Hay escenas increíbles en Tel Aviv. El sábado 7 de agosto, más de 300.000 personas salieron a las calles de una ciudad con una población de menos de medio millón. Otras manifestaciones también tuvieron lugar el sábado, con 30.000 en Jerusalén, y miles más en otras ciudades del país. La cifra total de manifestantes es difícil de estimar, pero podría estar entre 400.000 y medio millón, en un país de 7,7 millones de habitantes. Entre las demandas conocidas por «justicia social», en una serie de pancartas se podía ver el lema: «Dimite, Egipto está aquí.» Es revelador que la palabra «dimite» (en referencia al primer ministro Benjamín Netanyahu) estuviera escrita en árabe.
Condiciones extremas
Cientos de miles de personas en las encuestas de Tel AvivOpinion mostraron que hasta más de un 90% de los israelíes apoyan el movimiento. Esto parece un dato sorprendente en un país tan dividido, étnica y socialmente, como Israel. Sin embargo, la grave crisis del capitalismo israelí ha creado unas condiciones terribles en todos los ámbitos.
«Es difícil vivir en este país, tenemos que ir al ejército, trabajar y pagar impuestos altos y aún no ganamos lo suficiente para terminar el mes», dice el estudiante Ehud Rotem que trabaja en un bar. La abuela Betty Eppel está de acuerdo: «Es cierto que no tenemos mucho desempleo, pero los salarios son tan bajos que trabajamos muy duro y no podemos llegar a fin de mes.»
Como señala el sitio web de negocios Forbes:
«El salario israelí promedio es de alrededor de $ 2.500 por mes, mientras que los maestros y trabajadores sociales suelen ganar menos de $ 2,000 al mes. El alquiler de un modesto apartamento de tres dormitorios en el centro de Jerusalén, puede superar los $ 500 por mes, y más en Tel Aviv.
«Un apartamento estándar, de 100 metros cuadrados, fácilmente puede superar los $ 600.000 en el modesto barrio de clase media de los centros metropolitanos de Tel Aviv y Jerusalén, y de $ 200.000 a $ 300.000 en áreas secundarias».
Como un 20% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y muchos jubilados se han visto reducidos a rebuscar en las bolsas de basura para comer, el «sueño» de una patria judía se ha convertido en una pesadilla para los judíos pobres y de clase trabajadora.
Radicalismo creciente
Igual que pasó con los movimientos revolucionarios en Egipto, Grecia y otros lugares, las figuras «moderadas» fueron empujadas al primer plano para tratar de mantener las cosas dentro de canales «seguros». «No estamos exigiendo un cambio en la coalición gobernante», dijo el Presidente de la Unión Nacional de Estudiantes, Itzik Shmuli, cuando se dirigió a la multitud: «Estamos exigiendo políticas económicas humanas que no destruyan al pueblo, que puedan ver sufrimiento del pueblo y que no atienda sólo a los números.»
Pero las masas son mucho más radicales. La gran cantidad de cantos habidos: «El pueblo antes que las ganancias», «Justicia social para el pueblo», «Héroes de la clase obrera», y «La cura para la privatización es la revolución». También se podía ver una enorme pancarta que copiaba el famoso cartel de reclutamiento del ejército rojo soviético, con las palabras: «clase obrera». En Jerusalén, supuestamente un bastión de la reacción y del extremismo religioso, se podía ver a manifestantes llevando la bandera roja. A pesar de la propensión de los medios de comunicación israelíes a hablar de una protesta «de las clases medias», hay claramente un crecimiento de la conciencia de clase entre la clase obrera.
El programa del movimiento
Igual que en los recientes levantamientos revolucionarios en toda Europa y el mundo árabe, una característica común es la aparente unidad de todas las clases contra un régimen que ya no es capaz de adaptarse a ningún sector de la sociedad. En común con los otros levantamientos, la mayor parte de la organización inicial se hizo a través de Facebook y del boca a boca. A pesar de esta laxitud en la organización, el movimiento se ha unido en torno a un conjunto de demandas concretas:
- Un programa de construcción de viviendas públicas
- Legislación para el control de los alquileres
- Una reducción de los impuestos indirectos como el IVA
- La paralización de las privatizaciones hasta que puedan ser ‘revisadas’
- Un aumento del salario mínimo al 50% del salario medio
- Ampliación de la enseñanza gratuita que incluya guarderías
- Mejoras en la salud, incluyendo más médicos, enfermeras, camas y equipos médicos
Estas demandas han sido formuladas por el sindicato de estudiantes, que se ha visto empujado a la cabeza del movimiento. Lo que falta, sin embargo, es una explicación de cómo se van a conseguir estas cosas. El capitalismo israelí, el sistema que enriquece a un puñado en las alturas de la sociedad, y que mantiene a la gran mayoría de israelíes viviendo con la mano a la boca y perpetúa una brutal ocupación de los palestinos, no ofrece ninguna salida. Este movimiento es un desafío directo a la autoridad del Estado, y al propio capitalismo.
Estas demandas concretas, por lo tanto, debe estar vinculadas al cuestionamiento del sistema capitalista con la pregunta obvia: ¿cómo pueden ser financiadas? La única respuesta es con la nacionalización de los bancos y los grandes monopolios bajo el control democrático de los trabajadores, de manera que la riqueza del país se pueda utilizar para resolver los problemas de la mayoría.
El camino a seguir
Mucha de la gente que protesta en las calles ya ha llegado a la conclusión de que el gobierno de Netanyahu tiene que irse. Estamos de acuerdo. Pero las protestas solo, no importa cuán grandes sean, no son suficientes para derrocar a un gobierno. Como lo demuestra la experiencia de la revolución árabe, lo que se necesita es una intervención decisiva de la clase obrera organizada. La huelga de los trabajadores municipales el lunes de la semana pasada fue un primer paso. Ahora, la Histadrut (la central sindical israelí) debe llamar a una huelga general.
Al mismo tiempo, el movimiento necesita organizarse, si se quiere mantener. Hay que establecer comités de lucha en todos los barrios y lugares de trabajo, y éstos deben estar vinculados a través de representantes electos a nivel local y nacional.
El movimiento se ha centrado en la demanda de la renuncia de Netanyahu como el camino a seguir, pero si el gobierno de Netanyahu cae, ¿qué lo reemplazará? El «centrista» Kadima se ha sumado de manera oportunista a las protestas para atacar a la coalición gobernante del Likud, pero a pesar de sus críticas al «neoliberalismo», no ofrece ninguna alternativa. El Partido Laborista ha estado en declive desde que en la crisis económica de la década de 1970 rompió la íntima relación entre el movimiento obrero y el Estado (véase la sección sobre El Sionismo Laborista en nuestro artículo anterior [Israeli workers and youth join the revolutionary wave, en inglés]). Una vez que el Estado de Israel dejó de garantizar un monopolio virtual de los puestos de trabajo para los trabajadores judíos sindicalizados, el Partido Laborista no tuvo otra alternativa que proseguir con las políticas derechistas de libre mercado. Durante la última década, apoyó a numerosos gobiernos de derecha.
El Partido Comunista de Israel ha sido la única fuerza política en Israel en oponerse sistemáticamente a los ataques contra los trabajadores y los pobres de Israel, y contra la ocupación de los palestinos. Si bien es todavía pequeño, ha estado creciendo, y su fuerte presencia en la elecciones municipales de 2006 en Tel Aviv demuestra que tiene una base de apoyo, particularmente entre los jóvenes. Sin embargo, una cosa es criticar a la derecha y otra diferente es ofrecer una alternativa. El Partido Comunista no tiene un programa claro de cómo cambiar la sociedad.
El Partido Comunista debería defender un programa socialista claro:
- ¡Fin de todas las privatizaciones! ¡Nacionalizar los grandes bancos y monopolios bajo el control de los obreros que trabajan en ellas, y usar las ganancias para financiar viviendas, educación y salud públicas!
- ¡El fin de toda discriminación racista contra los árabes israelíes! ¡Igualdad de acceso a la vivienda, a la educación y al trabajo!
- ¡El fin de la ocupación de Palestina! ¡Por la unidad de los trabajadores judíos, palestinos y árabes en contra de un sistema capitalista que nos empobrece a todos!
- ¡Por una Federación Socialista del Medio Oriente con el pleno respeto de los derechos de todos los grupos nacionales!
Tal programa ganaría el apoyo de las masas y podría en gran medida dirigir las necesidades de los pueblos de la región. El movimiento en Israel debe tender la mano a las masas oprimidas de Palestina. Los árabes israelíes están participando en el movimiento, pero una sublevación en Gaza y Cisjordania, con el apoyo de los trabajadores y los pobres de Israel, le asestaría un duro golpe al capitalismo en la región.
Algunos partidarios de la causa palestina han criticado este movimiento al que describen como una «rebelión cínica de los privilegiados» que al mismo tiempo que oprimen a los palestinos «intentan hacerse pasar por oprimidos», y argumentan que no debería recibir ningún apoyo de la revolución árabe. Este punto de vista no tiene nada que ver con el marxismo revolucionario y no ayuda a dar un paso adelante a la causa palestina.
Israel es una sociedad dividida en clases, pero la clase dominante sionista ha logrado en gran medida unir a los judíos de Israel sobre la base de «todos juntos contra la amenaza terrorista». Esto es, fundamentalmente, lo que hace fuerte a la clase dominante israelí. Este movimiento, al dividir al pueblo israelí en líneas de clase, va a debilitar en gran medida a la clase dirigente sionista. Lo que sólo puede ser positivo desde el punto de vista de la lucha de las masas palestinas contra la opresión.
Conforme el movimiento se desarrolle, quienes participan en él, inevitablemente, comenzarán a establecer el vínculo entre su lucha y la opresión nacional de los palestinos. Esto ya ha comenzado a suceder. Algunos se preguntan por qué el mismo gobierno que gasta millones cada año en los asentamientos en tierras palestinas no tiene dinero para viviendas sociales. Cuando la policía empezó a arrestar a los activistas que seguían bloqueando las calles después de las masivas manifestaciones en las últimas semanas, la gente cantó de nuevo: «Estado policial, Estado policial». Muchos ahora despertarán al hecho de que este Estado que se supone que les garantiza «seguridad» contra la «amenaza terrorista» que viene de los «árabes», está de hecho protegiendo a la clase dominante contra la mayoría.
Los cánticos de «Mubarak, Assad, Bibi Netanyahu» reflejan el hecho de que el movimiento de justicia social israelí se identifica con las masas árabes que han derrocado a sus propios dictadores. En las pancartas en árabe de Tel Aviv se podía leer: «Egipto está aquí», otra decía: «Marcha como un egipcio», algo que habría sido impensable hace menos de un mes. El lema principal del movimiento se ha convertido en: «El pueblo quiere justicia social», que se canta como » ash-shaab yureed tzedek khevrati», la primera mitad en árabe, copiando el eslogan más famoso de la revolución árabe, «el pueblo quiere derrocar al régimen».
Este movimiento, sin precedentes en los 60 años de historia del Estado de Israel, ya ha llegado muy lejos. Su continuación sólo puede empujarlo en una dirección más anticapitalista y revolucionaria. Lo que se necesita ahora es construir una dirección que se corresponda con las tareas planteadas tanto por las condiciones objetivas como por las demandas del movimiento. Incluso un pequeño grupo de marxistas, en estas condiciones, si trabaja con habilidad y conecta con las aspiraciones profundas del movimiento de masas, tendría un gran impacto.