Como es costumbre cada 8 de marzo, Día Internacional de la el Mujer Trabajadora, diversas organizaciones feministas, sociales y políticas en todo el mundo se manifestaron para conmemorar la lucha de las mujeres por sus derechos, su emancipación social, contra el machismo y su influencia dominante en la sociedad y para promover los objetivos actuales que afronta la causa femenina en cada país. Ni la pandemia, ni las restricciones de aglomeración derivadas de ella pudieron frenar la organización de actividades para resaltar la significación histórica y presente de este importante día. En Venezuela la situación no fue diferente. Diversas manifestaciones se llevaron a cabo en Caracas y muchas ciudades del país exigiendo justicia ante la multiplicación de casos de feminicidios, el reconocimiento del derecho al aborto, la facilitación del acceso a anticonceptivos, el impulso de programas de educación sexual y planificación familiar, sumando además las exigencias cotidianas que impulsa la clase trabajadora y el pueblo como salarios dignos y servicios públicos de calidad.
La opresión de la mujer tiene su origen en el surgimiento de la propiedad y la sociedad de clases, que demandaron la instauración de las formas de familia patriarcales para garantizar la preservación de las propiedades y la transmisión hereditaria de las mismas por vía paterna, desmontando así el “derecho materno” y patentando el papel subordinado de la mujer hacia el hombre. Engels, en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, señaló: “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuño también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción (…). En el capitalismo, la opresión a las mujeres, especialmente a las de la clase obrera, reside en el papel desigual que ocupan en las funciones económicas de la familia nuclear actual, donde resisten la pesada carga de las labores domésticas y la crianza de los hijos, para la reposición diaria de la fuerza de trabajo y su recambio, garantizando que sus esposos vuelvan al día siguiente a cumplir con sus jornadas laborales y sus hijos crezcan sanos como la nueva generación de obreros que han de suplantarlos. En los casos en que las mujeres se ven movidas por la necesidad de entrar al mercado laboral, podríamos estar hablando de una triple jornada de trabajo para éstas: como trabajadoras, como amas de casa y como madres.
Aunque en el último siglo, las mujeres –sobretodo, en los países capitalistas desarrollados– han alcanzado numerosas conquistas y derechos, como fruto de su lucha por mejorar su situación, aún existen muchas deudas por saldar. Salarios inferiores a los de los hombres, el nulo acceso a mejores trabajos, la violencia machista en todas sus formas, la penalización del aborto en muchos países y la preservación del lastre que recluye las funciones económicas de la familia al ámbito privado –donde nuestras compañeras asumen un papel sirviente en la mayoría de casos–, son pruebas de que la opresión hacia las mujeres sigue en pie. Y no puede ser de otra manera, pues el capitalismo, como la última forma de sociedad de clases basada en la propiedad privada de los medios de producción, sigue rigiendo el destino del género humano.
La actual crisis orgánica del sistema capitalista amenaza con pulverizar buena parte de las conquistas alcanzadas por la clase trabajadora en general y las mujeres en particular. Para los marxistas, la única forma de acabar con la opresión femenina, así como todas las formas de opresión existentes, es mediante la transformación revolucionaria de la sociedad, el desmantelamiento del Estado burgués, la construcción de un semi-Estado obrero y la planificación racional de los recursos y la producción. El nuevo Estado obrero, bajo control democrático de los trabajadores, está llamado a absorber las funciones económicas de la familia nuclear con la creación de comedores públicos, servicios de limpieza y lavado, guarderías, escuelas y centros de esparcimiento infantil gratuitos y de calidad, que le permitan a las mujeres insertarse al campo laboral sin la pesada carga del trabajo doméstico y maternal a cuestas, y en condiciones de igualdad de oportunidades. También, de este modo se garantizaría que cuenten con suficiente tiempo libre para estudiar, cultivarse y desarrollar su potencial humano al máximo.
Las manifestaciones del 8M en Caracas
A partir de las 11:00 AM, en las inmediaciones de la Plaza Bolívar de Caracas, diagonal al Palacio Federal Legislativo, se dieron cita numerosas organizaciones feministas afines a la revolución bolivariana. Entre ellas se encontraban: La Araña Feminista, Tinta Violeta, Brigada Feminista Latinoamericana, Calistenia Cultural, Mamíferas, entre otras. La agenda planteada por estas agrupaciones comprendió un acto de agitación en el lugar inicial de la concentración, para luego –a partir de las 12:00 PM– iniciar una marcha hacia la Plaza Morelos, donde se concluiría con un encuentro artístico y una tribuna feminista.
Por otro lado, a partir de las 2:00 PM, se concentró otro grupo de organizaciones en la Plaza Brión de Chacaíto, al este de la ciudad capital, entre las que destacaron: Juntas y a la Izquierda, Comadres Púrpuras, Partido Socialismo y Libertad, Liga de Trabajadores por el Socialismo, entre otras. Aunque vale destacar que la izquierda llevó la batuta de esta actividad –que reunió a un número aproximado de 60 personas–, se pudo notar la presencia minúscula de varias organizaciones de derecha, como Cambiemos y Acción Democrática. El acto se desarrolló mediante el pronunciamiento de discursos y un cierre musical.
Llama la atención que aunque ambos bloques de organizaciones propugnaban las mismas exigencias, decidieron manifestar de forma separada. Este hecho tiene mayor relevancia si se toma en cuenta que los dos agrupamientos han coincidido en actividades unitarias previas. Entre las reivindicaciones que se hicieron escuchar en las dos manifestaciones, destacaron: justicia y cese de los feminicidios –que ya suman 43 en lo que va de 2021–, debida atención institucional a los casos de violencia machista, cese a la violencia obstétrica, derecho al aborto libre y seguro, fácil acceso a anticonceptivos, programas efectivos de educación sexual y planificación familiar, salarios dignos, servicios públicos de calidad, entre otras. Vale destacar, que en ambas actividades se pudo notar presencia masculina y no hubo expresiones de sectarismo feminista, propios de la política de identidad, que fragmenta las fuerzas de los distintos colectivos sociales y rompe los necesarios puentes con la clase obrera y sectores populares en lucha, lo que a la larga solo beneficia a los opresores de siempre.
Aunque hubo intentos de unificación de iniciativas, éstas no prosperaron por diferencias fundamentales: la negativa del bloque de organizaciones que se concentró en horas de la tarde a sumarse a una manifestación con agrupaciones vinculadas al chavismo, y, por su parte, de las organizaciones del “feminismo chavista” a mezclarse con agrupamientos capaces de concentrarse y marchar con la derecha. Las compañeras de la manifestación feminista vinculadas al chavismo, alegaron haber tratado de establecer puentes para unificar fuerzas con el otro bloque, pero, según ellas, éste no suele acceder a realizar protestas con perspectivas de lucha y negociación en las instituciones. A lo anterior, la contraparte cuestiona de sus homólogas el basar la lucha en la generación de esperanzas en la institucionalidad.
Fragmentación
Aquí debemos criticar la comodidad de las agrupaciones manifestantes de la tarde para compartir espacios con organizaciones de derecha, mientras expresan displicencia para vincularse con sus compañeras del chavismo, con las que, más allá de las notables diferencias, comparten un posicionamiento de izquierda, y por ende, presentan mayores afinidades programáticas. Esto no es de extrañar si tomamos en cuenta el empuje dado a esta actividad por organizaciones como el Partido Socialismo y Libertad, quienes en el ramo sindical plantean la unidad de acción con sindicatos dirigidos por cuadros de Primero Justicia, Alianza Bravo Pueblo, entre otras expresiones de la derecha más rancia.
La incapacidad para conformar un frente único con el chavismo, que, queramos o no, reúne a la mayor parte de la izquierda en Venezuela, refleja en varias de estas agrupaciones una tendencia sectaria, la cual contribuye a la fragmentación y atomización del movimiento obrero, popular y de mujeres, que la crisis y la política gubernamental ha propiciado. Aunque debemos distinguir que, además del PSL, en este acto participaron cerca de 10 organizaciones, es preciso señalar el error que significa el mezclar banderas con la derecha, en lugar de buscar unificar las fuerzas de las mujeres de izquierda.
El frente único consiste en llevar la política y el programa revolucionario, por parte de los comunistas, a las amplias masas de trabajadores imbuidos por la influencia de los dirigentes reformistas, para contribuir a la unidad de acción del movimiento, para resistir los ataques del sistema capitalista y el Estado, y de este modo, exponer la cobardía de los oportunistas. Para esto es indispensable la autonomía política de la organización revolucionaria, la defensa al derecho a la crítica, y el derecho a la distribución de la prensa de cada agrupación. De este modo, la política con tendencia sectaria, aplicada en todos los sectores en lucha, solo conduce al abandono de las bases del movimiento que queda a merced del oportunismo de sus direcciones y se le impide conocer y contrastar el programa revolucionario. La reflexión anterior también se aplica al colectivo mujer, hoy dividido.
Para Lucha de Clases, el impulso de una política unitaria de las mujeres de izquierda, vinculado a las diversas luchas de la clase obrera, los campesinos y el pueblo, para la superación revolucionaria de la crisis capitalista y su barbarie opresora machista, presenta mejores perspectivas que generar lazos con personeros marginales del feminismo de derecha o burgués, cuyo programa no rompe con el orden social patriarcal imperante –en el mejor de los casos solo promueve el ascenso social de las mujeres de la clase capitalista o pequeño burguesas–, y por ende, mientras promueve leves reformas al sistema, defiende la imposición del ajuste y austeridad para las mayorías, factor que acrecienta la opresión a las mujeres obreras y pobres. Además, la influencia que ejercen los sectores eclesiásticos y conservadores en los distintos partidos de la derecha venezolana, supera con creces a aquellos que intentan promover, dentro de estas organizaciones, reformas como la despenalización del aborto.
Desde Lucha de Clases, también debemos decir que no resulta coherente mostrar apoyo irrestricto a un gobierno y a una burocracia, que, empleando una fraseología de izquierda, es responsable de la ejecución de uno de los programas de ajuste económico burgués más agresivos de la historia latinoamericana, como resultado de una nefasta política de conciliación de clases impositora de miseria y hambre para el pueblo trabajador, en donde las mujeres han sido fuertemente afectadas por su condición de explotadas en sus centros de trabajo y oprimidas en sus hogares y todo espacio. Reconocemos en el bloqueo y las sanciones imperialistas un agravante importante que ha incidido en la crisis económica que vive el país, las cuales condenamos enérgicamente. Sin embargo, sabemos muy bien que no se puede atribuir a estos factores la causa desencadenante del colapso económico y social que atraviesa Venezuela. La crítica situación en la que nos encontramos es el resultado del declive del capitalismo rentista criollo, sistema al cual el gobierno se negó a trascender.
Hablamos también de un gobierno que fomenta la maternidad, mientras contribuye con sus políticas económicas y entreguistas a hacer de este acto –y la crianza en general– un verdadero calvario, que se niega a dar respuesta al alarmante número de feminicidios, que se rodea del conservadurismo de iglesias cristianas y cuyos dirigentes o se muestran contrarios al derecho al aborto o bien guardan silencio sobre el tema. Consideramos que desde las organizaciones del chavismo que impulsan la causa femenina, es necesario realizar un balance sobre la gestión de gobierno para dar respuesta a las problemáticas que aquejan a las mujeres venezolanas. La adopción de una postura más crítica, que derive en una política independiente, es urgente. Es imperativo generar una mayor vinculación con organizaciones obreras, campesinas y populares, que les permita dotar de mayor contenido de clase y fuerza de masas sus reivindicaciones.
La APR y su Comisión de Mujeres deben jugar un papel más activo en la agitación de las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras, en la participación de actividades de calle y en la articulación con otras organizaciones afines. Por último, desde Lucha de Clases, sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional, emplazamos a todo el universo de organizaciones de mujeres situadas a la izquierda, a la creación de una plataforma unitaria para la defensa y la lucha de los derechos de la mujer. No obstante, las perspectivas de éxito del movimiento femenino derivan de la necesidad de relacionar sus consignas con las de la lucha del movimiento obrero y el pueblo trabajador, pues se hace inviable mejorar las condiciones de vida y trabajo de las mujeres, cuando el salario no es más que un insulto, cuando colapsan los hospitales, cuando las escuelas se derrumban, cuando la explotación capitalista condena a los pobres a la miseria más desesperante, cuando la brutalidad machista es el subproducto de la violencia social y económica que las clases dominantes ejercen sobre la población pobre, y cuando la ciencia, el arte y el gobierno siguen siendo monopolio de unos pocos.
Es momento de unificar la lucha por la emancipación de la mujer, con independencia de clase.
¡Ni una menos!
¡Aborto libre y seguro!
¡Basta de violencia machista!
¡Por la emancipación de la mujer!