Bolsonaro venció en la primera vuelta y tiene la posibilidad de ser el próximo presidente de la república. Recibió el apoyo de cerca del 33% de los 147 millones de electores. Haddad recibió el apoyo de cerca del 21% de los electores. Del total de electores, el 27,32% (más de 40 millones) decidió no votar a ningún candidato. Esta es la expresión del sentimiento que atraviesa las calles. El recuento de los «votos válidos» por la Justicia Electoral produce la falsa impresión de que el ganador tiene la mayoría de la población a su lado.
Y el PSL de Bolsonaro pasa de 1 a 52 diputados. El PSOL crece de seis a diez diputados, a pesar del fracaso de la campaña de su candidato a presidente. Sólo 240 diputados fueron reelegidos, de un total de 513. Con estos resultados y la ampliación de la polarización política una nueva situación se abrió en Brasil.
El proletariado no tiene representación política
Cuando la Esquerda Marxista salió del PT en 2015, explicó que el partido había roto con su base obrera histórica y con la juventud. También evaluó que el PSOL podría ser la alternativa para la reconstrucción de la representación política de la clase obrera. Pasados más de tres años, la votación en esta primera vuelta confirmó el análisis sobre el PT. Sin embargo, el PSOL está muy lejos de acercarse a ser un partido obrero.
El PT perdió en todas sus bases obreras, como ya las había perdido en las elecciones municipales de hace dos años. Y perdió votos en los barrios obreros de São Paulo, de Río de Janeiro, de Minas Gerais y, además, perdió votos en todas las grandes ciudades. Se convirtió en un partido que sobrevive cada vez más de las zonas rurales, en lugar de ser el partido de los trabajadores y de la juventud, el partido que representaba al proletariado. El mapa electoral, incluso del Nordeste, lo muestra.
El PSOL, por su parte, logró llegar a los 10 parlamentarios, pero está lejos de llegar a ser de un partido de masas. Boulos, su candidato, tuvo la peor votación de candidato a presidente de toda la historia partidista y eso dice mucho sobre la táctica de intentar ser «otro PT», en vez de defender el socialismo. Si el partido logra tener la diputada más votada «de la izquierda» en Sao Paulo, eso se debe más al fracaso del PT que al crecimiento del partido.
El fracaso político de la representación del proletariado es lo que llevó a lo que los periodistas y comentaristas han llamado la «onda conservadora» u «ola derechista», que casi llevó a Bolsonaro a ser elegido en la primera vuelta.
Esta es una situación límite. Con la política actual del PT, difícilmente esa situación será revertida en la segunda vuelta. La cuestión para los marxistas, para los socialistas de forma general y para los que quieren combatir al lado del proletariado, es: ¿cuál es la mejor forma de combatir a Bolsonaro?
Qué es Bolsonaro
Situando a Bolsonaro en el escenario internacional, es inevitable la comparación con el crecimiento de otros fenómenos de extrema derecha: Trump, en los Estados Unidos; Marine Le Pen, en Francia; La Liga, en Italia; Alternativa para Alemania. Al mismo tiempo, hay diferencias. Por ejemplo, Trump defiende medidas proteccionistas y generación de empleos en el territorio nacional. En este sentido, Bolsonaro y su economista, Paulo Guedes, defienden una política económica ultraliberal, de sumisión al mercado internacional (inclusive con Bolsonaro agitando la bandera de los Estados Unidos), privatización de todo lo que es estatal, el fin de los derechos laborales que aún resisten, como la paga extra, vacaciones, jubilación, etc. Obviamente que su demagogia sobre armar a la población contra los bandidos es una mentira descarada, que pretende sortear ampliando la licencia para matar que la policía ya tiene y alentando la represión contra las organizaciones de los trabajadores y de la juventud.
Lo que hay de similar entre los casos internacionales y Bolsonaro es que todos ellos surfean sobre un sentimiento antisistema que recorre la base de la sociedad. Tales fenómenos tienen un origen común: la profunda crisis del capitalismo, raíz de la inestabilidad política internacional y de la desmoralización de las formaciones de «izquierda» y de derecha llamadas «moderadas», que se turnaron en el poder para administrar este sistema.
Situar a Bolsonaro dentro de esa perspectiva global nos ayuda a comprender que buena parte de sus electores no están formados por machistas, racistas, defensores de la dictadura, o del fascismo, aunque entre sus partidarios haya todo eso, incluyendo grupúsculos fascistas. Está también el proletario acuñado entre la violencia del narcotráfico y de la policía, que anhela tener un arma para defender a su familia. Está el joven que se enoja con la política y que quiere colocar a alguien en la presidencia que haga «arder el circo». Se identifica también, por supuesto, el pequeño burgués, asustado por la crisis, que quiere disminuir sus gastos en impuestos y cargas laborales.
Sin embargo, no hay hoy un partido fascista estructurado con una base de masas capaz de organizar batallones para atacar a las organizaciones obreras, aunque los grupúsculos fascistas se sienten más a gusto para actuar en ese clima de polarización social. No hay base social para sostener una dictadura descarada. Los partidarios de la dictadura militar pueden hacer ruido, pero son minoritarios.
Es incuestionable la necesidad para la burguesía de promover una ofensiva del aparato de Estado en la represión y criminalización de las luchas de jóvenes y trabajadores. Sin embargo, una dictadura o un régimen fascista necesitarían antes derrotar a la clase trabajadora, que hoy está desorientada, pero no está derrotada.
Bolsonaro es en realidad la expresión deformada y degenerada del odio de sectores sociales contra las instituciones y sus políticos, teniendo como política ofrecer represión violenta, destruir los servicios públicos, privatizaciones sin límite y, por lo tanto, de conjunto, más desempleo y sufrimiento. No tiene un partido militante fascista, sin embargo, tiene la posibilidad de intentar sustituir esa ausencia usando los instrumentos represivos y las palancas de poder del Estado para imponer sus soluciones reaccionarias. Esto no puede ser descartado, pero exigiría antes derrotar y destruir las organizaciones de los trabajadores y hacerlos abandonar incluso sus propias reivindicaciones.
Además, Bolsonaro no cuenta hasta ahora con el apoyo de la gran burguesía nacional e internacional. Los apoyos más expresivos que conquistó en el primer turno fueron de terratenientes ultrarreaccionarios, de diputados de origen policial y de las sectas evangélicas más degeneradas. Los sectores de la burguesía nativa que se adhirieron a Bolsonaro todavía son marginales. El apoyo de políticos burgueses que va a recibir en la segunda vuelta no cambia eso y se trata de un movimiento para envolver a Bolsonaro y tratar de controlarlo al mismo tiempo que continuar participando del festín.
Algunos militantes de izquierda, asustados y llevados por el discurso del golpe, de la inminencia del fascismo y de la dictadura, comenzaron a ver cualidades inexistentes en el PT y en los gobiernos de Lula y Dilma. Bajo la presión de la situación, capitulan. Otros no consiguen ver la diferencia entre Bolsonaro, de extrema derecha, y el partido obrero-burgués (como Lenin caracterizaba a la socialdemocracia) que es el PT. Son los sectarios que declaran que tanto da Bolsonaro o Haddad y que plantean votar nulo en la segunda vuelta.
La situación política actual es un campo minado. La burguesía sabe que un paso equivocado puede llevar a explosiones de luchas con un carácter revolucionario. El fantasma de junio de 2013 aún asombra.
El PT
El PT y sus gobiernos traicionaron a la clase trabajadora, hicieron duros ataques contra ella y se sometieron a los intereses del capital internacional. Lula y los demás dirigentes destruyeron políticamente, como herramienta de combate, un partido de masas construido por la clase obrera, generando la desorganización de las luchas y la confusión, que culmina en la actual situación.
Por eso el PT perdió su base en el proletariado urbano, en las fábricas, en la juventud y sostiene su base electoral sobre todo en sectores nostálgicos de los tiempos en que había algún crecimiento económico, lo que posibilitaba más empleos, algunas migajas para engañar, y mayor consumo basado en crédito fácil y el endeudamiento. El caso es que, hoy, la situación económica objetiva, internacional y nacional, no es la misma, no hay margen para maniobras. Es necesario atacar a los trabajadores. El proletariado tendrá el desafío de reorganizarse, resistir y luchar, sobrepasando las direcciones que insisten en bloquear y desviar su camino.
El resultado del PSOL
Lo que se vio en estas elecciones fue un candidato presidencial del PSOL con un discurso reformista, con pautas pequeñoburguesas, orientadas por un oportunismo electoral. Esto impide al partido crearse como alternativa al PT, alternativa contra el sistema, alternativa para organizar a la clase trabajadora. La expresión concreta de una política completamente equivocada desde el punto de vista de la clase trabajadora y de la juventud fue la publicación del programa electoral titulado «50 recetas de Boulos». Y aún en el formato de libro de recetas comerciales, tratando de imitar lo que hizo Pablo Iglesias de Podemos que publicó su programa en el formato de un catálogo de muebles y decoración de la multinacional IKEA de Holanda. Allí se alaba el incentivo al «emprendedurismo», como el PT que quiere desarrollar el capitalismo.
Frente al fracaso político de su campaña, en la recta final Boulos se declaró «contra el sistema». Pero eso era ya inútil con el programa de 50 recetas que defendió y con la línea de no diferenciarse del PT ni de Lula.
Todo esto impide que el PSOL conquiste el apoyo de los que no creen ya en el sistema político actual, lo que en cierto modo el PODEMOS español, la Francia Insumisa, el Partido Laborista británico con Corbyn, o incluso Bernie Sanders en Estados Unidos, lograron hacer, a pesar de sus limitaciones y confusiones.
La candidatura y la campaña de Boulos fue un error enorme de la dirección del PSOL. Anuló al partido como posibilidad de ser una alternativa, desarmó a la militancia y tuvo como resultado electoral una regresión enorme en relación a los resultados anteriores. Fue una campaña sin identidad, sin personalidad y con un programa reformista de derecha que defendía incluso el «emprendedurismo». Es decir, incentivar a la juventud y a la clase trabajadora hacia un supuesto camino del éxito en el capitalismo. En una demostración del error político, sin conseguir atraer el sentimiento de rabia popular, Boulos tuvo la peor votación de la historia del PSOL, lo que contrasta con el crecimiento de la bancada de diputados federales del partido.
El PSOL debe distanciarse de la política que provocó la caída del PT o no podrá desarrollarse como un verdadero partido socialista. Todo nuestro esfuerzo como Esquerda Marxista es ayudar en la construcción de un partido obrero de masas, independiente y socialista.
Fue con ese objetivo que la Esquerda Marxista participó en las elecciones con sus candidatos dentro del PSOL, centrando sus campañas en organizar políticamente militantes y partidarios. Fue con total espíritu de independencia de clase que rechazamos tocar un solo centavo del dinero del Estado burgués ofrecido a través de los fondos partidarios y electoral. Esta campaña ha sido financiada íntegramente por nuestros compañeros y simpatizantes, lo que garantiza una total independencia política.
Nada está decidido todavía. Una batalla está abierta para ganar al 27,32% de los que no votaron a nadie, así como a los electores de todas las demás candidaturas. En la segunda vuelta lucharemos para derrotar a Bolsonaro.
La Esquerda Marxista invita a todos sus militantes y simpatizantes a votar contra Bolsonaro en esta segunda vuelta de las elecciones. Votaremos al PT, sin ninguna confianza y combatiendo el programa de Haddad y del PT, sólo para barrer a Bolsonaro. Nuestra lucha es para barrer todo este sistema capitalista podrido y establecer un verdadero gobierno de los trabajadores, que expropie al gran capital y planifique democráticamente la economía.
Los bolcheviques supieron en agosto de 1917, con la dirección de Lenin y Trotsky, combatir la reacción, el golpe contrarrevolucionario de Kornilov, sin dar ningún apoyo al gobierno Kerensky, gobierno que reprimió a los bolcheviques en julio, detuvo a Trotsky y forzó a Lenin al exilio. En Alemania, a principios de la década de 1930, el Partido Comunista, bajo la dirección de Stalin, se negó a hacer frente único con el Partido Socialdemócrata Alemán, a quien llamaban «socialfascistas», contra el nazismo. Este izquierdismo criminal permitió la llegada al poder del nazismo y luego la masacre de comunistas y socialdemócratas. Trotsky, en una carta de 1932 sobre la situación en Alemania, decía:
«Hay siete notas en la escala musical. La cuestión de cuál de estas notas es la «mejor»: Do, Re o Sol, es una pregunta sin sentido. Pero el músico debe saber cuándo y qué notas tocar. La cuestión abstracta de quién es el mal menor –Brüning o Hitler– también carece de todo sentido. Es necesario saber qué tecla tocar. ¿Está claro? Para los que no entendieron vamos a citar otro ejemplo: Si uno de mis enemigos me obliga a tragar pequeñas porciones diarias de veneno, y otro enemigo, al acecho en un callejón, está a punto de disparar directamente contra mí, entonces voy primero a tomar el revólver de la mano de mi segundo enemigo, eso me dará una oportunidad de librarme de mi primer enemigo. Pero eso no significa en absoluto que el veneno sea un ‘mal menor’ en comparación con el revólver”.
La cuestión en esta segunda vuelta es «tomar el revólver» de Bolsonaro y proseguir el combate contra los «venenos», los ataques, que un gobierno petista también va a buscar aplicar. Entre los dos terrenos posibles, ese es el mejor para que la clase trabajadora se reorganice y prepare sus futuras victorias.
En todos los estados donde habrá una segunda vuelta entre partidos burgueses en la elección para gobernador estadual, la Esquerda Marxista invita a todos sus militantes y partidarios a votar nulo, en blanco o abstenerse.
No existe derrota, desmoralización, ni fascismo a la vuelta de la esquina. Lo que existe es una polarización social, un régimen fallido, la falta de una dirección revolucionaria, la traición de las direcciones tradicionales. Así también existe una masa dispuesta a luchar, y que lucha cuando encuentra un canal para expresar su indignación. La intensificación de la lucha de clases está en el horizonte y en las calles, en las fábricas, en los lugares de trabajo y en las escuelas que es donde nuestros enemigos tendrán que ser derrotados.
La Esquerda Marxista invita a todos a discutir estas cuestiones en las plenarias de balance de la primera vuelta que estamos organizando. Desde ya, invitamos a todos los activistas, militantes y simpatizantes a ingresar a nuestra organización para que juntos luchemos para ayudar a construir el partido proletario que la clase obrera necesita.
Esquerda Marxista
São Paulo, 8/10/2018