Nos proponemos hacer un balance de la lucha y el comportamiento de los diferentes dirigentes políticos y sindicales del movimiento obrero para así establecer lo que realmente necesitamos.
[FUENTE ORIGINAL]La ofensiva capitalista no encuentra precedentes en el país; todos los parámetros y tendencias económicas actuales han superado ampliamente los de la crisis económica que llevó al Argentinazo en 2001.
Solo basta decir, como cobertura política de la crisis actual, que el gobierno reaccionario de Mauricio Macri y los capitalistas han revelado su completa bancarrota e incapacidad para resolver la profunda crisis del capitalismo argentino, sumergiendo al país, a los trabajadores y sectores populares a la más profunda miseria e indigencia. La economía se encuentra -con asistencia del FMI incluida- en una colosal recesión y un posible default, combinado con desempleo, endeudamiento, aumento de tarifas (más de 600%), nafta y servicios públicos, generando un poderoso coctel explosivo de la situación.
El movimiento de masas
El movimiento de masas, los trabajadores y sus organizaciones se encuentran en extrema tensión, ya que el gobierno les ha facilitado a los capitalistas todas y cada una de las leyes que los favorecen, para lograr una mayor y profunda flexibilización del trabajo y así reducir el costo laboral. En el marco del Estado, avanzando con los despidos y la reducción presupuestaria en salud y educación para obtener un supuesto equilibrio fiscal.
La respuesta obrera la encontramos desde el comienzo de la gestión de Macri–Cambiemos. Podemos afirmar que los trabajadores y la juventud ante cada ataque, mantuvo una actitud de lucha, de repudio a la avanzada capitalista, en general, se mantuvo en la trinchera de combate; su instinto de clase hizo que tuviera claro quién es su enemigo. Con el transcurso de los meses fue ganando experiencia con la gestión macrista; si hubo sectores de la clase que lo votaron, ese voto en los meses subsiguientes se fue volatilizando de manera gradual.
El capitalismo con el paso del tiempo ha inficionado a nuestras organizaciones obreras, sindicatos y partidos, ha posibilitado a través de múltiples vasos comunicantes construir defensas que posibilitan no solo su existencia como sistema, sino además su dominio ideológico a través de las diferentes variantes políticas que lo expresan y sostienen.
Ha logrado adaptar a las direcciones obreras, incorporarlas de diferentes maneras al Estado capitalista, logrando generar un colchón entre los intereses irreconciliables de burgueses y proletarios. Las obras sociales, el manejo de estas cajas, ha sido un elemento divisorio y distintivo entre la casta dirigente de la CGT y las genuinas y combativas tradiciones del movimiento obrero argentino, que hoy resisten en el día a día, tratando de superar a esta dirección en las calles y en la fábrica, en las oficinas y en las universidades.
Los jefes sindicales representan el sostén histórico del gran capital, de los empresarios, de la propiedad privada de los medios de producción, en oposición a los intereses generales de los explotados de la ciudad y el campo. La burguesía necesita de estas mediaciones para amortiguar los embates del capitalismo contra los trabajadores. Sin esta casta sindical repodrida, los trabajadores tendríamos la posibilidad de barrer con la burguesía de una manera más “fácil”.
Las organizaciones de primer y segundo grado son, en tiempos de relativa paz social, la correa de transmisión de los planteos de conciliación de clases, y muchas de las veces espacios donde los delegados se aconchaban. En tiempos como el actual, las juntas internas y los cuerpos de delegados sienten la presión de las bases que expresan las turbulencias de la crisis capitalista, sienten la agudización de la lucha de clases.
Si vemos la conducta que sostienen los jefes sindicales durante la gestión del gobierno Macri–Cambiemos, estos facilitaron las políticas patronales. Tanto el triunvirato como ahora el dúo cegetista, -gordos e independientes- no prepararon la lucha en defensa del convenio colectivo, de la salud y la educación, hicieron y hacen lo contrario de lo que necesita la clase obrera. Mantienen su política de “entender” al gran capital, siguen ganados a una lógica de aceptar que esto es “lo posible”, que se debe aceptar las reglas del juego. Con el pretexto de que nos encontramos en un contexto mundial y regional difícil, nos dicen que debemos entender que hay que producir a bajo costo y así mantener y aumentar el empleo en detrimento del salario. A cambio, estos dirigentes han amasado enormes fortunas.
Este sindicalismo, que tiene su rostro más entreguista en los José Pedraza, en los Gerónimo “Momo” Venegas, en los Juan José Zanola, Batallón Martínez, el difunto Lezcano, West Ocampo, Daer, entre muchos otros, poseen una maquinaria aceitada y puesta al servicio del mejor postor, que redunda como el caso de Lezcano en una fortuna de 685 millones de pesos, develada en la lista de los Panamá Papers.
Se trata de dirigentes que llevan varias décadas conduciendo sus gremios como si fueran cargos eternos, sin posibilidad de renovación, revelando la ausencia de democracia obrera, perpetuándose en los cargos amparados en la legislación de la última dictadura militar. Estos Jefes Sindicales son bandidos que han asaltado nuestras organizaciones sindicales, por eso debemos removerlos.
El sector moyanista ha mantenido también una conducta de garantía del gran capital, son dirigentes políticos sindicales que defienden el carácter privado de la producción. Es verdad que estos dirigentes mantienen más los pies en la trinchera obrera, pero su “sensibilidad” hacia la clase tiene más que ver con la preservación de sus negocios. Podemos hablar de Moyano y demás, tan solo recordemos cuando Macri aún era candidato y Moyano declaraba “el macrismo fue el gobierno que reconoció la dignidad de los trabajadores”, luego aceptó ir a la inauguración del monumento a Perón en la ciudad de Buenos Aires y darle otra foto al postulante de Cambiemos. Entonces podemos ver que tal conducta está determinada por cómo calienta el sol. En momentos reivindica a Macri, antes apoyo el gobierno de CFK y luego junto a las patronales sostuvieron una infinidad de paros.
En estos días hemos presenciado con el caso de Pablo Moyano, la ofensiva del gobierno para sacarse de encima otra de las mediaciones entre los embates del gran capital y los jefes sindicales. El ataque a Pablo Moyano viene por su relación con el Club Independiente que lidera junto a su padre Hugo, intentando relacionarlo con la “causa Independiente», donde se los investiga por asociación ilícita entre la barra brava y algunos dirigentes del club.
Lejos de encontrarnos en la trinchera que defiende a Pablo Moyano ante la acusación de ser parte de una asociación ilícita con la barra brava, entendemos que el macrismo no tiene autoridad moral para juzgar a los Moyano como a cualquier otro jefe sindical. La moral y ética de Macri y la burguesía emanan de las relaciones sociales de explotación en el capitalismo entre burgueses y proletarios. Esta explotación como hemos mencionado se encuentra en la actualidad inmersa en la crisis del sistema capitalista a nivel mundial y la ofensiva al movimiento obrero supone barrer todo atisbo de resistencia obrera, a pesar de que a veces se exprese a través de estos jefes sindicales. La clase obrera y su vanguardia dará cuenta de ellos en algún momento de la historia. Pero no podemos aceptar y ubicarnos junto a los Macri para barrer con esta lacra de nuestras organizaciones sindicales.
Nuestra posición supone explicar pacientemente la relación de los Moyano con el negocio del futbol como parte de otros innumerables negocios, así como el enriquecimiento a través del manejo de nuestros dineros aportados mes a mes a las obras sociales, cuotas sindicales, etc.
Nuestra posición supone,además, la denuncia de la persecución a los activistas combativos, anti burocráticos y clasistas por parte de los Moyano y demás Jefes Sindicales. Por esto, debemos luchar por la unidad de nuestra clase e ir generando los espacios democráticos para defender el mejor programa y las herramientas que se relacionan con éste, en defensa de nuestros intereses históricos como clase, es decir, un Gobierno Obrero y Campesino, un Gobierno de los Trabajadores.
El macirsmo en el transcurso de estos 32 meses de gestión abrió y cerró el grifo de la plata de las obras sociales para mantener quietos y disciplinados a los jefes sindicales y redobló su ofensiva persiguiendo a los “opositores” con denuncias de enriquecimiento tanto en el pasado como hoy. La burguesía nada dice de cómo engordó e inficionó a estos dirigentes, manteniendo buenas y cordiales relaciones con quienes garantizan una conducta a rajatabla de colaboración de clases.
Si Schmid, riñón del moyanismo, y otros han renunciado a la conducción de la CGT, es justamente para seguir manteniéndose en carrera, llevar agua al molino del armado 2019 y ser parte del mismo. De quedarse más tiempo en el triunviro de la CGT, tal vez hubiera significado quedar sujeto al efecto de arrastre ante un posible hundimiento del barco de la Central Obrera.
Luego nos encontramos con un arco de dirigentes habituados a los sillones, con años sin trabajar, sin recibir la presión patronal y del ambiente laboral. Siendo funcionales políticamente al proyecto popular, son dirigentes que los encontramos en las calles, convocando a marchas, hablando en actos, pero en general tributan al Parlamento capitalista y alguna de sus facciones; tributan a que es posible controlar al capitalismo, utilizando la calle para presionar a los bandidos que ocupan los sillones de las dos cámaras y que no cumplen con la bendición del “mandato popular”. Estos dirigentes tienen en común un grado de empirismo profundo, en la medida que no hacen un balance de las luchas, y cuando lo hacen culpan a los trabajadores, sacan de contexto historico las luchas y se suben al carro en términos de cómo viene el viento de cola para sumarse a una facción de la burguesía. Son los mismos que operan en el activismo y en la base, y que nos dicen con “clases magistrales” desde los púlpitos sindicales que “hoy estamos derrotados”, “¡los trabajadores votamos a nuestros propios verdugos!”, que hay “¡una derrota comunicacional!”, dando al arco político sindical un fundamento teórico para justificar su inacción.
Esta sentencia, desconoce de manera intencional el gigantesco potencial de lucha que durante estos treinta y dos meses de gobierno Macri – Cambiemos los trabajadores desplegaron en las calles, en los paros, en la huelga que se desarrollaron en docentes, en Estatales, en fábricas, etc. Pero agreguemos algo más, si solo tomamos las elecciones legislativas de 2017 cuando Cambiemos pintó de amarrillo al país en toda su extensión, el signo de época cambió en el primer intento de hacer pasar la Reforma Previsional, se produjo un punto de inflexión de la situación política. Podemos decir que en ese preciso momento el operativo al 2019 se puso en marcha. Hoy, ¡a diez meses de aquellas luchas y movilizaciones se habla de que los trabajadores nos encontramos derrotados!
Pero tomemos otro aspecto, se dice derrota cultural ya que “votamos a nuestros verdugos” y nos preguntamos, ¿qué es lo que hizo que un amplio abanico electoral de la población terminara votando a Macri?, ¿qué fue lo que pasó con la dirigencia K, que en la segunda vuelta fueron las bases las que debieron achicar la diferencia entre Scioli y Macri?, proceso que se dio al margen de los dirigentes kirchneristas que dejaron que la sangre llegue al río. Si seguimos en la idea de la derrota “ya que votamos a nuestros verdugos”, desde un punto de vista de clase, los diferentes gobiernos kirchneristas nunca tuvieron la intención de salir o sacar los pies del plato del capitalismo, algo reconocido por ellos mismos en distintas oportunidades; representan una facción de la clase dominante, por lo tanto, también podemos decir entonces que votamos en 2003 a nuestros verdugos.
Pero bien, como marxistas revolucionarios entendemos y partimos de la crisis de dirección. Trotsky señalaba “que la crisis de la humanidad se sintetiza en la crisis de dirección del proletariado”, nada más cierto y con plena vigencia. El 2001 fue una rebelión de las masas, arrojó por un lapso de tiempo la institucionalidad burguesa al basurero; perseguía en las calles a sus representantes políticos, comenzó a transitar por un camino diferente a los “tiempos de relativa paz”.
Este salto de conciencia, tuvo un límite por diferentes razones. Se hizo sentir la ausencia de un partido revolucionario de masas inserto en las masas. Se sumó la conducta criminal de los dirigentes de los diferentes partidos de la izquierda que, lejos de priorizar los interese de las masas, priorizaron los de sus tiendas políticas, desgastando las Asambleas Populares. El “que se vayan todos” debía seguir la consigna “por un Gobierno de los Trabajadores”. No sucedió esto. Y la burguesía recompuso su gobernabilidad, su institucionalidad, a un costo que debió pagar a cuenta de no quedar definitivamente superada por la única clase moderna que podía sacar y puede sacarnos del atraso y la barbarie, la clase obrera.
Ese precio que tuvo que pagar la burguesía, fue un gobierno incómodo para los grandes capitalistas. El kirchnerismo fue entonces, un sub producto de la rebelión popular y de la crisis de dirección de la clase obrera. Con este razonamiento podemos decir que en 2007 y sucesivas elecciones presidenciales también “votamos a nuestros verdugos”, pero esta simplicidad en boca de los dirigentes del campo Nacional & Popular y Feminista, es para fundamentar su inercia ante la avanzada capitalista y del Fondo Monetario Internacional, pero sobre todo para que la situación no se vaya de madres y así poder llegar a las urnas en 2019 y derrotar a Macri – Cambiemos.
No podemos ni debemos engañarnos, todas y cada una de las conquistas de los diez años kirchneristas fueron las ondas largas del Argentinazo. Ese es el costo político que pagó la burguesía. Entonces nos preguntamos “¿votamos a nuestros verdugos?” Un último aspecto de tal sentencia, ¿por qué los dirigentes sindicales no potencian el aspecto más progresivo de la clase? Sus luchas, sus movilizaciones, su hartazgo y bronca, su salto en la conciencia, su defensa de lo conquistado y el sentimiento de luchar por una vida mejor. Esto tan simple, supondría que los dirigentes políticos sindicales deberían posicionarse hoy en la trinchera de la lucha, no en diciembre de 2019 cuando asuma el próximo gobierno.
Algunos compañeros nos pueden señalar que en el Partido Laborista de Inglaterra o el Partido de Trabajadores de Brasil también votamos a nuestros verdugos. Para empezar y a diferencia del kirchnerismo, ambas organizaciones surgen de la clase obrera, de sus luchas, movilizaciones, y huelgas. Son organizaciones que cambian con la lucha entre las clases opuestas de la sociedad, obreros y burgueses. El surgimiento de Jeremy Corbin revela una situación que ha modificado en toda su amplitud al Partido Laborista en favor a los intereses de la clase obrera de Gran Bretaña. El PT de Brasil hace tiempo es un partido obrero burgués. Que sus estructuras han sido vaciadas por sus políticas de colaboración de clases. Debemos ver en cada caso concreto sin hacer grandes disertaciones y tomar políticas incorrectas que nos aíslan de las masas.
En última instancia «el verdadero carácter de la democracia burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, la dictadura de la burguesía».
Teniendo en cuenta lo señalado arriba, de manera táctica los revolucionarios en determinadas oportunidades, pueden y deben apoyarse de manera crítica, en determinado partido o candidato si eso implica un paso adelante del movimiento o incluso la preservación del mismo, pero tenemos que tener siempre presente como parte de la elaboración de nuestro programa, la finalidad última o estrategia, es decir la destrucción del Estado Burgués y su régimen político.
Los marxistas consideramos las elecciones como parte de la democracia burguesa, es decir, aquella pantalla que se nos brinda, para escoger a los nuevos gestores del capitalismo por unos años. Detrás de esto se esconde la dictadura del capital, sus empresas y la burguesía. Esto no quiere decir que a los marxistas les da igual que gane un candidato que otro, ya que esto puede determinar, condicionar o alterar la correlación de fuerzas dentro de la lucha de clases, pero a pesar de estas situaciones que suelen ser coyunturales nuestra tarea es la construcción del partido revolucionario que pueda conducir a las masas a la toma del poder y la superación del marco democrático burgués.
Lenin en susTesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariadoplanteaba «Otro error teórico y político de los socialistas consiste en que no comprenden que las formas de la democracia han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las ciudades del medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene distintas formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada -paso que se observa por primera vez en el mundo- puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de democracia, nuevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación, etc.
Esto es un libro cerrado con siete llaves para los dirigentes reformistas de izquierda. Aunque también para los sectarios.
Lo que debemos tener en claro y debemos decirlo con todas las letras, es que no solo se preserva la gobernabilidad, sino que, de potenciar la lucha, la única respuesta posible y sustentable para salir de la barbarie que nos ofrece el capitalismo es la lucha por una nueva legalidad, derrotando al capitalismo. Es por esto, que el amplio espectro de dirigentes, prefiere no potenciar esta situación, por el contrario, su política consiste en poner paños fríos, tal vez conciban alguna movilización más o incluso algún paro con un claro carácter de descompresión de la situación política, como el que evalúan recién para noviembre de 36 horas con movilización.
¿Qué tienen en común todas las variantes políticas sindicales? La defensa irrestricta, incondicional de la propiedad privada de los medios de producción y el carácter jurídico del gran capital, defienden el programa de conciliación de clases, unos por intereses de casta otros por programa y privilegios.
La CGT
Tal vez estemos en presencia de una ruptura de la CGT, el abandono de un abanico de dirigentes así lo revela. Esta depuración necesaria, -en el sentido de preservarse de la ira de las masas, de los vientos de cansancio de los trabajadores-, los obliga a correrse de sus viejos amigos y no ser superados.
Si recordamos la masiva movilización del 7 de marzo de 2017, cientos de miles de personas salieron a las calles a rechazar la política económica del Gobierno. En el escenario, el triunviro de la CGT, Juan Carlos Schmid, Carlos Acuña y Héctor Daer, amenazaron nuevamente con la convocatoria de un paro general, pero no le pusieron fecha, los ánimos se caldearon. La respuesta desde abajo no se hizo esperar, «paro general, paro general”, “pongan la fecha» y «traidores», fueron los gritos que derivaron en incidentes cuando Héctor Daer dijo «Antes de fin de año, perdón, de fin de mes pondremos fecha a la medida de fuerza», lo que fogoneó aún más el descontento popular.
Tan solo este ejemplo potenciado hoy a un 100%, muestra la crisis que atraviesa la CGT, revela el malestar de las bases y la presión a los cuadros medios. Si tan solo tomamos los cuatro paros al Macrismo, todos fueron arrancados por la presión que recibieron los delegados y las juntas internas y que se expresa en general en los cuerpos de delegados. La CGT es nuestra Central Obrera más grande del país y debemos recuperarla para la lucha.
Otro de los elementos que juegan en la realidad es el atraso de sectores de nuestra clase, atraso político e ideológico, determinado en gran medida por la derrota de los ’90 a nivel local y mundial, el cambio de la correlación de fuerzas con la disolución de la ex Unión Soviética y el Socialismo Real impuso una sola lógica, la del capitalismo.
Si aún no se ha podido superar a estos dirigentes es porque existe una camada de activistas educados en la adaptación a la orgánica. Pareciera que la lucha solo puede darse a través de los canales orgánicos. Esto teniendo un viso de realidad amaña en última instancia a la clase obrera y los trabajadores a esta lógica. No estamos diciendo que se debe romper a cada paso ante las dificultades que se presentan, pero si decimos que el trabajo dentro y fuera debe servir en definitiva para mejorar las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores, para la propia emancipación de los trabajadores como objetivo último.
Esta adaptación a la orgánica se combina con una política consciente que llevan los dirigentes políticos hacia sus aliados en los sindicatos de una división de tareas, ellos en el Parlamento y los dirigentes sindicales en los sindicatos. Es cierto que una camada de esta casta dirigente juega en política -los parlamentarios de origen obrero- pero siempre en la lógica de que los sindicatos solo están para las reivindicaciones.
¿Que necesitamos?
Lo que los trabajadores necesitamos son dirigentes y organizaciones que reflejen el actual estado de ánimo de las masas y las tareas históricas que le corresponde al movimiento obrero y su dirección, que sean capaces de mostrar una salida real y posible a esta crisis, retomando uno de los puntos más altos del sindicalismo argentino como lo fue el clasismo que levantaba un programa anticapitalista, clasista, antiburocrático y antiimperialista que está a años luz de los tibios programas que hoy levantan los sectores sindicales, que por diversos motivos se ubican en la trinchera de la lucha contra Macri.
Hoy mientras las direcciones sindicales de todo tipo y color solo plantean que la salida es electoral, los trabajadores más que nunca debemos retomar la salida que señalaban los compañeros en aquellos años en que levantaban entre sus banderas la expropiación de la burguesía y los terratenientes, la planificación de la economía y el control obrero de la producción.
Experiencias como las de la FIAT, en el Sindicato de Trabajadores de Concord (SiTraC) y el de Materfer (SiTraM) fueron un claro ejemplo de cómo organizarnos y barrer a las direcciones conciliadoras, burocráticas y vendidas de nuestros sindicatos.
A su vez es necesario reflexionar sobre los límites de esta experiencia para no repetirlos y superarlos. Gregorio Flores, dirigente clasista, dijo una vez que su principal error había sido que “nunca planteamos concretamente la construcción de un partido de trabajadores”.
Desde la Corriente Socialista Militante venimos haciendo eje justamente en esta cuestión. Estamos absolutamente convencidos que la tarea del momento es comenzar a reagrupar a las bases más combativas de cada sindicato y con mayor autoridad sobre el movimiento de masas y sentar las bases para establecer un autentico Partido de los Trabajadores que entienda a la sociedad capitalista como una sociedad dividida en clases sociales opuestas y antagónicas y no que busque salidas policlasistas anacrónicas y utópicas que subordinan a los trabajadores a la burguesía y sus partidos.