El espectáculo de las celebraciones por la apertura de la nueva embajada de los EEUU en Jerusalén el lunes 14 de mayo contrastó marcadamente con el derramamiento de sangre en Gaza, donde el mismo día fueron asesinados 59 manifestantes palestinos y más de 2.700 heridos por francotiradores israelíes. Como dijimos en un artículo anterior, el movimiento de resistencia masiva de los palestinos en Gaza por el derecho al retorno de los refugiados palestinos de 1948 y contra el bloqueo de 12 años por parte de Israel ha ido creciendo, a pesar de la represión más dura del ejército israelí.
La decisión de Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos desde Tel-Aviv y reconocer a Jerusalén como la capital de Israel ha radicalizado aún más el movimiento. Fue una provocación consciente contra las demandas centrales de la lucha nacional palestina. La fecha también fue deliberadamente elegida para coincidir con la celebración del 70 aniversario de la proclamación del Estado de Israel en 1948, que precipitó la expulsión forzosa de sus hogares de más de 700.000 palestinos, una fecha recordada por los palestinos como la Nakba (catástrofe).
Jared Kushner e Ivanka Trump (que presidían la celebración como representantes principales de la Casa Blanca) fueron fotografiados sonriendo junto con Netanyahu y la crema y nata de la clase dominante israelí, dejando muy clara la posición del gobierno de los EEUU. La observación de Jared Kushner de que «los provocadores de violencia son parte del problema y no parte de la solución», mientras que decenas de manifestantes pacíficos eran asesinados en Gaza, es sólo otra muestra de la apestosa hipocresía que se ha convertido en una marca registrada de la diplomacia del imperialismo estadounidense.
La escala de asesinatos y mutilaciones por sí sola desgarra la imagen presentada por el gobierno israelí, y alcanzó un eco temerario por la actitud de los gobiernos de los Estados Unidos y del Reino Unido y los medios internacionales. Es decir, estas muertes fueron el resultado de la agresión palestina y de los intentos de violar la frontera, orquestados por Hamas: la fuerza siniestra que cínicamente hace pasar a un ejército de terroristas bajo la apariencia de una protesta pacífica.
El uso de la fuerza letal por los francotiradores israelíes, de acuerdo con la propaganda del gobierno israelí, sería una «respuesta medida» a una amenaza fundamental a la existencia misma de Israel. El verdadero compromiso del gobierno israelí con los derechos humanos elementales quedó de manifiesto por el infame comentario del ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, quien dijo que no había ningún pueblo «inocente» en Gaza.
Sin embargo, el día más sangriento desde el ataque israelí de 2014 contra Gaza cuenta otra historia.
El carácter relativamente pacífico de las protestas, frente a la sangrienta represión, es un testamento de una renovada voluntad de llevar a cabo la resistencia en masa, como la única forma de socavar la ocupación efectiva israelí de Gaza y Cisjordania.
No hubo ninguna amenaza seria de que los manifestantes pudieran traspasar la frontera durante el último mes de protestas, ni podría haberla habido. La frontera de Gaza se ha construido con las tecnologías más avanzadas y está constantemente monitoreada y defendida por una fuerza militar abrumadora. Las imágenes y los vídeos han mostrado las protestas pacíficas de las familias con barbacoas y picnics a lo largo de la frontera que se convirtieron en una matanza por una lluvia de fuego y gas lacrimógeno. Lo que se puede ver claramente es que los jóvenes palestinos desafían el armamento más avanzado, en manos de francotiradores entrenados, volando cometas a través de vallas de alambre de púas, intentando desviar los botes de gases lacrimógenos con raquetas de tenis, o simplemente mostrando que no serán intimidados por las balas, incluso a riesgo de sus propias vidas.
Lo que ha quedado cada vez más evidente para cualquiera que no tenga un interés personal en difundir la propaganda del Estado israelí, es un creciente desafío heroico por parte de la juventud palestina contra las condiciones intolerables que se le ha impuesto. Día tras día, las protestas a lo largo de la frontera durante el último mes han sido pacíficas, a pesar de la respuesta letal del ejército israelí. No hay víctimas entre ciudadanos o soldados israelíes, mientras que la cifra de muertos entre la población de Gaza desde el 30 de marzo supera ampliamente los 100 (y sigue creciendo) y más de 12.000 personas han sido gravemente heridas con munición real o botes de gases lacrimógenos lanzados contra manifestantes pacíficos.
Los ataques a periodistas o fotógrafos que documentan la masacre y denuncian el uso sistemático de balas explosivas, con el objetivo de maximizar las heridas infligidas, sin mencionar los disparos contra doctores y personal de ambulancias que intentan ayudar a los heridos con chalecos visibles, hablan por sí mismos.
La crisis de la dirección palestina y la «solución de los dos estados»
Cientos de miles de palestinos están llegando a la conclusión amarga, después de décadas de negociaciones y promesas desperdiciadas por las diferentes facciones de los líderes palestinos, de que sólo un movimiento de resistencia de masas puede hacer avanzar sus demandas. Este estado de ánimo es particularmente fuerte entre los jóvenes, cuyo futuro está siendo negado en sus condiciones actuales, intolerablemente opresivas.
La Autoridad Palestina, bajo el liderazgo de Abbas y Fatah, ha demostrado en las últimas dos décadas, sin lugar a dudas, que la pretensión de construir un Estado palestino independiente bajo el patrocinio imperialista de los Acuerdos de Oslo y Madrid (que dejó en manos de la clase dominante israelí todos los hilos del control estratégico sobre la economía), era sólo una utopía reaccionaria.
La mezcla de corrupción endémica por parte de la élite palestina y su compromiso de colaboración con el Estado israelí para vigilar al pueblo palestino (la cooperación de seguridad con Israel, que Abbas ha calificado previamente como «sagrada»), junto con un estrangulamiento económico lento y el apoyo israelí incesante a la apropiación de tierras y a los asentamientos judíos ilegales en Cisjordania, han desacreditado por completo las políticas de Fatah, junto con la autoridad moral y política de sus líderes.
Por otro lado, está claro que Hamas está implicada en un juego destinado a resucitar su apoyo decreciente mediante la presentación de una postura aparentemente desafiante contra Israel, una táctica que ha aplicado muchas veces en el pasado. Pero las continuas protestas masivas en la frontera de Gaza reflejan una situación diferente, que no está en absoluto bajo el control de Hamas. Existe una creciente comprensión de que la táctica utilizada por los líderes de Hamas de involucrarse en una batalla militar asimétrica contra las abrumadoras fuerzas israelíes sólo ha empeorado las cosas, y sólo la resistencia masiva puede romper el bloqueo de 12 años de Gaza.
Tanto Fatah como Hamas han llevado a la lucha de liberación palestina a un callejón sin salida. La resistencia masiva de decenas de miles de hombres, mujeres y jóvenes palestinos está exponiendo la brutalidad de la opresión a la que están sometidos por parte del Estado israelí. También está abriendo una nueva perspectiva para la lucha del pueblo palestino frente a enormes obstáculos. Merece la plena solidaridad del movimiento obrero internacional.