A pesar de que el golpe imperialista en curso en Venezuela todavía no ha tenido éxito, la impresión que uno tiene es que hay una marcha inexorable hacia adelante en su ejecución, debido principalmente a las fuerzas en el extranjero y no a la propia Venezuela. El siguiente paso en el plan es el uso de la «ayuda humanitaria» como una provocación en la frontera con Colombia.
Existen numerosos informes periodísticos que detallan la forma en que se planteó este intento de golpe de Estado en Estados Unidos, con la colaboración de Marco Rubio y los altos funcionarios de la administración de Trump. La planificación ya se había puesto en marcha bajo la administración de Obama, no olvidemos que fue él quien firmó la orden ejecutiva que declaraba a Venezuela una «amenaza» para la seguridad nacional de Estados Unidos, base de las sanciones. Todas las sanciones adicionales realizadas por Trump se han llevado a cabo dentro del ámbito de dicha orden.
Los planes se aceleraron la primavera pasada cuando los halcones reemplazaron a los «moderados» en el régimen de Trump. Mike Pompeo sustituyó a Tillerson, y Bolton a McMaster. Marco Rubio y Díaz-Balart, los jefes políticos de la mafia cubana en el exilio y figuras poderosas dentro del partido republicano presionaron a Trump desde el primer día. Ahora se han dado cuenta de que podían abrirse camino.
La trama del golpe
Ya en agosto de 2017, Trump contempló una opción militar para Venezuela, pero fue rechazada por sus asesores, entre ellos Tillerson. Una vez apartados, el camino se despejó. Además, los países de la región se alinearon con estos planes, con la elección del derechista Macri en Argentina, Duque (un agente de Uribe) en Colombia y, finalmente, Bolsonaro en Brasil.
Para esta banda de lobos, el problema no es ni siquiera sobre Venezuela, sino sobre lo que Bolton describió como la «tríada de la tiranía»: Cuba, Venezuela y Nicaragua. En un mitin con venezolanos reaccionarios en Florida el 2 de febrero, Mike Pence avivó el tema en su discurso, salpicado de referencias bíblicas, en el que prometió traer «libertad» a Venezuela y luego continuar con Nicaragua y Cuba.
En diciembre de 2018, se perfilaron los últimos detalles del plan y Guaidó viajó a Washington para recibir instrucciones. En ese momento, ni siquiera era presidente de la Asamblea Nacional, pero la Casa Blanca ya había decidido todo de antemano. Después de confirmado el plan, informes periodísticos han podido comprobar las «llamadas frenéticas» de Estados Unidos a países latinoamericanos y la presión diplomática sobre España antes de la auto-proclamación de Guaidó. A los aliados de Estados Unidos les dijeron que iba a ser presidente y que tenían que reconocerlo. Como era de esperar, cuando se les pidió saltar, todos dijeron: «¿qué tan alto?»
Para crear más apoyos para el plan de golpe de Estado, Washington decidió que necesitaba reclutar algunos rostros «liberales» y «socialdemócratas» para cubrir sus ambiciones descaradamente imperialistas. Trudeau, desde Canadá, y Sánchez, desde España, estuvieron encantados de ofrecerse como voluntarios. Un editorial en el Financial Times lo reflejó abiertamente:
«En una región con una larga historia de intervención de Estados Unidos, es importante que la presión sobre el régimen de Maduro no se perciba como simplemente otro ejemplo de imperialismo, o que la crisis se reduzca a una gran lucha de poder entre Estados Unidos y Rusia, los cuales tienen grandes intereses en el petróleo, la principal fuerza de Venezuela y prácticamente la única exportación. El papel de Canadá y de la mayor parte de los países latinoamericanos es fundamental para contrarrestar las suposiciones inmediatas de que sólo EE.UU. está orquestando acciones para expulsar a Maduro».
El régimen de Trump tiene un plan: «cambio de régimen» en Venezuela, y lo está implementando de manera lenta pero segura. Eso es todo lo que les importa. El apoyo popular o la falta de éste en Venezuela no determina realmente su puesta en marcha, aunque podría alterar pequeños detalles del plan.
Un cuento de dos marchas
El sábado, 2 de febrero, hubo grandes marchas en Venezuela, que fueron útiles para medir el equilibrio de fuerzas en lo que respecta al apoyo masivo a favor y en contra del golpe.
En Caracas, la marcha chavista fue claramente más grande, ocupando la mayor parte de la Avenida Bolívar, y estuvo compuesta principalmente por personas de las milicias y activistas de los consejos comunitarios y de los barrios de la clase trabajadora.
Una proporción vino de fuera de Caracas. Éste es el punto fuerte del apoyo a la Revolución Bolivariana (que incluye a muchos críticos con las políticas del gobierno). Estamos hablando de cientos de miles, de millones de personas (seis millones votaron por Maduro en mayo de 2018) que apoyan «patria o muerte»: preparados para morir luchando contra una intervención imperialista. Esta marcha chavista apenas fue mencionada en los medios internacionales. El corresponsal de la BBC se defendió diciendo que «no pudieron asistir» a la marcha chavista:
De hecho, no quisieron asistir, ya que habría destruido la historia de que «Maduro ha perdido todo el apoyo de la población», y es una máxima del periodismo burgués el dejar que los hechos no interfieran con una buena historia.
La marcha de la oposición en Las Mercedes fue grande, pero claramente más pequeña. Significativamente, se dejaron ver las banderas de todos los países que apoyan al presidente autoproclamado Guaidó, incluidas las de Estados Unidos e Israel. La presencia de banderas y símbolos estadounidenses fue una característica común en todas las marchas de oposición, que tuvieron lugar no sólo en Caracas, sino también en todas las principales ciudades del país. En general, la oposición movilizó a más personas, pero en Caracas, la marcha chavista fue más grande. Las manifestaciones de la oposición están compuestas principalmente por personas de las áreas de clase media y clase alta de las grandes ciudades. Toda la atención de la lucha política ahora es confiar en la intervención extranjera para inclinar la balanza de poder de su lado, habiendo sido derrotados repetidamente en intentos insurreccionales en los últimos cinco años. Ése es el significado de las banderas de Estados Unidos, las estatuas de la libertad y los carteles de «bienvenidos los marines».
En la marcha de la oposición en Caracas, Guaidó anunció cuál es el siguiente paso del plan: usar la portada de la «ayuda humanitaria» para crear una provocación en la frontera. El anuncio fue respaldado por Bolton y Pence:
Cualquier persona que piense que Estados Unidos o la oposición venezolana se preocupan por las condiciones de las personas en Venezuela o la difícil situación de los migrantes está completamente engañada. El régimen de Trump quiere construir un muro para evitar que los migrantes ingresen en EE. UU. Y los que lo lograron están detenidos en jaulas, los niños separados de sus padres de la manera más cruel. La oposición venezolana durante el intento de insurrección de 2017 quemó a un joven chavista por el crimen de verse pobre y de piel oscura. El tema de la «ayuda humanitaria» se está utilizando como una excusa conveniente para la intervención: la situación real es exagerada y las mentiras se dicen deliberadamente, de la misma forma en que se nos habló sobre las «armas de destrucción masiva» en relación con Irak, y sobre el «inminente genocidio en Trípoli” antes del bombardeo de Libia.
Se establecerán tres centros de «ayuda»: uno en Brasil, otro en una isla caribeña sin nombre y el tercero en Cúcuta, Colombia. Este último es el más importante en esta etapa. Estados Unidos entregará «ayuda» en estos puntos en los próximos días: una semana o diez días como máximo. Luego habrá un intento de «entregar» esta ayuda a través de la frontera. Esto está diseñado para crear una confrontación militar.
Debemos entender que Cúcuta es la ciudad capital del paramilitarismo en Colombia, que a su vez tiene estrechos vínculos con el aparato estatal y el actual gobierno de Duque, así como con los terratenientes y capitalistas del lado venezolano de la frontera, involucrados en el contrabando y otras actividades ilegales.
También hay los llamados «soldados rebeldes» en Colombia, que pueden usarse para este propósito. Algunos de ellos son probablemente ex soldados venezolanos de extrema derecha, otros son más propensos a ser paramilitares colombianos disfrazados.
Estados Unidos y sus títeres venezolanos han dicho abiertamente que buscarán una confrontación con los militares venezolanos en la frontera «para ver si impiden que llegue la ayuda o si desafían las órdenes de Maduro». Ésta es una aventura muy peligrosa ya que, en la práctica, equivale a un intento de invadir a Venezuela bajo la cobertura de la ayuda humanitaria, y podría fácilmente conducir a un choque armado. Eso es lo que buscan: un incidente que ensucie la imagen de Maduro y justifique la intervención militar.
Las apuestas son muy altas
También el sábado, un general en servicio de la Fuerza Aérea salió en apoyo de Guaidó. Éste es el oficial en servicio de más alto rango que se ha amotinado hasta ahora, pero no tenía tropas bajo su mando. El embajador de Venezuela en Irak también desertó.
Como ya expliqué en recientes artículos, la lealtad del alto mando del ejército está principalmente vinculada a su control de las empresas estatales. Eso significa que la oferta de una amnistía por parte de los conspiradores del golpe no es particularmente atractiva para ellos. Sin embargo, si las sanciones económicas se vuelven demasiado insoportables y ven una posibilidad de que Maduro sea derrocado, no se descarta que una sección del ejército pueda decidir que prefiere pasar a la acción y tomar el control de un proceso de «transición» antes que verse apartado por completo y perder todo su poder y riqueza.
El imperialismo europeo respalda a Estados Unidos.
El lunes 4 de febrero, 19 países de la UE emitieron una declaración conjunta, y señalaron que «reconocen y apoyan al Sr. Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional elegida democráticamente, como Presidente interino de Venezuela, para que pueda convocar unas elecciones presidenciales democráticas, justas y libres».
En la reunión de la Unión Europea el jueves pasado, no pudieron llegar a un consenso (Grecia, Italia y algunos otros países se opusieron o se abstuvieron), por lo que emitieron una declaración ad hoc. Este es el resultado del escandaloso ultimátum de ocho días para que Maduro convoque elecciones, emitido por el primer ministro español Pedro Sánchez.
La conducta de Sánchez ha sido particularmente escandalosa en todo este asunto (como Maduro señaló correctamente en la entrevista que dio en Salvados, en La Sexta TV el pasado domingo por la noche). Después de criticar a Trump como «líder de la extrema derecha que debemos combatir» hace dos años, ahora se ha alineado completamente con el golpe de Trump en Venezuela.
Muchos de los países europeos involucrados en la emisión de este arrogante plazo son monarquías, donde el jefe de Estado nunca ha sido elegido. Sánchez ha inmovilizado a un barco de rescate perteneciente a la ONG Open Arms en el puerto de Barcelona, que le impide hacer el trabajo de salvamento de refugiados que intentan llegar a las costas de la fortaleza de Europa. ¿Cómo puede él reclamar preocupación por los «refugiados» venezolanos? ¿Cómo puede decir que está actuando por motivaciones «humanitarias»? Esto es pura hipocresía. Defiende los intereses de las multinacionales españolas, obedece las órdenes de Trump e intenta evitar la presión de los partidos de derecha y de extrema derecha en España con fines electorales.
El comportamiento del primer ministro español, Pedro Sánchez, ha sido particularmente escandaloso en todo este asunto / Imagen: PSOE Extremadura
Tanto Podemos como IU se han opuesto a la postura de Sánchez. El Partido Comunista, un componente clave de IU, ha ido más allá y ha declarado que está rompiendo todo contacto con Sánchez. Si esto se extiende a IU, podría significar el fin del gobierno de Sánchez.
El reconocimiento conjunto de los países de la UE para Guaidó también ha creado conflictos en otros países. Italia se ha negado a firmar, a pesar de la militancia de Salvini contra Maduro. El M5S se declaró en contra. En Austria, el ministro de Relaciones Exteriores (de la extrema derecha FPO) se opuso, pero finalmente, el primer ministro Kurz (conservador de OVP) emitió una declaración que respaldaba a Guaidó en términos muy claros.
La posición de Rusia parece estar cambiando ligeramente. En lugar de insistir en la legitimidad de Maduro, ahora el énfasis está en las negociaciones con la oposición:
«Todavía creemos que la única forma de salir de esta crisis es que el gobierno y la oposición se sienten a negociar, de lo contrario tendremos el mismo cambio de régimen que Occidente ha hecho tantas veces en otras ocasiones», dijo Lavrov, según Interfax. .
La jornada
Mientras tanto, Maduro ha pedido una campaña de recogida de firmas para enviar una carta abierta a Trump, rechazando la intervención militar y a favor de la paz. Si bien una campaña como ésta puede ser una herramienta útil para movilizar a la gente, es una estrategia irremediablemente débil para detener el golpe de Estado.
Los próximos días serán cruciales. A medida que las sanciones a PDVSA empiecen a impactar los ingresos del gobierno en Venezuela y lentamente detengan la economía, la presión en la frontera se intensificará. El objetivo es claro: empujar a Maduro a renunciar o forzar al Ejército a intervenir para hacerlo renunciar.
La doble imagen de la portada publicada por La Jornada resume muy bien el conflicto. A la derecha, una imagen de un mitin de la oposición, abiertamente invitando a los infantes de marina estadounidenses a una invasión, a la izquierda una imagen de la marcha chavista en Caracas que muestra un cartel, llevada por los compañeros de Lucha de Clases – Venezuela, diciendo «Yankee Go Home «. Claramente hay dos lados en esta lucha. Sabemos de qué lado estamos.