«Nadie debe obediencia a los usurpadores» Anónimo
La Historia de la sociedad, dividida en clases sociales, da cuenta del robo, de la violencia y del desconocimiento, de la lucha de clases. Es una historia inscrita y modelada por la naturaleza de las formas de propiedad, es decir, la relación que tienen los hombres y mujeres con los medios de producción: la tierra, los bosques, las aguas, el subsuelo, las materias primas, las fábricas, los instrumentos de trabajo, etc. De las formas de propiedad surge el carácter de dominio o sometimiento de distintos grupos sociales en la producción. Si la propiedad es privada –esto es, los medios de producción pertenecen a un grupo social muy reducido de explotadores-, las relaciones de producción son relaciones de violencia, de despojo, de sometimiento como ha sido lo característico en la historia humana.
El Medio Oriente, la parte más occidental de Asia, históricamente ha tenido una importancia estratégica fundamental por su ubicación geográfica y sus enormes riquezas petroleras, para las potencias imperialistas. Desde la Edad Media era la ruta de los europeos hacia Oriente, y en el siglo XIX se convierte en una zona de suma importancia para el comercio internacional, en particular para Inglaterra por lo que construye el canal de Suez. De modo que la primera potencia imperialista que se estableció en el Medio Oriente, en el siglo XIX, fue Gran Bretaña. Al comienzo su interés era proteger las rutas y el comercio hacia la India. Después, el Reino Unido, bajo el pretexto de exploraciones arqueológicas, obtuvo permiso del Califato del Imperio Otomano para comenzar las excavaciones en búsqueda de petróleo.
El primer reacomodo del Medio Oriente empezó en el curso de la Primera Guerra Mundial (guerra imperialista) con el Tratado de Sykes Picot [1] y tomó forma con el desmembramiento del Imperio Otomano, una vez finalizada la guerra, con el reparto según las zonas ocupadas por los ejércitos de Francia y Gran Bretaña. En ese sentido, Lenin en su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” expresa “En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las colonias, de las ‘esferas de influencia’ del capital financiero, etc.” Agrega más adelante Lenin, que la verdadero carácter social, más exactamente el carácter de clase de una guerra se encuentra en el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas las potencias beligerantes.
Dentro de este marco conceptual pasamos a considerar el problema palestino en su contexto histórico y geográfico. El mapa del Medio Oriente sufrió otra modificación al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con la partición del territorio histórico de Palestina y la fundación del Estado de Israel en 1948, con el acuerdo de las fuerzas imperialistas vencedoras y la burocracia estalinista.
El Estado de Israel se estableció en territorio palestino a partir de la expulsión masiva de población árabe originaria. Israel se convertiría en una de las piezas clave del dominio estadounidense en la región. La aparición de Estados Unidos como potencia hegemónica y la decadencia de las más antiguas potencias coloniales, trajo consigo cambios políticos fundamentales en el Medio Oriente. Estados Unidos impulso un proceso de descolonización controlado que aceleró la decadencia de las potencias europeas. Esta política a su vez evitó que los movimientos de emancipación que se venían desarrollando en Irak, Palestina, Egipto o en la india -y que tomaron un nuevo impulso durante la guerra- culminaran en la definitiva liberación de estos pueblos oprimidos por el imperialismo.
El objetivo del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente, en los primeros años de postguerra, fue fundamentalmente evitar que países cayeran bajo la influencia soviética o de los regímenes nacionalistas como la nación egipcia de Nasser. Por consiguiente, dos preocupaciones tenía el imperio estadounidense garantizar petróleo a bajo costo, y evitar que cualquier otro país compitiera con él por el dominio de la región.
A finales de los ’60, el gobierno de Nixon busco la forma de mantener la seguridad de Medio Oriente a través de agentes regionales: Israel, el régimen de Irán de aquel entonces y la monarquía de Arabia Saudita eran los tres guardianes de los intereses económicos y políticos del imperialismo yanqui.
La Guerra Árabe-Israelí, la Nakba (1948)
En el apartado anterior, ya habíamos dicho que Estados Unidos necesitaba un aliado (una cabeza de playa) en el Medio Oriente, a fin de contrarrestar la influencia de la Unión Soviética en la región (interés político) y, a su vez, controlar sus abundantes reservas de petróleo (interés económico). En el marco de esa estrategia, el imperialismo estadounidense era el partidario más agresivo de dividir en dos Palestina. Tras largas negociaciones, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU aprobó –por 33 votos a favor, frente a 13 en contra y 10 abstenciones- la Resolución de 181, en la que se establecía la partición de Palestina. En una porción de territorio correspondía a Israel, y la otra a Palestina.
Con la guerra de 1948, el Estado sionista de Israel, bajo la dirección de David Ben-Gurión ensancharon las fronteras del recién creado Estado. Este hecho es conocido como al-Nakba de Deir Yassin.
Al-Nakba (masacre) de Deir Yassin, ocurrida el 9 de abril de 1948. Una de las masacres más cruentas y menos conocidas. Deir Yassin, un crimen que por sus características y repercusiones políticas jamás debe caer en el olvido. Era una aldea de pacíficos agricultores, la cual fue atacada por una banda liderada por un soldado despiadado Menahem Begin -quién comandó uno de los grupos de asalto “Aragón Tsfai Leumi”-, desatando una noche de terror, al matar la mitad de los pobladores palestinos de Deir Yassin. Luego este asesino sería Primer Ministro del Estado sionista de Israel.
Lucha de clases en Palestina
Más de cuatro millones de palestinos en Cisjordania y en Gaza sufren enormemente bajo la ocupación de Israel, con altísimos niveles de pobreza y desempleo y sometidos a frecuentes incursiones violentas y a bombardeos de mísiles del ejército con el objetivo de matar, mutilar e intimidar (más de 6.500 palestinos han sido asesinados los últimos 12 años).
Los palestinos, inspirados en el derrocamiento de dictadores árabes en Egipto y en Túnez en el 2011 y desesperados por salir de la pesadilla en la que han vivido desde 1948 cuando fueron despojados de su territorio, durante los dos últimos años, han generado manifestaciones en Cisjordania en solidaridad con las protestas y las huelgas de hambre de los prisioneros palestinos y contra los recortes impuestos por la Autoridad Palestina.
Las protestas se dirigen en contra de la Autoridad Palestina, la ocupación sionista y en contra de los líderes que colaboran con la ocupación -como los miembros que controlan la Autoridad Palestina-, y el Presidente Mahmoud Abbas, que han traicionado a Palestina, yendo en contra de los intereses del pueblo palestino.
Cabe destacar que hay un apoyo amplio en todos los territorios palestinos para acabar con la separación de la administración y administradores que controlan Gaza (liderada por Hamas), y la de Cisjordania (liderada por Al-Fatah).
El capitalismo no ha resuelto, ni resolverá la lucha histórica, la Lucha de clases
El capitalismo no ha resuelto el problema vital de la humanidad en cuanto a la producción material, ni el problema de la reproducción humana. Dicho de otra forma, el capitalismo no ha logrado solucionar que la humanidad tenga a su alcance alimentos, vivienda, ropa, salud, agua potable, los cuales son bienes materiales necesarios para la existencia humana. Tampoco el capitalismo resuelve el problema de la perpetuación de la especie, dado que, no asegura su existencia en la Tierra porque crea y agudiza los problemas de hambre, enfermedades, contaminación del ambiente, guerras, etc. En particular el capitalismo (el imperialismo occidental) y la clase dirigente israelí sionista son los máximos culpables del sufrimiento del pueblo palestino. De ninguna manera, las élites capitalistas árabes defienden los intereses del pueblo palestino. Con la liberación de Palestina se acaban los negocios que mantienen con las élites capitalistas sionistas. Además, la liberación palestina inspiraría una nueva oleada de luchas de los trabajadores y trabajadoras y los pobres a lo largo de los países árabes que pondría en peligro la riqueza y los privilegios de las élites. En suma, las élites árabes, aquí incluimos los ricos palestinos, son comunes al capitalismo internacional, y no con el pueblo palestino. Según el estudio de Issa Smeirat [2], 16.000 empresarios palestinos invirtieron en el año 2010, dos mil quinientos millones de dólares en los territorios palestinos ocupados por el Estado usurpador sionista de Israel.
Es necesaria la lucha, los palestinos deben diseñar acciones de masas organizadas democráticamente, con el fin de avanzar en la lucha, y por la necesaria defensa armada, ante los brutales ataques del ejército israelí y a los asaltos criminales de algunos colonos judíos de extrema derecha.
Los oprimidos de Túnez y Egipto han demostrado lo efectiva que puede ser la acción de masas, incluso si al principio estos levantamientos populares no hayan ido demasiados lejos. Los palestinos deben organizar luchas masivas contra el muro de separación en Cisjordania, contra tomas de tierras y demoliciones de casa por parte de los sionistas. Junto esta lucha contra la ocupación los palestinos tienen que emprender la necesaria tarea de derrocar a sus líderes políticos pro-capitalistas, representados en Al-Fatah, Hamas, la Yihad Islámica, ya que, obstaculizan la liberación nacional. Es necesaria la organización popular desde los barrios, centros de trabajo, centro de estudios, etc., para un construir un partido de masas y de vanguardia capaz de desafiar y derrotar el capitalismo.
[1] Acuerdo secreto firmado en 1916 por Gran Bretaña, Francia y el Imperio Zarista ruso para repartirse el Imperio Otomano, por el que Francia se establecía en Siria, Líbano y Argelia; Gran Bretaña en la llamada Mesopotamia, más tarde Irak, Palestina, Egipto, Transjordania y compartía Persia con el Imperio ruso.
[2] “Empresarios palestinos invirtieron 2.500 millones de dólares en los asentamientos israelíes durante 2010”. Saed Bannoura. Rebelión. (2011).