periodistas que los comandos estaban “dispuestos y eran capaces” de capturar a Bin Laden vivo «si él no presentaba ninguna amenaza». Se ha alegado que el líder de Al Qaeda se negó a rendirse y que, por tanto, fue asesinado en un tiroteo tras recibir dos disparos en la cabeza.
El líder de Al Qaeda estaba hecho claramente de un material más duro que Saddam Hussein, y es muy probable que se hubiera negado a rendirse y hubiese luchado hasta el final. ¿Qué iba a ganar con entregarse, el mismo destino que Sadam? ¿Pero si lo sorprendieron en su cama en medio de la noche cómo pudo ofrecer resistencia? En cualquier caso, es evidente que sus atacantes no le dieron la oportunidad de rendirse.
Bin Laden recibió un disparo por encima del ojo izquierdo que le reventó parte del cráneo, y también recibió un disparo en el pecho. Su cuerpo fue trasladado en avión a Afganistán antes de ser lanzado al mar «con los ritos religiosos en concordancia con la tradición islámica». Fuentes del Gobierno de los EE.UU. han dicho que esto es para evitar que su tumba se convierta en un santuario. Pero la prisa indecente con la que se ha dispuesto del cuerpo sugiere un motivo diferente.
De una manera macabra parece que toda la operación fue vista en tiempo real en la Casa Blanca por el Sr. Obama y su equipo de seguridad nacional en lo que Brennan dijo que fueron «probablemente uno de los momentos más llenos de ansiedad» en la vida de estos espectadores. Cuando los disparos mortales fueron realizados, Obama dijo: «Lo agarramos.» Este es el lenguaje de un niño pequeño, y no muy educado, jugando a un juego de ordenador.
«Cuando finalmente se nos informó que aquellos individuos fueron capaces de entrar en ese recinto y dar con un individuo que creían que era Bin Laden, hubo un enorme suspiro de alivio», dijo. Hay buenas razones para que la muerte de un hombre pueda ser la causa de tanto alivio.
El problema es fácil de definir: Bin Laden sabía demasiado. Si hubiese sido sometido a juicio, indudablemente hubiera puesto de manifiesto el papel de la CIA en la promoción, tanto de Al Qaeda como de los talibán. Es un secreto a voces que la CIA desempeñó un papel activo en armar y entrenar a los fundamentalistas, incluido Bin Laden, quien tenía que ser silenciado y fue silenciado.
La participación del ISI
El ataque ha desgarrado, finalmente, la cortina del mito sobre la «soberanía nacional». Se hizo sin el conocimiento ni el consentimiento del Gobierno de Pakistán. Tanto los paquistaníes como los EE.UU. han dicho que a Pakistán no se le advertió de antemano del asalto. John Brennan, asesor de contraterrorismo del presidente Barack Obama, dijo que el ataque había sido «diseñado para reducir al mínimo las posibilidades de colaboración con las fuerzas paquistaníes».
En realidad, mantuvieron a los paquistaníes en la ignorancia porque sabían que la información sería transmitida inmediatamente a Bin Laden a través del ISI. Después del ataque de EE.UU., tropas de Pakistán llegaron al lugar y aseguraron el área en un intento de impedir el acceso al recinto y todas las preguntas incómodas que pudiera suscitar.
La primera pregunta es: ¿Cómo fue posible que el hombre más buscado del mundo viviera en un recinto fortificado en las afueras de una ciudad habitada por oficiales del ejército retirados y empresarios, justo al lado de una Academia Militar? El recinto está, de hecho, a unos pocos cientos de metros de la Academia Militar de Pakistán, un centro de entrenamiento militar de élite, el equivalente de Pakistán al Sandhurst de Gran Bretaña o al West Point de los EE.UU. El jefe del ejército de Pakistán es un asiduo visitante de la academia, donde asiste a desfiles de graduación.
Más aún, el recinto está situado dentro del acantonamiento militar de Abbottabad, que está sujeto a controles estrictos por parte del ejército y de los Servicios de Inteligencia. Cualquier persona que desee construir o vivir en esta zona tendría que someterse a una serie de controles por parte de estas instituciones del Estado. Toda la zona cuenta con una presencia militar constante y significativa, y puestos de control. Es impensable que Bin Laden y sus partidarios armados pudieran ocupar una residencia en dicha zona sin el conocimiento y el consentimiento de los militares y de la inteligencia paquistaníes al más alto nivel.
Durante décadas, el ejército y el Estado de Pakistán han estado conspirando en Afganistán, al que desean poner bajo su control, de acuerdo con la llamada teoría de defensa en profundidad. Ven a la India como el enemigo principal y se están preparando para la próxima guerra con su poderoso vecino, que posee una población mayor, una base industrial más fuerte y un territorio mucho más extenso. La idea es unir Afganistán con Pakistán para que, en el caso de una guerra con la India, pueda proporcionar un territorio más amplio a Pakistán. Esta idea se ha convertido en una obsesión para los rangos superiores del ejército de Pakistán y especialmente para el ISI.
Pero hay intereses incluso más importantes implicados que la estrategia militar o el Corán. El ISI está estrechamente vinculado a la mafia de la droga afgana y paquistaní, que maneja una gran cantidad de dinero negro. Estos elementos oscuros están vinculados, a su vez, con los talibanes y sus socios terroristas.
Está perfectamente claro ahora, si no lo estaba antes, que el ejército de Pakistán estuvo involucrado en esto a un nivel muy alto, y en particular el famoso ISI, que durante años ha estado manejando su propia agenda en Afganistán y funciona como un Estado dentro del Estado. A través de la corrupción omnipresente y corrosiva, y la distribución pródiga de dinero de la droga, los tentáculos del ISI se extienden a todas las partes del Estado y del Gobierno.
El descubrimiento de que Bin Laden había estado viviendo en un gran recinto amurallado construido a propósito, cercano a la academia militar de Abbottabad en Pakistán –posiblemente ya desde 2005– ha confirmado las sospechas de los estadounidenses de que el ISI ha estado dando refugio a Bin Laden. El silencio ensordecedor de los servicios de seguridad de Pakistán es el testimonio más elocuente de su culpabilidad. Esto tendrá graves consecuencias para las futuras relaciones entre EE.UU. y Pakistán.
Sin embargo, a pesar de todo, están unidos como hermanos siameses. Como éstos, la relación no es muy cómoda, pero no hay más remedio que soportarla. Por eso, a pesar de la fuerte indignación pública en los EE.UU. sobre el papel de Pakistán, ambas partes están siendo muy cautas sobre lo que dice una de la otra. Los estadounidenses necesitan a Pakistán para sostener su guerra en Afganistán. Zardari necesita a Washington para mantener su economía (y su Gobierno) a flote.
Efectos en Pakistán
Es por esta razón que los norteamericanos están haciendo tanto hincapié en que los paquistaníes no estuvieron involucrados con la operación, porque están preocupados en que haya una reacción agresiva. Pero hasta ahora la respuesta en las calles ha sido mínima, con sólo algunas concentraciones dispersas de los fundamentalistas. En Pakistán, la gente todavía está atónita por la noticia del atentado. Le resulta difícil comprender el hecho de que este hombre estuviera viviendo entre ellos.
Las teorías conspirativas están, naturalmente, emergiendo en todos lados, como siempre lo hacen después de tales acontecimientos. Algunas personas, incluso, dudan de que los EE.UU. consiguieran matar a su archienemigo. Esto resulta del hecho de que ya anunciaron la muerte de Bin Laden en más de una ocasión. La ausencia de un cuerpo se suma al clima de sospecha. Los EE.UU. han dicho que hicieron un vídeo del entierro de Bin Laden, pero no han dicho todavía si éste, o las fotografías del cuerpo de Bin Laden, serán publicados.
Hasta que no lo hagan, todo tipo de teorías extrañas seguirán circulando. Pero no hay razón para creer que todo esto fue sólo una obra de teatro elaborada y preparada por el Pentágono o la Casa Blanca. Washington tenía sus razones para proseguir hasta el fin con sus planes para asesinar a Bin Laden. Y también tenía todas las razones del mundo para deshacerse del cuerpo.
Zardari dijo que aunque los dos países no habían trabajado juntos en la operación, «llevaban una década de cooperación y de asociación entre los Estados Unidos y Pakistán para eliminar a Osama Bin Laden como una amenaza constante para el mundo civilizado». Pero no dio ninguna explicación de cómo Bin Laden había sido capaz de vivir con comodidad en Pakistán. Él se limitó a decir que «no estaba en ningún lugar que habíamos previsto que estuviera».
El Gobierno paquistaní se encuentra ahora en una situación muy difícil. Por un lado, la opinión pública está enojada por esta violación flagrante de la soberanía nacional. Por otro lado, los EE.UU. se muestran más arrogantes que antes, y ahora están exigiendo saber si alguno de los otros colaboradores de Bin Laden buscados ha encontrado refugio en territorio paquistaní.
Estos acontecimientos han puesto al presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, en una posición muy difícil. Él ha negado que el asesinato de Osama Bin Laden en su país sea una muestra de su incapacidad para hacer frente al terrorismo. En un artículo de opinión en The Washington Post, el señor Zardari dijo que su país fue «quizá la mayor víctima del terrorismo del mundo». Sin embargo, funcionarios de EE.UU. han dicho que Bin Laden debe haber tenido un sistema de apoyo en Pakistán. Y hasta un ciego puede ver que este es el caso. John Brennan dijo que era «inconcebible que Bin Laden no tuviera un sistema de apoyo» en Pakistán. Y estamos de acuerdo con él.
En su artículo en la prensa estadounidense, Zardari dijo que Pakistán «nunca había sido y nunca será el caldo de cultivo del fanatismo que a menudo es descrito por los medios de comunicación». Por una vez, podemos estar de acuerdo con él. El apoyo a los fundamentalistas en Pakistán ha sido muy exagerado por los medios de comunicación occidentales, como ha señalado Lal Jan en su artículo Fundamentalismo religioso e imperialismo: ¿Amigos o enemigos? (http://argentina.elmilitante.org/content/view/451/33/):
«Su retórica anti-estadounidense no ha sido capaz de reunir un amplio apoyo entre los trabajadores y las masas pobres. Esto es a pesar del odio furioso que existe contra la agresión imperialista en la inmensa mayoría de las masas. La mayor parte de los jóvenes llevados a sus manifestaciones provienen de las madrasas [escuelas religiosas] y no saben mucho acerca de lo que realmente está pasando».
«Electoralmente, han sido un fracaso total. Sólo en 2002 se las arreglaron para conseguir el 11% de los votos. Pero eso se debió principalmente a la manipulación de los organismos del Estado que querían utilizarlos en su propia negociación con el imperialismo. Incluso algunos de los ataques terroristas han sido supuestamente orquestados con el mismo propósito.»
Zardari dice a los norteamericanos: «La guerra contra el terrorismo es una guerra tanto de Pakistán como de los Estados Unidos». Pero la llamada guerra contra el terrorismo ha traído sólo miseria y muerte al pueblo de Pakistán. «Han muerto más soldados nuestros que todas las víctimas de la OTAN combinadas. Dos mil agentes de policía, unos 30.000 civiles inocentes y una generación de progreso social para nuestro pueblo se han perdido», escribe.
El Gobierno actual ha mostrado una dependencia servil del imperialismo de EE.UU. que supera con creces todo lo visto en el pasado. Incluso el ex-presidente y ex-dictador Musharraf mostró un mayor grado de independencia que Zardari y su camarilla. Como resultado, Pakistán ha visto aumentar los ataques terroristas, que ahora son más numerosos que los de Irak y Afganistán juntos.
Efectos en los EE.UU.
El efecto inmediato en los EE.UU. fue de euforia. Cuando la noticia fue anunciada el domingo por la noche, hubo escenas de júbilo en Washington, Nueva York y por todos los EE.UU. La gente fue a la Zona Cero para demostrar su alegría por la eliminación del hombre que se cree ordenó los ataques contra Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, así como otra serie de atentados criminales. Un hombre dijo: «tal vez ahora podamos terminar y retirarnos de Irak». Bajo la fina capa de fervor patriótico, estas palabras revelan un descontento subyacente con las aventuras exteriores de EE.UU. y un anhelo de paz.
El Presidente elogió a los «héroes» que llevaron a cabo las operaciones y, en un discurso ante los líderes del Congreso, los convocó a mostrar «el mismo sentido de unidad que prevaleció en el 11/9». Pero esto es un deseo vano. La sociedad estadounidense está más dividida que nunca desde la Guerra Civil. A corto plazo, Obama cosechará ganancias. Incluso esto puede contribuir a su reelección al aparecer como «el hombre que terminó con Bin Laden». Pero esto no es seguro. La euforia por la muerte de Bin Laden se disipará, pero los efectos de la crisis económica no desaparecerán.
La euforia de las últimas 24 horas no tiene bases sólidas. La explosiva situación a escala mundial no fue creada por Bin Laden ni Al Qaeda. Por el contrario, ellos son su reflejo. Tampoco el asesinato de un hombre cambia nada sustancial. Por el contrario, dará lugar a un deseo de venganza que será el punto de partida para nuevos atentados terroristas.
Obama elogió la muerte de Bin Laden como «un buen día para América», y dijo que el mundo era ahora un lugar mejor y más seguro. Este veredicto es un error. En el mismo discurso advirtió que la amenaza de ataques terroristas no había terminado. En vistas a la posibilidad de ataques de represalia, la seguridad se ha incrementado en las embajadas y aeropuertos. EE.UU. ha cerrado su embajada y sus consulados en Pakistán. El mundo es ahora aún más inseguro y más peligroso que hace dos días.
El verdadero significado de Al Qaeda
Para el cumplimiento de sus objetivos, el imperialismo siempre necesita crear algún monstruo, un enemigo siniestro al que demonizar, exagerando sus crímenes y atrocidades para justificar la perpetración de sus propios crímenes, aún mayores. En el pasado eran los «Hunos», el «Peligro Amarillo», «el Peligro Rojo», últimamente han sido Al Qaeda y los Talibán. Los nombres cambian pero la esencia de la cuestión sigue siendo la misma.
Durante la última década los medios de comunicación a nivel mundial han mostrado sistemáticamente la imagen de una bestia mítica llamada Al Qaeda, una organización internacional ultracentralizada y disciplinada, fanáticamente dedicada a la destrucción de la civilización occidental. En realidad, Al Qaeda siempre fue una organización pequeña con un seguimiento marginal en el mundo islámico.
Después de su golpe más importante –el atentado contra el World Trade Center de Nueva York– ha recibido golpe tras golpe y ha estado en declive desde entonces. Si la organización terrorista centralizada y disciplinada alguna vez existió, ha desaparecido hace mucho tiempo, para ser reemplazada por una miríada de pequeños grupos en diferentes países, cada uno con su propia agenda. En cuanto a Bin Laden, hacía tiempo que había desaparecido de la escena pública, quedando limitada su «actividad» a la grabación ocasional de videos de mala calidad.
Desde el punto de vista del imperialismo, en la lucha contra un grupo como Al Qaeda, lo que se requiere es precisamente el método de «ataques quirúrgicos», es decir la combinación de buen servicio de inteligencia y el trabajo policial con intervenciones militares selectivas y limitadas. No es necesario enviar un gran número de tropas y tanques a destruir ejércitos y ocupar países, como hicieron los norteamericanos. Estas tácticas son más que inútiles en la lucha contra el terrorismo. De hecho, moviéndose por todo el mundo como un elefante en una cacharrería, le proporcionan una ayuda considerable.
El mejor aliado de Bin Laden y la llamada Al Qaeda fue, de hecho, el imperialismo norteamericano. Las invasiones de Irak y Afganistán les dieron un nuevo impulso a las fuerzas oscuras del terrorismo para enfurecer a toda una generación de jóvenes musulmanes. Pero la marea revolucionaria en el mundo árabe ha puesto completamente en entredicho el mito de Al Qaeda. Los millones de trabajadores, campesinos y jóvenes que salieron a las calles mostraron el camino para llevar a cabo una verdadera lucha contra los imperialistas y sus agentes locales. Y, a pesar de la propaganda mentirosa de los imperialistas, los fundamentalistas islámicos no desempeñaron ningún papel significativo en este maravilloso movimiento de masas.
El terrorismo de Estado es mucho más sangriento que las acciones de cualquier grupo terrorista. Son los Estados los que declaran las guerras, tiran bombas atómicas en ciudades como Hiroshima y Nagasaki, construyen campos de concentración como el de la Bahía de Guantánamo, manipulan a la opinión pública a través de medios de comunicación pagos. Son los Estados los que recortan miles de millones en sanidad, educación y pensiones, al mismo tiempo que entregan miles de millones a los banqueros.
El Estado ha perfeccionado su capacidad para matar a la gente hasta convertirla en un arte. El último «ataque quirúrgico» es una demostración más de sus habilidades asesinas. Nosotros no derramaremos ni una lágrima por un terrorista reaccionario con la sangre de miles de personas en sus manos. Pero condenamos con aún más vehemencia los crímenes del imperialismo, que es responsable de atrocidades mucho peores que las que Bin Laden y su grupo hayan podido cometer.
El defecto fundamental de todo terrorismo es la idea de que pequeños grupos de hombres armados y decididos pueden derrocar el orden social existente. Esta es una ilusión. El Estado tiene recursos suficientes para destruir cualquier pequeño grupo armado. Los daños causados por acciones terroristas sólo son superficiales. No atacan los cimientos del edificio. Este tipo de ataques en realidad sirve para fortalecer el régimen existente, proporcionándole las excusas que necesita para contraatacar con una fuerza devastadora. Los acontecimientos que siguieron al ataque a las Torres Gemelas son una confirmación de laboratorio de esta afirmación.
La única fuerza que puede lograr un cambio fundamental en la situación es la acción revolucionaria de las masas. Las revoluciones en Túnez y Egipto son la prueba más notable de ello. El comentario más profundo en todo esto fue el de Robert Fisk en The Independent (Martes, 3 de mayo 2011): «Una persona insignificante de mediana edad, un fracasado político superado por la historia –por los millones de árabes exigiendo la libertad y la democracia en Oriente Medio –murió ayer en Pakistán. Y entonces el mundo se volvió loco».
Refiriéndose al peligro de represalias terroristas, y confirmando nuestro análisis, Fisk dice: «¿Ataques de represalias? Tal vez lleguen, de parte de pequeños grupúsculos de Occidente, que no tienen contacto directo con Al Qaeda. Se puede estar seguro que alguien ya está soñando con una «Brigada del Mártir Osama Bin Laden».
«Pero las revoluciones de masas en el mundo árabe de los últimos cuatro meses significan que Al Qaeda ya estaba políticamente muerta. Bin Laden le dijo al mundo –de hecho, me lo dijo a mí personalmente– que quería destruir a los regímenes prooccidentales en el mundo árabe, las dictaduras de los Mubarak y los Ben Ali. Quería crear un nuevo califato islámico. Pero estos últimos meses, millones de musulmanes árabes se levantaron y se prepararon para su propio martirio, no por el Islam, sino por la libertad y la democracia. Bin Laden no se deshizo de los tiranos. El pueblo lo hizo. Y no quiere más califas».
Londres, 3 de mayo 2011