Un minuto después de la medianoche del 13 de septiembre, treinta y tres mil miembros de los distritos 751 y W24 de la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales (IAM) abandonaron sus puestos de trabajo e instalaron piquetes. Es la primera huelga desde 2008 en Boeing, el gigante aeroespacial que emplea a 66.000 trabajadores en todo el estado de Washington y a más de 171.000 en todo el país.

Un titular de la prensa capitalista resumía la situación de esta manera: «Jefes magullados, tomados por sorpresa y al borde de la crisis». Los patrones pueden haber sido «sorprendidos», pero para cualquiera que haya seguido los recientes acontecimientos en la lucha de clases en Boeing, la firmeza y determinación de los trabajadores no es ninguna sorpresa.

En una entrevista con The Communist [El Comunista] el mes pasado, un trabajador describió el ambiente combativo en una fábrica de Boeing en las semanas previas a la huelga:

Durante las dos últimas semanas, varias veces al día, los trabajadores se han manifestado en el interior de la planta. Bocinas, silbatos, disturbios por todas partes. La planta ya es suficientemente ruidosa, y con esto se está volviendo cada vez más intensa.

Otro trabajador de Boeing dijo a The Communist: «Sabemos lo que se ha perdido en el pasado, y la importancia de luchar. . . No nos regalaron nada. Tuvimos que luchar por ello, y ahora tenemos que luchar de nuevo».

Gestión asesina

La huelga se produce en un momento en que una serie de escándalos internacionales han ensuciado el perfil mediático de la empresa. En enero de 2024, una descompresión explosiva reventó una puerta de un Boeing 737 Max 9 a los diez minutos de vuelo. Esto siguió a los accidentes mortales de 2018 y 2019, en los que murieron 346 personas debido a problemas mecánicos y de software.

Los directivos de Boeing son directamente culpables directa de estos desastres. Los trabajadores entrevistados por la NTSB [Agencia Nacional de Seguridad del Transporte] explicaron que se les presionó para cumplir plazos imposibles y se les obligó a trabajar sin la formación requerida. Un subcontratista dijo: «Básicamente somos las cucarachas de la fábrica».

A los capitalistas sólo les importa una cosa: el beneficio. Mientras las compensaciones financieras resultantes de las muertes de pasajeros y las demandas por seguridad no superen los mayores ingresos generados por recortar gastos, estos parásitos sociales no ven nada malo. De hecho, ¡quieren acelerar aún más la producción!

A pesar de los fracasos asesinos de la dirección de Boeing, los accionistas aprobaron un paquete salarial histórico de 33 millones de dólares para el consejero delegado Dave Calhoun, un 45% más que en 2022. Mientras tanto, los salarios iniciales de los obreros mecánicos rondan los 23 dólares la hora. Cuando Calhoun finalmente dimitió en desgracia -habiendo supervisado aviones que se estrellaban y puertas que explotaban- recibió un regalo de despedida: 45 millones de dólares más en acciones de la compañía. Su sucesor, Kelly Ortberg, que tomó las riendas hace seis semanas, ganará 16 millones de dólares este año y 20,5 millones en 2025.

«Bofetada en la cara»

En una entrevista con The Communist, un operador de grúa de la planta de Everett calificó esta medida de «bofetada en la cara» a los trabajadores que han visto cómo su salario aumentaba sólo unos pocos puntos porcentuales en los últimos años. Pero no se callaron: se prepararon para la lucha. El 17 de julio, decenas de miles de trabajadores organizados en el distrito 751 de IAM llenaron un estadio en el centro de Seattle. Allí votaron por un 99,9% a favor de autorizar una huelga, fijando el 12 de septiembre como fecha límite para alcanzar un nuevo acuerdo. Exigían un aumento del 40% en tres años, la devolución de su plan de pensiones, perdido en 2014, y que las instalaciones de producción permanecieran en Washington.

Boeing ha ido trasladando gradualmente sus operaciones a zonas con menores costes laborales, como Carolina del Sur, donde en 2011 abrió una planta de montaje no sindicada. La patronal derrotó en 2017 un intento del sindicato IAM de sindicalizar la fábrica. Ahora pretenden asegurar a los trabajadores que están aquí para quedarse en Puget Sound, en parte trasladando a su director general a Seattle. Estas acciones deben verse como lo que son: en el mejor de los casos, promesas vacías; en el peor, un truco para apaciguar a los trabajadores. A la primera oportunidad, los patrones trasladarán la producción a donde puedan exprimir más dinero de la clase trabajadora.

¿Quién controla la fábrica?

El Presidente del Distrito 751, Jon Holden, argumentó que la decisión del Director General de trasladarse a Seattle era «un paso en la dirección correcta, que llenará . . . un vacío de liderazgo». Pero la cuestión no es simplemente la presencia o ausencia de un alto mando empresarial; depende de hacia dónde se dirija a los trabajadores. A la patronal sólo le interesa llevar a Boeing en una dirección: hacia mayores beneficios a través de salarios más bajos, peores prestaciones y condiciones de trabajo degradadas. Lo que importa no es dónde se sienta el director general, sino quién tiene el control: ¿los trabajadores o los jefes?

Los dirigentes de la IAM exigen un puesto en el Consejo de Administración de Boeing. «Tenemos que salvar a esta empresa de sí misma», dijo Holden. Pero un solo representante sindical aislado en el consejo capitalista no tendrá poder de decisión, sino que estará sometido a constantes presiones para «seguir la corriente».

Los trabajadores tienen razón al querer opinar sobre la gestión de la empresa, pero la forma de conseguirlo es presionando para que sean los trabajadores en los talleres los que ejerzan el control. El control obrero maximiza el impacto de los afiliados al sindicato y pone de manifiesto que son los propios trabajadores los que hacen los aviones, no el consejo de administración de la empresa.

Son los trabajadores los que producen, ensamblan y distribuyen todos los aviones. Y son los trabajadores quienes los tripulan y pilotan una vez construidos. Los capitalistas no desempeñan ningún papel útil en el proceso. Al contrario, como demuestran las recientes catástrofes, desempeñan un papel mortal y destructivo. La solución definitiva es que empresas como Boeing sean nacionalizadas bajo el control y la gestión democrática de los trabajadores. Lograr esto requerirá un gobierno de los trabajadores, y el primer paso en esta dirección es construir un partido obrero.

¡Huelga!

El 8 de septiembre, cuatro días antes de la fecha límite para la huelga, los jefes de Boeing y los dirigentes de la IAM anunciaron un acuerdo provisional. Incluía un aumento salarial del 25% en 4 años, lo que, teniendo en cuenta la tasa de inflación, habría equivalido a un ajuste por el coste de la vida. La propuesta tampoco incluía la devolución del sistema de pensiones e incluso carecía del puesto simbólico en el consejo de administración.

El dirigente del sindicato, Holden, dijo del acuerdo: «Podemos decir sinceramente que esta propuesta es el mejor contrato que hemos negociado en nuestra historia». Los trabajadores, por su parte, expresaron su frustración por el acuerdo y emprendieron una campaña para rechazarlo.

El 12 de septiembre, los trabajadores de IAM 751 votaron por un 94,6% rechazar el consejo de su comité de negociación sindical, rechazar la oferta de la patronal y declararse en huelga.

Un trabajador con el que habló con los Revolucionarios Comunistas de América [RCA] en la línea de piquete planteó abiertamente destituir a Holden de su cargo de presidente del sindicato, citando su mal liderazgo en luchas pasadas. Está claro que la dirección del sindicato preferiría un acuerdo rápido y limitado -y una vuelta a las viejas condiciones en las plantas- mientras que muchos trabajadores de IAM están deseosos de llevar la lucha tan lejos como sea necesario. En palabras de Kushal Varma, mecánico de Boeing: «Este es un movimiento de gente que está dispuesta a jugarse la vida para conseguir lo que es justo».

Organizar a los no organizados

Ayer, la empresa anunció planes para enviar a casa a trabajadores no afiliados a IAM como medida de ahorro, lo que demuestra que la huelga ya está teniendo efectos en los resultados de Boeing. Sin embargo, para ganar realmente esta lucha, es necesario ampliarla. Para librar la lucha más eficaz contra la patronal de Boeing, los maquinistas de IAM necesitan el apoyo de todos los trabajadores de todas las instalaciones de Boeing. Como primer paso hacia la construcción de esta solidaridad, el IAM debe exigir que cualquier trabajador de Boeing que se afilie a su sindicato esté cubierto por su contrato dondequiera que trabaje, ¡incluso en Carolina del Sur! Esto debe ir acompañado de una iniciativa combativa para organizar a los trabajadores no sindicalizados en todas las demás plantas.

Los comunistas de la RCA apoyamos a los trabajadores de IAM en su lucha y mostramos nuestra solidaridad en la línea de piquetes cuatro veces en la primera semana de huelga. Entendemos que el capitalismo ha llegado a un callejón sin salida. Incluso en Estados Unidos, el país más rico de la tierra, toda una generación ha sido condenada a un nivel de vida inferior al de sus padres. Sólo la clase obrera puede superar las limitaciones de este sistema moribundo y salvar a nuestra sociedad de la clase dominante.

¡Solidaridad con los trabajadores de IAM!

¡Organizar a los no organizados!

¡Victoria para los trabajadores de Boeing!