“Si uno emigra del país es por lo económico”
En estos momentos se está discutiendo la reforma migratoria en EEUU. No hace mucho cuando Barak Obama, el presidente de Estados Unidos, se encontraba en México, la prensa generó una campaña aduladora para los presidentes de ambos países. Se nos dijo que uno de los temas más relevantes que se tratarían era la reforma migratoria en EEUU. Pese a la campaña a favor de la misma por parte del gobierno mexicano donde habla de que se respeten los derechos de los migrantes en el vecino país del norte, omite que es en México donde más violencia y discriminación sufren los migrantes.
Hipocresía es lo que vemos con el gobierno de Peña Nieto al derramar lágrimas de cocodrilo, mostrando un supuesto interés con los problemas migratorios. Son otros los temas que están en la agenda del imperialismo, lo otro es solo propaganda mediática.
Recientemente compañeros de La Izquierda Socialista, visitamos la casa de migrantes Hermanos en el Camino, ubicado en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, que es dirigida por el sacerdote Alejandro Solalinde, un valiente defensor de los derechos de los migrantes. Pudimos hacer una serie de entrevistas que publicaremos en tres entregas.
Iniciamos con el relato de una madre de familia salvadoreña que tiene que salir de su país con sus tres hijas yel de la señora Érica (niña Érica como le dicen en El Salvador), una madre soltera originaria del departamento de La Libertad. Como dijera en alguna ocasión Alejandro Solalinde:el que una madre tenga que abandonar a sus hijos o familias enteras tienen que migrar, nos habla de la gravedad del problema. Estas son sus palabras.
Entrevista a una migrante salvadoreña ex trabajadora de la maquila
Si uno emigra del país es por lo económico. Yo soy madre soltera de un niño de 12 años. Por la misma necesidad de mi hijo, que a veces allá en El Salvador me ha pedido para comprar un helado -que nosotros le decimos allá un sorbete- y no tengo para comprarlo. Como mamá soltera a mí me ha tocado criar al niño, porque el papá de él, con quien yo conviví, no se hizo responsable.
Yo trabajaba en El Salvador en la maquila o vendiendo papel higiénico. A una señora, mamá de criancia, le deje a mi hijo encargado. Yo llegué a los 16 años ahí donde ella. Ella me ha apoyado y me dijo, como se dice en El Salvador, “machete estate en tu vaina” y ten solo un hijo, porque veo que tienes mala suerte. Con la experiencia de los ancianos, quién quiera agarrar el consejo lo agarra y quien no, no. Viéndolo bien me dije que para qué iba a estar conquistando otro noviazgo u otra amistad, porque me fue mal.
Ahora yo decidí venirme para acá, buscando que me ayuden a tener un permiso aquí, para poder trabajar. Allá en El Salvador pasé como dos años solo vendiendo papel higiénico. Como dije antes, estaba en una maquila pero allá te explotan bastante. El salario mínimo es de 224 dólares con centavos, al mes. A veces se trabaja 8 horas, 9 horas o más y por el mismo salario. Como te explotan mucho por eso me puse a vender papel higiénico, ahí ganaba más, porque de ese salario de 224 dólares pagas todo, te descuentan AFP [fondo de pensiones], seguro, todas las prestaciones. ¿Cuánto le queda a uno? 200 dólares. Con el papel higiénico me quedaban 6 dólares de ganancia al día. Claro que no tienes AFP, ni seguro, ni nada y si uno se enferma será la voluntad de dios.
Es que es bien tremendo. Yo he sentido más duro en mí. Me digo que aquí adelante uno va a vender su cuerpo, pero hay otras formas de ganarse el pan y tengo un hijo de 12 años.
Yo tengo familia en Estados Unidos tengo, pero como desde los 16 años me salí de la casa no tengo cercanía con ellos. Desde pequeña he aprendido a pedirle a dios y le digo al señor que me de fuerza y fortaleza y me provea de un trabajo para darle lo necesario a mi hijo.
Duele, duele, porque uno de madre… imagínate, dejar a mi niño allí. Gracias a dios esas personas me han apoyado a mí y tengo la confianza de dejarlo ahí.
Allá en la finca en diciembre me encontré un trabajo. Allá hace uno trabajos de hombre, tenía que desarmar una champa, una casa, haciendo mezcla, jalando arena, colando… todo eso he hecho yo. Estuve ganando un mes quince días, con ese dinerito yo me vine para acá el 1 de marzo [de 2013].
Mi meta es llegar allá, al DF, me han dicho que allá lo apoyan a uno a encontrar un trabajo, no sé si es cierto o no. Ese es mi motivo por el que ando aquí. Y sí, le digo, duele, duele, uno se acuesta y pienso en mi hijo. Yo le he hablado dos veces desde que salí.
Allá en un lugar de Jaltenango [Chiapas] me quedé sin dinero, estuve pidiendo dinero y pude venirme en combi a Arriaga [Chiapas]. Yo les digo: “entiéndame, soy de otro país, soy de El Salvador, ten la voluntad de regalarme 2 pesos, no tengo dinero para seguir adelante” y gracias a dios si hay gente que me han ayudado y aquí estoy esperando.
Quiero seguir más adelante pero se escuchan muchos comentarios feos, se dice que lo secuestran a uno, que a una de mujer la violan. Afortunadamente a mi hasta ahorita no me ha pasado nada, yo me he frenado un poco porque me digo que me tengo que cuidar, mi hijo solo a mí me tiene como familia. Y digo ¿Qué hago? Y preguntando y preguntando me dicen que allá me ayudan en el DF. Y esa es mi historia.
Testimonio de la extorción de la policía mexicana
Yo decidí venirme de El Salvador, tengo mis tres niñas y ellas estaban en la escuela pero ya no nos alcanzaba a nosotros para seguir adelante. Mi esposo se fue para Los Ángeles, él me dice: “Con lo poquito que yo gano se van ustedes”. Él tiene más o menos como dos años ahí. Como ya están grandes las cipotas [niñas], les digo yo a ellas: “vámonos porque aquí no tenemos ni casa donde vivir”.
No hay trabajo. Nosotros lo que hacíamos a veces era irnos al rio a pescar cangrejos. Decidimos venir con ellas. Yo venía pidiéndole a mi dios que me cuidara en el camino porque así se oye, que está bien peligroso. Ellas están pequeñas, la primera tiene 18, la segunda 17 y la última tiene 14.
La gente en el camino me venía diciendo que ya no siguiera, que era peligroso. Caminamos mucho, rodeamos la Arrocera, ahí sí… ya habíamos bajado del monte cuando nos cayeron los [policías] federales. Yo como vi que eran autoridad no les tuve miedo. Nos dijeron que les enseñaramos los documentos de El Salvador. Se los enseñamos y los estuvieron viendo. Nos decían que qué estábamos haciendo, que era prohibido andar aquí. Yo les dije que veníamos por un futuro a trabajar aquí nomas a Piedras Negras, Sonora, ahí está un tío de mis hijas, él nos dijo que nos viniéramos despacio que había trabajo.
Vieron nuestros papeles, revisaron las carteras de las niñas, los bolsones, sacaron ropa por ropa, bloomer por bloomer, toda la ropa interior. Fueron bien pesados, les dijeron a mis niñas, no se admiren de eso porque nosotros hasta las quitamos. A mí me apartaron y como estaban gritándoles a ellas, sí sentía un temor, porque ellas están pequeñitas.
Después los federales se dirigieron conmigo y me dijeron: “Súbete, los vamos a entregar a migración”. Yo dije, está bueno. Pero nos llevaron al monte, no nos llevaron por la calle y donde había más monte nos bajaron, entonces me dijeron: “Si quieres seguir, danos tono el dinero que tengas, sino te vamos a entregar a migración”. Yo le dije que no llevaba dinero, no quería dárselos. “¿Cómo?” me dicen “Si vienen desde lejos. Mochate, sino te voy a entregar a migración”. Lléveme, le decía yo, pero cada que decía eso me apartaban de las cipotas.
Me dice el chele [de piel blanca]: “A estas cipotas te las pueden hasta violar”. En ese momento, no sé, yo sentí algo. ¿Nos va a dejar ir? Le doy el dinero” le dije, me respondió que sí. Yo nada más traía 350 pesos [US$28]. De ahí nos fuimos a Arriaga y agarramos el Tren y ya no nos pasó nada.
De ahí venimos aquí [al Albergue] y vinieron unos de derechos humanos.
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