Antes, aún cuando tenía 15 años y La Revolución Socialista en Venezuela estaba en plena lucha, vivía en una casita por Macarao, en las Adjuntas, quería tener una mansión en alguna ciudad gringa; Atlanta, Nueva York, Boston… tal vez en Miami. Llevar a mi familia a establecerse en los lujos estadounidenses, esos que se ven en las películas. Quería estudiar y graduarme en Harvard, quizás Oxford, ser médico y ganar mucho dinero. Pensé adornar un cuarto con maxtiles (los muñequitos esos gringos). Una vez incluso pensé, en mis efímeros sueños, recibir la nacionalidad del norte y estudiar en la “gran academia militar de West Point”. Quería tener varios autos de último modelo; un Mustang, una Hummer, un Lamborgini y una “camionetica” para llevar a mis hijos a la playa. Antes, aún cuando tenía 15 años, pensé tener unas tres o cuatro “casitas”, de esas que llaman mansiones, viajar a Hawái y visitar las playas mayameras.
Soñaba casarme con una gringa, de esas catiritas y bulímicas, con las tetas operadas y las nalgas inyectadas; no pensaba mucho en la inteligencia, sólo que fuera plástica, linda y que no hablara mucho, que estuviera pendiente de sus uñas, de su pelo, que oliera bien y listo. Antes, aún cuando tenía 15 años, quería como mínimo una avioneta, para viajar por ahí y darme mi “buena” vida. Quería una Magnum o una Glock de esas 9 milímetros, tú sabes, por si acaso. Quería aprender inglés, tener el cuerpo de Brad Pitt… y los verdes, por supuesto. Quería viajar a Europa, conocer Londres, El Vaticano, París, Madrid, Barcelona, entre otras. Quería que mi casa principal tuviera mínimo 5 cuartos, pa’ mi mamá y papá, para mis dos hijos, para “el servicio”, la de huéspedes y la mía, con un televisor gigante, un tremendo DVD, un Play Station 3, un equipo de sonido brutal, entre otras “pequeñeces”. Quería un baño con jacuzzi, agüita caliente, burbujas, sonido, entre otras “pequeñeces”. Quería una piscina más o menos grande, una sala bien grande, unos muebles de cuero, entre otras “pequeñeces”. Quería una sirvienta bien buena que cumpliera todos mis servicios.
Recuerdo que, mientras practicaba béisbol, mi sueño era jugar con los Yankees. ¡Qué sueños más absurdos!. Quería que mis hijos estudiaran en un buen colegio gringo. Soñaba salir de Venezuela, de tanta miseria y pesadumbre.
Hoy tengo 20 años y La Revolución Socialista venezolana está en pleno auge, vivo en un apartamento por la Avenida San Martín, pequeño pero cómodo. Me calo los discursos del Presidente completicos y veo, casi todos los días, Cayendo y Corriendo y La hojilla. Hoy estudio en la Universidad Bolivariana de Venezuela y quiero ser uno de los mejores Médicos Integrales Comunitarios. Hoy quiero tener una esposa venezolana, morenita quién quita, inteligente, que coma patacones con carne mechada y queso, que sepa de Marx y Engels, que conozca de Gramsci, que sepa de qué se trata la Teoría de la Gravedad y que más o menos conozca la de la Relatividad. Que sea luchadora y revolucionara, que sienta el dolor y los pesares ajenos, que haya recorrido aunque sea un barrio de Caracas, que no le importe si se me sale un peo, que me bese con locura aún llegando del gimnasio, sudado y oloroso. Que comparta conmigo sus sueños, que luche junto a mí por lo que queremos, que sienta como suyo cada niño de la calle… y que le guste un buen café expreso de Artesano. Hoy mis sueños han cambiado, he recorrido barrios, he visto muchas veces el sufrimiento humano; a los ancianos semidesnudos hipertensos en el Guarataro, a las mujeres parir en pleno rancho. Hoy conozco la realidad y mis pensamientos vibran a la voz de Hugo Chávez, el Comandante del Amor.
Hoy me encomiendo a Dios cada mañana, tu sabes, por si acaso y le pido por mi país, por Venezuela, para que EL SOCIALISMO se concrete, para cada persona sepa leer y escribir, para que cada persona tenga un lugar digno dónde vivir, dónde morir. Hoy quiero graduarme de Médico de ciencia y consciencia, hacer míos los Consejos de Esculapio, conocer los ideales de mi gente y vivir viviendo. Hoy no quiero tener una mansión y hacer nada para que los pobres sigan pasando frío en las calles, hoy me basta, sobra y me da vida saber que cada persona tendrá un hogar, una vivienda digna. Claro… tendré mi apartamento chévere, un Chery de esos que llaman Orinoco, un buen vergatario que aunque se me caiga del quinto piso donde vivo no se me esco…. dañe, para escribirle cada mañana a mi futura esposa un mensaje de buenos días y, si el cielo está nublado, darle las buenas nuevas, y si está soleado invitarla a pasear por la Plaza Bolívar, para que se le tuesten los cachetes. Hoy quiero conocer el Puente sobre el Río Orinoco y ver al anochecer el Simón Bolívar. Hoy me conformo con sentir la lluvia sobre mi piel, purificando mi cuerpo y llevándose mis tristezas. Hoy quiero asimilarme en la gran “Armada Bolivariana”, después de ser médico y servir a mi Patria/Matria. Hoy quiero escuchar cada mañana el sonido de los pájaros y adornarla con las melodías de Alí Primera. Quiero tener una VIT, nuevecitas para hacer mis trabajos y escribir los proyectos que tengo pensados para ayudar a mi pueblo. Hoy quiero vivir en Venezuela, quiero morir en Venezuela y dar lo mejor de mí, “poner mi granito de arena” para construir la Revolución del Amor.
Hoy quiero que mis nueve muchachos conozcan la historia de mi nación, el significado del amarillo, azul, rojo y las ocho estrellas. Que canten como dirigidos por Dudamel el Glorioso Himno Nacional, que sean del Magallanes y me pregunten quién fue Hugo Chávez. Quiero que conozcan a El Libertador, lo que vivió, lo que murió… quiero llenarles su cuarto de las figuras de Francisco de Miranda, Bolívar, Manuela Sáenz y si encuentro un muñequito por ahí de Chávez también.
Hoy quiero viajar en el Metro de Caracas, llegar al de Los Teques y devolverme, montarme en el Tren y recorrer mi país. Echarme un chapuzón en las playas de Margarita, conocer las playas de Coro, tocar la arena de los islotes y las islas venezolanas.
Hoy quiero darle gracias a Dios por haber puesto en nuestro camino, como líder a Hugo Rafael Chávez Frías, un erudito lleno de amor por su pueblo, que siente y padece lo que sufren los demás, quien lleva en su sangre el nombre Venezuela bien calado y que lleva en la piel el olor a pueblo venezolano.