El 9 de octubre se cumplió un año desde que el sereno valle de Swat (Pakistán) fue repentinamente abrumado por el dolor y la angustia, ante el ataque bestial a Malala Yousafzai y otras colegialas en la camioneta que las conducía de la escuela a sus casas, cuando rodeaban un punto de control del ejército en medio de una zona de insurgencia fundamentalista.
Malala recibió un disparo a quemarropa en la cabeza y, además, otras dos niñas fueron igualmente heridas por disparos y sufrieron lesiones graves. Milagrosamente, Malala sobrevivió a este ataque, pero quedó gravemente herida. Fue una agresión atroz que demanda la condena y el desprecio más severos por parte de todo ser humano.
Tuvo la suerte de tener ayuda inmediata disponible, e inicialmente ingresó en una unidad de neurocirugía en un hospital de Peshawar y luego fue trasladada al Hospital Queen Elizabeth en Birmingham, Gran Bretaña. Haciendo un recuento de los angustiosos 16 días en los que estuvo sola en una cama de hospital, lejos de su casa y sus padres, en su libro -que fue publicado recientemente- dice que lloró por primera vez cuando sus padres finalmente lograron llegar a Birmingham. Describe sus sentimientos en ese momento: «Era como si todo el peso de mi corazón se hubiera ido. Sentía que ahora todo iba a estar bien.»
Esto, sin duda, proporcionó alivio a Malala, pero las condiciones de las mujeres y niñas han seguido deteriorándose en esta trágica región, y la represión continúa; sometidas a brutalidades regulares, y al acoso y al trauma que sufren a diario. La suya fue una tragedia terrible, infligida a una chica de quince años que había enfrentado a estos fanáticos islámicos que forjaron el infierno en Swat y que están derramando sangre y terror en una orgía de frenesí religioso.
Estas fuerzas de la reacción más oscura son un reflejo de la enfermedad social que se ha creado en la sociedad, como consecuencia de la decadencia económica y social y el estancamiento que afecta a la existencia humana. Contrariamente a la propaganda y a la difusión generalizada de los medios de comunicación en Occidente, estos vigilantes oscurantistas islámicos y sus amos del Islam político no tienen el apoyo de las masas que se les atribuye.
Sin embargo, estas fuerzas oscuras tienen una presencia significativa en las diversas instituciones del Estado paquistaní. Es el dinero negro el que alimenta las instituciones del Estado y que, a su vez, proporciona la asistencia y patrocinio financiero a estas fuerzas oscuras. Este capital negro domina la economía del país, la política y el Estado. Estas fuerzas están empeñadas en imponer la ideología «islámica» en la sociedad en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Es otra forma de neofascismo, que en realidad es la esencia destilada de la podredumbre del sistema capitalista paquistaní. La explotación por parte de este Estado reaccionario y de sus instituciones de la actual desmoralización general, y la inercia entre las masas, fomenta las divisiones, ya sea de musulmanes Sunnitas contra Chiítas; de musulmanes contra cristianos/qadiani, etc., y en este proceso, están promoviendo agresivamente la imposición oficial de la religión, desde los planes de estudio en el sistema educativo hasta en las normas sociales y culturales de la sociedad. Este fenómeno también indica el carácter reaccionario y retrógrado de las clases dominantes de Pakistán, que alimentan los prejuicios religiosos para abrir una brecha en la unidad de clase de los trabajadores.
El ataque de Malala ha tenido una cobertura mediática sin precedentes. Sin embargo, los medios de comunicación corporativos han sido muy cautelosos en pintar una imagen de acuerdo a los intereses y las estrategias de las élites dirigentes a nivel nacional y, más aún, a nivel internacional.
Hay un crudo y consciente ocultamiento de los antecedentes de Malala para asegurar que no haya nada que, en modo alguno, contravenga la historia que la prensa patronal ha estado confeccionando para adecuarla a las necesidades políticas del imperialismo. Uno de los periodistas indios más venerados y veteranos, Javed Naqvi, señaló esto en uno de los principales periódicos en idioma inglés de Pakistán.
El 25 de octubre de 2012 escribió: «Hay evidencia de un fundamento marxista, que corre el riesgo de ser pasado por alto, en la conformación ideológica de la muchacha adolescente. Una fotografía donde se la ve junto a un cartel de Lenin y Trotsky debe indicar su proximidad a algunos de los grupos de hombres y mujeres más preparados ideológicamente de Swat. Son miembros de la Corriente Marxista Internacional (CMI) , que condena el extremismo religioso y el imperialismo por igual. Se nos ha hablado de los blogs de Malala y de sus entrevistas a grupos de noticias globales, pero su relación con los marxistas de Swat (de todos los lugares) tiende a ser ignorado. Malala Yousafzai asistió a la Escuela Nacional de la Juventud Marxista en Swat en julio de este año”.
Los llamados medios de comunicación libres han suprimido convenientemente este trasfondo de Malala, de manera que los jóvenes y los trabajadores siguen permaneciendo inadvertidos de este aspecto de la lucha de la valiente muchacha. El padre de Malala era un hombre progresista de izquierda y fue ideológicamente educado por Faiz Mohammad, el tío materno de Malala, que es comunista y ha estado luchando para unir a la juventud y al pueblo trabajador de Swat y de Malakand; no sólo para contra los reaccionarios terroristas fundamentalistas, sino también contra de las fuerzas de la represión estatal y el sistema de explotación en su conjunto.
Gordon Brown, el ex primer ministro británico, se ha convertido en el alegre animador de la campaña de educación de las niñas en Pakistán y también del llamado Objetivos de Desarrollo del Milenio, que proporciona educación a las niñas en el mundo en desarrollo. Este político laborista de derecha, es alguien que no sólo votó a favor de invadir Irak, sino que también proporcionó un flujo masivo de fondos de emergencia para esta guerra ilegal y apoyó los crímenes de lesa humanidad cometidos por Bush y Blair. Hay intereses personales detrás de las maniobras de Brown. Es un partidario del capitalismo y un economista, que ignominiosamente afirmó en 2007, que el capitalismo había superado sus ciclos de auges y recesión, y que recorrería un camino de crecimiento permanente. Esto fue sólo un año antes del inicio de la mayor crisis del capitalismo en su historia, en 2008, que obligó a este profeta del auge capitalista interminable, a tener que contemplar, incluso, el envío de tropas a las calles británicas para controlar la ira de los trabajadores y los jóvenes y brindar protección al capital financiero internacional y al capitalismo. Las políticas de Brown, tanto en sus puestos de Ministro de Finanzas como de Primer Ministro, en Salud y Educación, se basaron en la economía del cuentagotas, lo que significa que el papel del Estado en la educación y otros sectores sociales debe ser seriamente disminuido.
Las naciones imperialistas occidentales han tratado de capitalizar al máximo la tragedia de Malala, y así camuflar la matanza masiva de niños, mujeres y ancianos en guerras ilegales, así como también el uso de aviones no tripulados ilegales (drones) en todo el mundo; o para ser más precisos: en Irak , Yemen , Libia , Siria , Pakistán, etc. Se trata de una estrategia deliberada y calculada, por un lado, para engañar a las masas trabajadoras en el mundo occidental y, por otro, para mejorar sus políticas de privatización y la promoción de ONGs y otras organizaciones reformistas en Pakistán y en el mundo en desarrollo, para fomentar una cultura de aceptación del capitalismo – un sistema que devasta a la sociedad en su conjunto.
Instituciones como la ONU, y sus muchas organizaciones de fachada como UNICEF, la OMS y muchas otras, están jugando un papel auxiliar en la promoción del capitalismo. Personalidades individuales, desde Bill Clinton a Norina Hertz o Angelina Jolie, están utilizando términos como «capitalismo humano » y una «tercera vía». Es muy irónico que Malala, que había comenzado esta lucha por la educación desde una perspectiva de clase, esté siendo apropiada por estas instituciones y personas que, a través de sus sonrisas y gestos piadosos decorativos, están perpetuando un sistema que es directamente responsable de las privaciones que sufren los niños oprimidos, y que para ello promueven la educación como un bien para el beneficio lucrativo que sólo pueda ser accesible para aquellos que tienen dinero.
Malala ha sido colmada con innumerables premios por las instituciones y los gobiernos imperialistas occidentales. También fue una de las personas nominadas para el Premio Nobel de este año. Este es el mismo comité escandinavo, conocido por su hipocresía, que otorgó el Premio Nobel de la Paz a Barack Obama, responsable de atrocidades masivas en Irak y Afganistán. Bajo el gobierno de Obama se realizan los ataques con aviones no tripulados en las áreas pashtunes de donde es originaria la propia Malala, en la frontera de Pakistán y Afganistán donde se ha intensificado la feroz matanza de cientos, si no de miles, de niñas, mujeres y niños, e inocentes. Esto dice mucho acerca de la realidad del «Premio Nobel» tan celebrado por los medios de comunicación.
Ahora, he aquí, que ¡hasta la Reina de Inglaterra ha invitado a Malala al Palacio de Buckingham! Esta corona simboliza el Raj Imperial que colonizó y reprimió el subcontinente indio y está detrás de toda la historia de las «guerras afganas» libradas entre los imperialistas británicos y los guerreros pashtunes. Fue el Raj el que dividió a los pashtunes, trazando artificialmente la Línea Durand que separa Afganistán de Pakistán, destrozando una nación que tenía el mismo idioma, historia y cultura.
La verdad es que, aparte de los ataques de los fundamentalistas islámicos, muchas más escuelas se están convirtiendo en ruinas debido a la atrofia de la financiación por parte del Estado en este sector. Con menos del 2 % del PIB destinado a la educación, no es de extrañar que Pakistán tenga el asombroso número de 25 millones de niños en edad escolar que no van a la escuela. Uno de cada cuatro niños en edad escolar primaria – 6 millones en total – están fuera de la escuela. Alrededor de la mitad de ellos, abandonan la escuela antes de finalizar 3° grado. Detrás de esta imagen desesperante están las desigualdades más crudas del mundo. En las ciudades, los niños pertenecientes al 20% de los hogares más ricos tienen, en promedio, 10 años de escolaridad. Por el contrario, las niñas pertenecientes a familias rurales pobres reciben sólo un año de educación. El aumento de los precios de los alimentos y del combustible, así como la difícil situación económica, ha obligado a muchas familias a enviar a sus hijos a buscar trabajo en vez de mandarlos a las aulas. Se calcula que cerca de 10 millones de niños en Pakistán trabajan en los hornos de ladrillos, talleres clandestinos y el servicio doméstico.
Los talibanes no son el único obstáculo para la educación de las compañeras de Malala en Pakistán. Los problemas son mucho más profundos. La pobreza, la desigualdad de género y el impactante fracaso de la élite gobernante de Pakistán que no invierte en educación, es el corazón del problema.
Malala era una joven adolescente cuando asistió a la Escuela Marxista en Swat. Ella estaba pasando por sus años de formación, aprendiendo y extrayendo lecciones de su experiencia personal en Swat. Tenía sed de nuevas ideas y conceptos para explicar no sólo las atrocidades cometidas por los talibanes paquistaníes, sino que también estaba abrazando el marxismo como una herramienta científica para poner fin a este ciclo brutal de violencia, represión y explotación llevado adelante por el sistema imperante en Pakistán.
Todavía no está claro hasta qué punto estos agentes capitalistas han podido apropiarse de Malala y de su familia, pero cualquiera que sea el resultado, no hay duda de que mientras este sistema se mantenga, la amenaza del fundamentalismo seguirá dañando a las niñas y devastando a personas inocentes. Bajo la hegemonía imperialista y la coerción socioeconómica capitalista, la educación seguirá siendo un sueño lejano para estas chicas tan interesadas e inclinadas a educarse e iluminarse con conocimientos avanzados.