Hoy día, la producción de los bienes necesarios para el sustento de la vida humana es una obra colectiva. La labor concertada de millones y millones de trabajadores pone diariamente en marcha las fábricas, los almacenes, el transporte, la comunicación, en resumidas, todos los medios de producción para crear los bienes de consumo. Sin embargo, aunque la producción sea una obra colectiva, los productos del trabajo, el reparto de esos bienes, no llega equitativamente a quienes los han creado, a los trabajadores. En nuestra sociedad actual, los capitalistas se apropian de los frutos del trabajo, se hacen dueños de ellos con el fin de sustraer inmensas ganancias; una clase social privilegiada, una minoría, dueña de los medios de producción, se apropia de toda riqueza producida por los inmensos conglomerados de trabajadores de las diferentes industrias.
Esto lo explicó Carlos Marx en varios de sus escritos y señaló que esta apropiación del producto del trabajo por los capitalistas, constituye la principal contradicción del sistema capitalista. Esta contradicción es innegable en nuestros tiempos actuales y hace que las ideas de Marx tengan absoluta vigencia. En última instancia, es en esta contradicción en donde yace la raíz de las crisis económicas, de las guerras, de la pobreza, de la ignorancia y de toda desigualdad social. De hecho, esta contradicción, poco a poco, a través de un tortuoso proceso, se disuelve a favor de los trabajadores. Lo estamos viendo diariamente en las luchas del pueblo europeo y de otras partes del mundo. Lo vemos en Latino-américa. Aquí ya se han fundado varios estados en donde la producción se planifica y se administra en beneficio de los trabajadores. Esto nos autoriza para declarar, después de 130 años, que las ideas de Marx continúan vigentes.